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Libro. Conciencia y estructura, de Oscar Masotta.

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La figura de Oscar Masotta (1930-1979) tiene, entre otras virtudes, la de exagerar muchas de las tensiones que atravesaron los intelectuales en la década larga del 60. Para algunos un innovador, para otros un difusor hiperactualizado de las teorías europeas más recientes, para otros un oportunista que se limitó a detectar para dónde iba a soplar la corriente (o qué corriente iba a soplar más), lo cierto es que Masotta experimentó como pocos en esta parte del mundo el conflicto entre las distintas formas en que a lo largo de esos años se fue concibiendo la revolución (como posibilidad cada vez más remota en una Europa occidental que distribuía más parejamente la renta, como acontecimiento inminente en Latinoamérica tras el ejemplo cubano).

Vinculado a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, los primeros escritos de Masotta aparecen en la revista Clase Obrera (de explícita filiación marxista) aunque son sus aportes para Contorno (publicación dirigida por los hermanos Ismael y David Viñas, de poca difusión en su momento, pero revalorizada luego por su cruce de análisis político con crítica literaria) los que mejor definen su trabajo hacia fines de la década de 1950. Junto a JJ Sebreli y Carlos Correas, Masotta conformó dentro de Contorno un “subgrupo” (al decir de Jorgelina Corbatta) marcado por la fenomenología de Merleau-Ponty y por el existencialismo de Sartre.

En 1960, tras una crisis personal, Masotta comienza a psicoanalizarse y a través del contacto con Enrique Pichon-Rivière y la lectura de Althusser aborda la obra de Freud desde Lacan. En paralelo, se acerca a la antropología de Lévi-Strauss, a la lingüística de Roman Jakobson y a la semiótica en plan Barthes-Eco, entre otras tendencias del estructuralismo francés. Hacia mediados de la década se vincula al instituto Di Tella, donde “organiza” happenings, monta la primera exposición de historietas en Argentina y se convierte en un teórico y crítico del arte pop.

La década siguiente marca el doble exilio de Masotta: por un lado, concentra sus actividades en la implantación del lacanianismo en Buenos Aires, restringiendo así su incidencia en la más general esfera pública; por otra parte, debe abandonar su país con la dictadura de 1976 y se establece en Barcelona, donde amplía a todo el mundo hispano su rol como profeta de Lacan.

¿Qué es la literatura?

Conciencia y estructura es una compilación realizada por Masotta mismo en 1967 y 1968, ahora reeditada con un informado prólogo de Diego Peller. La forma en que Masotta clasificó sus escritos (“Filosofía y psicoanálisis”, “Crítica y literatura” y “Estética de vanguardia y comunicación”) le permite a Peller hablar de “tres Masotta” a nivel temático, que no se corresponderían con el desarrollo cronológico de su pensamiento (dado que el predominantemente psicoanalítico sería el último Masotta, ya desligado de su pasado “filosófico”). Para Masotta, en cambio, no se trata de etapas excluyentes, sino complementarias; en su propio prólogo aclara: “Yo no he evolucionado del marxismo al arte ‘pop’; ni ocupándome de las obras de los artistas ‘pop’ traiciono al marxismo de antaño... al revés, al ocuparme de esa nueva tendencia viviente de la producción artística más contemporánea, entiendo permanecer fiel a los vacíos, a las exigencias y a las necesidades de la teoría marxista”.

“Filosofía y psicoanálisis” reúne cuatro textos escritos hasta 1960, en los que Sartre dice presente en los primeros renglones y una ponencia de 1965 publicada en la revista del Instituto Pichon Rivière de Psicología Social. Dentro del apartado, se destaca el artículo (publicado en Marcha en 1960) “Destrucción y promoción del marxismo contemporáneo”: lo que comienza como un comentario a la Crítica de la razón dialéctica de Sartre se transforma en una denuncia sobre el vigor de la teoría marxista contemporánea, que Masotta ya veía decaer, y una especulación abiertamente provocadora acerca del poder revitalizador que Heidegger (¡el filonazi!) podría llegar a tener, vía Sartre, en ese campo, y a su vez sobre la influencia que Marx, vía Lukács, pudo haber llegado a ejercer en el ambiente de Heidegger.

El capítulo más extenso (y central), “Crítica y literatura”, tiene mayoría de textos publicados en Contorno: críticas ideológicas a la revista Sur y a la obra de Güiraldes, Lugones, Ricardo Rojas, David Viñas. También incluye la emblemática presentación que en 1965 hizo Masotta de su colección de ensayos Sexo y traición en Roberto Arlt. El texto se titula “Roberto Arlt, yo mismo” y sintetiza un procedimiento argumental que, aunque basado en el trabajo de Sartre sobre Genet (Saint Genet), se desmarca de los recursos de la crítica contemporánea: Masotta pone al frente su relación personal con la obra del autor estudiado (“lee a Masotta en Arlt”, dice Ricardo Piglia) y ese cruce entre lo autobiográfico y el examen crítico vuelve perennes a éste y a otros trabajos de Masotta.

Lo que más sorprende de la tercera parte, “Estética de vanguardia y comunicación”, es la rapidez con la que Masotta tomó contacto y asimiló muchas de las herramientas desarrolladas por el estructuralismo europeo. Sus “Reflexiones presemiológicas sobre la historieta”, por ejemplo, están “al día” con los trabajos de los narratólogos franceses (y de Umberto Eco en el campo específico del cómic), lo que, desde Uruguay, donde ese tipo de pensamiento llegó a la academia casi veinte años después, parece casi inverosímil. En “Después del pop: nosotros desmaterializamos” (1967), Masotta comienza explorando las acepciones del término “happening” por estos lares, para luego explicar su rol en la difusión de esa práctica primermundista y terminar con un esclarecedor ensayo sobre la función de las vanguardias, tanto artísticas como teóricas, en el mundo desarrollado y en Latinoamérica.

Modos de la polémica

Dos de los textos de la sección principal, por su modulada virulencia, dan una buena idea de por qué el estilo de Masotta sigue siendo seductor (sin mencionar lo agradable que se vuelve su prosa porteña por comparación con la aridez de la de sus contemporáneos locales, aunque ese fenómeno excede a un tiempo o a un género concreto) y de por qué Alberto Giordano subtituló De Borges a Masotta la primera versión de su estudio Modos del ensayo.

“Sur o el antiperonismo colonialista” desmenuza la ideología profunda de la revista de Victoria Ocampo, que tras la caída de Perón en 1955 dedica un número a la reflexión “por la reconstrucción nacional”. Embebido del anti-antiperonismo que propulsaba Contorno, Masotta aquí arrincona, con lógica propia de la guerra fría, al “espiritualismo” de una élite que decidió ignorar por completo la relación entre los reclamos populares y el ascenso del justicialismo.

Casi opuesto, “Anotación para un análisis de Sebreli” es un ataque ad hominem: concebido como apoyo a Eliseo Verón (quien mantuvo una polémica con Sebreli en las páginas de Marcha durante 1967 a propósito de la incompatibilidad entre marxismo y estructuralismo), Masotta no duda en recurrir a su conocimiento personal de un amigo para desnudar sus carencias intelectuales y sus secretas intenciones políticas. Sin embargo, detrás de esa disputa entre conocidos -que no deja de reflejar cierto componente individualista de la política argentina- está el enfrentamiento mayor que con la “heterodoxia” se propició desde Cuba (aunque se hace explícito más tarde: en 1970 Fernández Retamar condena al estructuralismo por “burgués”).

De igual modo Cuba fue en aquellos años uno de los centros del impulso antiintelectualista que terminaría (junto a otros factores) por encerrar a varios pensadores en las paredes de la academia o por desterrarlos a campos de influencia restringida (como Masotta en el lacanianismo). Pero un poco antes de ese alejamiento, en el primer prólogo a Estructura y conciencia, Masotta declaraba, fiel a Althusser: “Lo que ha cambiado es tal vez la manera de entender el rol del intelectual en el proceso histórico: cada vez comprendo más hasta qué punto ese rol tiene que ser ‘teórico’; esto es, que si uno se ha dado la tarea de pensar, no hay otra salida que tratar de hacerlo lo más profundamente, lo más correctamente posible.”

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