En 2020, desde los policías suizos hasta los bomberos de Nueva York, todo el mundo se filma bailando la canción sudafricana “Jerusalema”, convertida en el himno del confinamiento. Con su letra sacada del Evangelio, es uno de los emblemas del auge de la música de inspiración cristiana proveniente de África. Hoy, la celebración rítmica de Cristo trasciende los países angloparlantes y llega a la zona francófona, como en Costa de Marfil o en el Congo.

El mensaje en yoruba –idioma muy extendido en África Occidental– es límpido: “Jesu olugbala ni mo f’ori fun e”, es decir, “me entrego a Jesús el Salvador”. Conservado en los archivos de la British Library, es la primera grabación de música religiosa efectuada por un intérprete africano, captada en 1922 en Londres. Su autor, Josiah Jesse (JJ) Ransome-Kuti, sacerdote anglicano del protectorado británico de Nigeria, halló en la música un poderoso medio para atraer a la gente a la iglesia1. Falleció ocho años después, no sin antes haber dado nacimiento a un linaje que marcaría la historia intelectual y cultural del continente. Su nieto Fela Ransome Kuti, pionero del afrobeat, el “Black President”, denunciaba en Shuffering and Schmiling, grabada en 1977, la ceguera con la que sus compatriotas abrazaban la religión... En vano: África podría contar con el 40 por ciento de los cristianos del mundo en 2060 y su música religiosa sigue un ascenso similar. Un auge liberado del repertorio litúrgico, fuera de las capillas y de los templos, encarnado en primer lugar por intérpretes born again [renacidos], a veces femeninos, surgidos de lugares de culto evangélico y pentecostal del África subsahariana. Estos artistas de la nueva música cristiana africana vivieron la experiencia de una conversión personal asimilada a un “nuevo nacimiento”, una de las características de la fe evangélica, y se distinguen de los intérpretes de cantos litúrgicos, no remunerados, que sólo se presentan en un recinto sagrado.

Las consecuencias socioeconómicas de la pandemia de covid y la necesidad de sostén espiritual contribuyeron a imponer en las plataformas de streaming musical una nueva generación de intérpretes: predican en lingala, en nouchi o en pidgin nigeriano la palabra divina y los valores familiares; sus ritmos abrevan tanto de los nuevos beats urbanos subsaharianos –amapiano sudafricano, afrobeat nigeriano– como de los cánones de la faith music (“música ligada a la fe”) preciada por más de 50 millones de estadounidenses: rhythm and blues (R’n’B), pop, gran orquesta y violines.

Zimbabue, Eswatini (ex Suazilandia), Sudáfrica: el semillero de África Meridional, donde los coros abundan y donde la música vocal continúa ocupando un lugar preponderante, sigue siendo el corazón de este nicho de la industria cultural subsahariana. Según una encuesta realizada en 2015, el 13 por ciento de la población sudafricana disfruta de escuchar gospel, es decir, más de tres veces el promedio mundial2. En ese país, el mercado de la música gospel nacional continúa haciéndole competencia al de la música “secular” gracias a sus grandes conjuntos, como el Soweto Gospel Choir, sus intérpretes-pastores, como Benjamin Dube, y un ecosistema dinámico, a imagen de los SABC Crown Gospel Awards que celebran, cada mes de noviembre en la televisión pública, el dinamismo de esta corriente musical. Durante el apartheid, el gospel suscitó críticas y esperanzas3. Hoy en día, “la mayor parte de los sudafricanos siguen encontrando allí materia para expresar y sentir lo que son, lo que piensan de su vida y las adversidades que atravesaron”, constata Evans Netshivhambe, profesor de Etnomusicología de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo.

Profesionalización

Filial de la compañía de soul de Detroit, el sello Motown Gospel Africa lanzó en 2021 sus operaciones en el continente firmando un contrato con el coro de gospel sudafricano Joyous Celebration, fundado en 19944. Con sede en Abiyán en los locales de Universal Music Africa, Motown Gospel Africa pretende también detectar nuevos talentos con la esperanza de reproducir los éxitos internacionales que recientemente tuvieron tres canciones cristianas africanas. Una de ellas, “Jerusalema”, salió a fines de 2019, producida por un miembro de una iglesia metodista –el DJ y productor sudafricano Kgaogelo Moagi, alias Master Kg– e interpretada por la cantante Nomcedo Zikode. Sus primeras palabras, en zulú, acompañadas por un beat de limpopo house (un subgénero del afrohouse), han sido extraídas del Libro de las Revelaciones (el Apocalipsis, último libro del Nuevo Testamento). Tras sus primeros pasos a nivel local, la canción, reproducida en concursos de baile organizados en la red social TikTok, tuvo éxito primero en Angola, cobró impulso en Portugal y se impuso como uno de los hits europeos del verano 2020, antes de volver al continente gracias a un remix con la estrella nigeriana Burna Boy. Balance al día de hoy: más de 564 millones de reproducciones en Youtube.

Al mismo tiempo, en Estados Unidos, otra canción de gospel africano daba qué hablar: Way Maker, de la nigeriana Sinach. Excorista de la Christ Embassy, una iglesia evangélica fundada por el controvertido pastor nigeriano Chris Oyakhilome (acusado en particular de derivas sectarias), Sinach lanzó su canción a fines de 2015 por el sello Loveworld. Cuatro años más tarde, con la versión de Michael W Smith, un cristiano blanco estadounidense, Way Maker se convirtió en la canción de consuelo de la pandemia global y en el primer hit de gospel “made in Naija” (“hecho en Nigeria”) que se impuso en la cima de la clasificación del semanario Billboard, la Biblia de la industria musical estadounidense, en la categoría canción cristiana. Por último, tercera señal de este renacimiento, el éxito viral de Comment ne pas te louer (“Cómo no alabarte”), compuesta por el sacerdote belga espiritano de origen camerunés Aurélien Bollevis Saniko, convertido este año en un hit católico tocado hasta en Ibiza.

Estas tres canciones, reproducidas de manera extensa en Trace Gospel, el canal creado en 2015 por el grupo de medios de comunicación Audiovisuel Trace TV, “permitieron desbloquear las mentalidades en el África francófona y hacer entender allí que no había que permanecer en su coto cerrado”, señala desde Abiyán Curtis Blay, su programador. “Hasta ahora –continúa–, efectivamente éramos mucho más conservadores y tradicionales que los angloparlantes. La música religiosa no se podía escuchar más que en la iglesia”. Hoy, Blay ve un número creciente de jóvenes cristianos francófonos born again seguir estas nuevas inspiraciones, “en las que uno puede legitimar su amor por Dios y al mismo tiempo su pasión por músicas urbanas junto a su comunidad, fuera de la misa”. El programador constata además “una clara profesionalización del gospel francófono, como lo demuestran sus videoclips”. El que fue filmado en 2019 para acompañar Souffle, de la congoleña Dena Mwana, no tiene efectivamente nada que envidiarles a las producciones angloparlantes. “Ce que l’œil n’a point vu, l’oreille n’a pas entendu, Esprit tu le sais, oui tu le sais...” (“Lo que el ojo no vio, el oído no escuchó, lo sabes, Espíritu, sí, lo sabes...”).

Esta compositora-intérprete forma parte de las primeras artistas francófonas que Motown Gospel Africa apoyó. Después de hacerse conocer en los coros de iglesias evangélicas congoleñas, firmó un contrato con el sello Happy People. Fundada hace diez años por su marido, Michel Mutahali, quien trabajó en la banca electrónica y Canal Plus, esta estructura se define en su página de LinkedIn como “especializada en la concepción y la realización de actividades de cultura y edificación cristiana”. Según Mutahali, “el nuevo gospel tiene dos objetivos: la evangelización y que el artista pueda vivir de su talento”. Como dicen en el medio en Abiyán, se trata ahora de “estar en el sistema MP3”, es decir: sacar una canción cada tres meses.

Sustancia

En la capital económica de Costa de Marfil, Souleymane Koné, alias KS Bloom, personalidad ascendente del rap marfileño cristiano, canta por su parte “pour ramener les gens vers Dieu” (“para volver a acercar a la gente a Dios”)5. Cuenta haber visto al “Creador de todas las cosas” en 2017. Desde entonces, su ascenso ha sido fulgurante, de la mano de la salida, en 2021, de su álbum Allumez la lumière (“Prendan la luz”) y de la canción C’est Dieu (“Es Dios”). El verano pasado, a pesar de no suscitar el interés de los medios de comunicación no especializados de Francia, llenaba el Casino de París. A fines de abril, fue uno de los artistas principales, junto al rapero Booba, del decimoquinto Femua marfileño (Festival de Música Urbana de Anoumabo) creado por Salif Traore, el líder del grupo Magic System. Siguiendo los pasos de este joven artista de 26 años, se observa un avance de disidentes de la escena “coupé-décalé” [baile popular originario de Costa de Marfil], muchos de los cuales se unieron a una de las 4.000 iglesias evangélicas del país tras el fallecimiento accidental de DJ Arafat en agosto de 2019.

Con la llegada de esta nueva generación, este gospel revisitado tampoco escapa a las querellas de capillas y a las confrontaciones. “Si no nos cuidamos –advertía el rapero congoleño El George en julio de 2022–, la música urbana cristiana ya no tendrá ninguna sustancia... Si Dios verdaderamente te convoca a servirlo en la música urbana, también tienes que tener la visión de imponer tu particularidad. Y la particularidad se construye”6.

Miembro de la Iglesia del Ejército de Salvación, el padre del gospel zimbabuense, el guitarrista Machanic Manyeruke, de 80 años, autor de cerca de una treintena de álbumes, nunca se planteó esta pregunta7. “Sólo se trata de estar convencido de lo que cantas”, nos explicaba en 2018. ¿Qué les recomienda a los jóvenes artistas? “Creer en Dios y comportarse de manera respetable para preservarse del pecado. El mundo en el que vivimos está, en efecto, lleno de tentaciones”. Entre las cuales, de ahora en más, la de poder enriquecerse cantando alabanzas a Dios.

Jean-Christophe Servant, periodista. Traducción: Micaela Houston.


  1. Janet Topp Fargion, “The Ransome-Kuti dynasty” [La dinastía Ransome-Kuti], The British Library, www.bl.uk, enero de 2016. 

  2. Darren Taylor, “In South Africa, Gospel Music Reigns Supreme” [En Sudáfrica, la música gospel es la reina suprema], VOA, 8-10-2015. 

  3. Compuesto en 1897 por Enoch Sontonga para el coro de la escuela de la misión metodista de Johannesburgo en la que enseñaba, “Nkosi Sikelel’ iAfrika” [Dios salve a África] fue el canto del Congreso Nacional Africano (ANC) antes de convertirse en uno de los dos himnos de la nueva Sudáfrica. 

  4. Murray Stassen, “Universal Music Africa and Motown Gospel sign superstar South African music group joyous celebration”, Music Business Worldwide, 19-3-2021. 

  5. “En Côte d’Ivoire, l’engouement pour le rap chrétien” [En Costa de Marfil, la moda del rap cristiano], Radio-France Internationale, 30-4-2023. 

  6. “El George agacé par les artistes urbains qui imitent Tayc, Hiro” [George molesto por artistas urbanos que imitan a Tayc, Hiro], Infos Urbaines, 19-7-2022. 

  7. Acerca de esta figura zimbabuense, se puede ver Machanic Manyeruke: The Life of Zimbabwe’s Gospel Music Legend [Machanic Manyeruke: la vida de la leyenda de la música gospel de Zimbabue], de James Ault (jamesault.com).