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Jornada inaugural del Espacio de Arte Contemporáneo

Foto: Victoria Rodríguez

Arte y máxima vigilancia

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Dónde y cuándo

El Espacio de Arte Contemporáneo está en Arenal Grande 1930 esquina Miguelete. Abre de miércoles a sábado, entre las 14.00 y las 20.00, y los domingos de 12.00 a 16.00.

“El Panopticon es una máquina creada para disociar la dupla mirar-ser mirados: en el anillo periférico uno es mirado en su totalidad, sin poder mirar nunca; en la torre central, se mira todo, sin ser mirados nunca”. La explicación que Michel Foucault elabora de este tipo de prisiones en su Vigilar y castigar parece (más allá de una definición puntual y rica de derivaciones filosóficas de este escalofriante aparato arquitectónico del poder en donde la vigilancia invisible, pero potencialmente perpetua, se vuelve absoluta y castradora) materia fecunda, con su insistencia sobre la “visión”, para reflexionar a la hora de ver convertido el mismo edificio en un museo de artes visuales. El paso sucesivo sería cambiar la palabra “preso” por “obra de arte” y así leer como sigue Foucault: “Es visto, pero no puede ver; objeto de una información, nunca sujeto de una comunicación”. Muchos concordarían con la frase pensando en el rol de todo lo expuesto en sedes museales.

Ocurre que la ex cárcel de Miguelete, que desde el martes alberga el flamante Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), es un penitenciario construido según aquel modelo, ideado a fines del siglo XVIII por el jurista y filósofo progresista inglés Jeremy Bentham, del que en el mundo quedan una veintena de ejemplos y que hasta principios de siglo XX siguieron siendo construidos en todo el mundo. No faltan precedentes en cuanto a este tipo de “transformaciones”: el Museo Nacional de Colombia ocupa el enorme ex penitenciario de Bogotá y hace pocos años en España el panóptico Palacio de Justicia y Cárcel de Vigo fue convertido justamente en el Marco, Museo de Arte Contemporáneo. Sin embargo, las autoridades que inauguraron el martes el nuevo espacio se concentraron en sus discursos en el hecho altamente simbólico de que fuera una cárcel, emblema obvio de opresión y falta de libertad (además de protagonista de recientes eventos trágicos), transformada en un hospedaje de arte, al contrario sinónimo de independencia y liberación expresiva, imaginativa, etcétera, sin mencionar su “rara” tipología.

El acontecimiento es, de todas formas, realmente notable y señala un feliz cambio de rumbo con respecto al último penal “resignificado” del país, la cárcel de Punta Carretas (devenida shopping center). Las apuestas no terminan ahí: como explicó Fernando Sicco, director del EAC, se trata del único lugar en Uruguay dedicado totalmente al arte contemporáneo y a sus problemáticas, pero no sólo de exponer se trata. El proyecto final, a realizarse dentro de unos años, es ocupar los cuatro “radios” (por ahora está funcionando sólo el que da sobre la calle Arenal Grande) con un espacio/residencia para artistas locales e internacionales y una escuela de cine de animación, y construir otra sala expositiva en el gran patio.

Caminar dentro del ala, dividida en tres pisos -dos habilitados y otro, el superior, dejado en su estado original con las celdas ruinosas de presencia espectral-, genera pensamientos contradictorios, pero también muestra un desafío imponente (mucho mayor que la relativa lejanía del museo de los puntos neurálgicos de Montevideo). Impacta de hecho la contratendencia en cuanto a diseño de los espacios expositivos que propenden mundialmente hacia el largo respiro, la dilatación, las salas amplias y fuertemente iluminadas: aquí el tamaño de los calabozos, sus obvias conformaciones tienden a lo angosto, a lo pequeño, a la célula y no al macroorganismo.

No obstante, las varias “muestras” con que se inauguró el EAC -todas fruto de convocatorias abiertas como serán la gran parte de las exposiciones futuras- demuestran, más allá de los resultados puntuales, que no sólo son aptas para lucir arte, creando especie de nichos “íntimos” que parecen permitir un diálogo más descansado entre espectador y piezas, sino que pueden generar obras como en la colectiva situada en planta baja Delitos de arte, donde los artistas fueron empujados a una “resignificación del espacio carcelario (15 celdas de 8 m2) mediante intervenciones artísticas libres”, aunque en este último caso puede surgir la duda de que dicho “recurso” pueda agotarse pronto.

De todas maneras, la oferta ya es riquísima: los videos y fotos de Cómo sos tan lindo de Paula Delgado, las instalaciones Cómo llegar a las masas? de Ricardo Lanzarini y Coincidencias de Rulfo, la mini colectiva Mujeres memoriosas (con obras de Cristina Casabó, Águeda Dicancro, Lacy Duarte, Magela Ferrero, Nelbia Romero y Margaret Whyte). Finalmente, una cita: una buena oportunidad de descubrir este nuevo y, según las premisas y promesas, vital espacio es el happening/performance Proxi a cargo de Paula Giuria y Ezequiel Steinman, este sábado a las 18.30.

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