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Daniel Hendler, durante el rodaje de Norberto apenas tarde.

Desmontando a Norberto

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Daniel Hendler habla sobre Norberto apenas tarde, su primer film como director.

La semana pasada se estrenó en Montevideo Norberto apenas tarde, película que cosechó muchos elogios en el festival de Locarno (Suiza) y que planea circular por nuestras salas y las de muchos otros países. Centrada en la vida de Norberto, un tipo que a su mediana edad pretende eludir sus problemas y falta de carácter, optando por refugiarse en el descubrimiento privado del mundo del teatro, la película dispara tópicos como la responsabilidad y la identidad. Sobre esto conversamos con Daniel Hendler, figura relevante del cine uruguayo, que pasa del desempeño actoral al rol de director.

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-La relación entre cine y teatro ha sido muy tirante desde sus comienzos, pero a la vez más interconectada de lo que parece. ¿De qué forma afecta tu formación teatral en una película en la que el teatro, si bien no es su medio fundamental, atraviesa temáticamente la obra?

-Empecé estudiando teatro en un grupo que se llamaba Acapara el 522. Ahí dirigía las obras generalmente yo, y después también trabajé en el Teatro Circular y en otras varias obras independientes. En paralelo también hicimos algunos cortos y digamos que me vinculé con el cine también un poco por ahí, por esas épocas. Y con respecto a la película, tuve la oportunidad de trabajar con obras que estaban buenas y con maestros como Carlos Aguilera, Alberto Fontana, Roberto Jones, Walter Reyno y muchos otros; algunos de ellos también están en la película, tienen sus momentitos.

-Roberto Suárez desempeña un papel fundamental en la película como maestro, casi de guía espiritual de Norberto…

-Suárez y Troncoso, a quienes me di el lujo de tener en la película, son algo así como el angelito y el diablito de Norberto. No se cruzan en la película, pero hacen como una dupla, y para mi generación también la dupla de ellos retrotrae a la vieja época de Amarcord. Los íbamos a ver y era un cague de la risa.

-Igual los dos tienen una franja de grises muy interesante, porque ninguno es realmente jodedor ni realmente bueno.

-Con el jefe se detecta que podría verse un poco como antagónico, pero en realidad es un tipo que no quiere involucrarse demasiado con Norberto porque ve que tampoco la va a remar mucho. Lo deja en el umbral de la entrada, pero tiene su lógica, tampoco es tan malo lo que hace. A Norberto no le preocupa tanto a él, como a nosotros espectadores. Eso puede resultar un poco extraño, porque es el protagonista de la película y debería tomárselo un poco más en serio, capaz que pasa un poco eso.

-Uno de los aspectos interesantes es si el personaje está buscando algo o escapando de algo.

-Él está escapando y al mismo tiempo buscando. En un momento ese escape lo lleva a encontrarse con algo. No se sabe si eso es una búsqueda o no. En principio, el escape lo hace toparse con algo que en algún lugar estaba buscando, pero no lo sabía. Él dice “yo voy a renunciar a mi trabajo” cuando en realidad ya lo echaron y trata de vender la pequeña crisis que le está tocando vivir como un cambio personal, cuando de lo que se trata es de que no está pudiendo asumir que su estructura se le está moviendo un poco y deja al descubierto su falta de consistencia en algunas zonas, sobre todo en la conexión con su deseo, que lo deja mal parado. Hay algo laberíntico y algo que va rebotando de un lugar a otro sin poder pisar firme en ningún momento. Los caminos se le van juntando y al mismo tiempo va quedando gente afuera. Pero esos distintos cauces de golpe terminan uniéndose. Eso no quiere decir que sea una unión o un cauce completamente fluido y natural. Pero basta de abstracciones, porque la gente que no la vio no va a entender un sorete.

-Bueno, en realidad eso de las cosas que se van sucediendo por sí solas es de alguna manera lo que te fue sucediendo a vos con la actuación en cine...

-Sí, en ese sentido yo considero que Norberto es un tipo con suerte, porque en realidad es un tipo que hace todo medio mal, pero por suerte las cosas le salen mucho mejor de lo que podrían salirle. Encuentra una salida más de culo que de cabeza. Uno respira porque sabe que es un tipo que en el fondo está haciendo lo que puede. Mi suegra, que es psicóloga y bastante feminista, cuando vio la película yo pensé que iba a detestar a Norberto, y resultó que se encariñó bastante y lo apoyó, y entonces cuando yo le pregunté “¿no te parece que está brava su actitud frente a las cosas?”, ella me respondió “hace lo que puede”… Y bueno, me encantó, porque cuesta acompañarlo y hay un juego con eso en la película. Hay algunos que se meten más, que se identifican más, y otros que le ponen una barrera y detectan que es mejor mantenerse a distancia, y eso es un juego que la película propone: de distancia y acercamiento al personaje.

-En la película emerge un poco el tema de la identidad y la actuación, la identidad como algo construido. Uno mismo, que debe construirse su personaje rompiendo con ese falso mito de “ser como uno es”.

-Hay un encuentro entre el personaje que uno se construye y el que uno es. El que uno es no existe per se porque es una relación constante entre tu naturaleza compleja y el personaje que vos construís, digo yo, supongo. Si tomamos eso como una verdad, el personaje que construyó Norberto estaría en disonancia rotunda con su naturaleza, o al menos su naturaleza está muy comprimida en esa estructura que se armó, y lo que pasa es que se abre la puerta y se libera algo de esa naturaleza. Yo creo, aunque no me gusta confesarlo, que la película es un poquito psicologista. No es algo que me parezca muy vendedor o especialmente atractivo para invitar a alguien a ver la película, pero admito un corte por ese lado. -En Norberto hay como una cosa más de los setenta del Uruguay. -Hay algo, sí. En todo caso, no querría usar términos como vintage, pero hay algo de película un poquito demodé, o un poco setentosa. También en el formato 1.66, en el súper 16 y en la paleta de colores, y también en que fue hecho con proceso óptico y no hubo intermedio digital. Se hizo como se hacía una película en los setenta, en todo sentido. Por otro lado, la estética de Troncoso era algo de modernidad rara, que para mí le pone algo de cuentito a la película. Distancia un poquito del hoy. No está ubicada temporalmente, pero tiene algo suspendido en el tiempo, digamos.

-Siendo una coproducción uruguaya-argentina, además de que actualmente estás viviendo en Buenos Aires, pensé que iba a estar más signada por cierta indeterminación geográfica, y sin embargo es una película re uruguaya.

-Yo creo que es una coproducción real en términos de que es un equipo y un elenco mixto, mayoritariamente uruguayo, y la posproducción casi toda fue en Argentina y el rodaje todo acá. Está como este género de películas de coproducción donde es re normal que un español viva en una ciudad distinta, no sé, que pasen cosas que no pasan mucho, pero que contarlas no tendría que interesarnos tanto.

-¿Cómo te sentiste en este cambio de actor a director?

-Y... estuvo bárbaro, yo qué sé... Como igual había tenido experiencias de dirección, siempre me gustó y aunque sean muy distintas las obras de teatro o cortos a filmar en largo, siempre me gustó, y en todo caso no sabía cuán seguro me iba a sentir en el rodaje. Empiezo jugando a que soy director y de golpe me olvidé, no me di cuenta y ya estoy dirigiendo. Uno al principio se ubica en el rol de director, un poquito estratégicamente, tomando decisiones más conscientes y preparadas, piensa cada cosa que dice, y de golpe no te diste cuenta y la película ya se está construyendo y tenés que dirigirla. Después del primer día de rodaje, quizás al tercer plano de la película, eso cambió y me sentí muy cómodo.

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