Hambre. De John Fante. Anagrama; Barcelona, 2002. 283 págs., 690 pesos.

En el año 2000 se publicó en Estados Unidos The Big Hunger, que reunía varios textos cortos de John Fante (1909-1983) hasta ese momento inéditos en libro. Habían pasado 17 años desde la muerte de Fante y tuvieron que pasar 22 más para que apareciera esta versión en castellano. Esa demora no deja de llamar la atención, ya que a partir del entusiasmo de Charles Bukowski –que lo redescubrió cuando ya casi nadie lo recordaba– el interés por la obra de Fante no ha dejado de crecer en todo el mundo, y en los años 1980 marcó a una generación de escritores.

El libro tiene, por cierto, una historia azarosa: el editor y crítico Stephen Cooper había visitado en 1994 a Joyce, la viuda del escritor, buscando datos para la biografía que estaba preparando (Full of life: A Biography of John Fante, finalmente publicada en 2001). Allí, en el archivo que conservaba la familia, encontró, entre cientos de papeles, fotografías y documentos, varios relatos aparecidos en revistas, capítulos de novelas que Fante nunca terminó, y algunos otros escritos. El resultado de esa pesquisa son los 17 textos narrativos que reúne este volumen, junto con el prólogo que había escrito para su novela hasta entonces más exitosa, Pregúntale al polvo (1939).

El conjunto, por cierto, vale la pena. No es una recopilación de material sobrante desechado, sino un ejemplo más de las virtudes de Fante como narrador: una peculiar energía narrativa que atrapa al lector, una notable capacidad para describir en pocos trazos ambientes, personajes y situaciones, y esa cáustica mirada sobre la sociedad, que no excluye el sentido del humor y que ha sido su marca de fábrica.

Por otra parte, varios de los cuentos tienen por protagonista a Arturo Bandini, el alter ego del autor, protagonista de las novelas Pregúntale al polvo, Espera a la primavera, Bandini (1938), Sueños de Banker Hill (1982) y Camino de Los Ángeles (1985). Así, reencontramos aquí a Bandini de niño, de adolescente y luego de adulto, en historias –con mucho de autobiográfico– que muestran el nacimiento de una firme vocación literaria, junto a la pintura inclemente de la vida de los inmigrantes italianos en Estados Unidos entre los años 1930 y fines de los 1950.

Hijo de una familia de italianos de muy pocos recursos –su padre era albañil–, Fante conocía bien las dificultades que tuvieron que atravesar los inmigrantes durante los años de la Depresión. Y conocía además, por haberlo vivido, las características típicas de esas familias, que retrata con crudeza, no exenta de simpatía y hasta de piedad: las violentas rencillas domésticas, el lenguaje a veces insultante y exagerado, el papel contradictorio de las mujeres, el machismo, en pinturas que recuerdan lo mejor del cine neorrealista italiano. Junto a piezas inolvidables como “Me río yo de Dibber Lannon”, “Voces quedas” y “Póngalo en la cuenta”, aparecen aquí dos cuentos sobre inmigrantes filipinos y japoneses, que son una muestra de la xenofobia imperante en los Estados Unidos de los años 1940. Lo único que desentona, para un lector del Río de la Plata, es la traducción tan española, que de alguna manera hace desear una versión rioplatense, más cercana al italiano, de tono tanto más familiar para el hablante de esta región.