Es difícil saber si el documental Waiting for "Superman" va a ser estrenado alguna vez en nuestro país -en un principio no habría que tener muchas esperanzas, ya que fue un filme de distribución limitada en EEUU y que, aparentemente, trata sólo de un problema local estadounidense-, pero si alguien decidiera estrenarlo, el momento actual sería inmejorable. ¿Por qué? Porque Waiting for "Superman" trata del colapso de la educación pública norteamericana, definiendo problemas y esbozando algunas soluciones, y el cuadro general -sin ser idéntico- tiene muchos puntos en común con el por momentos aterrador panorama de la educación pública uruguaya.
Entre 1970 y 2010 EEUU duplicó (con los índices ajustados a la inflación) el dinero invertido en cada alumno de las escuelas primarias y secundarias públicas de aquel país. Sin embargo los índices de aprendizaje se estancaron -en el mejor de los casos- o cayeron notoriamente, así como aumentaron en forma drástica las deserciones de alumnos a pesar de la creciente demanda de trabajadores de formación terciaria. Una realidad bastante triste para un país que hasta hace cuarenta años tenía los mejores índices educativos mundiales y ahora pelea -con suerte- en la mitad de la tabla.
Davis Guggenheim, ganador del Oscar a Mejor Documental por su película sobre el calentamiento global Una verdad inconveniente (2006), decidió hacer una película sobre esta decadencia formativa, tema que lo obsesiona desde uno de sus primeros trabajos -The First Year (2001)-, que trataba sobre el por momentos heroico compromiso de cinco maestros de la enseñanza pública. Pero comienza este documental recordando aquella obra de hace diez años y reconociendo que, a la hora de enviar a sus hijos a la escuela, había optado por mandarlos a una privada. Una confesión que les resultará reconocible a muchos defensores locales del Uruguay vareliano y de la enseñanza pública como centro de interacción social, que también han hecho decisiones similares. El por qué de esta decisión contradictoria es la primera de las preguntas que plantea Waiting for "Superman", pero no es la única.
Cualquier parecido tal vez sea coincidencia
El deterioro de la enseñanza pública estadounidense -de la cual, como recuerda el documental, han surgido casi todos los principales iconos, desde Bob Dylan hasta Steve Jobs, de la cultura del país norteamericano- es expuesto por el documental como un resultado de la desvalorización de la educación, tanto para los educandos como para los educadores. Las escuelas y liceos públicos, especialmente los de los centros urbanos de las capitales, son conocidos como failure factories (fábricas de fracasos), y sus índices de repetición y deserción son tan desesperantes como los de los liceos públicos montevideanos.
Como única alternativa accesible para las familias pobres o de clase media-baja (que generalmente suelen ser de minorías raciales ya discriminadas) que no pueden pagar la educación privada, aparecieron a principios de los años 90 las llamadas charter schools, instituciones financiadas estatalmente y gratuitas, pero administradas en forma independiente por sus responsables. Las charter schools se caracterizan por pagar mejor a sus docentes, ofrecer una enseñanza de tiempo completo y personalizada, tener una orientación de especialidad bastante definida y por una gran exigencia, tanto hacia los docentes como para los alumnos. Este sistema consiguió logros realmente excepcionales, superando en sus índices educativos (en muchos casos, aunque no en todos) no sólo a las otras instituciones públicas sino también a las privadas. Más notablemente aún, algunas de estas charter schools, situadas en barrios de contexto empobrecido y altos índices de criminalidad, superaron en sus resultados a instituciones de suburbios ricos o de clase media-alta, desmintiendo la teoría determinista -y, por qué no decirlo, racista y clasista- de que los bajos resultados educativos en las escuelas de los barrios pobres dependían de ese contexto social y no de la pobre enseñanza ofrecida. Pero el sistema de las charter schools tiene un enorme problema de base: siendo un modelo de escuelas bastante más caro y personalizado que las escuelas públicas normales, los cupos de las mismas son muy limitados y en el caso, por ejemplo, de la más exitosa de estas escuelas en Harlem, apenas 35 aspirantes entre más de 700 conseguirán un lugar en la misma. La forma de selección de los afortunados alumnos es justa pero cruel: no se les hace ningún test evaluatorio de sus capacidades -las charter schools están abiertas a todo el mundo- pero una lotería determina quién entra y quién no, y en consecuencia, tal vez quién tenga un futuro y quién no.
Si las charter schools y sus responsables -como el fantástico y entusiasta pedagogo Geoffrey Canada, crecido en las calles del violento Bronx, quien emerge como el centro carismático del documental- representan la luz en Waiting for "Superman", la película también señala, en forma polémica, cuáles son los focos de oscuridad.
No sabe, no contesta
A pesar de que Guggenheim es un director considerado progresista en su país, el documental también fue muy bien recibido por la crítica conservadora, lo cual no es de extrañarse, ya que el principal problema identificado es el de las potestades de los gremios de docentes, utilizadas tanto para obstaculizar cualquier intento de reforma como para inutilizar los intentos de evaluación docente, promoviendo una mesocracia en la que los malos docentes tienen las mismas recompensas que los buenos. Al mismo tiempo los gremios de la enseñanza siguen siendo de los más fuertes del sindicalismo estadounidense -aun en estos tiempos en los que las unions han sufrido décadas de desregulación y flexibilización neoliberal-, en buena parte gracias a los enormes apoyos monetarios y políticos que estos gremios suelen realizar a los partidos en tiempos electorales (apoyo de lo más balanceado, ya que los gremios de la enseñanza apoyan a los demócratas en las votaciones gubernamentales o parlamentarias y a los republicanos en las votaciones estatales).
En relación a este poder, uno de los problemas señalados con particular énfasis es el sistema de tenure -originalmente establecido para asegurar (luego de muchos años de enseñanza) los puestos laborales de los profesores académicos y preservarlos de persecuciones políticas, pero luego extendido a todos los puestos pedagógicos-, que ha convertido a los profesores y maestros estadounidenses en auténticos empleados inamovibles, sólo destituibles por delitos penales o faltas sexuales, más allá de los resultados de su praxis educativa.
De cualquier forma, da la impresión de que, aunque no se ensañe demasiado con ellos, la identificación que hace el documental de los maestros y profesores como la principal causa de la decadencia educativa estadounidense es un poco simplista e injusta. El documental no sólo no le da voz a los gremios docentes (excepto para exponer a sus portavoces en algunas de sus reivindicaciones más corporativas), sino que también ignora otros problemas objetivos como los entornos familiares difíciles (todos los niños retratados provienen de familias de escasos recursos, y ocasionalmente fracturadas, pero que demuestran una clara fe en el valor de la educación y lo decisivo que es la misma para sus hijos), la cultura de la inmediatez y las falsas expectativas de éxito fácil -posiblemente la mayor causa de las deserciones escolares- o el simple oscurantismo de algunas visiones político-educativas.
La figura que Waiting for "Superman" ofrece como alternativa es la coreano-estadounidense Michelle Rhee, una figura política y joven que decidió arremeter contra el problema en pleno Washington D.C., ya que la capital estadounidense ofrecía hasta hace unos años los peores índices educativos de todo el país. Convertida en la bestia negra de los gremios de la enseñanza por la purga que emprendió contra los directores de las peores escuelas de Washington, Rhee aparece como una figura algo decepcionada, tecnócrata y puteadora, pero que puede exhibir las primeras mejoras tangibles en la educación de su estado en más de dos décadas.
El juego de tu vida
Pero aunque sean las figuras más interesantes, ni Canada ni Rhee -ni tampoco el propio Guggenheim- son los auténticos protagonistas del documental, sino cinco niños que se nos van presentando en detalle a medida que la película avanza. En términos narrativos la estructura de Waiting for “Superman” es asombrosamente efectiva; durante los primeros veinte minutos se dedica casi exclusivamente a presentar a esta serie de niños y adolescentes -todos provenientes de familias de clase media-baja, con la excepción de una chica de familia rica (que no casualmente es la única blanca)-, lo cual parece dispersar el núcleo temático en una serie de postales algo sensibleras sobre las expectativas educacionales de estos jóvenes y sus familias. Pero casi por sorpresa, cuando el documental se arma alrededor de las propuestas y resultados de las charter schools, se identifica a todos estos chicos como aspirantes a ingresar a las mismas, y que por lo tanto, deberán pasar por la despiadada lotería que decidirá su posibilidad de acceder a una enseñanza que realmente les dé instrumentos vitales. El final, en el que se siguen los resultados de estas loterías y las reacciones de los jóvenes aspirantes y sus familiares es absolutamente desolador y no apto para los propensos al llanto. No hay una mayor manipulación de lo filmado, pero Guggenheim -un caso de director proveniente de la ficción y luego pasado al género documental- se las ha arreglado para que todo desemboque en esta criba final, y que los espectadores tengan conciencia de lo que significa. Es decir, que el espectador recuerde que la educación no es tanto un asunto de docentes, políticos y teóricos pedagogos, sino más bien un asunto de niños, de adolescentes y de padres: los que se juegan la vida apoyados en ella o en su ausencia.
Más allá de lo que se piense de Waiting for “Superman”, de sus preguntas, sus ataques y sus soluciones, es imposible negarle que el corazón del documental está en el lugar indicado, en el que cree en la educación y que cree que hay educación buena y mala, y que la distancia entre una y otra se paga con vidas enteras.