Verónica Nin es docente en el Centro Interdisciplinario para la Cognición en la Enseñanza y el Aprendizaje de la Universidad de la República, y actualmente integra el Grupo Uruguayo Interdisciplinario de Análisis de Datos de Covid-19 (GUIAD-Covid-19). Su formación le permite ver la evolución de la emergencia sanitaria desde varias aristas: tiene un doctorado en Ciencias Biológicas y está cursando un doctorado en Psicología. En entrevista con la diaria, habló acerca de cómo la sociedad responde a las medidas de prevención de la pandemia, del concepto de libertad responsable y de la importancia de que existan múltiples campañas dirigidas a diferentes públicos.

¿Se logró cumplir con la consigna “Blindemos abril”?

Es una especie de eslogan que no tenemos bien claro qué puede significar para los distintos actores involucrados en lo que tiene que ver con la gestión de la pandemia. Puede significar una cosa para los científicos, otra para los políticos y otra para los médicos. Además, esto depende de los objetivos que cada uno de los actores tenga. Por ejemplo, ¿qué significa en términos de casos? ¿Alcanza con que haya un descenso en la cantidad, o se estaba proponiendo llegar a un número objetivo? En ese sentido, es difícil de evaluar porque no hay una decodificación clara de lo que significa “blindar abril” en términos de números que uno puede usar para decidir si se estuvo cerca o no.

¿Cómo ha respondido la sociedad a las medidas y a la consigna?

Hay que pensar en tres grandes grupos de conductas que, a priori, parece que se quieren promover. Uno tiene que ver con qué hacer en caso de que uno efectivamente se contagie. En un momento se habló mucho y ahora se está hablando menos, pero es importante que la gente sepa y tenga capacidad para autocuarentenarse en caso de ser positivo y hacer un seguimiento de su propio estado de salud. Por otro lado, si alguien es contacto con un positivo, el aislamiento preventivo es bien importante. Eso se ha dejado de hablar bastante, y tengo la sensación de que esto empieza a ocurrir con más frecuencia; como que empieza a haber relajación de estos comportamientos, pero es necesario ir a los datos.

El segundo grupo de conductas que se está tratando de promover es el que tiene que ver con bajar la movilidad. Eso es complicado, porque la movilidad es un concepto muy abstracto y cómo la gente decodifica ese concepto es un poco misterioso. Si no hay algunas pautas que nos permitan bajar el concepto a tierra, bajar la movilidad puede significar disminuir las salidas fuera de tu casa e interactuar fuera de tu núcleo de convivientes lo mínimo posible. No ha habido una estrategia o campaña clara para explicar qué significa e ilustrarlo con ejemplos concretos. Por ejemplo, significa no ir al supermercado o al almacén todos los días, sino planificar las compras e ir una vez por semana, o no salir, o disminuir las visitas al mínimo indispensable y, si lo vas a hacer, hacerlo en condiciones responsables que minimicen los contagios.

Un tercer factor de conducta que se ha intentado promover tiene que ver con la vacunación. Si bien ha habido una respuesta ciudadana bien alentadora, también es cierto que la respuesta ha sido tardía. Por ejemplo, para el grupo de docentes no hubo campañas específicas para promover la vacunación. Entonces, cuando llegaron las vacunas todavía había una percepción de riesgo en relación a las vacunas muy alta, no había información circulando y, por el contrario, había mucha desinformación en ese momento. Eso no se atacó prematuramente. Una de las consecuencias fue un porcentaje de adhesión dentro del grupo de docentes que no fue tan alto como el que hubiésemos deseado, y que en este momento nos permitiría estar en otra situación en relación a la presencialidad de la educación.

En relación a estos grupos de conductas que se quieran promover hay que tener presente que siempre suceden dentro de sistemas que tienen múltiples niveles conectados, por ejemplo, el nivel de tu propio hogar, de trabajo, el comunitario. En cada uno de estos niveles hay elementos que funcionan para promover estas conductas o como barreras. Entonces, es súper importante identificar aquellos elementos que funcionan como barrera y pensar estrategias para sobreponerse a ellos.

¿Qué elementos funcionan como barrera?

Por ejemplo, volviendo a la cuarentena preventiva, una persona está en contacto con un positivo y, con la demora que está habiendo, el testeo puede implicar quedarte en tu casa una semana o diez días. ¿Qué pasa con el trabajo esos diez días? Eso funciona como una barrera. El hecho de que uno vaya a perder una buena cantidad de jornales esperando el resultado del hisopado funciona como una determinada barrera. Una estrategia para eliminar esta barrera es generar incentivos de forma que los trabajadores no pierdan los jornales y puedan quedarse en su casa. Eso se trata de un incentivo económico que habilita la conducta deseada; también es importante la forma en que responde el equipo de trabajo frente a la posible ausencia de un compañero, si los compañeros o la dirección responden con señales de apoyo o se mandan otras señales en el ámbito.

¿Cómo incide en la percepción de la gente la apertura o el cierre de sectores? Por ejemplo, el retorno paulatino a la presencialidad de la educación.

Esa información la maneja el Observatorio Socioeconómico y Comportamental, pero en términos de buenas prácticas de comunicación en relación a la pandemia hay elementos que se nutren tanto de historias de epidemias previas como de la literatura técnica científica de comunicación en riesgo, y una de ellas es la importancia de la transparencia de los mensajes. Lo digo en el sentido de que se explicite con mucha claridad las razones de por qué se toman algunas medidas y no otras. Si las personas no logran entender el por qué de muchas de estas medidas, se pueden visualizar como arbitrarias, y es mucho más difícil adherir a una recomendación que se considera arbitraria que a una que se entiende y hasta se puede llegar a compartir. Entonces, en ese sentido quizás muchas de las medidas que se han puesto sobre la mesa generan dudas en relación a la racionalidad que las sostienen. ¿Por qué se cierran algunos espacios y no otros? ¿Eso cómo incide en la conducta de la gente? Lo ideal es medirlo, pero a priori arriesgaría la hipótesis de que es posible que esto no promueva la adhesión de algunas de las medidas.

¿Qué opinás del concepto “libertad responsable”?

Es necesario ir a cómo explicamos las conductas de las personas. ¿Libertad en qué sentido? Para que una persona actúe de una forma u otra tienen que haber tres elementos: por un lado, tiene que haber el deseo o motivación para actuar de cierta forma; por otro lado, tiene que haber un conocimiento o capacidad personal para actuar de esa forma y, por último, el entorno en que la persona está inserta tiene que habilitarlo. Entonces no alcanza muchas veces con querer hacer las cosas de cierta forma si no es posible, y el que no sea posible puede tener muchísimas causas. Una causa puede ser directamente económica. Como decía, de repente la persona no se puede perder una semana de trabajo porque su economía personal no lo permite. Pero, por otro lado, hay factores que tienen que ver con la salud mental y emocional, con que es muy difícil sostener un aislamiento voluntario estricto y sin una fecha clara de finalización. En ese sentido, la literatura científica es bien clara: saber qué hacer no es suficiente para sostener una conducta o para promover cambios de conducta. Tenemos 40 años de evidencia científica que apunta a que la información no es suficiente. Es necesaria otra serie de estrategias que habiliten las conductas, ya sea porque modifican la motivación de las personas o porque modifican la capacidad de llevar esa conducta adelante. En ese sentido, hay que pensar en estrategias que tienen que ver con campañas de persuasión; mover las emociones de las personas; estrategias de orden económico y fiscal; campañas de educación que no se limiten a transmitir información, que estén orientadas a conductas mucho más específicas. Por ejemplo, cuando se habilite eventualmente la presencialidad de las clases podemos pensar cómo hacer para que no se junte tanta gente a la hora de la entrada y salida de las escuelas. Me parece que la literatura plantea una gran cantidad de variantes que se pueden poner en práctica que tienen que ver con la persuasión y el uso de incentivos y de modelado.

El especialista en comunicación política Mario Riorda planteaba en una entrevista en Página 12 que cuando no se involucra a la ciudadanía en la construcción de los parámetros de riesgos es difícil exigirle corresponsabilidad. ¿Coincidís?

Lo llevaría por otro lado. Por ejemplo, con el HIV sabemos que el trabajo a nivel comunitario es extremadamente importante, tanto para la generación de conciencia como para entender los riesgos y alternativas posibles para enfrentarnos a esos riesgos. En ese sentido el trabajo comunitario implica una co-construcción. Por otro lado, la literatura de comunicación de riesgo también hace énfasis en la necesidad de empatizar. En ese sentido se puede hacer un vínculo con la construcción con el otro, porque empatizar es entender el lugar donde está el otro, anticiparse a lo que siente, piensa y necesita, y tenerlo en cuenta. Cuando se percibe una comunicación empática, eso genera un vínculo que permite una mayor adherencia a las propuestas. En relación a la percepción de riesgo inciden varios factores. Por un lado, hay una especie de agotamiento público cuando los números nos bombardean continuamente. Eso puede incidir negativamente en la percepción de riesgo, en el sentido de que empezamos a bloquear o nos anestesiamos de alguna forma a ese flujo constante de comunicación negativa. Por otro lado, a medida que los casos graves y fallecimientos dejan de ser sólo una cuestión de titular de prensa, porque empiezan a pasar en nuestros entornos, eso incide de forma directa en nuestra percepción de riesgo y tiende a aumentarla. En definitiva, la construcción de la percepción de riesgo es importante porque es uno de los factores que más inciden en qué tanto uno está dispuesto a cuidarse y cuidar a los demás.

¿Cuál es el mensaje que actualmente prima, el del cuidado o el del miedo?

Se está poniendo muchísimo foco en responsabilizar a las personas al tiempo que no se está acompañando con el análisis de todos aquellos elementos que no hacen posible el seguimiento de las recomendaciones, ni se está haciendo mucho esfuerzo por disminuir esas barreras. Por otro lado, eso saca el foco de este otro lado de la ecuación, que tiene que ver con todo aquello que promueve que se sigan las conductas. El foco se pone o en la persona o en el ambiente, y creo que tenemos que hacer el esfuerzo de complejizar la discusión y entender que la persona está inserta en un sistema y, si no discutimos y pensamos cuáles son todos los elementos que las políticas públicas pueden poner en marcha, la discusión es poco fructífera.

Desde el GACH se ha planteado que la comunicación ha sido deficitaria y que es necesario definir mensajes diferentes para los distintos sectores. ¿Se avanzó en ese sentido?

Hubo un avance bastante sutil y discreto, porque se hicieron dos spots. Uno está orientado a promover la vacunación y el otro es el spot de los sobrevivientes de los Andes. Esas son dos campañas que intentan llegar al público general. Esos son los dos elementos que tengo en el radar. Además, se ha continuado con las campañas de información de bien público; como ya mencioné, la información es importante pero no es suficiente. Ahora, estos dos esfuerzos de los spots no tienen en cuenta varias de estas cosas que surgen de la literatura. Es muy difícil, con un mensaje, llegar a todo el público. Existen segmentos que tienen que ver con la edad, el nivel socioeconómico, valores culturales. La literatura no indica que con un spot puedas llegar a todo el mundo. Por otro lado, las buenas campañas ocurren en múltiples canales en simultáneo. Acá hay una franja de la población que se comunica y usa con mucha frecuencia las redes sociales, y no he visto que haya campañas específicas desde el gobierno para esas franjas etarias. Creo que hubo algún avance, pero muy discreto y alejado, en términos generales, de lo que la literatura recomienda.