La segunda semana de la serie tuvo actividades menos controvertidas que las de la primera (ver la diaria del 30/4/10). Entre los toques de color, Narda Lepes cocinó pan casero en vivo y Alejandro Dolina volvió a colmar una de las salas más grandes de la Asociación Rural. Con otro tipo de público, tuvo mucho éxito la presentación del libro de la periodista Sandra Russo sobre la vida de la dirigente jujeña Milagro Sala.
Una de las novedades en las que incursionó la Feria fue la realización del Espacio Cómic, que incluyó la presentación de autores como Francisco Solano López o Liniers, firmas de ejemplares, realización de historietas en vivo y concurso de disfraces. Esto hizo que un público que no es asiduo visitante recorriera los pabellones y que alguien disfrazado de Batichica hurgara en la mesa de saldos de algunas de las librerías más antiguas de Buenos Aires.
Los festejos del bicentenario, que abarcan la agenda política y cultural de las últimas semanas, también fueron uno de los pilares centrales de esta edición de la Feria. A diario se realizaron varias charlas y presentaciones de libros vinculadas a este tema con historiadores, literatos, periodistas y políticos. La variedad de los expositores consiguió que los debates no se basaran exclusivamente en valoraciones historiográficas sobre los procesos de la Revolución de Mayo. Además de revisiones sobre la vida de Moreno y Saavedra o la discusión de personajes controvertidos como Mitre y Sarmiento se pusieron sobre la mesa consideraciones más generales sobre estos dos siglos de historia argentina, centradas en la existencia de una identidad nacional, el proyecto de país que se consumó, la esencia del ser argentino, la viveza criolla, la corrupción.
Barcelona-Dublín-Buenos Aires
El catalán Enrique Vila-Matas se convirtió en una de las últimas visitas extranjeras al presentar su novela Dublinesca (Planeta/Seix Barral) la noche del sábado. El escritor dijo que este retorno a Buenos Aires fue “novelesco”, ya que cuatro años antes tuvo que irse de la ciudad acosado por una insuficiencia renal fulminante por la que llegaron a diagnosticarle 24 horas de vida. Después de esa experiencia Vila-Matas decidió modificar completamente su vida: cambió de casa, de barrio y de bebida (ahora pide agua mineral en lugar de alcohol). Sin embargo, volvió a Buenos Aires para alojarse en el mismo hotel en el que cuatro años antes estuvo tan cerca de la muerte, y donde desde la ventana tiene vista al cementerio de la Recoleta. Y se ríe de todo.
“Lo más asombroso para mí es que he ficcionalizado esta experiencia, convirtiéndola en literatura”, dice Vila-Matas. Así es como el protagonista de Dublinesca, un editor de nombre Samuel Riba, tiene un sueño premonitorio (el mismo escritor lo habría tenido en Barcelona mientras se recuperaba de su enfermedad) en el que aparece la ciudad de Dublín como el lugar donde ocurrirá una revelación. Así, Riba, que cree ser el último editor de la historia, emprende un viaje con tres amigos escritores a la capital irlandesa para celebrar el funeral de la era Gutenberg y homenajear al Ulises de James Joyce, cumbre de la vanguardia de la letra impresa en la visión del protagonista. “Lo que quería era hacer una parodia de todos los fines del mundo, y también plantear la paradoja de una persona que no sabe qué hacer con su vida y que encuentra su futuro en celebrar el fin del mundo”, comentó Vila-Matas sobre su obra.
El novelista juguetea toda la noche con relatos que están en el límite entre la vida real y la ficción: “Creo desde la ficción misma, y desde la ficción misma construyo lo real”, señala. Es lo que ocurre con la Teoría general de la novela, obra que es consecuencia de una serie de desencuentros que tuvo Vila-Matas cuando debía dar una conferencia en Lyon y nadie fue a recibirlo. En ese momento decidió encerrarse en su habitación de hotel a escribir lo que entendió que podían ser fundamentos para la novela del futuro. Es lo mismo que le ocurre a Riba en las primeras páginas del libro, pero éste descarta el ejemplar esa misma noche, mientras que el texto del catalán verá la luz en setiembre en Barcelona. En un español de acento ibérico bastante cerrado y con un timbre bajo de voz, que por momentos hacía difícil seguir el hilo de sus palabras, Vila-Matas habló de su relación con Nueva York y de su amistad con Paul Auster, también presentes en Dublinesca. Narró una cena en casa de los Auster “en el centro de Nueva York, donde era inmensamente feliz”, dijo, pese a lo cual no podía dejar de bostezar y hacía todo lo posible para que los anfitriones no se dieran cuenta. Ante cada relato los hinchas-lectores presentes festejaron con risas estridentes, que también opacaban la voz del escritor.
“Con este último libro me he dado cuenta de que he tocado prácticamente todos los temas que me rodeaban en los últimos años, y de que todavía están muy vivos para mí”, dijo el autor, que terminó hablando sobre una de sus obsesiones: la búsqueda del “nuevo lector”. Lo definió como alguien muy inteligente, que asiste a todas sus presentaciones y que se va antes de que terminen (evidentemente molesto por el movimiento del público durante la última media hora). “Ese lector es alguien a quien permanentemente debo conquistar y eso me obliga a superarme en cada trabajo, porque el lector siempre acaba marchándose”, volvió a ironizar.
Las ventas abiertas
Este año hubo varias actividades relacionadas con nuestro país, entre ellas la presentación de libros, actividades musicales y el Día de Uruguay. Para este último se realizó un panel con el tema “Líderes histórico-políticos del Uruguay: conociendo mejor a José Batlle y Ordóñez, Wilson Ferreira y Liber Seregni”. Allí estuvo el embajador uruguayo en Argentina en primera fila, pero se notó menos asistencia de compatriotas que viven en Argentina respecto de otros años.
Sobre el líder del Partido Colorado expuso Daniel Pelúas, quien repasó algunas características de la vida de Batlle y Ordóñez, desde su infancia en el siglo XIX, su pasión por la ciencia, los viajes y el periodismo. “En el siglo XXI ese hombre ya dejó de pertenecer al Partido Colorado y sus ideas llegan a todos los uruguayos”, dijo Pelúas. Acerca de Wilson Ferreira iba a conversar su hijo Juan Raúl, pero un imprevisto le impidió asistir, por lo que un amigo personal del caudillo blanco, Carlos Mendive, relató algunas anécdotas personales. “Era un hombre muy atrayente y el país podía esperar mucho de él”, concluyó Mendive con la voz quebrada. Fernando Butazzoni hizo referencia a las experiencias que le marcaron sus encuentros con el general Liber Seregni mientras escribía Seregni-Rosencof mano a mano. El escritor recordó la trayectoria política del líder del Frente Amplio, al que describió como “un hombre que estuvo en el momento justo en el lugar más complicado y que brilló por su capacidad de pensar estrategias a futuro y por su capacidad de hacer”. Butazzoni relató las dificultades que tuvo para convencer a Seregni de realizar el libro y cerró su exposición describiendo al político como “una luz que me va a alumbrar por el resto de mi vida”.
Alicia Guglielmo, de la Cámara Uruguaya del Libro, dijo a la diaria que en el stand de Uruguay se vendió mucho, en particular libros de ensayos e historia. Los títulos de Idea Vilariño se agotaron y también hubo mucha demanda de autores como Felisberto Hernández, Benedetti y Onetti. Otros temas solicitados fueron los que tienen que ver con el carnaval y la actividad turística.
“Venimos en la medida de nuestras posibilidades y traemos la calidad de nuestros autores, nada más ni nada menos”, dijo Guglielmo. Por eso a la Cámara no le preocupa que a pocos metros deban competir con las ediciones económicas que ofrece la editorial Siglo XXI de los libros de Eduardo Galeano, que promociona con una gigantografía del autor uruguayo apreciable desde lejos. Todavía quedan quienes por unos pesos más prefieren comprar las obras de Galeano publicadas por la uruguaya Ediciones del Chanchito, que en Argentina sólo es posible conseguir en eventos como esta Feria.