-Hagamos un poco de historia. ¿Arrancamos por Baldío?
-Antes de Baldío hay más historia. El disco salió por 1983, pero el grupo [Fernando Cabrera, Andrés Recagno, Gustavo Echenique y Bernardo Aguerre] en su momento me parecía una cosa híbrida, que no tenía una definición clara. Podríamos decir que vengo tocando profesionalmente desde el 76. Está Jorge Galemire y el disco Presentación [1981], donde éramos un grupo del que yo era el pianista; ya para Segundos afuera” [1983] participé pero casi no había grupo. Anteriormente también está Siddharta, una banda de jazz rock descontrolado, que la gente recuerda no se por qué y antes Dino, con quien grabé en tres discos, a partir de Hoy Canto [1979], después Milonga [1981] y Los Tanos [1983]. Creo que Hoy Canto fue el primer disco en el que grabé en mi vida.
-Te hablé de Baldío porque me sorprendió que en tu reciente disco Borderlaininjazz incluyeras “Una brisa”, una composición que interpretabas con el grupo.
-Sí, con Baldío la tocábamos en vivo pero no la grabamos. Hay dos piezas mías que tocábamos y que en su momento Cabrera me propuso grabar, pero que al final yo canjeé por una larga, una que se despegaba muchísimo del disco. Por esa época tenía una rebeldía que me hizo grabarla, un poco en broma y por esa actitud del “todo vale”. Una pieza que no tenía nada que hacer en ese disco.
-El “todo vale” ha sido un gran problema de la música uruguaya.
-Es la desinformación. Desgraciadamente hay algunos refranes que son trágicamente ciertos y el que dice “en el reino de los ciegos el tuerto es rey” es fatalmente cierto. En los 70 los adolescentes hambrientos de música íbamos a ver cualquier cosa. Ojo, había joyas también. Yo era de los que iba a ver todo, sabiendo que había cosas espantosas, nada más que por oír música en vivo, por ver gente tocar.
-Retomemos la historia
-Hice muchas grabaciones con diferentes artistas populares, muchas, de las que no sabría ni los nombres, pero en realidad no toqué en vivo músicas mías hasta el 84, salvo aportes aislados. Ese año hice un concierto a dúo con Leo Masliah que se llamó “Música y otras mentiras” donde hacíamos repertorio de ambos con músicas instrumentales y canciones.
-Eso te marcó. Hay quienes los vinculan musicalmente a vos y a él.
-¿Si? Puede ser. Leo me parece un músico muy valioso. Puede que tengamos algo en común: ambos hemos tenido un romance con la música contemporánea y mal que bien, nunca termina de desaparecer, pero creo que tanto él como yo nos hemos alejado un poco de determinadas músicas contemporáneas .
-¿Tal vez sea por el lado textual, el gusto por el absurdo o la ironía? Aunque tampoco es algo que hayas continuado.
-No, me parece que hay cosas que cumplen un ciclo y a mí personalmente me aburren. Por ejemplo, el gusto por la tontería, por lo vulgar o por lo absurdo. Yo lo tuve, pero hacia finales de los 80 no quedaban ni rastros. Creo que el ambiente artístico y musical se saturó tanto de ironía y absurdo -también por el lado del rock con Los Tontos o el Cuarteto de Nos - que me empachó y me vinieron ganas de hacer cosas mucho más abstractas. De hecho en mi primer disco Yo sé que ahora vendrán caras extrañas (1987) no hay mucho absurdo, sino mucho gusto por lo abstracto, por lo que no se define emocionalmente para ningún lado. El disco fue presentado en 1988 junto a Jorge Camiruaga y fue considerado mejor espectáculo del año por el diario El País en una nota firmada por Horacio Buscaglia.
-Un disco bastante raro como carta de presentación ¿Cómo lo ves hoy a la distancia?
-Yo renegué mucho de ese disco, no es el disco que quería hacer, es el que podía hacer. Me costaba muchísimo convocar músicos y sobre todo transmitir mis ideas, entonces lo grabé solo. Por lo tanto el panorama se me cerraba y no podía grabar temas de instrumentaciones convencionales, tenía que ir por otros caminos. Por eso el disco se me fue por uno de los tantos caminos que me interesaban, que no era para nada el único. También es cierto que todos estamos siempre ávidos de poder encasillar a la gente y decir "Fulanito es eso", y más en un medio tan chiquito como éste, así que mucha gente lo pensó. Encima a mí me gustaba mucho la improvisación libre y la aparición del inconsciente en el arte: creo que eso profesionalmente me perjudicaba un poco.
-Pero mostrás dos grandes vetas, la del eximio instrumentista sesionista y la del artista particular con un vuelo propio.
-Sí, incluso a veces la gente que tenía un prejuicio hacia mí, de ser un tipo que le gustaba lo “raro”, se asombraba cuando me veía hacer la cosa más anodina, más simple, más melódica o convencional, que es una parte mía tan fuerte como la otra.
-En 1989 te fuiste a España donde te vinculás a Ketama y a la escena flamenca, grabando junto a Tomatito y José Mercé entre otros.
-Ni siquiera me fui a España, digamos que me quedé en Madrid casi por accidente. París era mi ciudad idealizada.
-Pero llegás a la elite de la música española, porque convengamos que en la lista de lo atractivo en la música española el flamenco gana por goleada.
-Totalmente. Para ser sincero, en el Madrid de aquella época, que ya no es el de ahora, si querías hacer algo que te enriqueciera era por ahí el camino. Aclaremos que tanto con Tomatito, Mercé o Aurora participo en colaboraciones, algún disco o concierto. También trabajé con muchos flamencos pero no tan conocidos, como Sorderita, con quien toqué en la Bienal de Sevilla.
-Para un músico el flamenco es un mundo completamente diferente a nivel de estructuras. ¿A vos ya te gustaba o lo fuiste descubriendo ahí?
-Bueno, me encantaba el flamenco, pero digamos que conocía la punta del iceberg, como también me gustaban tantas otras cosas que si me hubiera tocado vivir en el país donde nacieron las hubiera querido hacer. Pero las cosas no fueron como yo hubiera querido con el flamenco, primero que nada porque con Ketama toqué poco y nada de flamenco, ya que en esa época era más latín pop que lo que vino después. Toqué cinco años con ellos, pero te soy sincero: fui a verlos tocar cuando recién había llegado invitado por el bajista, que era argentino, y me enloquecí con el grupo. Al tiempo coincidió que precisaban un tecladista y el bajista me llamó, me hicieron una prueba y les gustó. Me acuerdo que para la prueba trasladé al piano un tema de Paco De Lucía, pero al final lo que los enloqueció fue un tumbadito en dos acordes. Lo latino era por esa época lo que los tenía deslumbrados.
-Sin entrar en tecnicismos, el tocar flamenco para un músico tiene otra perspectiva diferente a lo convencional e incluso la inclusión del piano es relativamente nueva.
-Es totalmente diferente, incluso la forma de aprender. Lo peor que podés hacer es escribir. O sea, podés, pero el papel es más lo que te molesta que lo que ayuda, porque adormece la intuición. Con respecto al piano, de repente voy a ser un poco amargo, pero hay dos factores para que el piano haya irrumpido en el flamenco: uno es Chick Corea y sus coqueteos con el género, y el otro es el deseo de los músicos de tener un renombre, y el descubrimiento de que sólo pueden tener renombre internacional vendiendo postales de su país. Puede sonar despiadado, pero lo viví y es así. Al encontrarme con el flamenco de cerca compuse un montón de música aflamencada, la llevé a una discográfica que después fue especialista en flamenco y me dijeron que no podían promoverlo porque era hecho por un uruguayo.
-¿La discográfica era Nuevos Medios?
-Era ésa. Ojo, tampoco te voy a decir: fui el primero, pero sí te puedo decir que a esa altura Chano Domínguez tocaba el bebop más convencional, aunque francamente ya estaba despertando esa locura por hacer lo de tu tierra, como en muchos países de Europa, pero les costaba mucho mirar para adentro y valorar su propia música. Después las cosas cambiaron muchísimo. Igualmente, el arte ya no es una forma de expresión, es una forma de pesca, de ver a quién se le mueve la boya a ver qué sacamos.
-¿Y frente a eso como te posicionás?
-Digamos que me prohíbo hacer fusiones, porque creo que cuando hay música hecha sin una verdadera raíz y hecha con un semioportunismo se quema la energía de las ideas. Tiendo a volverme cada vez más abstracto, buscando más una música que pueda trascender las fusiones de diferentes culturas, como en el afán de encontrar un producto vendible. No es que esté en contra de las fusiones porque todos somos fusioneros, pero digamos que me preocupa mucho que alcance con mezclar cosas en el laboratorio para que los que están ávidos de encontrar productos nuevos convenzan a la gente de que es algo nuevo, a tal punto que siento que a veces los músicos hacen las cosas condicionados por eso.
-El asunto estaría en no pensar en la parte comercial.
-Todos tenemos la obligación de librarnos de eso. Un artista está obligado a observar y controlar su ego y su ambición, porque es la única manera de acceder a valores más importantes.
-Es que al introducir el ego, la cosa tiende a complicarse, porque la aprobación en este caso está ligada a la venta.
-Claro, y lo peor es que la única manera de vender algo en el exterior es que tenga un cierto aire local, porque es lo que los grandes mercados imponen. Es algo que no es nuevo, pero digamos que en la música hay diamantes y mucha bisutería que intenta parecerse a los diamantes. Hay una bolsa de toneladas de bisutería que dicen "hay que hacer así y así, más esta secuencia de acordes y esto otro". Son “los modelos inspirados en ... ”. Yo aplaudo las fusiones inspiradas, pero la verdad es que hay que sacarla de un arenal con una pinza de cejas. Por ejemplo, me puede encantar un montón de experimentos hechos con el tango, pero en el momento de escuchar un tango, escucho un tango. Valoro lo que se haga, pero me parece sospechoso que justo en el momento en que las raíces de cada uno están tan mezcladas, todos vayan a buscar las raíces en las fusiones. Ojo, igualmente las raíces existen y una muestra de ello es que rara vez alguien hace mejor un tipo de música que el nativo, por no decir nunca. Y es lindo que eso sea así.
-Volviendo al trillo, hablemos de Borderlaininjazz, tu segundo y reciente disco editado por Perro Andaluz
-Es un disco que nace por una propuesta de Ángel Atienza para grabar solo. No acepté, pero le comenté que quería hacer un disco homenajeando al jazz o al eco que tuvo en Latinoamérica, o mejor dicho en Uruguay y Brasil, donde por los 60 se dio naturalmente la adaptación del trío de jazz al repertorio brasilero. Muy de jovencito el destino me hizo tener que tocar en la noche, que ya estaba muriendo, el mundo de la boîte que estaba desapareciendo. Allí descubrí los preciosos tríos de samba jazz, tríos de bossa nova que me enamoraron, y siempre quise hacer un disco tributando desde el presente esa época. Después Borderlaininjazz fue una cosa más híbrida, donde puede haber algo abrasilerado pero también hay vagos candombes jazz, y para matizar un poco incluí piezas abstractas. Yo componía músicas muy sencillas o fáciles técnicamente y me marginaban un poco, como alguien que no sabía tocar músicas con cierto virtuosismo, entonces aquí también hay cierto afán de venganza. Me planteé un desafío: hacer temas complicados y virtuosos pero que no suenen machistas o prepotentes, sino que suenen alegres. Considero que originalmente todas las músicas virtuosas transmiten alegría y no agresividad, de ahí mi intención. Lo grabé junto a Roberto De Bellis en contrabajo y Osvaldo Fattoruso en batería.
-¿Qué significa formar parte de un festival? Vas a tocar con Nguyen Le.
-Bueno, tocará primero uno y después el otro, no vamos a tocar juntos. Me causa gracia porque en los currículum eso se llama “compartió el escenario con ...”. Ahora en serio, para cualquier uruguayo es importantísimo intercambiar y compartir escenario con músicos extranjeros, y hasta te diría para medirse en el buen sentido de la palabra. Medir profesionalismo, comparar la capacidad de volcar su idea, porque el músico extranjero está tocando día sí día no, por no decir todos los días, en un teatro distinto, sostenido por estructuras muy sólidas, y el uruguayo, por lo general, está en una situación bien distinta. En definitiva, voy a estar el sábado en la Sala Zitarrosa por el festival de Jazz abriendo el show de Nguyen Le, luego el 15 estaré en la Zitarrosa en un espectáculo de SUDEI, pero además el 29 me presento en la Sala Zavala Muniz, con un repertorio de un futuro disco que se llamará Y al fin andar sin pensamiento, con una banda numerosa que incluye vocalistas, vientos, percusiones y varias sorpresas.