Trabajar desde el feminismo no es poner las cosas en términos del bien y del mal, es mirar los problemas desde un enfoque que obliga a subvertir lo más cotidiano y conocido de la forma en que nos organizamos como grupos, para que esa forma sea una mejor forma. Es incluir la vida cotidiana de la ciudadanía y de la militancia en el encare de las cuestiones más abstractas y más macro. Para la izquierda este enfoque debería ser un principio rector: se trata de un tema que no sólo pasa por optimizar el proyecto para la vida de la gente sino que también se trata de la supervivencia misma de la fuerza política, se trata de reivindicar el espacio crítico permanente, la alerta permanente frente a un enemigo que toma formas inconcebibles.

A fines de junio se llevó a cabo el seminario El género en entredicho: ofensivas antigénero en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Udelar), liderado por el Departamento de Antropología Social. En esa oportunidad pude escuchar las tres ponencias del comienzo del encuentro.

Hace rato que sabemos que la fantasía del Uruguay diferente al resto de América al Sur, esa mentira con la que nos alimentaron durante generaciones, era sólo un gran complejo de inferioridad. Hoy es imposible no verlo: estamos viviendo la misma realidad que Brasil, Argentina, Perú, entre otros, mediante un ataque a la política como quehacer irremplazable desde movimientos de ultraderecha. Al principio eran emergentes individuales que considerábamos payasos disparatados a los que simplemente había que atender con indiferencia. Incluso cuando una coalición con un partido militar en su interna se alzaba con el gobierno, algunos pensaron que ya había cosas que no se podían perder, que había discusiones saldadas.

Claramente los subestimamos. El contexto de todo un sistema que promueve el individualismo como forma de vida, medios masivos que se cargan de contenidos que ensucian la política y machacan contra las personas que hacen política, que promueven la judicialización permanente de las personas más relevantes de los gobiernos progresistas y un discurso instalado de “llegué hasta acá sólo por mi esfuerzo” –que relativiza los avances estructurales que permitieron una mejora en la calidad de vida de uruguayas y uruguayos– favorece que los discursos particulares se organicen y se fortalezcan, y surgen organizaciones antiderechos, conservadoras y con discursos impensables hasta hace cinco o seis años. Se desbloquearon prédicas que promueven la violencia, que defienden abusadores, que sostienen que el terrorismo de Estado era necesario para poner orden, que disparan contra las organizaciones que son garantía de los derechos humanos. Un déjà vu de los anticomunismos de hace 50 o 60 años.

¿Pero cuál ha sido el eje más popular en su retórica? ¿Cuál es el punto que permitió que estos elementos tan ajenos a la democracia utilicen sus herramientas y generen alianzas insertándose, incluso, en su parlamento? El ataque persistente a los feminismos y a la agenda de la justicia de género, iniciativas contra la educación sexual, contra el aborto, contra la ley integral por una vida libre de violencia basada en género, contra la ley integral para personas trans. Sus compromisos electorales han sido con los violadores de derechos humanos y con los varones violentos que han visto sus garantías de poder puestas en cuestión. Las formas de crianza en igualdad, la escucha y defensa de las infancias, las formas de emancipación de las mujeres y sobre todo de las madres, los intersticios por los que nos venimos colando para poder asegurar la ciudadanía activa de las mujeres, de las infancias y adolescencias, de las disidencias, han encontrado muchos enemigos y la derecha ha sabido capitalizar esos votos de un sistema que se resiste a cambiar los caminos del poder. Achiquemos el Estado para que deje de regular los privilegios: la misma receta pero con nuevas herramientas.

David Paternotte,1 en la primera exposición del seminario, tiró abajo la primera presunción: los movimientos antigénero no son movimientos de dinosaurios conservadores, hoy son movimientos con muchas personas jóvenes y con un proyecto a futuro: el conservadurismo es un proyecto, aunque a primera vista se lea como un oxímoron. Otro equívoco en el que solemos caer es que son movimientos liderados y apoyados por gente que no ha tenido la oportunidad de formarse. Al contrario, lo que se evidencia es que son intelectuales que han leído y aprehendido los estudios de género, que manejan muy bien los textos marxistas y que proponen alternativas con poderosos sustentos teóricos. No son necesariamente religiosos, si bien han sido liderados por elementos católicos y evangelistas; en este momento tienen un importante secularismo y hay muchos actores de estas organizaciones que muestran sus distancias con las religiones. Dice el sociólogo que apelan a un sentido “común” de familia, de bienestar y que si bien son intelectuales se posicionan contra la academia, contra los movimientos poscoloniales, al tiempo que son esencialmente racistas.

Las campañas antigénero se han fortalecido y son verdaderos dispositivos antidemocráticos. Los ataques contra las feministas son ataques contra la democracia toda.

Hay un neofascismo que se alza tomando una nueva forma y con muchos más bríos.

Las campañas antigénero se han fortalecido y son verdaderos dispositivos antidemocráticos. Los ataques contra las feministas son ataques contra la democracia toda.

El quehacer por la defensa y la profundización democrática hoy es feminista o no es. Los temas asociados a los costos de la reproducción y el cuidado de la vida, la protección de las infancias y las adolescencias, las luchas contra la explotación de los cuerpos, el cuidado del medioambiente, las luchas antirracistas, el ejercicio de los derechos migratorios, el acceso a la educación de calidad, la libre discusión de las ideas, la integración de personas en situación de discapacidad, en definitiva, la utopía de un proyecto colectivo igualitario no es posible sin una comprensión del enfoque feminista que ha puesto en cuestión todo un sistema de opresión que funciona como un relojito para mantener la barbarie.

Nohelia Millán es militante feminista.


  1. David Paternotte es un sociólogo belga y académico de estudios de género, profesor asociado de sociología en la Université libre de Bruxelles. Es conocido por su investigación sobre el movimiento antigénero y ha colaborado con Roman Kuhar. Se puede ver la exposición de Paternotte en este link de la primera jornada del seminario “El género en entredicho”: https://www.youtube.com/watch?v=_fVJLH00SeY