Con una representación cada vez mayor de los pueblos originarios y mayores posibilidades de establecer nuevos marcos para las políticas que dictan el rumbo del país, que hasta ahora tanto han excluido a los indígenas, una de las participantes más activas en este momento histórico es Célia Xakriabá. Fue una de las diputadas elegidas en 2022 por el estado de Minas Gerais, una verdadera victoria en su primera candidatura. “Nunca había sido candidata. A veces la gente se presenta a concejal, alcalde, diputado estatal y luego diputado federal. Hay un proceso paso a paso y para mí fue un momento muy histórico, no sólo por la victoria en las urnas, sino porque gané otra dimensión, rompiendo con el racismo de la ausencia. Romper con el racismo de la gente que ni siquiera consideraba que en el estado de Minas Gerais hubiera indígenas”. Eso afirma Célia Xakriabá, para quien su mandato se guía por las cuestiones de género, los efectos del cambio climático y la cultura.

Célia creció en el territorio indígena de Xakriabá y se educó en escuelas con currícula indígena. Al ser entrevistada nos cuenta que, a diferencia de la mayoría de los niños brasileños, ella no escuchó decir a los profesores que fue Pedro Álvares Cabral quien descubrió Brasil. Comenzó su involucramiento en la lucha a una edad temprana: con apenas 13 años participó de forma activa en el proceso de creación de Articulação Rosalino Gomes de Povos e Comunidades Tradicionais, un movimiento de poblaciones originarias de la región norte de Minas Gerais cuyo objetivo es defender en términos políticos los derechos territoriales. La inspiración le vino de su propia familia: su padre es una referencia en la lucha por la tierra a través de la organización de comunidades y su bisabuelo fue el primer lector de cartas del Territorio Xakriabá.

Célia cuenta que desde muy pequeña comenzó a observar a las mujeres de su entorno. Las mujeres siempre habían sido un pilar esencial de la comunidad. “Empecé a redimensionar la idea de lo que significaba ocupar un cargo político. Para mí, ser comadrona, bendecidora, rezadora, todo eso es un lugar político. Yo les preguntaba a las mujeres de Xakriabá cuál era su lucha por el territorio y una de ellas me dijo que era ‘sólo’ abrir una gran franja de tierra y mantener la cultura. Eso es un lugar político, es ser un pilar”, afirma la diputada.

El papel de las mujeres indígenas en la lucha también implica resistencia en medio de las muchas masacres sufridas por su pueblo. Sólo durante los cuatro años del gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2022), casi 800 indígenas fueron asesinados, según el informe 2023 del Consejo Indigenista Misionero. En el mismo reporte, Mato Grosso do Sul, Amazonas y Roraima —que están entre las cinco regiones del país con más integrantes de pueblos originarios— aparecen como los estados más letales para los indígenas en Brasil. Célia relata que era común que las mujeres de la tribu que asumían su lucha por el territorio, así como el cuidado de la tierra y de sus hijos, fueran viudas de indígenas muertos en masacres. “Ellas siempre han estado ahí en la retoma de la tierra, en la lucha por el territorio. Cuando era niña, escuchaba a mi tía contar que en el momento de la masacre, cuando hubo una amenaza en este lugar donde mataron a tres personas, todos se habían ido, incluso los hombres. Ella era la única que siempre se quedaba”, cuenta.

Además de la frecuente amenaza de muerte, la lucha de los pueblos originarios en los últimos años se ha visto afectada en profundidad por otras cuestiones, como la crisis humanitaria de los yanomamis1 y el Proyecto de Ley Marco Temporal.

Sin consenso

La existencia o no de un feminismo indígena es un tema de debate entre líderes e investigadores, en especial con la creciente visibilidad y el protagonismo alcanzado en los últimos años. Por definición, el término refiere a una rama del movimiento feminista centrada en las necesidades específicas de las mujeres de los pueblos originarios. Sin embargo, no hay un consenso al respecto entre las propias mujeres indígenas, sino que este concepto abarca cuestiones de diferencias culturales y percepciones del mundo en relación con la cultura occidental.

Quienes cuestionan el término señalan que, a diferencia de las mujeres de otros pueblos, las indígenas tienen demandas específicas relacionadas con el derecho a la tierra que no están contempladas en el feminismo “tradicional”. Así, la lucha de las mujeres indígenas va de la mano de la de sus parientes masculinos. Quienes están de acuerdo con esta idea argumentan que, aunque el feminismo fue creado por mujeres blancas, las diferentes vertientes tienen un punto en común lo suficientemente fuerte: la propuesta de igualdad de género.

Célia define el feminismo indígena como “una forma de que las mujeres se articulen desde una perspectiva de género diferenciada, sin olvidar el punto de vista de la territorialidad”. Destaca las opiniones plurales que escucha de los movimientos de mujeres indígenas sobre el tema. “Algunas mujeres se definirán feministas, otras hablarán de feminismo indígena, pero en el colectivo del que formamos parte, donde organizamos la Marcha de Mujeres Indígenas, nunca ha habido un consenso con el término”, asegura.

Un punto a tener en cuenta necesariamente en esta discusión es que los indígenas no representan una unidad. Aunque tengan temas de agenda que les resulten comunes, como la defensa de la tierra, entendida como algo sagrado y de importancia cultural, puede haber varias diferencias según el territorio y los pueblos. “En el movimiento, las mujeres indígenas dicen que más importante que el concepto es la práctica. El feminismo indígena no da abasto para discutir la diversidad de más de 274 lenguas y más de 305 pueblos... aunque respetamos el concepto de esta vertiente del feminismo como una forma de reparación”, añade Célia.

También es necesario reflexionar sobre cómo la propia definición de género de los pueblos indígenas difiere de la visión aportada por los colonizadores. En términos históricos, ciertas actividades han diferenciado los sexos, pero esto no significa que las mujeres sean inferiores a los hombres. Célia destaca que, aunque la mayoría de los líderes en los territorios son hombres, las mujeres siempre son consultadas y están detrás de las decisiones. “Siempre que los compañeros estaban al mando, no tomaban ninguna decisión sin preguntar a sus mujeres. Así que, aunque no aparecían en primer lugar, eran ellas las que decidían. No sólo ayudaban a decidir, sino que decidían”, comenta.

El debate interno sobre el término y la falta de consenso, sin embargo, no significan que no se aborden cuestiones de género, como la violencia doméstica, la invisibilidad y la representación en los espacios de poder dentro y fuera de los pueblos. Una crítica común de las mujeres indígenas, por ejemplo, fue que la Ley Maria da Penha y otras legislaciones no tienen en cuenta las particularidades de los pueblos tradicionales, por lo que se topan con barreras geográficas, culturales y lingüísticas.

Precisamente por eso, las organizaciones lideradas y gestionadas por mujeres de pueblos originarios, como la Articulación Nacional de Mujeres Indígenas Guerreras Ancestrales, son cruciales en este contexto de escucha, acogida y movilización de agendas específicas que muchas veces no son tenidas en cuenta por los movimientos de mujeres occidentalizados. Célia, hablando de la organización, recuerda la presentación del proyecto de ley de combate a la violencia contra las mujeres indígenas,2 que ha sido traducido a las lenguas guaraní-kaiowá y akwen. “Uno de los momentos más notables de mi mandato hasta la fecha fue cuando, el año pasado, presentamos el proyecto de ley con 513 mujeres indígenas en el Congreso Nacional. Fue el primer proyecto de ley presentado en tres lenguas originarias diferentes. Las mujeres que a menudo son violadas en su territorio estaban allí con nosotros, ayudando a construir un proceso de consulta”, afirma.

Pero esto no significa que los indígenas hayan ganado el caso. A pesar de los grandes avances logrados en el último año, los objetivos de lucha de los indígenas no están alcanzados. Si bien es un momento de celebración para los pueblos tradicionales que protegen la tierra, con la llegada de más representación a la política institucional y una mayor atención a sus demandas, el conservadurismo sigue tratando de aplacar estas victorias y avanzar sobre territorio indígena en el país.

Desafío político

En las mismas elecciones de 2022, por ejemplo, en las que resultaron electas las diputadas federales Sônia Guajajara y Célia Xakriabá, la candidata Damares Alves —exministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos del gobierno de Bolsonaro y una de las mayores exponentes del racismo contra los indígenas en la última legislatura— también logró una banca en el Senado. Brasil tiene en la actualidad uno de los parlamentos más conservadores de su historia, con cerca de 46,2% de sus parlamentarios considerados de derecha, 27,48% de izquierda y 26,31% de centro, según una encuesta de la plataforma Ranking of Politicians.3 En la Cámara de Diputados, el Partido Liberal, del expresidente Bolsonaro, tiene la bancada más numerosa, con 99 legisladores.

Indígenas pataxó protestan contra el Marco Temporal, proyecto de ley que limita el reconocimiento de tierras tribales, el 30 de mayo de 2023, en Brasilia, Brasil.

Indígenas pataxó protestan contra el Marco Temporal, proyecto de ley que limita el reconocimiento de tierras tribales, el 30 de mayo de 2023, en Brasilia, Brasil.

Foto: Mateus Bonomi / Anadolu vía AFP

Sin duda, este marco político se refleja en el escenario nacional. Uno de los principales intentos de golpear los derechos indígenas en 2023 llegó a través de la propuesta de Marco Temporal. El proyecto de ley 2.903/23, rechazado por el Supremo Tribunal Federal en diciembre de ese año, incluía puntos como la prohibición de la ampliación de tierras ya demarcadas y la relativización del usufructo exclusivo de dichas tierras por parte de los indígenas. El proyecto de ley también pretendía permitir que personas no indígenas trabajasen en los territorios en asociación, lo que hubiera debilitado la protección a los pueblos aislados, e instituía indemnizaciones para los ocupantes no indígenas que tuviesen títulos de propiedad. El debate del proyecto de ley reunió a miles de indígenas en Brasilia en junio del año pasado, que se movilizaron y protestaron contra la propuesta durante días.

Además de los peligros evidentes del Marco Temporal, Célia recuerda que su aprobación pondría aún más en peligro los derechos de las mujeres indígenas. “Tenemos que darnos cuenta de que muchos dicen defender los derechos de las mujeres, pero no defienden los derechos de los indígenas. Insistí mucho en este tema en el Senado e incluso en la Cámara de Diputados. Digo: ¿se comprende que la agenda del Marco Temporal va a fomentar la minería, la deforestación, las grandes empresas, y que el telón de fondo de esto es el aumento de la violencia contra las niñas y las mujeres indígenas? ¿Se tiene conciencia de que la agenda del Marco Temporal está directamente relacionada con los casos de violación de niñas yanomamis?”, reflexiona.

Cuando se le pregunta por las diferencias que ha notado en la transición entre el gobierno de Bolsonaro y el de Luiz Inácio Lula da Silva, Célia dice que siente una gran esperanza, pero aún percibe fuertes choques: “Siento que ha habido una apertura hacia la participación, en especial cuando se creó el Ministerio de los Pueblos Indígenas. Sin embargo, eso no significa que todas las luchas, incluso las territoriales, estén garantizadas. Hay una gran esperanza, pero también es un gobierno de disputa, de confrontación”.

El Ministerio de los Pueblos Indígenas se creó con la llegada al poder del presidente Lula. Es la primera vez en la historia de Brasil que existe un ministerio dedicado a los pueblos originarios. También es la primera vez que el país cuenta con una mujer indígena como ministra: Sônia Guajajara.

Una de las mayores pruebas de que 2023 fue una mezcla de victorias y amenazas para esta agenda en particular se desprende de un reciente comunicado oficial de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil: “Ha sido un año en el que, a pesar de varios avances en nuestras luchas, las amenazas a nuestros derechos, culturas y territorios no han cesado. Hemos reanudado la Emergencia Indígena, porque nos vemos obligados a enfrentarnos en nuestra vida cotidiana a la violencia del racismo arraigado en las estructuras de la sociedad y del Estado”.4

El siglo de las indígenas

Aunque los avances en la visibilidad de las mujeres indígenas en Brasil son recientes —Joênia Wapichana fue la primera en ser elegida para un cargo legislativo en el país, en 2018—, su organización viene de lejos. En la década del 80 se fundaron dos organizaciones de mujeres pioneras: la Asociación de Mujeres Indígenas del Alto Río Negro y la Asociación de Mujeres Indígenas del Distrito de Taracuá, Río Uaupés y Tiguié. Con el tiempo, estos movimientos han florecido en todo el país: en 2020, el Instituto Socioambiental mapeó 85 organizaciones de mujeres indígenas y siete organizaciones indígenas que tienen departamentos de mujeres.5

Para Célia, lo que impulsó esta visibilidad fue un punto de inflexión en la sociedad: “He dicho que el siglo XXI es el siglo de muchas cosas, pero sobre todo es el siglo de las mujeres indígenas. Siempre han estado ahí en las retomas, en la lucha por el territorio, y ahora ocupan cada vez más espacios”.

Célia Xakriabá, Sônia Guajajara y Joênia Wapichana son sólo algunos de los rostros que representan a un Brasil que quiere preservar el medioambiente cuando el mundo entero habla del cambio climático y el mercado del carbono. Como ellas, hay muchas otras que se presentaron a las elecciones y no fueron elegidas, y otras tantas que pusieron su cuerpo en primera línea contra la violencia. Este escenario podría cambiar en las próximas elecciones municipales brasileñas, en octubre de 2024. “Este año damos continuidad al proyecto de la Bancada do Cocar, que tiene que ver con el fortalecimiento y la elección de mujeres indígenas como concejalas y alcaldesas, pero sin perder de vista otras formas de fortalecimiento. Es importante no sólo ocupar las llamadas instituciones, sino también fortalecerse en la autonomía para discutir y luchar desde los territorios. Luchar directamente desde el territorio no es una lucha menor”, afirma Célia.

Para la parlamentaria, los próximos años son un desafío, pero ve la posibilidad de avanzar: “Nuestra meta es tener al menos cuatro parlamentarios indígenas en el Congreso Nacional para 2026. Es un momento de diálogo en el Poder Ejecutivo, pero en el Legislativo tenemos el Congreso Nacional más conservador desde la dictadura militar. A pesar de eso, veo espacio para avanzar en la consolidación de la política diseñada para las mujeres indígenas”.

La visibilidad de líderes indígenas en la política brasileña no sólo tiene que ver con la necesidad de reparar a los pueblos tradicionales, sino que también representa una oportunidad para escribir un nuevo tipo de país, uno más preocupado por los derechos de las mujeres, las cuestiones medioambientales y la lucha contra la discriminación. “Necesitamos empoderar a las mujeres en todos los espacios. Vivimos un momento de crisis humanitaria y quedan todas las posibilidades de sanación, que pasan por que las mujeres tengan la sensibilidad de construir política. Pero no sólo la política de quienes ocupan espacios institucionales. Política para mí es sembrar, es pensar, es ser maestra. Política para mí es ocupar varios lugares, es una reconstrucción de lo que es la vida cotidiana”, concluye Célia.

Traducción: Ana Luisa Valdés.


  1. Naiara Galarraga Gortázar, “Ofensiva del Gobierno de Lula para aliviar la crisis de los indígenas yanomami”, El País, Madrid, 1-2-2023. 

  2. Aline Gouveia, “Deputada protocola 1º Projeto de Lei traduzido para línguas indígenas”, Correio Braziliense, 26-9-2023. 

  3. Laísa Dall'Agnol, “Direita ou esquerda: pesquisa mostra lado que saiu vitorioso no Congresso”, Veja, 11-10-2022. 

  4. “O ano mais quente e a luta indígena!”, apiboficial.org, 27-12-2023. 

  5. Instituto Socioambiental, “Mapa das Organizações de Mulheres Indígenas no Brasil”, acervo.socioambiental.org, 2020.