-Uno de los puntos más fuertes de La vida útil, y que le da otra densidad, es el momento de quiebre que se da con “Los caballos perdidos”. ¿Cómo diste con esa canción de Leo Maslíah?
-Federico Veiroj: Es que esa canción la tengo muy presente porque me gusta mucho y me emociona mucho, y cuando estaba trabajando en el guión de la película, sabía que había un momento en el que iba a pasar lo que pasa en la película y tenía ganas de contarlo con un clip con esa canción, porque el espíritu de esa canción venía a cuento con lo que quería contar en ese momento. Entonces, cuando nos tocó filmar, lo hicimos pensando en esa canción. De hecho, fueron cosas que filmamos mudas, ya sabiendo que iba a estar la canción ahí. Era como la parte más brava, de que se termina el mundo, de desesperación con melancolía, esa cosa de pérdida.
-¿El detalle de aquella placa de la secuencia de los caballos que se ve en Sala Dos fue posterior a la elección de la canción en sí o fue casualidad?
-FV: No, los caballos esos son de una escultura de Hilda López, que es una pintora uruguaya que falleció hace años. Son unos caballos que Cinemateca le había pedido por encargo para La Linterna Mágica. Hay una cosa que no dije en el día de la conferencia de prensa: que en la primera parte de la película nosotros teníamos un primer guión que íbamos a filmar, pero que después no decidimos incluirlo, porque no estaba tan bueno como lo que ya teníamos. Parte de esas cosas que íbamos a filmar eran de la vida cotidiana de ese pibe, de Jorge. Y dentro de la vida cotidiana también había una parte en la que él iba con su padre al hipódromo, era como parte de una de sus actividades de domingo. Había más cosas de lo cotidiano, pero digo con respecto a los caballos, no sólo se terminaba en eso, sino que también estaba ahí, con eso. Y aparte, para mí Jorge tiene algo de hípico él, en sí mismo.
-Está bueno que se priorice eso, dejar que la vida del personaje no fuera más allá de Cinemateca. Si se agregara detalles de la vida con sus padres, esa idea se perdería.
-FV: No era necesario. Además, era un tipo tan particular, tan especial, que yo creo que cualquier espectador puede llegar a hacerse una idea de cómo es la vida de ese señor, un señor que está todo el rato haciendo esas tareas en ese lugar. Creo que es fácil imaginar su vida cotidiana, más allá de que sea la verdadera o no de ese personaje, da igual. Entonces, claro, pensamos: “Para qué darle una, si la nuestra también iba a ser arbitraria, y tampoco era tan interesante de ver”.
-Algo que llama la atención es que en el cine uruguayo una estampa propia es la de personajes que no pueden demostrar su afecto o enamoramiento hacia alguien. En Acné está eso, en las de Rebella y Stoll en su momento también, incluso con ese enamoramiento de Hendler hacia su profesora de italiano. También en Gigante
-FV: Vos decís eso de alguien que está enamorado de otra persona y la imposibilidad de llegar a otra persona… Eso creo que tiene que ver más con el cine en sí que con una nacionalidad. Me parece que las historias de amor en el cine se basan un poquito en eso, como alguien que necesita acercarse a otra persona y la dificultad que está en eso. De hecho, de la misma manera que se prepara un crimen en las películas, o un robo, o una matanza, está la preparación con la dificultad que representa eso, y eso que van a hacer. En las películas de amor es un poco lo mismo. Si no, de primera pasaría lo que tiene que pasar…, me parece que ése es el desafío. Yo no sé hablar por todas las películas uruguayas, pero en Acné justamente era una cosa interesante porque era un pibe que era tímido y que tenía los problemas que tenía, y no tenía las herramientas para acercarse a la mina que le gustaba, y lo que sí podía hacer era acercarse a otras mujeres y de otra manera de la que él quería. Era un poco eso lo paradójico del personaje. En La vida útil creo que capaz que eso está en otro escalón, porque no es solamente la historia de amor hacia esa mujer. Ella está puesta ahí como un mojón, como alguien a seguir, pero nada más. No va tanto por ahí. El pibe de Acné era víctima de un entorno, de un sistema, y el pibe lo que quería era salirse de eso, eso es algo de lo que podría tener en común con La vida útil. Es un tipo que está acostumbrado a una cierta lógica.
-Volviendo al tema del personaje, ¿cómo viviste vos, Jorge, el pasaje de crítico a actor?
-Jorge Jellinek: Muy raro al principio, porque yo no soy para nada alguien que esté en una actividad que se expone públicamente. No hago televisión, por ejemplo. La actividad crítica mía ha sido escribir o hacer radio, por lo tanto estar en el centro de atención de un rodaje era un poco especial y una forma de exponerme que nunca había pasado. Pero bueno, se fue dando naturalmente y a medida que se fue desarrollando el rodaje, fui despojándome de todo lo que podía ser dudas o prejuicios y fui asumiendo un rol, que después de todo no es nada más que eso. Lo único que sí era que no era un actor común. Por un lado, no era un actor profesional, pero, por otro, generalmente cuando se utiliza actores no profesionales suele ser gente que no tiene mayor vínculo con el cine y con la cultura. En este caso era una persona con la que el director podía apelar a ciertos conocimientos o recursos que yo podía tener de mi formación. Había cosas que no necesitaba explicarme porque yo ya las conocía.
-Más allá de que sea un rol, sucede que el personaje se llama igual que vos. Lo mismo sucede con Martínez Carril.
-JJ: Claro, eso es parte del juego que la película está permanentemente presentando, donde se cruza o entrecruzan cosas de la realidad y la ficción, pero yo no dejé nunca de entender que era un personaje. ¿Que tenía cosas mías?, obviamente, como cualquier personaje de cualquier actor. Pero que en este caso, al yo no ser un actor profesional que pueda componer un personaje muy diferente a él, eso me permitía identificarme y sentirme más cómodo frente a lo que me planteaba. Pero, en realidad, tengo muy claro que el personaje de la película no soy yo y que no tengo nada que ver con él.
-¿Cómo te resultó el giro de vivir toda tu vida en el cine, desde estar en una butaca a verte en la película misma?
-JJ: Bueno, yo tenía mucho miedo de eso, porque verme en una pantalla era algo muy extraño. Pero la verdad es que cuando vi la película me llevó más allá de que estuviera en la pantalla, y es por eso que puedo decirte que me resultó disfrutable.
-La película habla también sobre lo que es Cinemateca Uruguaya. Algunas personas han señalado el hecho de que se la retrata como un lugar algo anacrónico y venido a menos.
-FV: La película habla de un lugar que no es la Cinemateca Uruguaya, y desde el momento en que eso pasa, hubo una total libertad. No hubo ninguna preocupación de estar diciendo algo que está representando a la institución. Es una ficción y es lo que es acorde a la vida de ese personaje. Para contar la historia del personaje era necesario que pasaran determinadas cosas en su lugar de trabajo, que es una cinemateca, que es algo que hay en muchos lugares del mundo y todo, pero al ser la Cinemateca Uruguaya algo muy cercano a la gente que le gusta el cine, por momentos a algunos les parecería como un documental. Es decir, construí una película que nada más se elaboró en algunos espacios de Cinemateca Uruguaya y con algunas de las personas que trabajaban en ella. Trabajamos en esos lugares, eso para mucha gente puede representar algo más y me parece que es bienvenido y todo, pero que no soy yo quien lo tiene que decir.
-JJ: Cuando conversamos del proyecto teníamos claro que era la historia de una persona que trabaja en determinado lugar que es una cinemateca. Obviamente que la referencia a la cinemateca es obvia porque estamos en Uruguay. Si estuviésemos en España sería la Filmoteca de Madrid y sería otro ambiente, con características distintas, pero similares, porque todas las cinematecas en el mundo, más allá de sus problemas de recursos, o lo que sea, son ambientes parecidos.
-FV: No es que las cosas se hagan con inocencia o no, yo ya sé que está Martínez Carril, yo sé que la gente que actúa es ésa, ya sé que por esos lugares mucha gente de la que va a ver mi película pasó y lloró, y se peleó con su novia y estuvo en esos lugares. Yo también, yo también fui espectador, yo trabajé en ese lugar, entonces lo que te puedo decir de mi experiencia personal es que me animó a filmar en esos lugares y trabajar con esas personas, porque conozco todo de primera mano. Conozco la institución misma, lo que fue su historia, lo que ha representado en tiempos difíciles como en la dictadura, que fue el momento más importante de resistencia cultural de nuestro país, y no me es indiferente eso. No es que quiera despegarme de eso, es algo que está ahí… Yo hace ocho años hice un documental de la institución de Cinemateca. Eso sí es lo que tengo para decir de una institución que me merece un respeto importante.
-JJ: Más allá de eso, es una originalidad de la película. El mundo de las cinematecas es un lugar que curiosamente el cine no ha reflejado mucho. No hay muchas películas que se ambienten en ese mundo. Sí hay películas que se ambientan en un rodaje y en la producción de cine. Pero, curiosamente, no en el lugar donde el cine adquiere todo su sentido de obra de arte, que es el lugar donde se lo preserva. Es como decir que un escritor haga un libro de una persona que trabaja en una biblioteca. En ese lugar tan especial es donde está toda la historia del cine. Hay un poco toda esa artesanía que tiene que ver con proyectar la película, escribir el boletín, hacer el comentario en la sala, atender en la boletería, todo eso que puede hacer una misma persona. Lo que pasa es que acá estamos hablando de cine, y el personaje, ese viaje hacia el exterior lo hace a través del cine. Ése es el marco de referencia que puede tener. Es un personaje que retomó un contacto con el medio y empezó a volver a la realidad, que está construida por él, y de ahí viene la escena del discurso.
-Lo que comentás es interesante, porque estás hablando de una disputa originaria e histórica del cine: la idea del cine-realidad y el cine en tanto ficción, los Lumière contra Méliès, también se ve en el monólogo sobre la mentira que se da en el film. En cierto modo se retoma esa temática.
-JJ: Obvio. Siempre el cine va a ser una mentira, una mentira 24 veces por segundo, como dice Godard. Pero también hay una verdad 24 veces por segundo, siempre está esa dualidad. Por eso la reivindicación de él y parte de ese juego en el cual él se asume como personaje y eso lo lleva a reinventarse y seguir un camino que vaya a saber después cómo seguirá.