Cuevas clandestinas, dinero negro, casas de cambio, evasión tributaria, movimientos millonarios en dólares y faltas de controles de las entidades bancarias. Los ingredientes de una larga historia común rioplatense se repiten y cada tanto se convierten en causas judiciales, a nivel civil o penal.

En este caso se trata de un nuevo capítulo de una serie que en 2018 tuvo amplia repercusión mediática, luego de que el Banco Heritage descubriera que una de sus ejecutivas de cuentas, Elena Nazarenko, había cometido una estafa millonaria mediante la captación de depósitos en negro de ahorristas argentinos.

La maniobra se llevó a cabo entre 2009 y 2017, y se estima que durante ese período el monto de la evasión fiscal contra la Administración Federal de Ingresos Públicos de Argentina (AFIP) superó los 900 millones de dólares. En setiembre de 2018, Nazarenko fue condenada a dos años y medio de penitenciaría por los delitos de estafa y falsificación, pero el papel que tuvo el Heritage en esta operativa todavía no se ha investigado a fondo.

El viernes, apenas levantada la feria judicial, el abogado Enrique Sayagués presentó una nueva denuncia ante el fiscal especializado en lavado de activos, Enrique Rodríguez, que ya investigó el asunto cuando estaba al frente de la fiscalía de Delitos Económicos.

En el escrito, al que accedió la diaria, Sayagués apuntó directamente a la responsabilidad del banco Heritage en las maniobras fraudulentas y puso sobre la mesa algunas derivaciones del caso que, a su entender, podrían configurar posibles delitos de estafa, apropiación indebida y lavado de dinero.

El abogado uruguayo y apoderado de uno de los ahorristas argentinos estafados denunció ante Fiscalía que el Heritage tenía “pleno conocimiento” de una maniobra de lavado de dinero que se realizó “por varios años y por volúmenes muy grandes”. Aquella maniobra fraudulenta, según la denuncia, se llevó a cabo ante la “total carencia de controles” por parte del Heritage, al punto que los movimientos de dinero que provenían de Argentina eran “sistemáticamente eliminados de la contabilidad del banco”.

Este último punto, según el documento, lo colocó sobre la mesa la propia Nazarenko y se podría constatar “con facilidad” con base en la información que “más de 40 evasores fiscales” aportaron ante la justicia civil, donde se procesan varias demandas vinculadas a la estafa.

La maniobra de Nazarenko

Primero vale la pena repasar en qué consistía la operación y cuál fue su contexto. Nazarenko ingresó a trabajar al banco en 1982, cuando todavía se llamaba Surinvest, y durante las dos décadas anteriores a su salida se desempeñó como ejecutiva de cuentas de banca privada.

El banco suizo Heritage compró la mayoría del paquete accionario de Surinvest en 2007 y, dos años después, como consecuencia de la renuncia de un funcionario de la oficina que tenía el banco en Argentina, Nazarenko empezó a viajar con frecuencia semanal o quincenal a Buenos Aires para atender esa cartera de clientes no residentes que había quedado disponible.

En cada viaje, Nazarenko montaba una especie de oficina en el hotel Trianón, en el barrio porteño de Recoleta. Los clientes llegaban a Nazarenko y al Heritage por conocidos o mediante gestiones de estudios jurídicos, siempre guiados por los mismos objetivos: evitar los pagos a la AFIP y zafar de las restricciones cambiarias que imponía el gobierno, en particular durante la etapa kirchnerista.

La ejecutiva de cuentas levantaba el dinero de los clientes argentinos y luego lo depositaba en sus cuentas legales en Uruguay. Cuando un ahorrista quería efectuar un retiro, se les entregaba el dinero en mano en Buenos Aires, con el apoyo de comisionistas, que también fueron investigados por la justicia, y la intervención de casas de cambio.

“Cuando llegaba Elena al Trianón, llegaba el Heritage”, declaró ante la justicia uruguaya uno de los ahorristas perjudicados, que definió a Nazarenko como una “rockstar”, con decenas de clientes que esperaban en los espacios comunes del hotel. Nazarenko llegó a tener una cartera de 200 clientes; 80% de ellos argentinos.

La operativa se llevó a cabo durante años, hasta que Nazarenko empezó a quedarse con parte del dinero de los clientes, quienes advirtieron esos faltantes y lo denunciaron ante el banco. La primera queja de un ahorrista llegó en noviembre de 2017; por esa fecha, Nazarenko no estaba en el banco, porque su esposo, Agustín Sena, se había quitado la vida. Sena era financista, dirigente del club Welcome y también participaba en la maniobra delictiva por la que luego sería condenada Nazarenko, que admitió su responsabilidad en los delitos.

La denuncia de Tronconi

Uno de los clientes estafados es el argentino Alejandro Tronconi, y el abogado Sayagués es su apoderado. En 2012, una persona de su confianza lo contactó con Nazarenko, que le ofreció diferentes posibilidades de inversión en el Heritage.

Tronconi hizo varios depósitos en la institución financiera, siempre mediante los buenos oficios de la ejecutiva de cuentas. Cuando explotó la bomba de la estafa, Tronconi tenía depositados 1.732.000 dólares en una cuenta corriente del banco, sin haber pisado nunca las oficinas del Heritage en Montevideo.

En el escrito que deberá analizar el fiscal Rodríguez, Tronconi señala que la maniobra fraudulenta de la que fue víctima se llevó a cabo a pesar de que las autoridades del Heritage tenían “pleno conocimiento” de que se estaba operando “por fuera de las normas legales (uruguayas y argentinas), en flagrante actividad ilícita”.

“En efecto, la operativa que desplegaba Banque Heritage consistía en obtener dinero de ciudadanos argentinos que estuvieran fuera de las declaraciones impositivas (dinero “en negro”), para enviarlo a su sede en Montevideo, poniendo así el dinero a salvo del alcance de la AFIP. Por tal motivo era que el banco no operaba con sucursal legal y abierta, sino en una ‘cueva’ clandestina en el centro de Buenos Aires”, dice el documento.

Los problemas, según Tronconi, continuaron al momento de recuperar sus depósitos, una agenda que se puso en marcha luego de que quedó desarticulada la operativa de Nazarenko. En agosto de 2019, Tronconi y el banco Heritage firmaron un contrato de transacción que determinó el monto del reembolso y cuál sería la forma de cobro: una letra de cambio a su nombre por 1.288.206 dólares, otras dos letras y un pago en efectivo por 112.000 dólares y 300.000 dólares, que logró cobrar unos meses después.

Tronconi aceptó el acuerdo a pesar de no tener una cuenta bancaria abierta en Estados Unidos, uno de los requisitos para cobrar la letra de cambio de mayor monto. Y tampoco presentó documentación que justificara que el dinero que tenía en el Heritage había sido declarado ante la AFIP, lo que habría permitido que su abogado se encargara de la cobranza de la letra sin mayores problemas.

Finalmente, y debido a estas dificultades, Tronconi le terminó entregando la letra de cambio de 1,2 millones de dólares a un sobrino, que intentó cobrarla por varias vías, sin éxito. La mayor dificultad, según el relato de Sayagués, fue que la plata siempre estuvo “en negro”, desde que cruzó el charco hasta la actualidad.

El final de la historia, según la versión que los denunciantes presentaron en Fiscalía, es que el sobrino de Tronconi se puso en contacto con otro abogado, que dijo tener “relaciones profesionales” con el Heritage que le permitirían cobrar la letra de cambio. Y eso fue lo que sucedió: la depositó en una cuenta a su nombre en el banco Santander y Heritage la pagó. No está claro ni probado cuánto le cobró el abogado al sobrino de Tronconi por la gestión de la cobranza, aunque en el documento de los denunciantes se menciona una cifra de 250.000 dólares (o sea, más del 20% del capital).

En cualquier caso, el tío Tronconi se quedó sin letra de cambio y sin efectivo. Por esta situación ya presentó una demanda civil en el juzgado del Chuy, que está en curso, y puso en conocimiento de la situación a la Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo. También aportó como prueba un mensaje de un abogado del Heritage, quien le advirtió que la única manera de cobrar la letra de cambio era con una cuenta en Estados Unidos, justamente por razones de prevención de lavado de activos.

Tronconi no abrió esa cuenta y tampoco acreditó una situación fiscal correcta, pero el pago se terminó haciendo de todas maneras, según lo relatado. En cierta forma, la denuncia que Sayagués y su apoderado presentaron ante la fiscalía antilavado sugiere que hay un monto de dinero significativo, más de un millón de dólares, que lleva más de una década de recorrido “en negro” por la plaza financiera uruguaya, entre presuntos delitos (y delitos probados) de estafa, falsificación, apropiación indebida y lavado de activos.