El siglo XVIII se conoce como el Siglo de las Luces. Las ideas de la Ilustración se canalizaron, entre otras formas de difusión, a través de la Enciclopedia. Jean le Rond D’Alembert y Denis Diderot son los principales organizadores de esa obra monumental que tenía como objetivo que los principales intelectuales de su tiempo pudieran exponer los conocimientos de la humanidad desde el punto de vista de la razón, el método científico y el laicismo.

Teniendo como trasfondo la situación socioeconómica de la Europa de ese siglo, ese formidable movimiento intelectual contribuyó a generar las condiciones para la concreción de la Revolución francesa. Esta última extendió su influencia por nuestro continente e inspiró gran parte de los ideales de la Revolución hispanoamericana. El santo y seña artiguista de 1816 resume ese ideal: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.

Los contenidos de la educación evolucionaron, durante los siglos XIX y XX, desde el trivium y el cuadrivium al enciclopedismo. Simultáneamente, se desarrolló la pedagogía; Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827) aplicó las ideas de la Ilustración a las técnicas de la enseñanza y el aprendizaje. Se trataba de que niños, niñas y jóvenes adquirieran los conocimientos desde la razón, pero también a través de las manualidades y el desarrollo de la bondad, desde una concepción vinculada con el pensamiento de Rousseau.

La pedagogía que se desarrolló en Europa y Estados Unidos durante el siglo XIX ingresó a nuestro país a través de la obra de José Pedro Varela, al que todos reconocemos como el fundador de nuestra educación pública; laica, gratuita y obligatoria.

La educación del pueblo (1874) y La legislación escolar (1876) son sus principales obras pedagógicas. El objetivo de ellas es la ilustración de los uruguayos, para que se cumplan los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Se cierra así el círculo y adoptamos como nuestros los ideales de la Revolución francesa.

En la historia nacional hay momentos en los que nuestro país está más cerca de esos ideales, mientras que en otros parece alejarse peligrosamente. El final del “siglo XX corto” –al decir de Eric Hobsbawm– nos dejó la tendencia a vivir el presente, no preocuparse por el prójimo y cultivar el individualismo. Es la solución para una Historia que ya deja de evolucionar para pasar a un presente continuo. La gigantesca acumulación de riquezas en manos de unos pocos y su contrapartida de miseria parece no tener solución. Al menos eso quieren hacernos creer.

Rescatar el enciclopedismo y completarlo con la pedagogía crítica es un camino que las y los docentes podemos seguir.

Al final del siglo XX se consolida la teoría del capital humano, un enfoque pedagógico economicista que considera al estudiante como alguien que debe recuperar la inversión para viabilizar sus posibilidades sociales y laborales. Frente a este enfoque se levanta la Pedagogía Crítica, que tiende a la emancipación de los oprimidos. Esta corriente está inspirada en el pensamiento y la acción de Paulo Freire (1922-1997), enriquecida con aportes desde diferentes ángulos de los movimientos sociales actuales, como el altermundismo, el feminismo, el multiculturalismo y otras expresiones de la diversidad. De inspiración latinoamericana, tiende a ser considerada como una guía para un gran número de docentes uruguayos que la incorporan a la rica tradición pedagógica de nuestro país.

Sin pretender simplificar un debate muy complejo, si seguimos el hilo conductor de la pedagogía que está detrás de la llamada “transformación curricular” que apoya la mayoría del Codicen –con la oposición de la consejera Daysi Iglesias y de quien suscribe– nos encontramos con la teoría del capital humano. Una de esas manifestaciones es el permanente ataque al carácter enciclopédico de nuestra educación que pretende generar un rechazo a la Ilustración. En la variopinta gama de quienes nos oponemos al enfoque del llamado Marco Curricular Nacional, hay un sector importante que piensa que dicho marco expresa lo que llamamos la “pedagogía bancomundialista”, una de las vertientes de la teoría antes mencionada. Podemos dar pistas concretas en ese sentido, pero no es este el lugar para hacerlo.

Si bien el Iluminismo significó un avance en el pensamiento universal, se lo puede criticar desde un ángulo que tiene que ver con el eurocentrismo, o con la llamada cultura occidental. De esta ya casi no quedan rastros, destruidos por lo que se ha dado en llamar “el fin de la historia”. Rescatar el enciclopedismo y completarlo con la pedagogía crítica es un camino que las y los docentes podemos seguir.

Siendo estudiante, en 1972 participé en el enfrentamiento a la Ley de Educación propuesta por Julio María Sanguinetti cuando era ministro de Juan María Bordaberry, y que se aprobó con el número 14.101. Eran años difíciles, en los que la noche del fascismo se cernía sobre nuestro continente. Un año después se produciría el golpe de Estado. Alguien acuñó en ese momento una frase que creo puede ser vuelta a traer a nuestra realidad: “Que los orientales no dejen de ser ilustrados por no haber sido valientes”.

Julián Mazzoni es consejero del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública electo por el colectivo docente.