Con distintas modalidades, varios sellos se han abocado en los últimos meses a llevar a imprenta títulos que era muy difícil (o imposible) conseguir, aun dentro del circuito de librerías especializadas.
La editorial Irrupciones tiene la reedición como una de sus líneas principales. Una de sus dos colecciones, “Orientales”, se dedica exclusivamente a publicar “clásicos” literarios (y la otra, “Excéntricos”, también incurre en la reedición, como en el caso del libro de Gandolfo comentado en estas mismas páginas). A un libro de cuentos de Mario Arregui, cuya obra completa se planea reeditar, y a los ensayos El caudillaje criminal en Sud América y otros textos, de Florencio Sánchez, este mes “Orientales” incorporó Cuentos Dans L’Autre Monde, de Pedro Figari, y 13 cuentos magistrales, de Horacio Quiroga (1878-1937).
El libro de Quiroga tiene un plus: Felipe Polleri. No sólo está a cargo de la selección (que fundamenta en el prólogo), sino que también realiza un retrato de Quiroga que bien podría integrar su propia galería de Vidas de los artistas, confesando abiertamente que ficcionalizó varios datos de su “biografiado”. Entre otras cosas, Polleri dice que antes de encontrar su destino en Misiones, Quiroga “sigue escribiendo (mal) bajo la influencia del modernismo” y emite un juicio total: “Me es imposible no soñar, como todos los hombres, con un Quiroga solitario que hubiera llevado a cabo su obra, su vida y su muerte, lejos de todo contacto humano. Su vida hubiera sido perfecta”. La selección de Polleri está guiada por la idea de que es el Quiroga “hijo y padre de la selva” (Onetti dixit) quien logra la mayor perfección estilística, y por eso no entran “El almohadón de plumas” ni “La gallina degollada”; sí otros relatos populares de Quiroga, como “A la deriva” y “Los desterrados”. “¿Moraleja? ¡Qué sé yo! La mayoría de estos cuentos nos dicen que el hombre es valiente y ciego y, bien claro, que se muere”, avisa Polleri. Sólo cierto descuido en la ortografía empaña la compilación.
Banda Oriental, por su parte, se ha dedicado a revisar parte de su propio catálogo (que tiene centenas de títulos “difíciles”). Henry Trujillo (1965), quien hace unos cinco años que publica en Alfaguara, ha sido especialmente bien tratado por esta política de reediciones: en 2008 se volvió a publicar la novela corta La persecución, que ahora reaparece como parte de Tres novelas cortas y otros relatos, un volumen que recoge todo lo que el mercedario sacó con Banda Oriental (Torquator, El vigilante y la novela mencionada más ocho cuentos; algunos de éstos ya habían aparecido en Gato que aparece en la noche y otros relatos, que, a su vez, compendiaba las dos primeras nouvelles del autor, y en el volumen El fuego y otros cuentos).
Así, Tres novelas... es, grosso modo, la primera parte de la “obra completa” de Trujillo (quien en esta década publicó además Ojos de caballo y Tres buitres, al tiempo que se anuncia una nueva novela para este año). Y es mucho: dos nouvelles oscuras llevadas con aparente secillez más una de las joyas de la literatura reciente uruguaya, La persecución, falsa historia policial, retrato crudo de una pasión adolescente y de la ingratitud de la ciudad que la cobija. La frase medida y el dominio de la técnica del relato como engaño (las enseñanzas de Quiroga, en definitiva) aparecen también en los relatos que acompañan la selección, con la que además tienen en común la descripción de las miserias del mundo laboral. La conexión con lo fantástico (“Gato que aparece en la noche”, “El fuego”, “Repeticiones”), el juego con el doble (“Repeticiones”), la crítica religiosa (“La Madre Josefina y el Niño Jesús”), lo violento (“Mary”), la mirada juvenil (“El fuego”): todos núcleos dispersos en el resto de la obra de Trujillo.
La editorial argentina El Cuenco de Plata, por su parte, se halla abocada desde hace años a rescatar la obra de autoras uruguayas como Marosa Di Giorgio y Armonía Somers. El año pasado el sello consiguió superar algunos problemas legales que impedían la publicación de Las hortensias, de Felisberto Hernández (1902-1964). Ahora las reediciones de Felisberto continúan con Los libros sin tapas, una recopilación de la primera producción del autor compatriota.
El título refiere a Libro sin tapas (1929), pero también juega con el hecho de que todos los textos que reúne, aparecidos entre 1925 y 1931, surgieron en forma de folletos sin cubierta; el primero de ellos, Fulano de Tal, se incluye (como un librito aparte) en una edición facsimilar. Otros detalles dejan claro rápidamente que se trata de una edición muy cuidadosa, como el hecho de que cada uno de los textos es precedido por una completa foja bibliográfica tomada del estudio de José Pedro Díaz. A los dos títulos mencionados se les agrega La cara de Ana (1930), La envenenada (1931) y cuatro textos breves (“El fray”, “Filosofía del gángster”, “El taxi” y “Juan Méndez o almacén de ideas o diario de pocos días”) para completar una excelente vía de ingreso a la producción temprana de uno de los autores claves para la comprensión de las líneas que siguen tensando a la narrativa uruguaya.