Ya desde la portada ese Invierno (1573), de Giuseppe Arcimboldo, pintor favorito del emperador alquimista Rodolfo II (aunque el cuadro lo pintó para el padre de este, Maximiliano II), anuncia el estremecimiento fragmentado, alegórico y esperpéntico que espera en sus páginas interiores. A Bentancor nunca le ha gustado la linealidad, como lo demostró en Muerte y vida del sargento poeta (Banda Oriental, 2014), y ya supo meterse en velorios de tierra adentro en El inglés (Estuario, 2015, considerada por la crítica como la novela del año).

Escritor de Los Cerrillos (Canelones) vuelve en esta novela a la Tercera Sección de la que es oriundo y a la que ha hecho mutar, con su sonoridad, en parte chacarera y en parte aséptica, en un paisaje que se ha separado de su geolocación real para volverse otra cosa: su propia Yoknapatawpha (la referencia a William Faulkner no es gratuita ni original, ya la señalaron respecto de Bentancor los escritores Renzo Rosello y Gustavo Espinosa). El tema de Baumeister se mantiene en los dominios de Tanatos, pero vuela hacia atrás en la memoria, mientras Carlos Baumeister, funebrero del lugar, desgrana recuerdos de esperpentos. Reseñas anteriores han identificado parentescos con un realismo mágico traído hacia estas comarcas para labrar un thriller con algo de político (Gabriel Lagos, la diaria) y han considerado a esta obra como la más compleja y sólida de Bentancor (Silvana Tanzi, Búsqueda). Les asiste razón.

Martín Bentancor. Tusquets. Montevideo, 2022. 284 páginas, 790 pesos.