El objetivo de esta columna es realizar un aporte al debate público sobre la defensa nacional y los asuntos militares, así como promover una cultura de defensa propia que ponga en consideración la mirada de los civiles. El editorial “La fuerza de todos” del comandante en jefe del Ejército, general Mario Stevenazzi, y sus posteriores repercusiones presentan una excelente oportunidad para discutir estos asuntos.

Si bien el general menciona, únicamente, ciertos aspectos militares de la fuerza que conduce, varios pasajes permiten esbozar algunas ideas que se pueden extrapolar al resto de las fuerzas y a la concepción de la defensa nacional que rige actualmente. Entre los aspectos a destacar se encuentran la custodia de las fronteras “ya como misión permanente”, la guardia exterior de las cárceles, el apoyo a la población ante emergencias, las misiones de paz, la enseñanza militar, los “escasos recursos” y los límites constitucionales que puedan caber cuando se haga mención a la campaña electoral.

Sin querer entrar en ofensas, voy a disentir en diversos asuntos tratados en el editorial, que me resultó, por cierto, bien interesante e invito a leer completamente.

Hasta ahora la discusión pública se ha centrado en los límites constitucionales expresados en el 4° inciso del artículo 77 para los militares en actividad, que prohíbe “ejecutar cualquier acto público o privado de carácter político, salvo el voto”. Sobre este asunto mi interpretación es distinta a las críticas que he escuchado y leído en la prensa.

La mayoría de las personas tenemos opinión sobre los asuntos que nos competen y, en general, vamos a buscar formas para expresarlas. La imposibilidad constitucional genera incentivos para que se realice tras bambalinas, en logias de poder o grupos de presión. Y si lo hacen, como en este caso, es con apoyo del ministro, como fue manifestado públicamente, lo que determina la responsabilidad de este último en este hecho. En definitiva, entiendo que este es otro asunto interesante para incorporar en una futura reforma constitucional cuando, como sociedad, lo entendamos pertinente.

Por otro lado, hay quienes tenemos opinión contraria a que las Fuerzas Armadas y, concretamente, el Ejército cumplan tareas de vigilancia interior, tanto en las fronteras como en las cárceles. Además, no queda claro cómo fueron medidos los éxitos que se relatan en el editorial. Cualquier acción de este tipo significa una derrota para la defensa nacional en la acumulación de misiones subsidiarias que se asignan a las fuerzas que deberían estar abocadas a la profesionalización en sus cometidos principales: según lo establece la Ley Marco de Defensa Nacional, la defensa de la soberanía, la independencia e integridad territorial, la salvaguarda de los recursos estratégicos del país y contribuir a preservar la paz, inspirados en el criterio de eficiencia conjunta.

En este sentido, el apoyo en situaciones de emergencia para fuerzas que no están diseñadas para esa función, a mi juicio, es una señal de que “lo atamos con alambre”, al no tener el suficiente personal calificado y preparado para atender la continua demanda ante inundaciones, incendios, riesgos y desastres.

A 20 años del primer debate nacional sobre defensa, parece interesante promover otro para que pueda haber una actualización en tiempos de incertidumbre, con la arquitectura internacional de posguerra en cuestionamiento.

A su vez, “los escasos recursos”, mencionados en un pasaje del editorial, no son tales. Están mal distribuidos con relación al presupuesto nacional y hacia la interna de cada fuerza, donde la pirámide salarial sigue siendo desequilibrada y el gasto en personal es excesivo con relación al equipamiento. Nuestro país gasta más respecto del PIB que algunos países con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y tenemos un número excesivo de efectivos con relación a la población, la superficie, los kilómetros de frontera o cualquier indicador que queramos disponer. Esto, para algunos de nosotros, es indiscutible aunque se quiera tapar el sol con un dedo. Si hacen falta evidencias, invito a leer los informes del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, los anuarios de la Red de Seguridad y Defensa de América Latina o la publicación Global Fire Power.

Por si fuera poco, las misiones de paz, que para nuestro país son parte integral de la política exterior, merecen también una revisión exhaustiva y un estudio caso a caso. Concretamente, el general Stevenazzi hace referencia a la misión en la República Democrática del Congo, donde, según las palabras del coronel Pedro Gómez (jefe de la misión actualmente), “la demanda de una salida de la misión es cada vez más generalizada”1, y a las misiones en Altos del Golán y Sinaí, para las cuales debemos mantener las alarmas prendidas ante la escalada del conflicto en Medio Oriente. Sugerentemente no se menciona la misión en Líbano, que, según la última información pública, tiene a nuestro único observador protegido en un búnker.

Finalmente, como fue dicho en el editorial, “será un buen momento para escuchar propuestas, de eso se trata la democracia”, y por eso pretendo terminar este escrito tomando el guante.

A 20 años del primer debate nacional sobre defensa, parece interesante promover otro para que pueda haber una actualización en tiempos de incertidumbre, con la arquitectura internacional de posguerra en cuestionamiento, donde los aspectos geoestratégicos son parte de la agenda cotidiana y los múltiples enfrentamientos entre estados y milicias son transmitidos en tiempo real.

Por otra parte, y aunque no caiga del todo bien, la reducción del número de efectivos va a llegar más tarde o más temprano. Sería bueno planificarla de acuerdo a las necesidades futuras de nuestro país en clave geoestratégica, que hoy parecen estar más enfocadas en las misiones subsidiarias de las Fuerzas Armadas. Por lo tanto, se podría transferir recursos y efectivos hacia la promoción de la defensa civil enfocada en riesgos y desastres que ya son permanentes.

Asimismo, será indispensable disponer de un mayor número de analistas para tareas de inteligencia estratégica (cartográfica, de señales, de imágenes, etcétera), para mejorar la toma de decisiones, reducir la incertidumbre y quitarle el velo a la inteligencia como sinónimo de espionaje.

Además, el Servicio Civil Voluntario, polos estratégicos en los destacamentos del Ejército, así como la revisión de ciertos valores de verticalidad en la cotidianidad pueden ser otros asuntos a tratar si se quisiera discutir sobre las necesidades de nuestro país de cara al futuro.

Después de todo, deseo que estos aportes no sean interpretados ni como una ofensa ni como una mentira. Si fuera así, en todo caso, espero que sea el mando civil quien responda, y para quienes consideren estas declaraciones del general Stevenazzi un avance sobre los límites constitucionales, me gustaría recordarles una frase del general Von Clausewitz: “Todo combate se debilita en el avance”.

Diego Roselli González tiene un posgrado en Estrategia Nacional por el Centro de Altos Estudios Nacionales y es miembro de la Dirección Nacional del Ir, Frente Amplio.


  1. “La fuerza de todos”, 47 (diciembre de 2023), p. 14.