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Renzo Guridi.

Foto: Nicolás Celaya

El dueño de sus medios

13 minutos de lectura
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Renzo Guridi, un compositor lejos de los escenarios.

Renzo Guridi es un tipo común, un sagaz técnico en electrónica e informática de Arroyo Seco. Sin embargo, detrás del hirsuto bigote y la melena algo lo delata: la inconfundible voz y las espejadas gafas del auténtico “Dr. Teflón”. Sí, Renzo, aquel que allá por los 80 con Los Tontos le hizo saber a todo Uruguay que adoraba el puré. Fue la banda más popular del primer estallido rockero posdictatorial, aquella que con humor, sarcasmo e ironía supo llegar a todos los rincones del país trascendiendo el gueto rockero que la miraba de soslayo. Los Tontos desaparecieron, pero Renzo no se fue y sigue, más activo que nunca, trabajando y componiendo lejos de los focos.

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Sólo dos discos fueron suficientes para escribir la historia de Los Tontos, que concluye abruptamente en separación con un Je je como disco solista de Teflón y un versátil trío devenido dúo que publicaba Chau jetón sin pena ni gloria. Después, mucha agua bajo el puente, algunos proyectos truncos y un regreso fallido con Tontos Descafeinados, que generaron un extraño silencio -¿olvido mediático?- sobre las andanzas de un Dr. Teflón que, enfocado en librarse de ataduras, se empeñó en emprender una carrera independiente con Fachos Agogó y por internet, donde retornó a los oídos de la gente.

Hoy el segundo álbum del dúo virtual que compone junto con Nacho Piñas ya está en la web y lo podés descargar gratis. Hablo del sugerente Sargent Pepe Empty Head Club Band, que con una desopilante portada confeccionada por Óscar Larroca emula aquella tapa beatlera. Para nosotros, motivos más que suficientes para irnos hasta La Volketa, el estudio que montó en su propia casa y desde donde lanza dardos envenenados a piacere en palabras y canciones. A continuación, presente y pasado del indómito Dr. Teflón.

-Arranquemos por el disco y su peculiar nombre Sargent Pepe Empty Head Club Band.

-Nuestro primer disco se llamó Al fondo a la derecha (2008); vinculado a Fachos Agogó, era una buena idea. Ya mientras lo estábamos terminando de grabar yo estaba pensando en el segundo y tenía la célula “Sargent Pepe”, pero no tenía el final y no quería caer en lo obvio, hasta que un día conectó la neurona y brotó el concepto. Y como todo tiene que ver con todo, esto es algo parecido; nosotros -junto con Nacho Piñas- somos un dúo virtual en cuanto a que no tocamos en vivo. La idea fue hacer un álbum variado como el anterior pero más prolijo en cuestiones técnicas. Llevó un proceso de cerca de tres años en los que fui montando este home studio al que llamamos La Volketa. Por ejemplo, este preamplificador valvular lo armé yo, y lleva tiempo estudiar, consultar en internet, consultar con técnicos amigos... Luis Mazzoni aun estando en Francia me dio una mano tremenda con todo esto, además fue el técnico que grabó mi disco solista Je je. Fue él quien me insistió con la equipación a válvula, que para mí era algo remoto, pero me metí y comencé a armar pequeños dispositivos preamplificadores, en principio para instrumentos y luego para voces. Y realmente me convenció. Entendí que no era una simple mitología de audio y que realmente suenan mejor, aunque no es más natural como mucha gente cree; es más distorsionado. En definitiva, el disco, las canciones y La Volketa se fueron gestando a la vez.

-Pero además hay todo un concepto, basta con ver la portada del álbum.

-Hay de todo un poco. Se podría decir que recuperé aquello del humor pero también lo mezclo con algo más serio, distinto de lo que hacía antes. Ahora me gusta entreverar todo, manteniendo también el espíritu irónico o quizás ácido, que me gusta. Hay mucho de la historia de nuestro país en varias canciones y un poco mi visión personal de estos tiempos en que la izquierda llegó al poder y no aparecieron los cambios de los que tanto habían hablado. ¿Dónde está todo eso? Yo no lo estoy viendo. Un poco por eso nos llamamos Fachos Agogó: da lo mismo decir "facho", "bolche" o "tupa", ya no se ven los márgenes, las diferencias. La izquierda defiende las mismas cosas que los partidos tradicionales, es todo lo mismo. Y sigue habiendo una marginación tremenda, los tipos en las cárceles están hacinados de manera inhumana, entonces: ¿dónde están los derechos humanos? Porque parecería que están buenos para algunas cosas y para otras no existen. El disco es la síntesis de ese montón de cosas que me molestan. Porque se pasaron 30 años diciendo saber cómo hacer las cosas, corregir, mejorar, y defraudaron a un cúmulo de gente que apostó a eso. Es una opinión personal, pero parecería que no hay ideas, seguimos vendiendo cuero y carne mientras se produce marginación y frustración en la gente. Además, con un incremento del consumismo aberrante, un incentivo feroz. Es todo un gran cambalache, la gente compra televisores cada vez más grandes sin saber por qué y para ver lo mismo de hace 40 años. Me molesta esa cuestión publicitaria que incita a consumir porque si no sos nada… “¿Seguís con ese celular? ¡Matate, tenés que tener uno con pantalla táctil!”. Está todo ahí en el disco…

-Pero ¿cómo encaramos la tecnología? Acá hay un disco producto de las herramientas que generó la tecnología...

-Una computadora es una herramienta, no es un electrodoméstico como la televisión. Justamente, una de las luchas de las compañías informáticas es que las computadoras prendan cada vez más rápido porque la gente interpreta que es una especie de televisor que demora en prender... Pero no es así, es otra cosa. Es el televisor que trata de parecerse a la computadora con esas cuestiones de interactividad, pero no la va a alcanzar nunca. La computadora es la herramienta más poderosa que se haya inventado jamás; hablo de la computadora personal, la invención de Steve Jobs. Ésa fue su principal invención, el concepto de computadora personal que no se le ocurrió a IBM porque no le interesaba la parte doméstica. La cuestión con cierta tecnología es que, al igual que la ropa y los automóviles, pasó a ser un símbolo de estatus: “Mirá qué bien que está fulano, tiene un Nokia ochocientos mil” o “ah, no tenés el Nokia ochocientos mil, entonces estás en la miseria, sos pobre”.

-Vamos al punto: ¿qué significa poder grabar un disco en tu propia casa?

-Eso es una maravilla, es el sueño del músico hecho realidad. Al menos para mí. Tengo lo que nunca tuvo el músico, lo que siempre tuvo el pintor, lo que siempre tuvo el escritor. Me refiero a que el escritor si no tiene máquina de escribir siempre va a encontrar un papel, mientras que el músico siempre tuvo el filtro del técnico o del productor. Yo, por suerte, nunca tuve productor. Está bueno no depender de un estudio, de la hora, etcétera. Mi estudio lo tengo montado en mi cuarto y si me despierto a las tres de la mañana y se me ocurre algo, por lo menos lo tarareo. Al otro día lo evalúo, si no está bueno lo borro y si rinde lo arreglo. Estuve muchos años parado por no tener medios para plasmar mi obra, y a partir de cierto momento me dejó de interesar presentarme en vivo, porque realmente es muy desgastante y realmente no queda nada. En cambio si vos producís una obra, un álbum, una canción o un pequeño video, al menos queda un registro de tu trabajo.

-¿Qué pasa con los estándares de calidad?

-Eso depende de cada uno, va en las posibilidades y los conocimientos. De todas formas, aquí nunca hubo estándares a nivel de grabación. No hay diseño acústico en ningún estudio; no lo había ni cuando yo grababa ni lo hay ahora. Siempre sostengo que el gran problema que tiene Uruguay en lo que tiene que ver con el sonido es que acá nunca tuvimos una industria cinematográfica, a diferencia de lo que sucede en Argentina, Brasil o México, que han tenido su época dorada; te hablo de los países que más influyen en la música, y -oh, casualidad- los mejores estudios están todos por ahí. Creo que el desarrollo que tuvo el sonido en esos países acá no existió nunca. El cine siempre necesitó un buen tratamiento del sonido y había condiciones muy precarias en los años 40 y 50. Incluso si escuchás cosas de Gardel de los años 30, no vamos a decir que suenan fantástico pero están, mientras que acá no hay nada, no hay archivos, en la televisión de acá fue todo borrado. Por ejemplo, del programa La cueva del rock que hacíamos con Los Tontos no hay registros, solamente de un particular que los tiene encanutados.

-No olvidemos que en realidad estás también obviando a la industria discográfica, en definitiva, el primer escucha al que otrora debías seducir...

-Sí, pero a mí ya no me interesa que alguien me edite, tengo internet para publicar mi obra. Dirás que no gano dinero, pero eso no importa porque es algo que hago con mucho gusto y tampoco me cuesta dinero hacerlo.

-Igual generás derechos de autor en caso que las canciones sean difundidas.

-Claro, eso sigue estando, pero de todos modos ninguna radio comercial nos difunde; como nosotros no tenemos nada que vender a ellos no les interesa. Es lógico y no me quejo, aunque me parece que está mal encarado y deberían pasarnos. De todas formas, es un problema que está más allá de mí y no me interesa ni discutirlo ni cuestionarlo. Allá ellos con sus políticas de difusión y lo que te cobran para difundirte. El hecho es que acá no nos difunden pero sí lo hacen las radios online. Hay una radio en Glew, en la provincia de Buenos Aires, que nos pasa, y está bueno porque ellos lo hacen por la música, sin siquiera saber quién era yo, mi historia ni nada. Incluso publicaron dos canciones en un compilado virtual.

-¿Por qué no tocar en vivo? Me dirás que la lógica acá no importa, pero es como un pintor que no expone su obra.

-Te diría que era lógico en otra época, cuando no existía internet. Yo tuve unas pocas lecciones de canto con Nelly Pacheco y en la primera clase me enseñó que siempre que vas a cantar tenés que cobrar. A lo largo de los últimos años todas las propuestas que he tenido de presentarme en vivo han sido: “Bueno, vos tocás acá y te damos equis porcentaje de las entradas”. Entonces vos pensás: "Esta persona que me está contratando lo hace con un dinero que no tiene", y yo no puedo trabajar para alguien que no tiene dinero. No puedo llamar a un albañil y decirle: "Si este mes me va bien te pago el arreglo que me estás haciendo", porque se va a los cinco minutos. Ése es el principal problema, porque el bolichero se queda con un porcentaje de las entradas, con toda la bebida y, si hay comida, con toda la comida; entonces si son tan cancheros compartamos todo, pero eso no se da. Por otra parte, no tengo dinero para producir un show de Fachos Agogó. Parto de la premisa de que somos un dúo, por lo tanto a cualquier persona extra que toque hay que pagarle. Además, hay que ensayar y pagar la sala. Tengo muchos amigos que tocarían de onda, pero no puedo hacer trabajar a la gente gratis. Hay que pagarles a todos, desde los plomos hasta los músicos. Si le pago al fletero y al sonidista, ¿por qué no pagarle al músico? Si es el que hace todo...

-Bueno pero estás negando algo antes de que llegue...

-No, cuando han aparecido ofertas yo digo "a porcentaje no voy, cobramos tanto", y después no llaman más. Ésa es mi experiencia, no sé qué dirán otros músicos. Nosotros, como dúo virtual que somos, deberíamos considerar varias cosas que insumen gastos.

-¿Los Fachos Agogó nunca se presentaron en vivo?

-No, jamás.

-¿Qué parte falta? ¿Qué estás dejando de lado en este caso? Has tenido bandas que sí se presentaron y has sabido del éxito. ¿Los tomatazos tal vez?

-Ja, ja. ¡Los tomatazos, seguro! Puede ser -¡poné "risas"!-, la verdad es que si hago el balance de Los Tontos, en el único lugar donde nos tiraron cosas fue en Montevideo Rock II. Ésa fue la actuación número 86, en las 85 anteriores no hubo ningún problema. Incluso en la que tuvimos después de Montevideo Rock II en Tacuarembó, que fue la última vez que toqué con ellos, tampoco hubo problemas.

-Convengamos en que quedó en el imaginario colectivo.

-Sí, quedó como que nos tiraban cosas todo el tiempo y no es cierto. Lo puede decir cualquier persona del interior, donde tocábamos mucho, hecho que además no se difundía demasiado acá en Montevideo, porque la prensa no nos daban pelota, quizá le molestaba que laburáramos tanto. Claro, no éramos la banda elegida por la intelligentzia colorada, por [Raúl] Forlán Lamarque y toda su barra.

-¿Los Tontos fue un grupo mal entendido?

-No, para nada. Por la intelectualidad dominante, sí. Forlán Lamarque y todos sus alcahuetes subsiguientes nos detestaban realmente. Lo dice en sus artículos -los tengo guardados-, habla pestes, del segundo disco dice de todo. Incluso dice que en Montevideo Rock II estuvo mal tirar cosas y que hubiera sido mejor castigo el silencio, ¡como que merecíamos una especie de castigo de todas maneras! No fuimos mal entendidos, son las derivaciones de todo eso, de la intelligentzia que hasta ahora sigue. Todos esos tipos que se formaron a la sombra de Forlán Lamarque y de [Guillermo] Baltar no sirven para nada. Forlán soñaba con ver a The Clash en Montevideo y nunca los vio. La verdad es que le gustaba más otro tipo de bandas que iban más con lo que él pensaba que tenía que ser la música, y Los Tontos no teníamos que ver con ninguna de las bandas ni en cuanto a la propuesta ni en lo que hacíamos. Nosotros tocábamos alegremente en los bailes con orquestas de cumbia, alternábamos en todo el interior y no había ningún problema. Quizá yo era más prejuicioso que ellos, pero estaba todo bien, se bajaban los tipos y venían a saludarnos, subíamos a tocar y la gente meta bailar y... ¿Qué problema hay?

-Probablemente tuvieron más aceptación con esa gente que con el gueto del rock.

-Totalmente. De hecho, un tipo que organizaba algo en el interior nos llamaba a nosotros, no lamaba a Neoh 23 (por decir uno). Llamaba a Los Tontos porque era el grupo que estaba de moda y chau, le duela a quien le duela, era así.

-Retomando: no tocás en vivo pero tampoco editás. Ahora, si alguien te viene a tocar el timbre, ¿vos editarías?

-Tendríamos que negociar, no me niego. En todos los ámbitos habría que ver de cuánto estamos hablando, porque a esta altura de la vida no me arreglás con una cervecita y un pancho. No tengo ganas de andar cargando con el bajo y la guitarra, bajando equipos por la escalera; es un trabajo. Me gusta mucho, pero si no hay voluntad no tengo por qué andar buscando nada, después de lo que he hecho, que no son grandes cosas pero entiendo que tengo un nombre y me tienen que respetar.

-¿Considerás que te dieron la espalda?

-Creo que sí, pero yo del mismo modo me marginé, hay también una parte mía. Cuando vi cómo era todo, dije: "Así no, de esta manera no quiero trabajar".

-¿Cuáles son los motivos? Los de que te dieran la espalda y los de tu autoexclusión.

-Deberías hablar con los que me dieron la espalda. Yo me guardé porque esto es como una nube de pedos. Ya hice mi ciclo de tocar en vivo, toqué mucho, tampoco estoy fisurado por tocar.

-Bueno, Bob Dylan sigue tocando.

-Sí, pero le pagan o seguro va a tocar por un pancho… en ciertas condiciones. Tocar en vivo no me atrae. No es que me cierre a todo, es tratar de hacer las cosas mejor y de que quede algo de lo que hacés.

-Pongamos un ejemplo: una persona medianamente informada probablemente no tiene idea de quién es Renzo Guridi pero sí de quién es Renzo Teflón: un “personaje” exitoso de los 80, de los lentes negros, del “Quiero puré” y de los autógrafos. Pero de ahí a no tocar en vivo, no editar, etcétera, no vas negar que resulta un poco extraño...

-Y sí, es una elección. Mirá, el hecho de no haber tocado en vivo y no editar me permitió montarme mi propio estudio. Porque si hubiera perdido tiempo y dinero en tocar en las condiciones que me planteaban no tendría lo que tengo acá. En lugar de esas frustraciones enfoqué el esfuerzo en otra dirección, la de ser el propietario de mi obra. Ése es el punto uno de todo este asunto. Porque al trabajar con un sello la obra no es tuya, al menos así era en los 80, porque ellos bancaban el estudio y algo más, vos firmabas un contrato que ni leías -como un pelotudo- y después decías: “Ah…, ¿qué pasó?”. Yo tuve la suerte de que en un momento dado el sello Orfeo me mandó a casa un cobrador -mal mandado- que produjo mi ira e inmediatamente rescindí el contrato. He escuchado muchos músicos de aquella época que todavía tienen contrato y aún no saben qué va a pasar con sus discos. En mi caso, tengo toda la libertad de publicar con quien quiera y de hacer lo que quiera porque no estoy atado de pies y manos por un contrato discográfico.

-Contame lo del cobrador...

-Vino por esa guitarra que te mostré -la de la foto-, que la saqué al firmar el contrato de mi disco solista, en un régimen que se llama "a cuenta de regalías". En otras palabras, significa que el dinero que vos generás por regalías pasa a amortizar el importe de la guitarra. Entonces, a raíz de un problema burocrático, un día mientras estaba durmiendo aparece un hombre que se presentó como cobrador de Palacio de la Música y que me metió la pesada con un conforme a pagar en el que aparecía mi firma. Inmediatamente fui a mi carpeta -por suerte tengo todo guardado- y le mostré el original del documento que establecía que la guitarra era mía a través de las regalías. El tipo se fue y yo leí el contrato con el procedimiento para rescindirlo y fue lo que hice, por suerte, porque después la cosa se desbarrancó. De todas formas, hoy tampoco cambiaron tanto las cosas en cuanto a los contratos, he visto algunas fórmulas que son peores que aquellas de los 80, alguien me comentó que hay sellos que les meten mano a tus derechos de autor. Ya lo dice AGADU: los derechos de autor son uno de los derechos humanos y son intransferibles, así que no te metas con mis derechos humanos y menos con mi plata. Colaborar con esa infraestructura no me interesa, prefiero grabarme y producirme.

-En una de las canciones del disco cantás: “Aunque me claven a una cruz / Aunque me corten la luz / Yo seguiré”. ¿Qué es lo que te impulsa a seguir en un panorama tan complejo?

-Para mí no está nada complicado, estoy bárbaro en esta situación disfrutando plenamente de hacer música, grabar en mi casa e ir arreglando mis propios instrumentos… Cada uno hace lo que le conviene y para mí, como dicen los comunistas, es ser el dueño de los medios de producción. Es todo lo que necesito. Canciones es lo que siempre quise hacer, sentarme a componer y grabar. Tocar la guitarra solo me aburre, entonces si quiero poner una pandereta o un sintetizador, acá hoy lo puedo hacer. El feedback lo tengo a través de la web y de mis amigos, no hay necesidad de hacer todo masivo.

-¿Y el rol que tuviste?

-Es como vos decís, ya no lo tengo. No puedo vivir aferrado a eso. No sé si tengo ganas de volver a ser eso -aunque ahora la pasaría mucho mejor, sin dudas-, honestamente no sé si quiero pasar otra vez por eso. Tampoco me hice millonario tocando con Los Tontos. Igualmente, el balance es positivo y estoy contento de haber vivido esa época en ese lugar. Ahora es momento de Fachos Agogó; bájense el disco que está en la web y es gratis.

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