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Juan Campodonico.

Foto: Matilde Campodónico

Paisaje campestre

12 minutos de lectura
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Con Juan Campodónico.

Por estos días usted seguramente ya escuchó hablar de Campo, el debut solista de Juan Campodónico, el anhelado disco que el productor estrella vernáculo tenía en gateras desde hace ya rato y que sin duda se perfila como uno de los lanzamientos más importantes del año.

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Después de que Peyote Asesino fue y volvió, después de que Luciano Supervielle presentó su Rêverie y mientras trabaja en la producción de lo que será el próximo éxito de El Cuarteto de Nos y con el propio Bajofondo, quien hiciera sus primeras armas como guitarrista en la ignota banda Públicas Virtudes llega al ansiado estreno que lo tendrá como protagonista el miércoles 30 a las 21.00 en la sala Lorente.

Se trata de un disco solista que su autor se empeña en definir como colectivo y que resume las múltiples facetas de un artista que se identifica como paisajista sonoro. Está cargado de elementos locales que darán la vuelta al mundo por oídos los más dispares y que ya está disponible y a la venta tanto en formato físico como virtual. Para nosotros es una oportunidad impostergable de conversar con uno de los artistas locales de mayor proyección internacional, con el que hablamos del nuevo disco y de su visión del panorama musical dentro y fuera de fronteras.

-En estos días has hecho un periplo intenso por la prensa local. Bastaba recorrer el dial para encontrarte en alguna emisora. ¿Qué opinión te merece la prensa musical de este país, incluso al confrontarla con la de los años 90, cuando la recorrías con Peyote Asesino?

-Me armaron una gira interesante. La prensa cumple varios roles. Uno de ellos es informativo, de comunicación; es cuando prendés el casete. Tuve que dar más de diez notas seguidas y más o menos pasás por los mismos lugares: “salió el disco acá y allá, tiene determinados conceptos, las ideas generales, tocamos el 30 en Lorente, etcétera”; es la gacetilla de prensa, en la que el casete es inevitable. Que más allá de eso te puedan hacer determinadas preguntas interesantes va en cada periodista y en los medios también, tiene que ver con el espacio que le destinan que puedas explayarte en algunas ideas, también hay un tema de formatos. Otro rol tiene que ver con la crítica, en la que el entrevistado no tiene nada que ver y se brinda una opinión. Con respecto al periodismo musical, acá hay una parte complicada porque para la especialización no tenés mercado. No hay diez revistas especializadas; de hecho, no hay ninguna. Entonces quien escribe en un medio tiene que escribir de todo un poco y la especialización es más difícil; pero, al mismo tiempo, esa mirada un poco más amplia también es interesante, porque si vas por ahí y te entrevista alguien de un blog especializado en música, independiente, con determinadas características, es tan específico que nada le viene bien. Con respecto a cómo era antes no sé qué decirte..., pero, por ejemplo, cuando salimos con Bajofondo recuerdo que siempre nos preguntaban: “¿la música electrónica es música?”, una pregunta que se contesta solamente con un “sí”. Nos lo tomábamos con humor y le poníamos onda al responder, pero hace 50 años que existe el concepto de música electrónica en el mundo, ¿cómo me estás preguntando eso en 2002? Eran esos años…

-¿Y con Peyote, que en principio no fue tan aceptado y después se convirtió en banda de culto y referente?

-En casi todas las cosas con las que trabajé me ha pasado que generan un poquito de fricción. Es un fenómeno que tiene que ver con lo que se llama "el filo de las cosas". A mí me pasa que con mi propia producción también me cuesta en principio que me guste. Vos tenés una intuición de lo que tenés que hacer, vas por ese canal, impulsado no sé exactamente por qué, y a veces tenés que marcarte tus propios prejuicios, porque sos prejuicioso como todo el mundo, y es parte de lo que es ser un artista. Para lograr ciertos niveles de creatividad tenés que morfarte tu propio mal gusto y prejuicios, lograr sobreponerte a eso. En la época de Peyote había letras que eran unas barrabasadas, de una agresividad gratuita, que eran parte de la propuesta aunque a mí me rechinaban incluso estando por dentro, y a la gente también. Con Bajofondo pensábamos que los tangueros nos iban a tirar con todo y los de la música electrónica también, pero eso después no pasó; las cosas van tomando un sentido. Hoy me reía porque fui a Radio Futura, que es bien rocker. El disco nuevo no te diría que tiene cumbia pero tiene temas con influencia cumbiera y no de la colombiana tradicional sino de la por acá abajo. Decían: “Y éste ahora con eso, que vuelva a tocar la guitarra con Peyote, que vuelva al rock” [risas].

-Hay mucho prejuicio con la cumbia aunque es un ritmo muy interesante.

-La cumbia se toca en toda América Latina y gran parte de Estados Unidos que está colonizada por latinos y que al tener una parte de su genética indígena está unida al continente. Es una música muy marginada, igual que el tango, música de burdeles, con otra extracción porque es propia de la ciudad, de la inmigración y la mezcla, de otra raíz. El hip hop también es música de gueto: a comienzos de los 90 en MTV estaba prohibido. Sin embargo, son músicas que a pesar de su contexto social tienen una belleza que trasciende como elemento estético; de hecho sucedió: el tango en los años 20 se bailaba en París en la alta sociedad.

-Entiendo que aquí las cumbias de tu disco van a ser muy importantes, por el lugar de donde venís y para revalorizar músicas a las que muchas veces se les impone el prejuicio.

-Totalmente, la belleza puede estar en cualquier lugar y de eso habla este disco… Acá es cierto que ha dado que hablar, es todo un tema la cumbia… Capaz que en otro lado no pasa nada.

-Aquí el prejuicio se extiende a la música bailable.

-Puede ser. Sí, es tomada como poco seria. Igualmente en este disco hay un par de canciones relacionadas, después hay candombe, milonga, rock, mucho pop, hay tango, hay un montón de elementos que forman el cóctel Campo cuya fórmula es unir opuestos, cosas que están lejanas en el tiempo, lejanas geográficamente. El gran tema de este disco es generar una visión, un paisaje sonoro desde Uruguay, donde -lo que digo en todas las notas- te subís a un taxi y puede estar la radio Clarín, una cumbia villera o Michael Jackson.

-¿Vos te definís como collagista?

-O paisajista… Soy varias cosas. Por un lado, un productor al que le gusta trabajar con otros artistas.Este disco es un colectivo con el aporte de muchos artistas; está Martín Rivero, Pablo Bonilla…

-¿Lo de collagista se asocia a la técnica del cut & paste, recorte y pegue?

Claro. Lo que pasa es que el cut & paste tiene varios niveles. El literal sería cortar una parte de audio y pegarlo en tu música, lo que hacen los hiphoperos.

-La utilización del sampler.

-Sí, pero haciendo una cosa nueva a partir de eso.

-¿Pero no puede pecar de oportunista?

-Es una técnica más. A esta altura en todas las artes existe el cut & paste, está lleno de películas con escenas calcadas de otras más viejas.

-¿Hasta qué punto uno se puede apropiar o utilizar el trabajo del otro en ese sentido?

-Yo no tengo dilemas morales con eso, porque en la historia de la humanidad no hay tantos temas. Si escribiste una canción de amor ya se han escrito varios millones, probablemente haya muchas que se parezcan. En la historia del arte los temas se repiten, Shakespeare era el más ladrón de todos y si te preguntás por qué..., porque lo puso de otra manera. Picasso decía: “Los artistas mediocres copian, los artistas buenos roban”; quiere decir que si copiás es una reproducción, pero si robás te lo llevaste y ya es tuyo porque lo convertiste en otra cosa. Picasso pintaba como Picasso después que se aburrió de pintar como Leonardo Da Vinci. ¡Se aburrió! Después que le sacó todos los piques no le quedó otra que ser Picasso. Entiendo que en un mundo tan saturado la búsqueda está en la combinación, tu propia selección, donde también generás tu obra. Hay tanta cantidad de información que no necesitás crear nueva, necesitás ordenarla, decir algo con eso. Recibís estímulos de infinitos lugares y jugando con eso también podés decir mucho ordenando y seleccionando, enfocando ciertas porciones de la realidad.

-Qué pasa con "La marcha tropical", el corte de difusión de tu nuevo disco. La canción parte de una frase que no es tuya.

-La primera vez que la escuché la cantaba Camarón de la Isla.

-Sí, es de Volando voy, de Kiko Veneno, aunque esa parte no está ni siquiera en la letra.

-Si es una coda, un divague al final...

-“Porque a mí me va mucho la marcha tropical y los caminos de la frontera”.

-Ahí va. Kiko Veneno en ese sentido es un genio porque logra, en un lenguaje muy sencillo, decir cosas con una universalidad y una cosa popular que es muy emocionante y muy poética. Pero retomando lo que te decía, la segunda vez que escuché esa parte fue por La Mala Rodríguez, en un tema que se llama “Tambalea”, de su primer disco; me llamó la atención cómo hacía la conexión con el flamenco. Después, por el 2000, me tocó hacer unos remixes para ella, en los que quise evidenciar su cultura flamenca: si bien eran hiphoperos había palmas y cosas del mundo flamenco, pero a ella no le gustó y mandó sacarlo. Entonces me preguntaba: “¿A ésta qué le pasa? ¿Por qué quiere hacerse la hiphopera de Los Ángeles si lo mejor es que tiene un sonido único y muy andaluz?”. Me quedó esa frase dando vueltas, pero, más allá de eso, en el collage que es “La marcha tropical”, donde todas las piecitas vienen de diferentes lugares, empecé a escribir el tema pensando en La Mala, a hacerlo para ella. Después fue derivando en otra cosa y cuando lo terminé me pregunté: “¿A quién le tengo que pedir permiso para usar esta frase? Lo consulté con ella y me dijo que hablara con Kiko Veneno, y él me dijo: “Usa lo que quieras”. De hecho, a él le gusta mucho la música uruguaya, ha trabajado con Jorge Drexler y Martín Buscaglia.

-Sí, también con Urbano Moraes, a quien admira desde cuando tocaba en Imán Califato por los años 70.

-Claro, es un tipo lejano pero que anda por ahí dando vueltas en el universo de la música rioplatense; como Camarón, que me parece un tipo de otra era. En definitiva, “La marcha tropical“ es un tema muy hiphopero y collagista, con muchos pedacitos de aquí y de allá, de cultura bailonguera, que confluyen ahí. Lo interesante es también lo que pone la cantante sueca Ellen Arkbro, su fraseo que proviene de la escuela del jazz nórdico; de hecho, también su pronunciación, ya que no habla castellano.

-¿Es posible abstraerse del mercado en el momento de la creación?

-¿Me lo decís en el sentido de qué puede ser atractivo y qué no?

-Claro. porque en el rol de productor debés tenerlo presente para poder dar un consejo certero.

-Lo que pasa es que hay una parte misteriosa que no es muy controlable. Si lo fuera me propondría todos los días escribir un hit, pero no te sale. Después, pienso que tener un mercado significa que hay otros seres humanos interesados en ese fenómeno. Entonces olvidemos el dinero aquí, porque en definitiva es un intercambio entre seres humanos. Si hay gente que se interesa en la canción significa que hay determinado tipo de comunicación, entonces es relativo y siempre hay un entorno. El arte más abstracto tiene un público y podés preguntarte: “¿Está hecho con esa intención?“ Qué sé yo. Está hecho con la intención de hacer arte abstracto, y andá a saber por qué el que lo hizo terminó en esa mancha y no pintando una naturaleza muerta; capaz que se identifica más con esa sensibilidad, y probablemente esa gente que gusta del arte abstracto es aquella con la que se quiere comunicar. Son maneras de relacionarse. Con respecto a hacer música es lo mismo: hay partes controlables y otras que no… A quién le termina gustando tu música también es incontrolable, adquiere vida propia.

-¿Pero no hay cierta tendencia a estereotipar y homogeneizar, a globalizar un sonido?

-Puede ser. Yo igualmente me siento tan lejos de los productos enlatados... El otro día, en casa de un amigo, pusieron un canal de cable que sólo pasa hits latinos: no conocía ninguno y además era un lenguaje medio insoportable… No sé cómo responderte, hay infinitos mundos en los que tu música puede sostenerse y ser valorada por otros; no hay una fórmula ni una clave para lograrlo.

-A El Cuarteto de Nos vos le cambiaste el sonido.

-Yo los ayudé. Creo que eso es un prejuicio bien uruguayo: “Vino Campodónico y cambió a El Cuarteto” [risas]. Creo que El Cuarteto quería cambiar, que si no cambiaba se moría. No se puede hacer lo mismo toda la vida, si querés tener una larga vida como artista tenés que reinventarte. En primer lugar, porque te aburrís vos, todo tiene un límite y necesitás la adrenalina de lo nuevo, de exponerte a experimentar y encontrar cosas nuevas. Yo los ayudé a reinventarse como grupo y como artistas; talento tienen de sobra. En los años 90 eran más indie, “hágalo usted mismo”, con otra concepción, y tienen talento de sobra para ser un grupo más mainstream, para trabajar con un sello internacional, etcétera. En ambos casos hay canciones increíbles que, por suerte, son bien distintas y ojalá sigan evolucionando, me encantaría escucharlos más de grandes y que no canten lo mismo que ahora ni lo que cantaron en los 90, que sea otra cosa. Entiendo que ahí está el truco, en mantenerse creativos.

-¿Estás trabajando con El Cuarteto ahora?

-Sí, estamos haciendo un disco para el próximo año, va a salir en marzo. Un disco que cierra esta etapa, la trilogía que arrancó en Raro, que sintetiza un montón de ideas de este período. Es un disco bien concreto; porque Bipolar tiraba muchas puntas, tenía un poco de experimentación, con músicos de afuera, también coincide con el momento en que se fue Ricky Musso; ahora hay otro sonido y una energía más de banda que se percibe en el disco. Y sí..., suena distinto porque hay otra gente.

-Siguiendo con el tema del sonido, hay productores que tienen uno particular que los identifica. Por ejemplo, Daniel Lanois suena a él, más allá de lo que produzca.

-¡Epa! Estamos hablando de uno de los buenos...

-Sin ánimo de comparar..., pero se relaciona con lo que venimos hablando: muchas veces el sonido de una banda puede tener más que ver con el productor que con la propia banda.

-Para mí El Cuarteto pre Campodónico es hermoso. Era fan de esa banda, la iba a ver. Ahora el sonido cambió, es otro momento que implica trabajar de otra manera y puede volver a cambiar. ¡Ojalá!

-¿Qué pasa con la contaminación musical en tu cabeza? ¿Trabajás en tus proyectos mientras producís otros artistas en paralelo? Entra a parecer tuyo cuando…

-Es casi aire fresco, ahora estaba trabajando con El Cuarteto y se vino todo esto de Campo, empezamos a ensayar. Y es otro universo, otras personas, tienen otro humor otras relaciones humanas, es como cambiar de laburo y que todos los compañeros sean nuevos. Me pasa que sé que en todas las cosas en las que trabajé puse un montón de cosas, pero también recibí otro igual o mayor. Por ejemplo, con Jorge Drexler lo que aprendí de cómo compone, de cómo hace esto o lo otro es impresionante, y también me habré perdido cosas. De trabajar con Santaolalla en Bajofondo, con Supervielle… Toda esa gente es inspiradora y siempre hay algo de donde aprender.

-Hablamos de las fusiones, hay una tendencia de lo local hacia lo global. Bajofondo es un poco así y aquí se repite el concepto, más allá de que entran otros elementos, como el rock.

-Me parece que la intención está en definir nuevos estilos. ¡Ojalá lo estemos logrando! Definir nuevas formas musicales hechas con identidad y desde acá; ésa es la pretensión. Creo que con Bajofondo se logró, aunque hay gente que lo ve desde una óptica más reduccionista y lo rotula como tango electrónico. Y no es sólo eso: cuando en una disquería vas a una batea de tango electrónico ves una cosa mucho más simple. Lágrima Ríos hizo su última grabación con nosotros, hemos trabajado con gente que va desde Toto Méndez hasta Elvis Costello; es un trabajo de una gran densidad que se mete con muchas cosas.

-Aunque ahora Bajofondo es cada vez menos tanguero.

-Sí, fue como el caballito de batalla en la revelación y ahora es un elemento más del cóctel, porque también vamos tomando otras cosas. Para el próximo disco hay cosas que también tienen que ver con la murga y cosas por el estilo, que nunca habíamos hecho y nos parecen elementos locales interesantes para explorar. Ahora estamos haciendo un disco en el que nuestra inspiración es el Pet Sounds de los Beach Boys.

-¡Hay que llenar el living de arena! Como Brian Wilson.

-[Risas] Sí, va a ser un disco más cerrado, más grupal, con menos colaboraciones externas al núcleo. Vamos a tener que cantar nosotros y arreglárnoslas reduciendo las opciones, un disco más vocal. De todos modos, creo que Bajofondo ya tiene un lenguaje propio, con sonidos que sacamos explorando en el tango, y hay cosas en las que decimos "eso es un bajofondismo". Hacerlo de determinada manera es un bajofondismo. Y esas cosas van quedando, cuando reconocemos un elemento de estilo decimos: “Ése se queda, que son nuestros”.

-Ahora sólo nos resta esperar la presentación de Campo, tu debut solista.

-Sí. Igualmente, si bien es mi disco, lo veo como un proyecto colectivo en el que participa mucha gente. El show de presentación es el miércoles a las 21.00 en Lorente -ex Cine Central-, y va a estar bueno porque van a estar todos los Bajonfondo, así que también tocaremos algunos clásicos de la banda, y puede haber alguna sorpresa más. Van a estar Gustavo Santaolalla y Santullo, y además la puesta en escena, en la que estamos trabajando, como es ya habitual en nuestras presentaciones estará a cargo a Verónica Loza, que es nuestra VJ y escenográfa.

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