Podría considerarse algo perverso, si no tuviera también su lógica humana, el hecho de que un artista como Eduardo Darnauchans -signado por las escasas ediciones discográficas (tanto por causas externas como propias) que realizó en su vida- sea sujeto de dos lanzamientos casi simultáneos, y apenas a un año de que fueron editadas sus grabaciones en vivo junto con Fernando Cabrera en el Teatro Solís (Ámbitos) y una reedición de su segundo larga duración, Las quemas. Pero sean hechos por morbo, especulación, afecto o simple amor a la música, tanto las reediciones de su obra como los rescates de inéditos son voluntades editoriales más que bienvenidas si se tiene en cuenta la importancia creciente de la obra del Darno.
Continuando lo hecho con su espléndida reedición del oscuro Las quemas, Sondor lanzó una “edición 30 años” de Sansueña (1979), que sustituye a la ya agotada y defectuosa edición en CD de 1997. Presentar Sansueña para los seguidores históricos de Darnauchans sería un ejercicio de redundancia, pero han seguido naciendo admiradores de su trabajo que no necesariamente saben lo que fue -y lo que es- éste, su tercer disco como solista. Darnauchans, uno de los músicos perseguidos con mayor crueldad y estupidez por la dictadura militar, había pasado cuatro años (desde el ya mencionado Las quemas, de 1975) sin sacar un disco y apenas pudiendo presentarse en forma clandestina o cuando le venía en gracia al milico de turno; Sansueña fue su retorno a una cierta exposición pública y simbólicamente una de las escasas señales de independencia creativa en un Uruguay que aún ni siquiera había rechazado la Constitución propuesta por los militares. Pero, y aunque el Darno siempre había sido un artista bastante heterodoxo, también fue una muestra de un proceso de renovación de la canción uruguaya (no es casualidad, como se señala en el librillo, que haya sido editado casi al mismo tiempo que el primer disco de Los Que Iban Cantando) que luego tal vez no sería continuado en su justa medida en relación con sus logros artísticos.
Sansueña forma, junto con Zurcidor (1981), el núcleo del mejor y más popular período musical de Darnauchans, pero a pesar de carecer de la unidad conceptual de Zurcidor y de que está casi ausente como letrista (sólo hay un texto y medio de su autoría), hay algo en Sansueña que lo convierte -al menos para buena parte de su público- en su trabajo más emotivo y poderoso. Tal vez sea suficiente para afirmar esto la comprobación de que contiene las primeras y más difundidas versiones de “Final”, “Cápsulas”, “El instrumento” y “Memorias de Cecilia”, posiblemente sus canciones más conocidas, pero es un disco casi perfecto en su bastante prolongada extensión de 17 temas, y el que resume todas las variables de Darnauchans como intérprete, desde el amante del cancionero ibérico-sefaradí (“Anónimo”, “Miente”), al baladista “afrancesado” (“He olvidado la noche”), pasando por el folclorista renuente (“Décimas de la paloma”, “De despedida”) y el proto-rockero (“En un rock’n’roll”, “Cápsulas”). Todas variables amagalmadas por el talento arreglístico de Jorge Galemire, a quien se podría considerar como coautor del disco, quien, a la guitarra, se las ingenió para recorrer todos esos estilos sin perder nunca una sonoridad general, predominantemente acústica pero con destellos eléctricos que en su momento sonaban casi herejes, consiguiendo logros musicales notables como cruzar los tonos de carnavalito de “El instrumento” con una base rítmica que parece salida del Harvest de Neil Young. Buena parte de los textos del librillo de más de 70 páginas que acompaña a esta reedición son un más que justo reconocimiento al brillante trabajo de Galemire.
Pero, además, está, claro, su figura central; nunca cantó mejor Darnauchans que en Sansueña, alejándose de la interpretación un poco plana de Las quemas, dando rienda suelta a su distintivo gusto por los melismas en las vocales finales de los versos, pero bajando a los conmovedores graves de “He olvidado la noche” (del olvidado cantautor galo Antoine) y sin caer en los excesos histriónicos de algunas de sus obras tardías. Aunque lo sombrío y hasta lo suicida rondan -tal vez más que en ningún otro disco del Darno- muchos de los textos musicalizados en el disco (“Cápsulas”, “Soberbia”, “Ni siquiera las flores”), esta constante (siendo una de las piedras angulares del prejuicio hacia la cualidad “depre” de la obra de Darnauchans) y casi obsesiva presencia de la muerte no convierte a Sansueña en un disco fúnebre, sino simplemente en un disco de profundo romanticismo y muchos más claroscuros de los que suelen reconocérsele. De hecho una de sus mejores cualidades es transitar por distintas sonoridades y colores, lo que lo hizo de éste un disco estimado por varias generaciones estéticamente antagónicas. Quien esto suscribe recuerda que en tiempos en que en su casa batallaban el gusto familiar por la ópera y el descubrimiento personal de los Sex Pistols y Black Sabbath, escuchar canciones como la formidable “Miente” (que ya había aparecido, en una versión inferior y algo inexpresiva, en Las quemas y que fue incluida en Sansueña por sugerencia de Enrique Abal, director de Sondor) consiguió un primer momento de sintonía musical en una casa de paredes delgadas.
Esta edición aniversario no cuenta, como la de Las quemas, con bonus tracks particularmente notables, pero lo compensa con un excelente packaging, con el ya mencionado y lujoso librillo interior, que, además de facsímiles del arte original, contiene reveladoras notas de Marita Fornaro, Washington Benavides y Víctor Cunha, así como las letras y un fragmento de una entrevista a Darnauchans. Más importante aun, el disco fue remasterizado a partir de las cintas originales, recuperando los graves y medios perdidos en la edición en CD anterior, y convirtiéndolo en un objeto recuperado y reforzado tanto en su presentación gráfica e informativa como en el esencial plano sonoro.
Un trío en medio de la nada
Si lo de Sansueña es más bien conocido, Nosotros tres presenta una serie de grabaciones totalmente inéditas, que registran un momento histórico en la carrera de Darnauchans y su revival varios años después. Se trata del espectáculo -que da nombre al disco- que dió, a su regreso de Argentina, junto con Jorge Galemire y Eduardo Rivero en 1976, y que se considera uno de los mojones del canto popular durante la dictadura (más allá de lo mal que les calce la definición de “canto popular” a los tres músicos). Un espectáculo que, como recuerda Rivero en las notas del librillo, se presentó catorce veces, y que fue una de las pocas oportunidades para Darnauchans de mantener una cierta continuidad escénica en aquellos años. También fue el comienzo de su colaboración musical con Galemire, que fructificaría tres años después en Sansueña, pero el espíritu era bastante distinto. Nosotros tres era más que nada un espectáculo bienhumorado, con muchas versiones, y en el que los tres compositores se relevaban en sus canciones o armonizaban con las de los otros, y descubre al Darno más lúdico, que suele hacer acotaciones ad lib (con diversa fortuna) en los temas que interpreta o los que interpretan sus compañeros. Los temas reunidos en el disco pertenecen en su mayor parte a tomas en vivo de la revisión del espectáculo en 1993, pero también se incluyen algunas grabaciones de 1976, realizadas para el programa de radio de Carlos Martins (también se incluye la entrevista que éste les realizó). Aunque originalmente era un proyecto sin figuras principales, el disco se centra en los temas de Darnauchans y presentan como novedad absoluta una versión, más bien exagerada y algo paródica, de “Les feuilles mortes” de Kosma y Prévert, y una de “Girl From the North Country”, de Bob Dylan (ambas del recital de 1993, lo que tal vez explique la teatralidad de la interpretación). También hay tres versiones de la sencilla canción a coro que utilizaban como presentación y despedida, y varios temas de Galemire (entre los que está el clásico “Puedes oírme”) y Rivero. Las grabaciones son de buena calidad, aunque, obviamente, no contienen overdubs ni retoques, y presentan un conjunto más bien amable, claramente pensado en función del en vivo y con algunas características de época algo perimidas, pero que funcionan esencialmente como documento de un raro entusiasmo en un tiempo más que nada desalentador.
Nosotros tres es esencialmente un disco para fans o para seguidores de la evolución histórica de la canción uruguaya, pero contiene no pocos momentos de interés más allá de la nostalgia. Sansueña, en cambio, es un disco para todo el mundo, con la posible excepción de quienes consideran a la música una suerte de excusa para bailar perreo con alguna chica culona. O para los insensibles que en estos 30 años no pudieron entrarle a su belleza melancólica, humana y lindera con lo terrible, quienes, de cualquier forma tienen una nueva oportunidad de escuchar esta colección de canciones irrepetibles.