Damián nació en República Dominicana el 15 de noviembre de 2022. De acuerdo al reloj del Fondo de Población de las Naciones Unidas, fue el niño que completó la cifra simbólica de 8.000 millones de humanos morando la Tierra. Para muchos, el crecimiento poblacional acelerado de los últimos 100 años y su continuidad en las próximas dos o tres décadas son malas noticias en un mundo que ya no puede soportar más presión demográfica sobre el medioambiente.

El 11 de julio se celebra el Día Mundial de la Población. La calidad de vida de Damián dependerá en mucho de lo que haga con él esta población que triunfó en poblar el planeta. Como en un juego de tetris, hay que lograr acomodar las piezas de diferente forma (población, producción, consumo, emisiones, tecnología) para que los niveles no lleguen al techo (game over) e ir desalojando los niveles inferiores con mayor rapidez que la de las nuevas piezas que caen.

El antropoceno: arquitectos e ingenieros de la tierra

La población y el futuro de la Tierra están inextricablemente ligados porque nuestra era geológica, que algunos datan de la revolución industrial y otros de mediados del siglo XX, es el antropoceno. Si las diferentes etapas geológicas del planeta se entienden por la física, la química y luego la biología; por los gases, las temperaturas y la salinidad, los bloques de tierra, la aparición de la vida y su intercambio con el aire y la atmósfera, los siguientes ciclos dependerán de lo que entendamos que somos y cómo actuemos en tanto humanidad. Algunos de los elementos que permiten caracterizar esta nueva era en donde los humanos somos determinantes incluyen:

  • En los últimos 150 años la humanidad ha agotado 40% de las reservas petroleras que tomaron cientos de millones de años para generarse.
  • Cerca de 50% de la superficie terrestre ha sido transformada por acción humana directa. Ello ha tenido consecuencias significativas para la biodiversidad, los ciclos de nutrientes, la estructura del suelo, la biología del suelo y el clima.
  • En todos los ecosistemas terrestres hay más nitrógeno fijado de manera sintética (debido a los fertilizantes y mediante la combustión de combustibles fósiles) que el nitrógeno fijado de manera natural.
  • Más de la mitad del agua dulce disponible es utilizada por el hombre y los recursos acuíferos subterráneos se están agotando rápidamente en diversas áreas.

Los humanos seguiremos siendo cada vez más determinantes en moldear el planeta en su forma física. Lo seremos por nuestras decisiones individuales, por nuestros sistemas de producción y consumo y por las formas de organización política, social y económica que nos demos a niveles nacionales y globales. Ya hemos mencionado en otra contribución en la diaria que el determinante fundamental para la sustentabilidad se encuentra en una drástica redistribución de la riqueza a nivel global e intranacional. El modelo que ha caracterizado al capitalismo y, especialmente, esta última etapa del capitalismo global, ofrece dilemas inaceptables: o mantenemos a buena parte de población en situación de miseria o, si lográramos elevarla en este modelo fósil y desigual, será a expensas de la sustentabilidad planetaria. El 10% más rico de la población mundial emite poco más del 50% del total de emisiones de CO₂, mientras que el 50% más pobre, tan sólo el 7%. Y esta pauta se repite en los países: aquellos de la postransición demográfica –los más ricos y envejecidos–, que componen el 14% de la población mundial, emiten el 31% del CO₂, y los que se encuentran en plena transición demográfica más los que aún no la han iniciado –los más pobres y más jóvenes– son el 56% de la población mundial y emiten el 21% del CO₂.

Población: cantidades y cualidades

Hay tres cosas que sabemos con certeza. La población continuará creciendo al menos hasta mediados de siglo y, posiblemente, hasta el 2080, envejecerá y se tornará más urbana. Esto, en el actual modelo de desarrollo capitalista, supone una mayor huella de carbono. Para evitar que el cambio climático se vuelva irreversible existen tres parámetros: la producción de emisiones per cápita, el crecimiento poblacional y la elasticidad PIB/emisiones. La única forma de enfrentar el efecto de estas tendencias irreversibles sobre la huella de carbono agregada implica menores niveles de desigualdad y la apuesta a bienes públicos nacionales y globales, y bienes de mérito por sobre la carrera de consumo de los bienes privados y los bienes posicionales o de estatus.

No son las cantidades de población las que determinarán nuestro futuro. Son sus cualidades, su comportamiento individual y agregado, y las instituciones nacionales y globales para enfrentar el flagelo de la desigualdad.

Las buenas noticias

Los países son hoy internamente más desiguales que hace 30 años, la carrera más feroz por el estatus y los bienes posicionales y la convergencia entre países que sí ha contribuido a disminuir la desigualdad global se ha dado a un costo ambiental elevado y con radicales incrementos de la desigualdad intrapaíses. Sin embargo, la creatividad del sistema y algunos mecanismos regulatorios y de incentivos han permitido un mayor desacople entre la producción de riqueza y la emisión de carbono.

Foto del artículo 'Día Mundial de la Población: Responsables de nuestro destino'

Es auspicioso que los cambios tecnológicos, las modificaciones en las fuentes de energía y los sistemas de incentivos y regulaciones que colaboraron en esta transición hayan llevado la elasticidad entre CO₂ y PIB a menos de la mitad de lo que fue a finales del siglo XX. Y esto, aunque en distintas magnitudes, ha sucedido en todos los agrupamientos de países por estadio de su transición demográfica y riqueza. Incluso, los países emergentes que se encuentran típicamente en transición avanzada en su demografía, si bien tuvieron en el último cuarto de siglo XX una altísima elasticidad derivada de un modelo liderado por energías fósiles y bajos componentes regulatorios, han logrado un desacople importante en los últimos 20 años.

Las malas noticias refieren a las emisiones per cápita. Sabemos que la población seguirá creciendo. Por ello, es indispensable disminuir la elasticidad entre las emisiones y la población. Si estamos logrando desacoplar a casi la mitad la elasticidad entre PIB y emisiones, ¿por qué no lo conseguimos entre población y emisiones? Los sospechosos de siempre son quienes explican esta aparente paradoja: la creciente desigualdad (que implica la necesidad de altas tasas de crecimiento para aumentos marginales del bienestar y el uso superfluo de la riqueza en consumos con alta huella de carbono), la urbanización con debilidad de bienes públicos y de mérito, y la tendencia creciente de la población a ir a arreglos de hogares cada vez más pequeños (los hogares unipersonales como expresión máxima, alimentada en parte por el envejecimiento).

A nivel global las emisiones per cápita no han disminuido. De hecho, hubo un leve aumento, pasando de 3,9 a 4,2. Esto se ha dado a pesar de una caída importante en esta relación en los países más avanzados, que partían de niveles extremos de producción de CO₂ per cápita. En parte, el promedio global termina siendo tan poco alentador porque en los países emergentes de renta media y media/alta es marcado el incremento de la emisión de CO₂ por población (aun en niveles inferiores a los países avanzados).

Redefinir el juego

No son las cantidades de población las que determinarán nuestro futuro. Son sus cualidades, su comportamiento individual y agregado, y las instituciones nacionales y globales para enfrentar el flagelo de la desigualdad y de modelos de desarrollo y consumo insostenibles. No será la tecnología la que nos salve, que ya ha hecho una parte importante de la tarea y deberá seguir contribuyendo. Si no redefinimos qué es consumo razonable y qué es desigualdad intolerable, si no nos damos los mecanismos para los cambios necesarios en este sentido, el juego siempre será un tetris, en el que por más habilidad que tengamos para encajar las piezas, la cantidad y rapidez de su caída nos derrotará finalmente. Pero a diferencia del famoso juego tetris, los puntos de inflexión catastróficos que generemos no permitirán empezar a jugar de nuevo.

Fernando Filgueira es jefe de Oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas.