En los últimos días el Ministerio de Salud Pública (MSP) difundió el informe preliminar de Natalidad y Mortalidad Infantil de 2023 que mostró un aumento de la tasa de mortalidad infantil (TMI) de 6,22 cada 1.000 nacidos vivos del año anterior a 7,3 en el último período. Esta suba implicó una reversión de la baja abrupta que se había producido en 2017, cuando la tasa disminuyó al 6,51 tras el pico de 2016, cuando se ubicó en ocho cada 1.000 nacidos y tuvo su máximo de la última década. La tendencia, sin embargo, lleva 30 años a la baja: a mediados de los años 90 la mortalidad infantil orillaba los 20 fallecidos cada 1.000 nacimientos vivos.

Esto generó reacciones en el ámbito político, especialmente desde la oposición. Entre las voces que manifestaron su preocupación se encuentra el exsubsecretario de Salud Pública durante la primera administración de Tabaré Vázquez Miguel Fernández Galeano, quien manifestó a través de una serie de posteos de X que la TMI tuvo el mayor aumento “desde que se llevan registros en el país”.

Asimismo, señaló que “no sólo es un tema del sector Salud: desmantelamiento del Primer Nivel de Atención en las zonas de mayor vulnerabilidad social, fallas en la adecuada educación sexual en educación pública, en las campañas para prevenir embarazos no intencionales”.

Consultado por la diaria Verifica, Fernández Galeano aclaró que es el mayor incremento porcentual interanual “desde que hay registros”. “El tema no es la comparación entre las tasas de mortalidad infantil, que ya tuvo picos mayores incluso que la suba de este año, sino la variación porcentual”, explicó.

Por su parte, el también exsubsecretario del MSP Leonel Briozzo señaló en entrevista con el programa radial Nada que perder de M24 que el aumento “no es una noticia que haya asombrado”, pero que es “complicado” definir una tendencia, ya que la baja natalidad hace que “pequeños números puedan hacer variar mucho”.

“Para nosotros, el centro de este problema es la inequidad que hay a nivel de nuestro país”, añadió, y señaló que el aumento de la desigualdad “hace que la pobreza en los sectores más vulnerados también aumente y eso genera un impacto directo en la salud”. “La salud tiene como uno de los determinantes más importantes la situación socioeconómica de las personas. Si a eso le agregamos que la pandemia y la emergencia sanitaria pegó mucho más en estos sectores vulnerados que en la población general, tenemos la tormenta perfecta”, afirmó el exjerarca.

Una saga de más de un siglo

En conversación con la diaria, el médico pediatra y neonatólogo José Díaz Roselló matizó este aumento y destacó la importancia de evaluar este indicador dentro de la serie global. Díaz Roselló, quien además es miembro de la Academia Nacional de Medicina, participó en la creación del Sistema Informático Perinatal, creado en 1983, que marca el estándar de la Organización Panamericana de la Salud para “el registro clínico de la atención en servicios de salud dirigidos a la mujer, embarazo, parto y recién nacido”.

El especialista destacó que la mortalidad infantil viene con una tendencia descendente desde hace al menos 75 años. La baja inicial se dio en la mortalidad posneonatal (aquellos que fallecen entre los primeros 30 días y el primer año de vida del infante) y se logró gracias a la implementación de políticas de vacunación, administración de antibióticos, creación de nuevos centros de salud y pasteurización de la leche.

A partir de la década del 70, la baja en la mortalidad neonatal (antes de los primeros 30 días de vida) dependió del desarrollo de servicios y partos institucionales, es decir, aquellos atendidos en instituciones de salud con asistencia de profesionales.

“Nosotros funcionamos como un país desarrollado en materia de salud infantil desde fines del siglo XIX. No se puede decir que acá hace tres años tenemos la visión clara y estamos haciendo las cosas bien o mal. Queda muy arrogante. Nosotros somos herederos de una saga en el avance e institucionalización de la salud del niño como una prioridad internacional”, señaló Díaz.

Asimismo, destacó la figura de Luis Morquio, médico pediatra que fundó la Sociedad Uruguaya de Pediatría, como “un faro para la región”. Sus lineamientos establecieron las bases que redundaron en la caída sostenida de la mortalidad infantil. A comienzos del siglo XX, la TMI en Uruguay superaba guarismos de 100 muertes por 1.000 nacidos vivos (alcanzó su máximo en 1916 con 124).

Un artículo de American Journal of Public Health titulado “Uruguay en la escena internacional” (BIRN, Anne, 2005) identifica algunos hitos del Estado uruguayo en materia de salud pública, desde finales de siglo XIX, como la creación de la Facultad de Medicina en 1875, a la que se añadieron centros de investigación en 1911. Además, a partir de 1893 se llevaron estadísticas específicas sobre mortalidad infantil que permitieron a los especialistas de la salud trabajar sobre el fenómeno y permitieron reducir de 104 muertes cada 1.000 en 1893 a 72 cada 1.000 en 1905.

“En 1911 Uruguay fue el primer país en el mundo que, como Estado, fabricó vacunas contra la BCG, lo inventamos nosotros. Uruguay es orgullo internacional en salud pública: el país que mejor vacuna, el país que vacunó a todos gratis toda la vida”, destacó Díaz respecto a los tempranos avances en la materia.

Además, señaló que una forma prudente de analizar la evolución de las cifras es con promedios móviles (los resultados promedio de tres años, por ejemplo), lo que permite suavizar las curvas. “Esa curva suavizada muestra que la mortalidad infantil, la mortalidad del primer mes de vida y la mortalidad después del primer mes de vida son tendencias declinantes siempre”. explicó.

Asimismo, señaló que los límites establecidos en la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo pueden influir en el resultado de la TMI, ya que en otros países se habilita la interrupción en casos de anomalías congénitas incompatibles con la vida, como en Uruguay, pero también cuando dicha anomalía, aun siendo severa, no sea incompatible con la vida.

“Si se interrumpe la gestación, no nacés vivo y no contás en la estadística”, explicó. Y agregó: “Si contás a los vivos que nacen enfermos porque no los diagnosticaron, la mortalidad es más alta”. Es por esto y por el positivo “exceso de servicios” que, según su criterio, Uruguay no podrá llegar a la tasa de tres muertes cada 1.000 nacidos vivos, como en algunos países europeos: “Lo que nos queda de evitable es muy poco”.

“La Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de cinco controles obstétricos prenatales, pero Uruguay en la media está en 14 en algunos lugares. Cuando alguien dice que las madres se controlan menos, tenés que ir a un promedio, porque puede haber alguna que no se controle nunca”, explicó.

Por otra parte, señaló el período del primer batllismo como el de las evoluciones necesarias de servicios, a pesar de que entonces la TMI era muy alta. La caída se da después de 1945 cuando se “empieza a ver el producto de la saga” inicial. Y enumeró: “Desde las asignaciones familiares, desde que hubiera un Consejo Nacional de Salud. Todo es una construcción histórica en la cual estamos todos muy orgullosos y que no se hizo ni en los últimos diez ni 20 años. No se puede politizar el tema”.

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