La Transición no ha sido capaz de cuidar debidamente a la nación española. No tanto por su Constitución (1978), sino por el clima cultural que ha dejado crecer en su seno, cada vez más dominado, según Vox, por los enemigos de España (“rojos”, separatistas, feministas, multiculturalistas) y acomplejadamente aceptado por el Partido Popular.

Vox surge en diciembre de 2013 y, tras unos años sin éxito ni visibilidad, es en la práctica refundado en 2018, cuando Santiago Abascal –al frente de la dirección desde setiembre de 2014– reformula la línea de acción partidaria, haciendo frente a ese doble desafío de “los enemigos de España”. Desde entonces, va logrando el éxito y el perfil con los que es conocido hoy: en la actualidad, Vox es la tercera fuerza tras el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con alrededor de un 15 por ciento de votos, y se espera que repita esa performance el domingo 23 de julio.

Aquel momento de surgimiento está marcado en términos políticos por la crisis económica de 2008, que trae las protestas del 15M en 20111, las cuales se suman a las del independentismo catalán, en auge desde 20092. Para Vox, se trata de un doble avance sobre el orden de 1978: desde el separatismo, por el independentismo catalán, y desde la izquierda, por el 15M y luego Podemos, fundado en enero de 2014.

[Estos nuevos desafíos] tuvieron su efecto más claro en que, a partir de 2015, la formación de gobierno se volvió problemática. Hasta entonces, se resolvía de modo rutinario: o bien PP o PSOE tenían mayoría absoluta o bien acordaban con los partidos llamados nacionalistas (vascos y/o catalanes). Baste decir que hubo que repetir dos elecciones generales, las de 2015 y 20193. Desde 2015, populares y socialistas pasaron a sumar el 50 por ciento de los votos, cuando antes su piso había sido 65 por ciento. Esto hizo que en 2020 naciera el primer gobierno de coalición desde la transición4, el del PSOE y Unidas Podemos (UP).

[...] Lo específico del discurso de Vox es que se propone desde el inicio desafiar ese “consenso progre” tolerado por la derecha y que ha ido carcomiendo, desde la perspectiva de los de Abascal, el orgullo de ser español. Por eso, en su caso, lo programático queda subordinado a ese combate cultural, pues le sirve sobre todo para exhibir su voluntad de lucha.

El discurso de la democracia del 78 ofrecerá un flanco a Vox. En efecto, este discurso, en tanto expresión de una transición sin memoria, trata el pasado como un todo indistinto que los actores políticos principales se comprometen a no repetir. Nadie pregunta quién hizo qué, ni por las causas, ni se intentan deslindar responsabilidades políticas, ni mucho menos jurídicas. En un país de catolicismo difuso, como si de un examen de conciencia se tratara, se confía en que cada actor sabrá qué hizo mal y en qué no debe reincidir. Pero del tema no se habla. Por eso el discurso de la transición reúne Guerra Civil (1936-1939) y Franquismo (1939-1975), y nombra al orden político de 1931 a 1939 como “la República”, no como democracia (o república democrática, que es lo que fue), pues tal cosa obligaría a vincularlo al actual. Pero, a la vez, para distanciarse del franquismo, nadie se autodefine como nacionalista español. En España, “nacionalistas” son –sobre todo en el discurso de la transición– los partidos catalanes y vascos. Es decir, los de los territorios “periféricos”, lo cual indica no sólo un lugar geográfico, sino temporal: una rémora del pasado, alejada del presente modernizante y europeísta de la transición. En España, los nacionalistas españoles se autodenominan “constitucionalistas”, lo cual cierra el círculo de las equivalencias: “pasado-nacionalismo-atraso-cainismo”, de un lado, contra “futuro-europeísmo-modernización-consenso”, del otro. En el discurso de la transición, el pasado opera como una suerte de estado de naturaleza en el que siempre se puede recaer, porque según este discurso el espíritu cainita del pueblo español está siempre latente. Por eso es bueno mantener el silencio, no agitar las aguas políticas. Consenso es el nombre de la democracia en España.

Esto no significa que el nacionalismo español no modele la realidad política del país, pero lo convierte en algo no decible, no bien visto en clave democrática y europea. De ahí que no casualmente el partido se llame Vox (“voz”, en latín). En efecto, por esa hendidura del discurso dominante se cuela la extrema derecha española para conmover los consensos explícitos e implícitos que todo orden político tiene.

¿Qué es España para Vox? Siguiendo a Maurice Barrès, Abascal sostiene que “la nación es la suma de los muertos, de los vivos y de los que nacerán en ella”. “La patria –continúa– es la tierra de mis padres, de mi niñez, de mi adolescencia”. La patria es un patrimonio heredado, tangible, esencial, que pertenece a alguien y que se lega. Una manera de ser (personalidad) y de estar (costumbres) en el mundo, diferente de algunas y opuesta a otras. “Me gusta la nación como algo lineal, no como proyecto”, concluía Abascal5. En efecto: “proyecto” sugiere una cierta apertura, un pacto o construcción, así como la posibilidad de incluir no sólo a los herederos directos, sino a otros nuevos (inmigración). Este rechazo del contractualismo muestra el perfil de Vox contrario al liberalismo político.

Aquí damos con la clave ideológica de Vox. La vida comunitaria, y con ella la democracia, quedan subordinadas a esa esencia de lo nacional español, pues esta no es cambiable ni decidible ni votable. De ahí que el independentismo (catalán, vasco o cualquier otro) sea para Vox no sólo inaceptable, sino “un robo, un latrocinio, un expolio”6. En principio, podría parecer que el neoliberalismo de Vox es contradictorio con su patriotismo, pues vendría a corroer los lazos comunitarios. Pero hay un punto en el que pueden converger: el llamado a la rebelión individual (emprendedorismo) contra el colectivismo estatista del neoliberalismo es análogo al que hace Vox contra un poder tomado por los colectivos antiespañoles (“rojos”, “separatistas”, feministas, etc.). Además, su tradicionalismo le impide a Vox hablar de “pueblo” para referirse a los españoles cabales, sino que más bien estos quedan incluidos en la apelación a “España”. Vox es una formación posfascista, en términos de Enzo Traverso7. Es decir, posfranquista: aspira a realizar buena parte de los fines franquistas por vías formalmente democráticas.

Javier Franzé, profesor de Teoría Política, Universidad Complutense de Madrid. Versión completa en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2023.

Opinión - Actualidad de las sensibilidades

El debate político de hoy está cargado de propuestas que inciden, de forma directa, en la “actualidad de las sensibilidades” (1). Así, la derecha española ha colocado entre los “enemigos de España” tanto a los rojos de siempre como a las feministas y al universo LGTBIQ+. Por eso, en los (relativamente) nuevos cantos del “No pasarán”, aquel “somos los nietos de los obreros que no pudisteis matar” de La Polla Récords derivó, con naturalidad, en “somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”. Si bien la compleja unidad de la izquierda en Sumar (2) quedó chamuscada por sus propias hogueras (3), en el último mes de campaña hacia el 23J ha podido configurarse un informal “amplio frente” republicano con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Los resultados aún frescos de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo (4) y la tozudez de las encuestas (5) auguran un camino difícil para mantenerse en el gobierno nacional. Pero la energía que están poniendo en el intento tanto Yolanda Díaz, candidata de Sumar, como ese incombustible animal político que es el actual presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, permiten a la centroizquierda soñar con una remontada épica. O, al menos, con “morir en Madrid” vendiendo cara su derrota. Un reciente sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas mostró una posible victoria en escaños del PSOE más Sumar (El País, Madrid, 5-7-2023).

Sus rivales han recibido el impacto de este ímpetu y han optado por dejar correr el reloj confiando más en la inercia que en el debate. Mientras tanto, la campaña (6) ya viene mostrando todo lo que un ejecutivo del Partido Popular más Vox está dispuesto a desmontar en términos de derechos.

RLB

(1): A la salida de la dictadura uruguaya (1973-1984), José Pedro Barrán, inspirado en la historiografía francesa de las mentalidades, llamó “historia de la sensibilidad” al desembarco de pasiones y disciplinamientos en una producción académica oriental que solía estar poblada (sí, es injusta la simplificación) de batallas y doctores. Ver los dos tomos de Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Ediciones de la Banda Oriental, Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, 1989 y 1990.

(2): Coalición integrada por Movimiento Sumar, Podemos, Izquierda Unida, Más País, Verdes Equo, Alianza Verde y varios partidos regionales, entre ellos, Más Madrid y Catalunya en Comú.

(3): “España: Podemos pide que se revea la decisión de no incluir a Irene Montero en las listas de Sumar para las elecciones de julio”, la diaria, 12-6-2023.

(4): “La debacle de la izquierda inaugura un nuevo ciclo político que le da al PP el poder territorial”, Público, Madrid, 28-5-2023.

(5): “El PP y Vox acarician el gobierno a un mes del 23J, según las encuestas”, Público, Madrid, 25-6-2023.

(6): “La Junta Electoral ordena a Vox retirar su lona donde tira a la basura la bandera LGTBI”, Infobae, 27-6-2023.


  1. “10 años del 15M: las claves de un movimiento ‘indignado’ que cuestionó todo el sistema”, RTVE, 15-5-2021. 

  2. “Las raíces de la crisis en Cataluña”, Sébastien Bauer, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2017. 

  3. “España repite elecciones en menos de siete meses: ¿cómo se llegó a este escenario?”, France24, 7-11-2019. 

  4. NdR: Período que se inicia con la muerte del dictador Francisco Franco en 1975 y que se cierra con la toma de mando del primer presidente de la democratización, Felipe González, en 1982. 

  5. Fernando Sánchez-Dragó, Santiago Abascal. España vertebrada, Planeta, Barcelona, 2019. 

  6. Santiago Abascal, Hay un camino a la derecha: una conversación con Kiko Méndez-Monasterio, Stella Maris, Barcelona, 2015. 

  7. Enzo Traverso, Las nuevas caras de la derecha, Siglo XXI, Buenos Aires, 2018.