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Río Negro a la altura de San Gregorio de Polanco.

Foto: Aler donadío

Daños colaterales

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La mortandad de peces no es casualidad.

El viernes 16 se presentó en el Atrio de Montevideo el libro Agrotóxicos hunden pesca artesanal de agua dulce, publicado en febrero de 2009 por la filial uruguaya de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (Rapal), bajo la autoría de María Isabel Cárcamo, referente de la institución en Uruguay. La publicación da cuenta de contaminaciones producidas por agrotóxicos utilizados en cultivos forestales, sojeros y arroceros de nuestro país.

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Editar

“Rapal Uruguay ha considerado importante tomar el tema sobre los impactos de la pesca en agua dulce a raíz de las repetidas denuncias registradas de mortandad de peces a través de medios de comunicación en distintas zonas del país y otras que nunca han sido ni siquiera conocidas por los pueblos cercanos donde han ocurrido. Sin embargo los pescadores las han vivenciado y sufrido, particularmente en los momentos en que se aplican agrotóxicos y más aun después de las lluvias, que los arrastra desde los sembrados hacia los cursos de agua”, fundamenta la autora María Isabel Cárcamo en el prólogo de la edición del libro Agrotóxicos hunden pesca artesanal de agua dulce.

El libro realiza una aproximación sobre la pesca artesanal en agua dulce en Uruguay y el impacto de los agrotóxicos. Incluye anexos con artículos de prensa sobre mortandad de peces y una lista de “sustancias tóxicas y altamente tóxicas” que se utilizan en nuestro país y que afectan a los organismos acuáticos, información que puede ser consultada en el sitio web de la organización, www.rapaluruguay.org. Si bien el material apunta a describir los casos de contaminación en peces de agua dulce, también se mencionan daños en organismos de agua salada.

Cárcamo advierte que el riesgo de contaminación crece a medida que aumenta la utilización de agrotóxicos, que se incrementó notablemente con la expansión en Uruguay de los cultivos forestales, así como de soja y de maíz transgénico.

El libro alerta sobre la posible incidencia en los consumidores de peces contaminados que no hayan muerto, y asegura: “No se logrará saber hasta qué punto el pescado está en condiciones óptimas para su consumo, si no se realizan análisis periódicos sobre este alimento, ni menos aun si en nuestro país se permite el uso de sustancias altamente tóxicas para animales acuáticos”.

Cárcamo insiste en los posibles perjuicios que puede traer este consumo en los pescadores artesanales de agua dulce y en sus familias, para los que el producto obtenido forma parte de la dieta básica alimenticia.

Recortes de prensa

En el anexo con artículos de prensa se exponen algunos casos en los que no se verifica que las causas de la mortandad respondan a la utilización de agrotóxicos. En muchos casos el motivo no es confirmado, lo que tal vez responda a la falta de estudios o a la ausencia de cobertura mediática de las resoluciones finales. De todos modos, se detallan usos de productos químicos que aseguran la contaminación de cursos de agua.

Uno de los casos en que se verificó la contaminación por agrotóxicos fue el producido en el arroyo Guaviyú, departamento de Paysandú, el 12 de marzo de 2004. Los estudios fueron realizados por la intendencia (luego de no haber obtenido respuesta del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca) y revelaron que la mortandad de más de mil kilos de peces se debía a dos insecticidas utilizados en cultivos de soja: cipermetrina y endosulfán. Los archivos dan cuenta de la ocurrencia de otra mortandad en el arroyo Guaviyú en agosto de 2009, para confirmar las causas de lo cual no se realizaron estudios. En un artículo del diario El Telégrafo productores de la zona explicaron que “ya ni siquiera quedan peces, después de la gran mortandad ocurrida en abril de 2004”, y se recogen testimonios de habitantes de la zona que afirman que “el desastre es consecuencia del lavado en el arroyo de maquinaria y/o recipientes utilizados en aplicaciones de agrotóxicos”.

Otro de los casos expuestos es la mortandad de peces en el río Negro, a la altura de San Gregorio de Polanco, en donde en junio de 2008 se repitió el hecho por tercer año consecutivo. En ese caso, la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos respondió que los peces habían muerto por hipotermia. Los pescadores afirman que esto no sucedía antes. Finalmente, el hecho se relacionó con el incremento de cultivos sojeros, que utilizan productos químicos que “afectan la habilidad del pez para tolerar cambios de temperatura en el agua”, según investigaciones internacionales.

Pequeños grandes niños

El libro detalla el caso de la escuela rural Nº 34, de Puntas de Buricayupí (Paysandú). Esta escuela linda con el arroyo Buricayupí, donde aparecieron peces muertos en marzo de 2007. En aquel momento, alumnos de la escuela se propusieron conocer las causas y realizaron una investigación, en el marco de los clubes de ciencia del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Los resultados indicaron que los peces murieron a causa del endosulfán, utilizado en las plantaciones de soja. La escuela fue premiada por el trabajo realizado por autoridades del MEC, y a fines de 2007 recibieron el reconocimiento del entonces vicepresidente, Rodolfo Nin Novoa. De acuerdo con lo que relata el libro, en esa ocasión los alumnos realizaron dos solicitudes para la localidad: tener agua potable y energía eléctrica. Cárcamo denuncia que al día de hoy no se han concretado los pedidos, pese a que el agua tiene color y un olor que no permite que sea utilizada, ni siquiera para lavarse las manos.

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