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Fermín Solana, de Hablan por la Espalda.

Foto: Nicolás Celaya

El niño bonito

8 minutos de lectura
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Con Fermín Solana, sobre sus mutaciones personales y musicales en los 15 años de HPLE.

Hablan por la Espalda (HPLE) cumple 15 años y decide celebrarlo a lo grande. El viernes 9 festeja con un show en La Trastienda (en donde tocará temas viejos que hace varios años que no lleva a los escenarios), al tiempo que acaba de colgar en su sitio www.hablanporlaespalda.com.uy, como muestra de agradecimiento a su público, el disco Hablan por la Espalda: Celebración (con temas nuevos y otros que quedaron fuera de la selección de Macumba) y un documental llamado Sangre, sudor y semen (a cargo de Federico Borgia y Guillermo Madeiro), registro de las grabaciones de su último disco. De estos cambios, del saldo de cuentas con la música, su historia y su vida estuvimos hablando con Fermín Solana, cantante de una de las bandas más cambiantes y, a la vez -ya puede decirse-, míticas que haya dado el rock nacional.

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Editar

-HPLE está por cumplir como banda la misma cantidad de años con los que muchos pibes (sobre todo en el hardcore) empiezan a formar una. ¿Cómo es celebrarlo acá, teniendo en cuenta que siempre han tenido una relación cambiante, no sólo con lo uruguayo, sino con Uruguay en sí?

-Creo que nosotros, en parte, crecimos con un rechazo importante a lo criollo por la cultura que habíamos mamado desde chicos, del under: íbamos a toques de bandas de heavy metal que cantaban en inglés, que querían sonar como bandas de Suecia o de Noruega. Y después las bandas gringas, de punk rock. Quizá por cabeza punk, también por rebeldía, lo uruguayo nos parecía un poco terraja. No queríamos saber nada de eso; aun así, siempre nos encantó el fútbol, el mate y alguno curtió tambores o tablado desde chico con los padres. Pero a partir de cierto momento mandás todo eso a la mierda. Así salió HPLE, tocando un hardcore súper gritado, con temas en inglés. No me gusta caer en la típica de “la edad”, pero sí, hubo una evolución en la vida de cada uno en la que te vas sintiendo mejor donde estás, donde vivís, en tu barrio. Hay una cuestión de cabeza que hace que empieces a empatizar un poco con tu entorno, entonces nosotros empezamos a ver lo que nos gustaba de acá, empezás a respetar más el lugar de donde sos y lo que tiene para dar.

-De todas formas, creo que es una cosa de ida y vuelta porque, quieras o no, ustedes, habiendo llegado en cierto momento a estar prohibidos de realizar shows acá, terminaron este año tocando en los festejos por el Bicentenario.

-Totalmente. En un momento acá nadie quería saber nada con HPLE; es la realidad. Nos hicieron ese boicot. No podíamos tocar en boliches a partir de alguien que mandó una cadena de emails diciéndole a todo el mundo que éramos destructores de escenarios, lo cual no era tan irreal. Lo que pasó esa noche fue que subimos a tocar bastante borrachos en un lugar que se llamaba Sur, en Mercedes y Tristán Narvaja, y fue un toque súper caótico, que duró, creo, un tema, en el que yo levanté, como jugando, un retorno y pesaba tanto que se me fue para atrás y se rompió. Justo había un policía en el lugar, hubo toda una trifulca, alguien le pegó al tipo, terminó Leroy, el guitarrista de Silverados, preso porque lo habían confundido conmigo. Yo, en todo el lío, me había escapado en un auto… Todo eso realmente pasó, y nosotros jamás renegaríamos de esos momentos. La realidad es que también la banda supo hacerse respetar musicalmente, y en un momento, más allá de ese boicot, la gente vio que HPLE era más que eso, más que una banda quilombera.

-Pero en cierto punto, ¿eso no les terminó jugando a favor al final?

-Puede ser, puede ser… No sabría decírtelo. La verdad, lo he pensado… En su momento, creo que tuvo un efecto. Me acuerdo de lugares como BJ y Pachamama, en los que no nos dejaban tocar, que hasta había una cláusula, escrita mismo, que decía que HPLE ahí no tocaba. Pero había otros lugares, como Living, que sí nos abrió las puertas, en el que llegamos a meter fechas como un lunes o un martes y llenarlo hasta las bolas, al punto de que quedara gente afuera. Y sí, volviendo a lo que decís, puede haber influido. Hay gente a la que le atraen esas cosas, la mística del bardo y de lo prohibido. Igual, la banda tiene incorporado ese chip de ser una banda que hace ciertas cosas sin querer a veces, pero que al final no terminan saliendo tan mal. Nos pasó cuando fuimos a tocar a la Zavala Muniz a fines de 2009: la idea era que nos emprolijáramos, onda “la banda se viste de etiqueta para la gran ocasión” ,y terminamos con tremenda multa arriba por fumar en el backstage del Solís, cuando nunca nos imaginamos. En ese caso, ni ahí fueron ganas de bardero. En el momento decidimos no hablar de esto. Ya pasaron dos años y ahora podemos decir: “¿Podemos ser tan pija de que nos pase esto?”. Hicimos la repartija del dinero y de repente había una multa enorme por fumar porro dentro de las instalaciones.

-Hoy en día, con el declive del fenómeno del rock nacional, las otras bandas limítrofes entre lo under y lo masivo crecieron mucho en poco tiempo. Buenos Muchachos y HPLE quizá sean los ejemplos más claros. ¿Qué pensás que se generó ahí? ¿En qué se pudieron manejar mejor respecto al resto de las bandas?

-Creo que lo que pasó fue sencillo. Con Macumba había una incógnita, que era que mucha gente que nos seguía de antes podía abrirse, perfectamente. Y pasó. Hay personas a las que yo sé que no les gusta más HPLE, y me doy cuenta, por internet te das cuenta muy fácilmente. Pero pasó que a mucha gente que siempre siguió a la banda le terminó convenciendo. Por ahí captó, o le gustó por el tema del candombe y los tambores, y por ser, en definitiva, también uruguayos. Con el argentino es distino, por ejemplo. Me da la sensación de que allá hay muchísima gente que nos escuchaba antes y que ya no nos escucha, que vive reivindicando el HPLE viejo. Son de los que te gritan “¡Vuelvan a tocar 'El pecado'! ¡Vuelvan a tocar 'Le petit'!”.

-Los clásicos tipos que están en el fondo del boliche, de brazos cruzados y mirándote con cara de traste.

¡Sí, mismo que los vi! La otra vez tocamos en Niceto y reconocimos a algunos, y sé que se fueron re quemados porque no tocamos ningún tema viejo. Yo los vi. Lo que sí pasó es que después apareció esa gente que capaz que nunca había entendido de qué iba HPLE y que ahora sí. Yo creo que, a fin de cuentas, el disco funcionó porque tiene canciones muy buenas. Yo lo puedo decir con total tranquilidad, porque son canciones que incluso no compongo yo. Son buenas. Es un disco que cierra desde varios aspectos, y también porque HPLE, a pesar de esta nueva aceptación a ciertas cosas, sigue siendo una banda que tiene cosas para decir y tiene cierta rebeldía. Yo creo que HPLE siempre tuvo un mensaje, quizá no político, al menos no político definido, pero que sí hace que el que lo escuche se sienta identificado y promueva en él cierta liberación. Me parece que tiene algo de eso de las bandas viejas que más nos influenciaron. No sé, estoy tratando de entender eso que nos ha llevado al lugar donde estamos.

-Pero en ese estatuto público, ¿no se les ha hecho más de algún lío ideológico? Por ejemplo, con los veganos… Te lo pregunto porque hace un tiempo leía un fanzine viejo, en el cual vos aparecías diciendo una frase tan categórica como “Si de algo estoy seguro es de que nunca voy a comer carne”.

-Tendrían con que enfrentarme, ¿no? [risas] … Con eso que decís de la revista, yo qué sé. Creo que hay mucha gente que hasta lo debe de haber festejado. Ponele, una vez tocamos con una banda de death metal de Maldonado, que se llamaba Ossuary, y terminamos casi a las piñas con los locos, porque ellos durante el toque hablaban de sacrificar animales y nosotros hablábamos de liberarlos. Al final se armó terrible discusión, y uno de los locos nos terminó diciendo: “Yo estoy seguro de que de acá a cinco años ustedes van a terminar comiendo carne”. Yo sé que ese loco debe de estar loco de la vida ahora, va a leer esta entrevista y va a estar feliz de que estaba en lo correcto.

-Incluso, ¿no es verdad que ustedes llegaron a hacer un “club de la carne” después?

-Sí… sí… [risas] había unos asados ahí que… Lo que nos pasa mucho es que tanto con ser abstemio como con ser vegetariano, en la cuestión de los extremos te das vuelta como una media. No sólo de dejar de ser vegetariano, algunos terminaron con su veganismo en McDonald's, esas cosas que eran como el enemigo. Y después pasó con la droga, obviamente. Yo, en un momento, terminé re fumeta, hasta el punto de guardar el porro dentro de los discos de Minor Threat y joder con eso. Creo que el tema más complicado para entender a HPLE es comprender todas esas mutaciones. El otro día subimos a Facebook una foto de nuestro primer concierto y en el toque parecíamos unos soldaditos, pelito bien corto, todos re prolijos y con esa cosa de no fumar, no chupar y no tomar droga, no comer carne… y seguramente a un montón de gente le chupaba eso. Y miranos ahora... El único que quedó fue Valentín [Guerreros, guitarrista de HPLE], que se mantiene por la senda del veganismo.

-Quizá el tema es que en el fondo todas las bandas son así de mutables y contradictorias, pero capaz que la diferencia de HPLE con ellas es que siempre fue una banda muy transparente en cuanto a lo que sucedía en su interior.

-Eso es verdad. Creo que influyó mucho el fotolog, que era como llevar una bitácora de la banda, abierta y en vivo. Tenía esa cosa de la gente metiéndose en la intimidad, que sabía todo lo que estaba pasando. Cuando nos íbamos a Buenos Aires te podías enterar de todo lo que habíamos hecho, de lo que habíamos chupado, de quién se había ido con una mina, no sé, de todo un poco (capaz que con lo de las minas nos cuidábamos más). A mí me re cuelga la literatura del rock, me gustan las biografías de bandas, esos libros como Please Kill Me u On the road with The Ramones… y eso era una forma de hacer algo similar. Al final, yo terminé agarrando el fotolog y tomándolo para poner más mi vida personal que la de la banda.

-Me acuerdo. En ese momento con un amigo jugábamos apuestas de qué desgracia te iba a pasar el fin de semana.

-Sí, estaba en un momento peligroso porque, claro, sí, pasaron muchas cosas juntas… La tranquilidad, por un lado, de que tenía un trabajo estable por primera vez, mientras por otro lado me hacía mierda… Yo qué sé.

-¿Eso no te toca un poco con ese verso tuyo de “Y yo canto mal, por eso fuerzo la voz”? ¿Qué te diferencia a vos ahora del pibe que cantaba eso?

-Hay dos cosas. Creo que nunca pensé que iba a terminar siendo cantante. Pensé muchísimas cosas, pero nunca me creí con las capacidades para cantar, y entonces había un poco de eso de que si no sabía cantar iba a ir y hacerme pelota en el escenario. Era consciente de mis limitaciones. Pero es verdad que en eso, más allá del canto, hay cierta cosa vinculada a mi vida, que es la seguridad que fui agarrando, que incluso fuimos agarrando como banda. Quizá de pibe nunca me permití acercarme bien a la gente, había algo que no andaba bien conmigo. Así como forzaba la voz, había otras cosas similares que hacía en la vida en general. Con el tiempo empecé a apreciar más lo que me rodea, a tener una relación distinta con mis amigos, con mi barrio y sobre todo con mis viejos. Haberme casado hace poco, vivir con mi mujer, recién poder empezar a vivir de lo que siempre quise, que es escribir. Es curioso que recién a los 34 pueda estar viviendo de esto, cuando en realidad durante mucho tiempo creí, por cosas de mi vida, por mi forma de vivir, que nunca iba a llegar a esta edad. Incluso había algo como de no querer llegar a esta edad. Sin embargo, a una edad que en otras épocas no quería saber de nada, es cuando veo que las cosas se empiezan a ordenar de otra manera. Creo que éste es un momento bueno de mi vida.

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