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Mariana Lucía.

Foto: Javier Calvelo

Nostalgia bilingüe

4 minutos de lectura
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Con la cantautora Mariana Lucía.

Parte de una generación que se crió escuchando MPB y Canto Popular, que se formó musicalmente en los fogones de Rocha y que comenzó su carrera cantando por el mundo, Mariana Lucía es una artista que conserva la esencia y la nostalgia musical de los que, debido a un contexto político, traspasaron fronteras. Integrante de efímeros colectivos musicales como Rey Tambor, Coolpables, Caos Polonio y Lavanda, actualmente Mariana Lucía está difundiendo su primer disco, denominado Ser/afín, nombre que también designa a su proyecto musical. Sobre este proceso de crecimiento y su momento musical la diaria conversó con ella.

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-¿Qué significado tuvo Brasil en tu proyecto musical solista?

-Mis padres eran uruguayos y se fueron a vivir a Brasil en la época de la dictadura; yo nací en San Pablo pero viví más tiempo en Río de Janeiro. Fue en esa primera infancia que las cosas quedaron muy impresas. Recuerdo que cuando volví a Uruguay, cada vez que sonaba la música brasileña en mi casa, a mí se me re pegaba. En ese momento empecé a generar una afectividad consciente respecto del significado que esa música tenía para mí.

-¿Qué más se escuchaba en tu casa?

-Mi viejo escuchaba mucha música uruguaya, sobre todo Jaime Roos, pero también Violeta Parra, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Mi madre, en cambio, se enamoró de Brasil. Ella y su vecina escuchaban mucho Chico Buarque, Elis Regina, Gal Costa y todo lo referente a la MPB.

-¿Cuándo se trasladaron esos sonidos a lo personal y a lo artístico? Es decir, ¿cuándo comenzaste tu carrera?

-Cuando volví a Uruguay. Yo era muy amiga del músico Marito Maeso, que también era amigo de Martín Buscaglia. Con ellos comencé a vivir noches y fogones en los que yo interpretaba canciones de Marisa Monte y Sade. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que mi voz sonaba lindo por ser bilingüe. De todas formas, la decisión de cantar profesionalmente vino muchos años después, cuando me salió un laburo en un crucero americano.

-En ese tiempo muchos músicos locales empezaron a trabajar en cruceros porque era una buena oportunidad económica. ¿Cómo ocurrió en tu caso?

-Ringo Thielmann, el bajista de Opa, necesitaba de apuro una cantante joven que se animara a cantar un repertorio latino. Yo no tenía idea, pero ante la sugerencia de Hugo Fattoruso y su novia me animé, de puro rostro. Era un trabajo, tenía que ver con las tablas y con cantar todos los días de manera profesional. Fue muy divertido ver a un montón de argentinos y uruguayos cantando merengue y robando la plata.

-¿De alguna forma lo viviste como una escuela y un entrenamiento adicional?

-Tenía esa sensación que sentís cuando salís de la facultad: una cosa es cuando estudiás y otra cuando empezás a ejercer. Pienso que esto pasa mucho en Uruguay, donde hay buenos músicos y estudiantes de música que no pueden desarrollar en la práctica el ejercicio de la profesión porque el mercado es muy chico. Son muy pocos los que tienen la posibilidad de desarrollar esa inteligencia que tiene que ver con el público y con el escenario.

-Pero la cosa también debe de haber tenido sus desventajas.

-Me acuerdo de que en el único día libre que teníamos en el crucero, cuando a mí siempre me dolían mucho las cuerdas, nos encontrábamos con la tripulación solamente para saludar a los pasajeros que se iban. Era muy careta vivir esa política de la empresa americana del always smile, donde no tenés vida personal porque vivís donde trabajás; yo vivía en una cabina donde dormía en una cucheta y no tenía intimidad. Los barcos tienen esa cosa interesante y bizarra a la vez: son una gran familia en alta mar. Quienes trabajan allí se casan entre ellos y viven colgando las fotos de sus familiares en la pared, como si fuera su casa. Pienso que uno tiene que vivir la experiencia; a veces la vida es muy misteriosa y te hace invitaciones para que vos experimentes y puedas sacar herramientas que te van a posibilitar hacer lo que vos creés que querés, pero después la experiencia te muestra lo que vos creías. Después de esa experiencia decidí comenzar a cantar en colectivos mientras escribía canciones para mí.

-Quizá por aquellas impresiones esas canciones sean más en portugués que en español.

-Al principio escribía las canciones en portugués porque me salía más fluido. Me doy cuenta de que con el español tengo que activar otro lugar de mi cerebro, lo siento más racional y lógico. El portugués lo vivo desde lo intuitivo, y pienso que esto tiene que ver con haber vivido mi primera infancia en Brasil. Hay un modo expresivo del portugués que tengo interiorizado y que me funciona desde ese canal de intuición. El español me resulta más difícil; es un idioma árido para componer, sobre todo el español criollo, que tiene esa sonoridad tan dura y particular, que es lo que hace que el tango suene bien.

-Después de participar en tantas bandas y colectivos, ¿cuándo empezó tu proyecto solista?

-Vino en un momento muy crítico de mi vida, cuando componer con la guitarra era la mejor oración. Tengo un vínculo muy terapéutico con la música, soy bastante catártica, por eso admiro mucho a los artistas que componen desde lo narrativo. En ese momento, para dar una lectura y limar lo estético me junté con Diego Lacuesta para que me ayudara con los arreglos, y empezamos a buscar además un percusionista para armar el trío. Al principio fue un proceso colectivo en el que yo mostraba mis canciones. Comenzamos como un proyecto denominado Ser/afín pero luego pasó a ser Mariana Lucía en proyecto Ser/afín.

-¿Cuál es el concepto de este proyecto?

-En un principio Ser/afín significó la afinidad entre los integrantes del trío. Después viajé con los “serafines”, que son los ángeles de la música dentro de la jerarquía angelical. Yo también tengo un viaje muy místico en el que las letras tienen ese contenido que se fue apropiando de esas canciones. En el inicio yo quería que Mariana Lucía en proyecto Ser/afín pudiera reflejar la sonoridad del trío. Éste es un disco súper casero, grabado en una tarde, y tiene una frescura que captura nuestra afinidad musical. A nosotros nos gusta tocar y por eso sentimos que grabar el disco sólo por pistas podía ser algo frío y que podía perder la improvisación y el lenguaje espontáneo de las canciones.

-¿Qué influencias le notás a Ser/afín?

-A mí me encanta Fernando Cabrera y tengo influencias de Marisa Monte, pero una de las cosas que siempre tuve en claro con respecto al disco fue la de reflejar esa doble nacionalidad, esos dos modos musicales. Mis amigos productores me sugirieron cantar en español o explotar mi línea más pop, pero es mi primer disco y no me importa lo que se pueda leer afuera, aunque tampoco me adhiero a los artistas a los que no les importa nada, porque creo que lo que un artista quiere es comunicar. También quería que el disco reflejara canciones de épocas muy distintas con cosas sueltas que fui tejiendo. Fue un proceso de integración entre diferentes géneros, como la bossa y el folclore, que se unificaron por la sonoridad del trío. Hay que tirarse al agua y experimentar, esto es lo que te va engordando, sobre todo en Uruguay, donde hay pocas posibilidades de desarrollo en lo que tiene que ver con tocar.

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