Como un producto emparentado con esos libros que novelan películas exitosas y las ediciones lujosas de guiones de films de culto, aparecen ahora impresos los textos del programa Prohibido pensar, que conduce Sandino Núñez. Verdadero quiebre en la concepción de lo que podía llegar a ser un programa cultural nacional (hasta entonces los mejores ejemplos se limitaban a excesos documentales o a radiales mesas de entrevistas), Prohibido pensar apostó a poner a un filósofo trabajando en cámara, y ganó. Dirigido por Leo Lagos (por las dudas: hermano de quien firma) y Diego Martino, el programa fue uno de los puntos altos de la renovación de contenidos que atrajo Claudio Invernizzi para la Televisión Nacional a partir de 2009. El amplio segmento de público que cautivó y su peculiar recepción positiva en ambientes reacios a ver la comunicación de masas como un ámbito propiciador de la reflexión le confirieron a Prohibido pensar un cierto estatus de “política de Estado” que garantizó su continuidad durante tres temporadas (hasta ahora).
Son esos tres ciclos los que compila esta edición, aunque los programas no se ordenan tal como fueron emitidos: los textos están agrupados por áreas más o menos temáticas, intercalando así los envíos de las primeras temporadas, que desarrollaban un mismo asunto a lo largo de los tres bloques, con los de la última, de intervenciones más breves y acotadas. Este remapeo trae como beneficio obvio la variedad, ya que alterna preocupaciones teóricas de Núñez con sus opiniones puntuales en temas de estricta actualidad, pero también funciona como extensión amable del ssitema que el pensador ya había desarrollado en sus anteriores publicaciones, Lo sublime y lo obsceno (2005), Disney War (2006), Cosas profanas (2009) y, especialmente, El miedo es el mensaje (2007), en el que se ocupa fundamentalmente de la situación de las actuales costumbres comunicativas.
Éste es uno de los puntos paradójicos que plantea Prohibido pensar como programa (y que tal vez como libro despeje): en tanto crítica a la televisión emitida desde la televisión, cabe la posibilidad de que resulte inherentemente ineficaz. Pero esto sería, en parte, considerar a Núñez un crítico de espectáculos o, en el mejor de los casos, un crítico cultural, cuando también se puede entender su permanente referencia al mundo del audiovisual como una incursión en un terreno compartido, en un lenguaje común con el público televidente, desde el cual poder desarrollar sus objeciones -más profundas- al presente estado del modo de producción capitalista. A su vez, lo televisivo (que incluye, por supuesto, los reclames) es utilizado por Núñez como puente de acceso a una supuesta alma, mente o espíritu de la sociedad actual que le interesa (psico) analizar.
Yo prefería estudiar y hasta leer
De que Sandino Núñez mira mucha “neo-meta-para-posmo-televisión” no hay dudas. Revisando el libro, aparece particularmente prendido a la pantalla de Teledoce, con Tinelli y la adicción infantil que genera, la extraña legitimación de debates inverosímiles que despierta Esta boca es mía y la ausencia de una formación integral que puso en evidencia la “campaña de valores” del canal. Muchas de estas objeciones puntuales, que en la tevé resultan particularmente disfrutables, caen un poco en el pasaje al impreso, acercándose al formato de “columna de opinión” y sus eventuales caprichos, en tanto los textos más densos no pierden demasiado en su natural retorno al mundo libresco, y son los que menos sufren con la ausencia del innegable carisma didáctico de Núñez, potenciado en la pantalla por las distorsiones “alucinatorias” -nunca “delirantes”- de la edición audiovisual.
Con todo, Prohibido pensar, el libro, permite recuperar los episodios más brillantes del programa televisivo. La oposición de Núñez a la idea de que “todo es cultura” y su combate a la “nueva izquierda culturalista” que teme a los juicios de valor, su rescate de Rodó -y del intelectual de antaño en general- como una figura antiterritorial, su concepción de lo territorial y lo obsceno como lógicas de dominación, su “alerta compañera” a concebir el poder en sus encarnaciones más etéreas, su diferenciación entre política y democracia, todo esta ahí. Es particularmente disfrutable revivir algunas de las intervenciones más efímeras del programa. En la sección “Mondiale”, por ejemplo, Núñez utiliza el drama de la “mano de Suárez” en el partido de la selección contra Ghana para ejemplificar la diferencia entre ley (que supone un sujeto que la interpreta) y regla o protocolo (que simplemente consagra un procedimiento) de una manera mucho más llegadora que en los varios capítulos que le dedica en Disney War. También es bueno ver ratificadas por escrito algunas de las intervencoines más jugadas de Núñez en asuntos de innegable importancia política, como su magnífca defensa de un mínimo presupuestal para la enseñanza. “La reivindiación de un seis por ciento del PBI para la educación ni siquiera debería estar planteada hoy. La educación es la razón política por excelencia (ni la seguridad ni la defensa son parte de esa razón)”, dice Núñez en “Acto político, acto económico”. Se trata de uno de los momentos más altos de Prohibido pensar, en el que una lucha concreta (presupuesto para la educación) se funde con la causa general (una invitación a rescatar la política de las garras de la economía).
Complemento ideal de una exposición insuficiente al programa televisivo que le da origen, Prohibido pensar mantiene su potencial subversivo y funciona como buena vía de entrada a la cabeza de Sandino Núñez. Pero, en tanto replay, también habría que ver cómo se compararía con un paquete rival: una edición en DVD de los programas originales. ¿Qué preferiría el público?