En la mañana del viernes, la Alameda ya no tenía ninguna de las banderas ni carteles que la habían poblado la noche anterior, ni tampoco la cantidad de personas que se concentraron ahí. Según los cálculos preliminares, llegaron a ser más de 500.000. Frente a la Biblioteca Nacional, en la intersección con la calle Santa Rosa, estaba todavía el escenario que se montó para el cierre de la campaña previa al plebiscito ratificatorio de la nueva Constitución que tendrá lugar el domingo, pero ya no se leía en ninguna parte la palabra “Apruebo”, que se había coreado y gritado hasta casi la medianoche. Cuando el evento terminó, la instrucción fue clara: no más consignas, no más mensajes de campaña, no más llamados a votar por ninguna opción. A partir de ese momento, el silencio electoral fue obligatorio, y terminará solamente cuando el Servicio Electoral anuncie, la noche del domingo, cuál fue la opción que se impuso. La incertidumbre frente a esa respuesta es total.

La campaña que terminó el jueves podría haber empezado, de alguna manera, el 18 de octubre de 2019, cuando el país hirvió en un descontento social de tales proporciones que en semanas la población logró lo que la política no quiso o no pudo conseguir en casi 40 años: abrir la posibilidad de reemplazar la Constitución de 1980, impuesta por la dictadura de Augusto Pinochet. El 15 de noviembre de ese año, casi todas las fuerzas políticas del espectro chileno firmaron un acuerdo que instauró un primer plebiscito para preguntarle a la ciudadanía si quería una nueva Constitución y cómo quería que se redactara. En lo que fue el resultado más contundente de la historia democrática chilena, la gente dijo por 79% que la Carta Magna debía hacerse de nuevo y por 80% que la tarea debían efectuarla ellos mismos a través de una Convención Constitucional de ciudadanas y ciudadanos elegida para eso.

El 4 de julio, la Convención entregó una propuesta constitucional de 388 artículos y 178 páginas de extensión que la misma ciudadanía tendrá que respaldar o desechar en las urnas mañana, en una elección que por primera vez desde 2012 volverá a ser de voto obligatorio. El texto, surgido desde el contexto de una revuelta social, se atreve a consagrar derechos como la educación gratuita –larga petición del movimiento estudiantil chileno–, la salud pública, el cuidado del medioambiente y la paridad de género a niveles que no existen en el orden jurídico de otros países. La apuesta es alta, pero el descontento de la ciudadanía chilena también.

Desde entonces, el interés de la población por obtener una copia de la propuesta constitucional ha sido explosivo, agotando sucesivas ediciones impresas por editoriales locales y generando largas filas en los lugares donde el gobierno entrega sus ejemplares gratuitos. El rol del Ejecutivo ha sido otro punto de conflicto: diputados de Republicanos, el partido de ultraderecha encabezado por el excandidato presidencial José Antonio Kast, denunciaron en Contraloría un supuesto intervencionismo electoral luego de que se lanzara la campaña “Chile vota informado” por parte del Ministerio Secretaría General de Gobierno. Las acusaciones fueron descartadas por el ente contralor, quien indicó que las acciones daban cumplimiento a las leyes vigentes.

El propio presidente, Gabriel Boric, ha sido criticado por firmar ejemplares cuando la gente se lo pide en sus actividades públicas, lo que lo alejaría, dicen sus críticos, del principio de prescindencia que las autoridades de gobierno deben mantener. Ocurre que, aunque no ha llamado explícitamente a votar Apruebo, la ciudadanía sabe que Boric fue el arquitecto del acuerdo para elaborar una nueva Constitución en noviembre de 2019 y que su sector es uno de los principales impulsores del cambio.

Pese a todo, la incertidumbre con respecto a qué opción se impondrá en el plebiscito es absoluta. Durante todo el proceso, las encuestas electorales han dado ventaja a la opción del Rechazo –el promedio de las cinco mediciones más recientes, recopilado por MonitorSocial.cl, le da 38,2% al Apruebo y 48,4% al Rechazo, incluyendo casi 14% de indecisos–, pero los pronósticos están bajo veda de publicación hace dos semanas y además son fuente de desconfianza para parte importante de la ciudadanía, que los ve como herramientas políticas de la élite.

La impredecible opinión pública

“Lo que ocurre es que el ambiente está demasiado polarizado: los del Apruebo desestiman cualquier tipo de información pro Rechazo y viceversa, y eso está vinculado al efecto que tienen los medios y las informaciones nuevas sobre personas que ya tienen tomadas decisiones. El problema hoy con las encuestas es que todas muestran que el Rechazo ganaría con entre 52% y 57%, entonces mucha gente a favor del Apruebo rechaza las encuestas”, comenta el investigador del Núcleo Milenio para el Estudio de la Política, Opinión Pública y Medios en Chile y académico de la Universidad de Chile Miguel Ángel López.

Pese a ello, el profesor admite que no se puede generalizar cuando se trata de encuestas. “No estamos totalmente seguros de cada una de las empresas encuestadoras ni de cómo tomaron sus muestras, entonces eso genera un nivel de duda”, apunta. Explica, también, que es difícil estimar la probabilidad de voto, sobre todo en un país como Chile, donde es voluntario, y más todavía considerando que la participación, de forma excepcional, esta vez será obligatoria. Otro factor que incide es que la tasa de respuesta de las encuestas varía mucho según el tipo de medición: en las telefónicas, por ejemplo, la gente participa mucho menos que en las de panel en línea, en las que se encuesta siempre al mismo grupo de ciudadanos y ciudadanas.

Para el director de investigación del Instituto de Inteligencia Artificial Experiencial de la Universidad de Northeastern Ricardo Baeza-Yates, las encuestas además tienen problemas de representatividad en sus muestras. Él, que también es profesor titular a tiempo parcial del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Chile e investigador senior del Instituto Milenio de Fundamentos de los Datos, se dedica a hacer modelos predictivos a partir de análisis de redes sociales, un sistema que tiene sus propios pros y contras. Las encuestas, señala, tienen problemas para retratar a la gente joven y los análisis que él desarrolla, por otra parte, tienden a sobrerrepresentarlos.

Opositores a la nueva constitución de Chile durante el cierre de campaña en Santiago.

Opositores a la nueva constitución de Chile durante el cierre de campaña en Santiago.

Foto: Javier Torres, AFP

Esos factores le imprimen todavía más incertidumbre a un escenario donde los pronósticos, de un lado y de otro, no se ponen de acuerdo: mientras las encuestas se inclinan por el Rechazo, los modelos matemáticos, que nacieron inicialmente para la predicción financiera y luego se han utilizado exitosamente en elecciones de países como Estados Unidos y Canadá, le dan la ventaja al Apruebo. Espacio Político, una medición que acertó el porcentaje del primer plebiscito con menos de un punto de margen y la segunda vuelta presidencial con menos de dos puntos, le otorga ahora 55,1% al Apruebo. En tanto, en Daoura proyectan que el triunfo de la nueva Constitución será con 56%.

“Podemos saber muy bien lo que quiere la gente porque tenemos una cantidad muy grande de personas que da su opinión abiertamente –en nuestros análisis usamos 250.000 personas, que es varios órdenes de magnitud más grande que las encuestas–, y partir de eso podemos hacer modelos que predigan lo que una persona va a votar de forma muy precisa”, explica Baeza-Yates. Aun así, reconoce que estas mediciones no responden directamente a la pregunta por la intención de voto y que hay cerca de 15% de indecisos que podrían cambiar el juego.

“No sabemos en qué lado está ese 15%. El que prediga bien cuál va a ser la mayoría en estos cerca de cuatro millones de votos nuevos que van a entrar en la elección por ser obligatoria va a ser quien pueda predecir lo que va a pasar, pero es muy difícil. Creo que para eso funcionan mejor las redes sociales que las encuestas: es gente joven o gente a la que no le interesa el sistema, pero van a votar porque no quieren pagar la multa. Yo también vaticino que va a aumentar el número de votos nulos y en blanco”, dice.

Su opinión de las encuestas también contiene un juicio. “Lamentablemente, se usan como mecanismo de manipulación política, y la pregunta que yo haría es por qué tenemos que adelantarnos: ¿por qué no podemos dejar que la gente decida sin tratar de influirla con números?”, reflexiona, y vuelve sobre la idea de que, ante estos escenarios inciertos, la opinión pública no pueda ser medida con certeza de forma anticipada.

“Si yo pudiera saber desde antes cuál va a ser el resultado, entonces no habría que votar. ¿Para qué gastar dinero en la elección si ya sabemos cómo piensan todos? Eso abre la puerta a gobiernos que pueden abusar de esto, y lo cierto es que, si bien las personas son muy predecibles gran parte del tiempo, hay una parte del tiempo donde cada persona es única. Todos somos iguales, pero por eso somos distintos, y eso es lo importante: seguimos viendo que hay veces en las que no podemos predecir lo que va a pasar”, dice.

Las últimas millas

Lo que pasó la noche del jueves, en terreno, fue algo que muchos interpretaron como otra forma de medición: la concentración del Apruebo, según sus organizadores, bordeó los 500.000 asistentes. La del Rechazo tuvo lugar en el anfiteatro del Cerro San Cristóbal y según los dirigentes de los partidos políticos de oposición no fue un acto de cierre oficial, sino una “actividad acotada y legítima de un grupo de la sociedad civil”. Se desarrolló en un recinto de acceso controlado y rondó los 300 participantes. Según quienes lo montaron, no fue su intención hacer un evento “masivo”, sino uno “simbólico”. Otro acto por el Rechazo, esta vez convocado por la agrupación Amarillos x Chile –compuesta de exfiguras de la centroizquierda más conservadora–, reunió a cerca de 120 personas.

Los eventos vinieron a dar cierre a una tensa y frenética última semana de campaña, que coincidió con la detención de Héctor Llaitul, un líder mapuche de la Coordinadora Arauco Malleco, una organización radical que se ha atribuido ataques incendiarios en la zona de La Araucanía. Se filtró, además, que la ministra de Desarrollo Social se había comunicado con él por teléfono mientras todavía estaba prófugo de la Justicia, lo que le costó la salida del gabinete.

Los últimos días de campaña incluyeron dos importantes espaldarazos para el Apruebo: por una parte, el actor hollywoodense de familia chilena, Pedro Pascal, publicó el 31 de agosto no sólo su apoyo a la opción de ratificar la propuesta constitucional, sino que además anunció que viajará a Chile a votar. Su figura apela al público más joven, considerando que el actor protagoniza una exitosa serie de Star Wars.

Pocas horas después se estrenó la franja electoral televisiva que trajo de protagonista a la expresidenta Michelle Bachelet, que la mostró tomando el té con un grupo de mujeres con las que conversaron sobre la desinformación en torno al texto constitucional. Según la encuesta Barómetro del Trabajo de agosto, que midió cuál expresidente podría incidir en el voto de los encuestados, Bachelet estaba a la cabeza con 28%, seguida muy de lejos por un 8% de Ricardo Lagos y 6% de Sebastián Piñera, quien no transparentó en toda la campaña su opción electoral.

Las últimas actividades del Apruebo incluyeron también un evento feminista en el teatro Caupolicán que reunió a cerca de 5.000 mujeres de todas las edades que llegaron hasta el recinto con sus pañuelos verdes al son de la consigna “firme y convencida, apruebo de salida”. El domingo, en medio del concierto de la cantante española Rosalía, gritos espontáneos a favor del Apruebo se volvieron virales.

Todos estos hechos, sumado a la masividad del cierre de campaña, elevaron la moral de la opción que está por debajo en los sondeos, pero la incertidumbre sobre el resultado se mantiene en medio del silencio electoral impuesto durante las últimas horas previas a la elección y amparado en la unanimidad de las encuestas. Este domingo, las mesas abrirán entre las 8:00 y las 18:00 horas en todos los rincones del país y se espera que el veredicto de la ciudadanía se conozca cerca de dos horas después de que se emita el último voto.

Consuelo Ferrer, desde Santiago.