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El director nacional de Cultura, Hugo Achugar, con Martín y Valeria, que exponen la obra de Ernesto Rizzo, anoche, durante la ceremonia de entrega del 54º Premio Nacional de Artes Visuales, en el MNAV.

Foto: Javier Calvelo

Hubo transparencia

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Se entregó el Premio Nacional de Artes Visuales, tras un proceso con vicios de forma y controversias.

Polémica antes y polémica durante. La obra ganadora del 54º Premio Nacional de Artes Visuales combina el planteo de un tema urticante -el trato público a los enfermos de cáncer- con una altísima exposición personal de la familia de su autor, el fotógrafo Juan Ángel Urruzola. Y, como se sabe, el propio concurso estuvo cuestionado, tras una posible anulación por vicios formales que finalmente no se produjo. Mientras algunas autoridades ensayaron explicaciones y pedidos de disculpa, los artistas mantuvieron sus críticas previas. El Museo Nacional de Artes Visuales, a todo esto, estuvo colmado de público, como viene ocurriendo en los últimos años durante esta ceremonia.

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Había 35 obras en exposición, pero la mayoría de las miradas se las llevaron el poeta Martín Barea Mattos y la escultora Valeria Píriz. En realidad, ellos eran parte de una de ellas, ¡Las ropas nuevas del emperador están listas!, instalación de Ernesto Rizzo que incluye un par de trajes de plástico transparente. Barea y Píriz se los calzaron, sin ninguna otra prenda debajo, y salieron a caminar entre los numerosos asistentes, “desnudos pero vestidos”.

Si éste fue el “premio del público”, los elegidos del jurado fueron Chau Bea, una serie de fotografías de Juan Ángel Urruzola, que se llevó el Primer Premio (adquisición por parte del Ministerio de Educación y Cultura -MEC- valuada en 10.000 dólares); Épica y estrellas, un conjunto de doce piezas que incluyen abrojos y algodón, de Diego Focaccio (segundo premio); Mercenario TWGR, pintura en modo sténcil, de Santiago Velazco (tercer premio); Manuela, óleo de grandes dimensiones con lentejuelas, de María Clara Rossi (cuarto premio); Cuatro posiciones para un cuadrado negro, trabajo con cintas sobre superficie plástica, de Martín Pelenur (beca del Goethe Institut); Sutil y perversa, fotografía en color de Luciana Damiani (premio del Centro Cultural de España), y Hain, dibujo de Ana María Dolder (Pequeño formato / artista emergente, Compañía de Oriente).

Duelo en público

La obra de Urruzola está diseñada para impactar. La Bea que retrata es la antigua pareja del artista; en seis de las siete fotografías que forman la serie, la mujer, sufriente y acompañada de sus hijos, presenta la calvicie que padecen las personas que reciben quimioterapia; la restante imagen funciona como testigo, y Beatriz, en un momento que suponemos anterior, exhibe una bella cabellera.

“Bea es la madre de mis hijos y murió hace cinco meses y medio”, explicó en conversación aparte Urruzola. “Ella ha sido mi principal modelo a lo largo de 20 años. Cuando yo le saqué fotos pensábamos que ella se iba a recuperar. Pero cuando se disparó esto hace unos meses le dije que quería registrarlo pensando en que quedara un registro de cómo habíamos reaccionado. Porque después yo sé de las trampas de la memoria, te empezás a sentir culpable y demás. Filmé mucho, tengo mucho registro, pero eso no sé si lo voy a transformar en algo. Esta serie, con esa cosa roja, me hace acordar a La piedad, me parece que trascendía la historia personal. Amigos que tienen cáncer me agradecen que hable de estas cosas. Hay muchas cosas de las que no se habla. Cada noche en 300.000 ó 400.000 casas se prende la tele y se ven esos cuerpos todos retocados en los programas de Tinelli, que simulan estar cogiendo, mientras la familia está cenando. Eso lo aceptamos, pero hablar del cáncer, de afectos, de dolores, de la muerte, es raro. En realidad, lo que es raro es esta sociedad en la que estamos metidos”, dijo el fotógrafo.

“Cada uno hace los duelos como puede. Beatriz murió hace cinco meses y medio. Creo que a nosotros nos ayudó este proceso de las fotos, a mis hijos y a mí. Para los chiquilines creo que era importante. A mi hija le interesó mucho. A mi hijo, en cambio, le parecía que lo que pasó es un asunto privado que no le importaba a nadie. Se sorprendió de que lo aceptaran y evidentemente lo descolocó que le dieran el primer premio. A mí también. Ni siquiera sabía cuánto era el premio”, expresó el artista.

Urruzola ha realizado diversos trabajos con fotografías de desaparecidos, como la muestra Miradas ausentes, que intervino la fachada del Centro Cultural de España en 2006. El fotógrafo no considera que su actual trabajo sea un extremo en su carrera: “Lo personal siempre está presente. Los trabajos que he hecho sobre dictadura y memoria son mis historias. Siempre dije que yo podía ser una de esas fotitos. En realidad uno siempre habla de sí mismo”.

Tal como hiciera Diego Focaccio al recibir el premio, Urruzola, firmante de la carta pública que el grupo de artistas seleccionados hizo circular cuando parecía que el concurso se suspendía, se mostró crítico hacia la organización: “Nos dejó satisfechos que el concurso se hiciera, pero ha habido muchos problemas de gestión en la Dirección de Cultura. Nunca se explicó claramente por qué esto está acá. La gente le dice ‘el salón trucho’. La izquierda cuando llega al gobierno tiene un programa escrito muy chiquitito. Dicen cuatro cosas y de cultura hay mucho menos. De artes plásticas, imaginate. Pero eso no quiere decir que lo que hay para hacer quede librado a la genialidad del jerarca de turno. El camino es participación, transparencia, legitimidad de las políticas, llamado a los interesados. Es la única manera: construir legitimando”.

Los chicos crecen

Al parecer, el ministro Ricardo Ehrlich trató de explicar las marchas y contramarchas del concurso, pero su peculiar dicción y la pésima amplificación de la sala impidieron la comprensión cabal de su discurso. Mientras que la subsecretaria María Simon teorizó sobre la importancia de la representación visual para el autorreconocimiento de una sociedad, fue el director de Cultura, Hugo Achugar, quien aludió a los problemas de gestión que atravesó el certamen e, indirectamente, también se refirió a otras irregularidades ocurridas en su ámbito, como el problema con las bases del concurso radial de adaptación de obras de Florencio Sánchez.

Tras referirse a Carmelo Arden Quin, artista a quien homenajea el actual Premio de Artes Visuales, como un “hito del arte occidental”, Achugar se refirió a los problemas del MEC como una “crisis de crecimiento”. En su visión, la Dirección de Cultura ha atravesado complicaciones por causa del volumen de actividad que despliega -mencionó que hay 50 programas simultáneos-, agravadas por una estructura funcional que no se ajusta a esos cometidos. “A veces los pantalones quedan cortos y hay que llamar al sastre”, dijo.

El sastre estaría camuflado en la próxima Ley de Presupuesto, que incluiría un cambio en la modalidad laboral que impera en gran parte de la Dirección de Cultura (los llamados “contratos cachet”). El jerarca también anunció que habrá otras medidas que fortalecerán la institucionalización de su dirección, que es una Unidad Ejecutora desde hace sólo dos años. Además de esa novedad, Achugar anunció que en 2011 un Gran Premio a la Música se sumará a la serie de distinciones oficiales.

Achugar cerró su discurso aludiendo a los presentes, pero también a la abrumadora mayoría de uruguayos que estaba fuera de la sala: se refirió a los “creadores” y también a los “ciudadanos” que su dirección debe atender.

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