Al parecer todo comenzó cuando Bob Gale (guionista no sólo de cine sino de cómics como Daredevil y Batman) fue a visitar a su padre y pensó si en el caso de que él mismo viviera en la época de su padre joven y los dos fueran a la misma escuela podrían ser amigos. Dicen que le contó esta idea a Robert Zemeckis y ambos arreglaron con Columbia Pictures la posibilidad de realizar un guión. Bob Gale venía de guionar y producir Used Cars (Robert Zemeckis, 1980) y antes había realizado algunos guiones para Steven Spielberg. Zemeckis era un director que había filmado un par de películas sin mayor éxito.
Una vez finalizado, Columbia no apoyó del todo ese proyecto. Lo que el estudio necesitaba eran las aventuras de iniciación con varios pares de bustos prominentes como las comedias más famosas de esos años, al estilo Porky’s (Bob Clark, 1982). Al igual que Columbia, cuando buscaban algún estudio que quisiera producir el film varios rechazaron el proyecto en su periplo por diferentes estudios por considerarlo demasiado naïf (por el contrario, Disney rechazó el guión por considerar inconveniente la situación de enamoramiento de una madre con su hijo).
Steven Spielberg tenía una buena relación con los dos (los tres ya habían trabajado juntos en 1941, I Wanna Hold Your Hand, Used Cars y Trespass), pero Zemeckis no quería volver a trabajar con él sin antes poder realizar una película por su lado (temía que se dijera que sólo podía trabajar con Spielberg). De modo que luego de realizar Dos bribones tras la esmeralda perdida (1984), con la que tuvo cierto éxito de taquilla, Zemeckis y Gale se comunicaron con Spielberg, quien los contactó con Universal, estudio que decidió realizar el film.
Una revolución sutil
A simple vista no son claras las razones por las cuales el film se volvió un rotundo éxito en el mundo entero al punto de ser considerada por muchos críticos una película que marca un antes y un después. El esquema es básico, la división entre malos y buenos es muy clara, el final feliz llega inevitablemente, los malos son unos vagos perdidos y vándalos, el protagonista es el clásico héroe de comedia juvenil, que si bien no está con la autoridad (eso queda demostrado con la mala relación con Strickland, el director de la escuela) conserva una alta dosis de integración a las normas sociales y morales, siendo el pibe que todo ser humano de bien querría para su hija.
Retoma un tema que junto a la invisibilidad del ser y la vida después de la muerte ha sido uno de los preferidos por la sociedad moderna y el sistema de narraciones de aventura que la identifica como tal: el viaje en el tiempo. Pero no se trata simplemente de un viaje en el tiempo, con un personaje cualquiera yendo a conocer otro tiempo absolutamente ajeno, sino del viaje a otro tiempo pero al encuentro de uno mismo en ese otro tiempo en el mismo lugar de siempre. Esto activa uno de los componentes que mantiene la tensión durante las tres entregas: la cuestión del continuo tiempo-espacio y la posibilidad de la paradoja. La cuestión de la paradoja del viaje en el tiempo no sólo ha motivado varias historias tanto en el cine como en la literatura, sino que ha desatado verdaderos y extensos debates científicos. La forma en que un posible cambio en la línea temporal afecta el futuro y crea una realidad alternativa es el motor de la saga de Volver al futuro, y cabe mencionar que para ser un tema tan complejo y con tanta posibilidad de error o incoherencia (la primera parte de Terminator cae en algún que otro error de este tipo), los guionistas lo desarrollaron con mucha precisión e inteligencia y es una de las razones del éxito de esta historia.
Esto motiva que la saga de Zemeckis, a diferencia del relato de aventuras tan afamado en la época como podría ser la saga de Indiana Jones, no sea como éste: una bola de nieve que va agrandando toscamente (a base de golpes de efecto) el nudo del problema y avanza sin mirar hacia atrás y pase lo que pase, sino que es un reloj de piezas muy pequeñas que deben armarse con mucho cuidado y precisión para que la maquinaria funcione. Si bien la estructura de la acción y la historia en lo grueso demuestran seguir a rajatabla la mayoría de los clichés de la época e incluso de la tradición del relato de aventura más ortodoxo, al poner la lupa nos damos cuenta de que en esa maquinaria tosca y simplona hay minúsculos y perfectos engranajes sutilmente dispuestos. Volver al futuro es uno de los primeros intentos del cine de Hollywood por hacer un guión estructurado en este estilo que después intentaron con suerte dispar proyectos como Matrix, Forrest Gump (del propio Zemeckis) y Se7en.
Pero Volver al futuro no es una película de ciencia-ficción, ni una comedia juvenil ni una de aventuras, es todo eso a la vez y aun más. Esto se debe a que de algún modo la saga reconstruye esos géneros y replantea los conceptos: la forma en que Emmet Brown genera una sensación de desconfianza en cuanto a su rol de científico (recordemos que se trata de un autodidacta) y se acerca mucho a la imagen de un viejo loco cuyo invento, sin embargo, funciona; un protagonista que vive un romance con su propia madre; que el rumbo del mundo cambie radicalmente por la compra de un almanaque deportivo o que las más apasionantes persecuciones se lleven a cabo en patinetas futuristas parecen no tomar en serio las normas más rígidas y serias de los géneros. La forma en los que le hace guiñadas a otras películas (como Star Wars o Por un puñado de dólares) también refuerza la idea de que son tiempos en los que la figura del receptor está cambiando y quizá se busque más la relación con un espectador cómplice que con uno crítico. Más que posmoderna, es una actitud muy de los 80 (pensemos, por ejemplo, en La pistola desnuda), hasta se podría decir pop.
En la primera entrega también es muy interesante la forma en que dialoga con las revistas de ciencia-ficción, las leyendas y mitos populares de la época y la paranoia. Recordemos, por ejemplo, a los granjeros que creen que el auto DeLorean es un ovni o la forma en que Marty convence a su padre haciéndole creer que es un extraterrestre del planeta Vulcano.
La película es incuestionablemente de su época. No sólo por indumentaria u objetos, entre los cuales podríamos mencionar los Nike blancos o el skate de Marty, o por la música (si bien Marty es fanático del rock clásico también lo es de Van Halen, y hasta aparecen los ZZ Top, además de la banda de sonido de Huey Lewis & The News), sino por otros detalles que aparecen dados vuelta o trastocados, como el maniqueísmo bien de la época de Reagan (que ahora vuelve a tomar vigor) que aparece por ejemplo en la presencia de los libios terroristas (que, sin embargo, y esto es lo bueno, le sirven a Doc para poner en marcha su máquina del tiempo) o la típica familia del American dream, cuyos integrantes, no obstante, son bastante infelices sin saberlo: una madre alcohólica y depresiva, un padre perdedor y nerd, un hijo trabajando en una cadena de fast food y una hija solterona.
La generación DeLorean
Para los nacidos a fines de la década del 70 y principios de los 80 se trata sin dudas de una saga que los define como generación. A todos nos tocó, más allá de nuestra intención de ser tocados por su estela. Cualquiera de las tres partes eran títulos recurrentes en las funciones de cine de los canales uruguayos (en Festival de Canal 10 la programaban constantemente) y según surge de conversaciones con quienes atendían los videoclubes del barrio, durante varios años hubo que reservar con tiempo el alquiler de cualquiera de ellas.
Para los 25 años ya se lanzó una edición especial, remasterizada y con material extra, con, por ejemplo las escenas que llegó a filmar Eric Stoltz, quien durante unos meses fue Marty Mc Fly, dado que Michael J Fox estaba abocado a la filmación de la serie Family Ties, que se exhibió en Estados Unidos, Reino Unido y México. Si bien hay un rumor de que llegaría pronto a Argentina, no hay nada confirmado. También se ha rumoreado la posibilidad de realizar una cuarta entrega de la saga (anuncio que ha despertado los más encendidos rechazos de los fanáticos en la red), pero tampoco hay un anuncio oficial que avale esta información. Por lo pronto, a 25 años del estreno de la primera y a 20 del estreno de la última, la saga de Volver al futuro sigue siendo un muy buen ejemplo del cine de los 80 y de la forma en que el relato cinematográfico se articulaba en esos años. Tiempo narrativo que ha influido tremendamente a determinada generación y que se debe volver a revisar (también se cumplen 25 de otra gran comedia de aventuras como es Los Goonies, de Richard Donner) pues en esa revisión están muchas de las claves para decodificar muchas obras artísticas del presente. Los 80 no están sólo en los floggers o en los neopop, los 80 están en todos aquellos que los vivimos, nos guste o no, y la cultura y el arte de hoy tienen en su totalidad alguna parte de eso que Volver al futuro, por ejemplo, guarda en tres piezas fundamentales.