Gloria Álvez falleció el domingo 30 de mayo a los 78 años. Con más de 30 años de militancia por los derechos de las personas trans y de la comunidad LGBTI, dejó un legado imborrable para las nuevas generaciones: la creación de la Ley de Trabajo Sexual (17.515), la Ley de Derecho a la Identidad de Género (18.620) y, más recientemente, la Ley Integral para Personas Trans (19.684). Por su participación en el diseño de estas leyes, por su militancia incansable por la prevención de enfermedades de transmisión sexual y su batalla contra la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes, fue reconocida a nivel nacional e internacional.

En 1990 Gloria fundó el primer colectivo trans del país, cuyo nombre era Mesa Coordinadora de Travestis, actualmente llamado Asociación Trans del Uruguay (ATRU). Fue su presidenta y luego su secretaria. En los últimos años también trabajó como coordinadora uruguaya de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (Redlactrans).

Gloria fue una sobreviviente. Pasó por el Consejo del Niño en Salto, donde sufrió abusos y maltrato, también fue recluida en el hospital de Salto y, durante la dictadura y la posdictadura, resistió al encierro y la tortura impartida por policías y militares a los personas trans, llamadas por ellos “pederastas pasivos”. En 1954, sirvió de “conejillo de indias” para los médicos que le aplicaron la llamada “terapia de conversión sexual”, que consitía en dar choques eléctricos, recordó la diputada frenteamplista Ana Olivera, que el miércoles la homenajeó en el Parlamento.

Karina Pankievich, presidenta de ATRU, recuerda que la conoció hace 37 años, cuando ambas ejercían el trabajo sexual en Montevideo. Se hicieron amigas y comenzaron a militar por los derechos humanos de las personas trans. Pankievich la recuerda como una mujer inteligente, espontánea, siempre preocupada por el colectivo, “alguien que se llevaba el mundo por delante” y que, a pesar de los golpes de la vida, siempre conservó el sentido del humor. También recordó cuando Gloria irrumpió en una charla diciendo: “Mujeres somos todas”. “Tenía esas cosas”, contó a la diaria.

Fueron amigas toda la vida pero, en los últimos años, Gloria se transformó en una madre para Pankievich, una madre que necesitaba cuidados por sus problemas cardiovasculares. La presidenta de ATRU atesora el recuerdo de sus charlas en cuartos de hotel durante sus viajes o cuando le hacía masajes en los pies después de una jornada cansadora.

Gloria era umbandista y devota de la orixá Mãe Oxum, deidad de la religión yoruba, que reina en los ríos, lagunas y manantiales y simboliza la feminidad, la belleza y el amor. En esos viajes nunca olvidaba comprar perfumes dulces para la mãe, que luego ofrendaba en un altarcito que tenía en su habitación, contó Pankievich.

“Perder la memoria de Gloria sería perder la historia del movimiento trans. Gloria estuvo en las primeras Marchas de la Diversidad, cuando se hacían desde el Obelisco a la Universidad de la República, con la finada Gloria Meneses y con tantas que hoy no están y otras que sí, como Karina Pankievich. Si no fuera por Gloria y todas esas mujeres que pusieron su cuerpo en la calle, hoy no estaríamos donde estamos. A pesar de sus nanas, Gloria siempre estaba en todos lados”, manifestó Collette Spinetti, directora del Colectivo Trans del Uruguay (CTU), a la diaria.

El recuerdo más antiguo que Spinetti tiene de Álvez se remonta a las primeras Marchas de la Diversidad: Gloria caminando con una mochila cargada de preservativos para repartir. Tanto Spinetti como Pankievich señalaron la insistencia de la militante por el cuidado y la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. Le importaba especialmente la protección de las trabajadoras sexuales, que sabían que podían contar con Gloria si alguna vez les faltaban profilácticos.

“Un doctor de ASSE [Administración de los Servicios de Salud del Estado] me dijo que las chicas tenían que buscar los preservativos en otros centros asistenciales; me dijo ‘esto no es un quiosco’. Y le dije ‘no van a ir a ningún quiosco, van a mi casa. Muchas veces se los alcanzo en Bulevar Artigas. ‘¿Usted sabe lo que es ser trans?’, le pregunté. Las chicas usan de seis a siete preservativos por cliente’”, dijo Gloria durante una entrevista que realizamos con Jonathann Bentancor y Leticia Rizzo en 2018, y que fue publicada junto a otras en el semanario Brecha.

Esa fue la primera vez que la vi en persona. Fue en la oficina de ATRU, ubicada en la calle Salto, cuando nos encontrábamos realizando nuestro trabajo de grado. Cuando llegamos, Gloria se puso de pie y expresó: “Primero me voy a presentar”. Dijo su nombre real y el que le dieron sus padres, su número de cédula y su procedencia: Salto. Lo dijo con firmeza, para subrayar que era una ciudadana, pero con la voz baja, como si susurrara, algo que obligaba a agudizar el oído y acercar el grabador.

“Las mujeres trans siempre estamos solas. Estamos solas cuando nacemos como trans, pero más cuando nos morimos”. Karina Pankievich, presidenta de la Asociación Trans del Uruguay

Gloria creía que el número 8 le traía suerte porque es el número de Oxum. Por eso se alegró cuando le avisaron que el día 8 del mes pasado iba a recibir la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus. Pero no llegó, rememoró Pankievich. La última vez que hablaron, Gloria estaba en su habitación de la pensión de Yaro y Maldonado y, con la voz débil, le dijo que sentía escalofríos. La internaron tras ser diagnosticada con covid-19 y unos días después falleció.

“La muerte de Gloria también me hace pensar en la muerte de las personas trans. [...] Las organizaciones deberíamos unirnos para que las personas trans tengan una vida digna, pero también una muerte digna. Es lo que merecemos”. Collette Spinetti, directora del Colectivo Trans del Uruguay

Al igual que muchas familias que han perdido a sus seres queridos durante la pandemia, Pankievich lamenta no haber podido despedirse. “Las mujeres trans siempre estamos solas. Estamos solas cuando nacemos como trans, pero más cuando nos morimos”, expresó.

“La muerte de Gloria también me hace pensar en la muerte de las personas trans. Ella siempre luchó por la vida. La lucha trans es una lucha por la vida, por el ser. Pero tenemos que empezar a pensar en la muerte trans. Las organizaciones deberíamos unirnos para que las personas trans tengan una vida digna, pero también una muerte digna. Es lo que merecemos”, expresó, por su parte, Spinetti. Puso como ejemplo la experiencia del colectivo Traves Chile, que frente a esta problemática destinó fondos para comprar un panteón donde enterrar a sus compañeras y compañeros.

Según el censo de personas trans, realizado en 2016 por el Ministerio de Desarrollo Social, la esperanza de vida para esta población en Uruguay es de 35 años. Gloria es de las pocas mujeres trans que llegaron a viejas. Spinetti recordó que, mientras mostraba su colección de fotos, Gloria siempre lamentaba: “Todas han muerto. Qué cosa horrible”.