La Asociación Down del Uruguay presentó este mes un nuevo relevamiento sobre el grupo poblacional a nivel nacional. Según el informe, al que accedió la diaria, el segundo relevamiento estima que actualmente en Uruguay viven alrededor de 2.200 personas con síndrome de Down. Debido a su condición genética y a las comorbilidades que presentan, se trata de una población “más juvenilizada”, con una edad promedio de 21 años. Además, seis de cada diez tienen “24 años o menos”, y menos de 5% “alcanza los 50 años”.

El primer relevamiento se había realizado hace 23 años. La cantidad de personas con síndrome de Down es “levemente menor” a la población estimada 20 años atrás, y acompaña una tendencia internacional hacia un descenso de su incidencia y prevalencia. Específicamente, la evolución entre 2000 y 2022 muestra “un leve cambio” hacia una población más envejecida, que responde a “un aumento de la esperanza de vida” en las últimas décadas. También se observan bajas tasas de fecundidad. Algunos antecedentes internacionales asocian esta tendencia con la mayor detección precoz de esta condición y a la posibilidad de interrupción voluntaria del embarazo.

En su “gran mayoría” se trata de personas solteras, sin hijos, la mitad vive con hermanas o hermanos y convive principalmente con la madre, y una de cada diez menciona vivir en hogares en los que el adulto referente “no es ninguno de los padres”.

El relevamiento también consideró algunas áreas específicas, como la salud. En este sentido, nueve de cada diez personas con síndrome de Down sufren alguna afección, y “poco más de seis” toma medicación por alguna condición crónica. Las afecciones que se presentan son “muy variadas”, pero algunas de las más frecuentes son el hipotiroidismo, dificultades en la visión, afecciones cardíacas y sobrepeso u obesidad.

Respecto de la educación, se relevó que actualmente “dos de cada tres asisten a la educación formal”. También hay una presencia “importante” de jóvenes de entre 15 y 24 años escolarizados. A su vez, “una proporción importante de personas adultas” de 25 años o más continúan asistiendo a la educación “especial”. De todas maneras, la permanencia en el sistema educativo “no supone un avance en los trayectos”. En tanto, la educación secundaria o el paso por escuelas técnicas es una realidad sólo para el 6%, lo que muestra que en cuestiones educativas hay “algunos avances” y “barreras que persisten”.

Al ser consultados por la “necesidad de apoyo” se constató que la necesidad es una realidad para “buena parte” de estas personas y también para sus familias; aproximadamente para siete de cada diez. Pero las necesidades varían según región y nivel socioeconómico: la necesidad de apoyos para la inclusión educativa y laboral es mayor en el interior del país y en Montevideo es mayor en cuestiones “recreativas o lúdicas”. A mayor nivel socioeconómico la necesidad de apoyo disminuye y cuando expresan necesitar apoyo es por salud, apoyo emocional a la familia o acceso a la educación.