-¿Por qué motivo se eligió a Uruguay como sede de la cuarta asamblea mundial del GEF?
-Es un reconocimiento al comportamiento de Uruguay ante las Naciones Unidas, la defensa del medio ambiente y la implementación de medidas con respecto a la adaptación al cambio climático. Es la primera reunión que se hace en América Latina. En teoría la idea era que el centro fuera Brasil o Argentina, y el hecho de que hayan elegido a Uruguay es un reconocimiento por su conducta y su papel a nivel de diplomacia internacional. Por otra parte, la trascendencia que ha tenido la política uruguaya en temas ambientales a partir del fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya es un reconocimiento a un modus operandi, a una dignidad, a una forma de hacer las cosas que viene desde antes.
-¿Qué es lo más importante que se va a discutir en la asamblea?
-No se va a discutir, se anunciará la renovación de los fondos. Hasta hace dos semanas la idea era que a lo mejor se venía a enterrar el Fondo de Medio Ambiente, en parte por la crisis internacional y en parte por la frustración de Copenhague en cuanto a los acuerdos no cumplidos; sin embargo, la semana pasada se definió en París la reposición de los fondos. La última había sido de 3,1 billones de dólares y ésta es de 4,7 billones de dólares para los cuatro años, que son insuficientes respecto de lo que se necesita. En la asamblea se comunica el tenor de la reposición y se hace una puesta al día del estado de los principales proyectos que se piensa impulsar en torno a las cuatro líneas de acción de estos fondos de medio ambiente. Vienen los principales ministros de Economía de los países desarrollados y de los países en desarrollo.
-¿Cuáles son los principales proyectos que se piensa impulsar?
-Hay cuatro líneas de trabajo: productos químicos, biodiversidad, cambio climático y el manejo de regiones marítimas. En esos cuatro ejes se presenta un estado de cuentas de la ejecución de los principales proyectos. A su vez, hay toda una autocrítica de cómo se han manejado estos fondos ambientales. En eso Uruguay es modelo de manejo aceptable y exitoso de los fondos, y por eso también se ha elegido como sede.
-¿Ese mal manejo refiere a un mal uso de los fondos?
-Estos fondos de medio ambiente se manejan con cuatro agencias: Naciones Unidas, PNUD [Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo], FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación] y ONUDI [Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial]. Lo que se pretende es incorporar más gestores de los fondos, como organizaciones no gubernamentales, y hacer una evaluación de cómo han sido manejados. Se puso sobre la mesa que a muchos países se les imponen los proyectos, que no son elaborados de acuerdo a las necesidades del país, en parte porque los países no tienen capacidad de diseño de esos proyectos, en parte porque lo que buscan estas agencias a veces es colocar los fondos y no asegurarse de que lleguen a su objetivo. Entonces la presidenta del GEF, Monique Barbut, planteó hacer una mesa de trabajo con una evaluación y aportes del modelo de gestión de los fondos del GEF, para que sean mejor aprovechados por los gobiernos. Eso está bueno para que los países podamos plantear nuestras dificultades.
-¿Qué dificultades se detectan en Uruguay?
-Nosotros tenemos capacidades técnicas y humanas para llevar adelante los proyectos, lo que nos falta a veces es capacidad en tecnología o capacidad para concretar esos proyectos. Pero acá es al revés, a veces los proyectos están años en los escritorios y no tenemos cómo financiarlos.
-Los países receptores también hacen contrapartidas económicas.
-Sí; por lo general el 30% es contrapartida. Pero muchas veces esa contrapartida es en recursos humanos, en infraestructura tecnológica o locativa.
-¿Pero por ese 30% los países no ponen condiciones, están obligados a aceptar los proyectos tal como vienen?
-No. El relacionamiento con Uruguay no ha sido así; lo ha sido con otros países que no tienen la capacidad como para gerenciar o diseñar esos proyectos. Durante el encuentro se quiere poner como ejemplo lo que ha sido la cooperación con Uruguay con cosas muy concretas. Por ejemplo, la introducción de la energía eólica, que se hizo gracias a estos fondos que financiaron los estudios y la concreción de los proyectos, que hacía mucho tiempo esto estaba en la Universidad, en Facultad de Ingeniería, y no había forma de concretarlo, o no había voluntad política. Otro ejemplo es el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, que estuvo 15 años en el Parlamento para que se lo votara. Se votó, pasaron cinco años, no se instrumentó nada y, finalmente, lo que se hizo fue porque había aportes de estos fondos de cooperación.
-¿Cuánto está invirtiendo el GEF en Uruguay?
-Treinta millones de dólares en inversión de cooperación y 110 millones en total con inversión del país, no sólo como contrapartida sino de inversión concreta.
Discusiones internas
-¿Cómo es recibida la cooperación internacional?
-En el gobierno estamos trabajando para acordar la conducta hacia lo que es nuestro trabajo con las cooperaciones o en política ambiental diplomática. Alinear al Ministerio de Relaciones Exteriores con objetivos de los ministerios de Vivienda, de Ganadería, de Salud y de Industria, de manera de tener todos los mismos objetivos y la misma conducta de exigencia interna y de manejo de los proyectos con una prioridad país y no con una prioridad ministerio. El otro tema que empezamos a discutir a nivel de gobierno es no vincular los temas ambientales simplemente con los temas productivos o de desarrollo. El cambio climático está asociado al turismo, a la energía sustentable, pero no hay un direccionamiento fuerte del tema con relación al impacto social: todas las vulnerabilidades sociales que tenemos se ven acentuadas por las inundaciones o fuertes vientos. Estamos sacando gente de sus casas dos o tres veces al año, muchas veces a la segunda inundación ya no les queda nada y responder a esto es parte de un desafío país. Creo que también se ha ido madurando en eso.
-¿Cómo conviven el tema del cambio climático y la conservación de la biodiversidad con la habilitación del ingreso de transgénicos y el aumento de las áreas forestales en el país?
-Es un tema polémico, por algo el Ministerio de Vivienda no está en el gabinete productivo. Lo venimos madurando. Cuando yo llegué a este cargo me dijo Carlos Colacce [ex titular de la cartera]: “Recién en estos últimos tramos del gobierno el Ministerio de Economía ha empezado a entender el impacto económico que tienen los problemas ambientales”. Por otro lado, cuesta articular políticas ambientales con políticas productivas. Es un tema para el cual tenés que encontrar el justo equilibrio; somos un país subdesarrollado y de alguna manera tenemos que generar las puertas que nos hagan salir de esta situación de falta de trabajo. Tenemos que ver cómo procesamos el tema de acompañar el desarrollo con el cuidado adecuado del medio ambiente, y mantener esos equilibrios es algo que estamos construyendo cada día. Por ejemplo, ahora estamos discutiendo el tema Aratirí [proyecto minero], la integración de las distintas visiones del impacto de esta inversión y el equilibrio de los cuidados los vamos construyendo en la medida en que nos vamos metiendo en el proyecto. No hay una política ambiental laudada en el país, esa política ambiental tendría que sostenerse en un ordenamiento del territorio que tampoco está laudado, no hay una posición proactiva frente a las propuestas de inversión o a los modelos de desarrollo, lo vamos construyendo. Es difícil articular políticas con las debilidades de consenso país, pero es posible. En estos pocos meses de gestión las decisiones gruesas están siendo analizadas por gabinetes interministeriales y estamos exigiendo la información necesaria para evaluar y poder tomar las decisiones adecuadas en consenso.