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Homenaje a José Carbajal, El Sabalero, en el Velódromo Municipal.

Foto: Javier Calvelo

Lindo haberlo vivido

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La muerte de José Carbajal, El Sabalero, produjo -inevitablemente- un aluvión de notas recordando su figura, sus historias y su entorno, pero no fueron tantos los escritos relacionados con su principal actividad: la de compositor.

Un hecho a destacar es la cantidad de músicos relacionados con el rock que hicieron pública su consternación con respecto al fallecimiento del músico, y que no necesariamente habían tenido reacciones similares en relación a la muerte de otros músicos populares y queridos, como Pablo Estramín o Washington Canario Luna. Esto puede haberse dado por el espíritu abierto de Carbajal, quien solía relacionarse y colaborar con músicos de rock tan disímiles como los integrantes de La Vela Puerca o del grupo de metal Barbarie (quienes grabaran una versión sumamente alterada de “A mi gente”), por el espíritu siempre anarco que lucía o simplemente por cuestiones de gusto, pero también es probable que esta estima haya tenido algo que ver con las dificultades de clasificación que ofrece su música, lo que -entre otras cosas- reduce las posibilidades de encasillarlo genéricamente y, por lo tanto, de considerarlo patrimonio exclusivo de un género.

Uno de estos admiradores provenientes del ámbito del rock -Garo Arakelian, guitarrista y compositor de La Trampa- considera como lo más atractivo, en términos musicales, de las canciones de El Sabalero un asunto, más que nada, tonal: “Siempre me llamó la atención, en el contexto cultural nuestro, que el componente sensible y dramático de sus canciones no está basado en tonos menores. Es algo muy rioplatense el subrayar lo dramático de una canción recurriendo a los tonos menores, pero en el caso de El Sabalero sus principales temas están basados en tonos mayores. Puede ser que sea algo muy propio de la chamarrita, que también es un aporte muy propio de él, ya que acá usarla como sustento no se había hecho nunca, ni se hizo después; Jaime Roos la utilizó en ‘Nadie me dijo nada’, pero ya tiene batería y otra instrumentación; es otra cosa”.

Pero El Sabalero era otra cosa, y, ciertamente, algo que no tenía nada de rockero (más allá de su particular actitud escénica y del hecho de que generalmente cantara sin acompañarse con una guitarra), y vale la pena recordar el hecho de que su primer disco se llamara Canto popular (1969), una maravilla compuesta cuando el autor tenía 20 años recién cumplidos y que ya contiene varios de sus clásicos -“Chiquillada”, “La sencillita”, “A mi gente”, “Pichonero”-, y que ayudó a definir el término “canto popular” como denominador de cierta canción de raíces folclóricas pero urbanizada y politizada. Al mismo tiempo, Canto popular no era exactamente un disco de canto popular.

Mientras alguien recoge la posta de hacer un análisis estrictamente musicológico de las canciones de El Sabalero, vale la pena recopilar algunas de sus declaraciones sobre influencias y educación como punta de la madeja de ese misterio popular proveniente de Juan Lacaze.

• Formación musical y vocación: “En realidad, a mí me gusta más escribir que cantar. No toco la guitarra, rasco un poquito no más. Lo mío es contar el cuento, y con el tiempo he dejado de hacer canciones y hago relatos. Capaz que es la herencia de mi padre. A mí se me dio la oportunidad de ir a otros lugares, me escucharon y pude grabar un disco simple. Y bueno, de ahí arranqué con esto como un trabajo”. (La Onda Digital, 2009.)

• Raíces: “Viví entre el tango y el rock and roll. El tango desde la cuna hasta los 12 ó 13 años, cuando empecé con el rock; pero no el rock tocado sino el rock escuchado, bailado, el rock del cine, de Halley y sus Cometas, los Beatles, etcétera. Me gusta todo [el tango]. El de los quintetos con flauta, el tango de la gran orquesta, el tango cantado con guitarra, el de Piazzolla -para definir una generación, porque después vino una cantidad de gente que es la onda de Piazzolla-. Me gusta todo. No me gusta cuando lo bailan como una gimnasia en la que no hay sensualidad. Eso es como un rescate del tango de Hollywood de los años 40, que era más bien una parodia del tango. A mí me gusta el tango de Tito Lusiardo, el baile que se baila en Palermo, en las plazas de Buenos Aires”.

• El candombe: “Y yo no sé nada, suenan los tambores y yo no sé nada de Carnaval, no sé nada de candombe, no sé nada de murga, de acá de Montevideo, o sea, el candombe es aquí en Montevideo en realidad, o era. Ahora hay comparsas en el interior, antes, yo qué sé. Me acuerdo que en Juan Lacaze salía el Loro con un tambor solo tocando y atrás iba la comparsa saltando y bailando, yo qué sé. Creo que no cantaban canciones, no me acuerdo de canciones de ellos en realidad. Pero no sé por qué la gente me identifica con el candombe. ‘Ya comienza’ fue el primer candombe que yo hice. ‘A mi gente’ es una canción carnavalera y ‘Ya comienza’ es la primera canción con ritmo de candombe. El candombe está más allá del Carnaval, ¿no? El candombe es todo una cultura que se viene arrastrando desde hace muchos años, desde África. Yo en realidad no sé nada de todo esto, pero hice este candombe que se llama ‘Ya comienza’ y la gente lo quiere, lo canta y lo baila, y a mí me gusta que así sea”. (La República, 2010.)

• Lírica: “En ocasiones la falta de una rima pinta de belleza a una canción, eso puede resultar bellísimo. Por eso, yo soy muy irrespetuoso al escribir y me preocupo más por el color y el sonido de lo que se dice. Busco que la palabra -vieja o nueva- tenga su redondez, su peso. Al fin y al cabo, escribir es como decía un pintor amigo: ‘Cuando llueve hay que decir llueve’ y dejarse de dar vueltas con que cae agua y qué sé yo…”. (Primerahora.com.uy, 2008.)

• Las versiones de “Chiquillada”: “Favio tenía una manera de cantar muy especial. Su versión es muy tierna, y la del Turco [Jorge Cafrune] también, pero más agauchada. Favio la cazó como una canción de barrio. Después hay otra del Topo Gigio, que no sé cómo mierda encontrarla. Creo que la hacía Pinocho Mareco. Yo tengo la tapa del simple que también traía ‘De boliche en boliche’, de Francis Smith. Que el Topo Gigio grabe una canción tuya es lo más raro que te puede pasar”. (Página 12, 2006.)

• Técnica: “Como no soy músico, todo es y fue intuitivo, un poco como buscamos todos o como la mayoría de los cantores uruguayos. No te olvides que para la generación nuestra, la del sesenta más o menos, iba todo por ese lado, el de la intuición. Por eso a veces nos repetimos mucho. Fijate, yo hice una canción que se llama ‘Bien de pueblo’, que la música es exactamente igual a ‘Villa Pancha’ [...] Por otro lado, qué puedo decir del canto. Yo no tengo mucha voz, entonces todas son cantadas en tonos bajitos, muy intimista; hablo mucho porque no tengo voz para cantar, tampoco es que descubrí nada raro, es lo que podía hacer. Entonces esas limitaciones terminan convirtiéndose en una virtud, perdón, mejor dicho, en tu estilo”. (El País, 2009.)

• Exilio e inspiración: “Haber estado tantos años fuera del país en cuanto a la creación me quitó el medio, el lenguaje sobre todo. Yo me planteo siempre el rescate del pequeño lenguaje, el diario, el no reconocido, eso que cuando uno dice una palabra, esa palabra es un mundo entero de emociones y que cuando se escribe, se escribe de otra manera. Creo que eso fue lo que me dio popularidad como autor en Uruguay; tratar de hacer poesía con ese lenguaje”. (Nueva Viola, 1984.)

• El punk: “A esos guachos divinos les gusta lo raro, lo exótico, por eso yo les caía bien”. (Clarín, 2004.)

• El desarrollo del canto popular: “Después vino el quiebre fortísimo, que lo dio Jaime Roos. El que siempre estuvo permanentemente haciendo cosas y antes pasaba inadvertido hasta que se impuso en todos lados fue [Ruben] Rada. Siempre estuvo haciendo cosas vanguardistas y no se notaba porque el asunto político, ideológico primaba sobre la estética de la música. Pero al final Rada impuso su calidad, y Jaime realmente es un quiebre de generación. Ahora [Jorge] Drexler, no sé, está fenómeno, pero todavía no ha logrado capturar el corazón de los uruguayos”. (La República, 2006.)

• Geografía melódica: “Yo hice un disco de canciones mexicanas. E incluso las canciones que compuse en México están influidas por el país. No son canciones mexicanas, pero algo hay, además de que nombro lugares de México..., pero no sé definirlo muy bien, yo no soy muy analítico; la verdad es que eso nunca me preocupó. Las canciones para mí son muy libres: como salen, así se van”. (Socio Espectacular, 2010.)

• El fin de la inspiración: “En realidad ya no hago más canciones… No tengo más ganas, me parece que si ahora me pusiera a escribirlas haría ridiculeces. No tengo la necesidad de hacer más canciones. Ya le escribí a lo que tenía ganas de escribirle y a lo que me conmovía”. (Primerahora.com.uy, 2008.)

(Si bien la fase compositiva de El Sabalero parecía concluida desde hacía décadas, distaba mucho de ser un artista inactivo o carente de metas futuras. En momentos de su muerte estaba concluyendo un proyecto -junto con Washington Carrasco y Cristina Fernández- concebido para ser difundido mediante las computadoras del Plan Ceibal. Simultáneamente, había finalizado la edición de un DVD que recogía su espectáculo en el teatro Solís, “La historia de mis canciones”, en el cual el artista conversaba sobre la génesis e inspiración real de sus temas más conocidos. Fragmentos de éste fueron exhibidos ayer en el marco del homenaje que se le brindara en El Velódromo, pero la edición completa permanece en suspenso hasta que haya una decisión final de sus familiares al respecto).

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