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Thomas Mauch.

Foto: Javier Calvelo

Los hombres del espejo

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Con Thomas Mauch, el fotógrafo de Herzog.

Thomas Mauch es una figura fundamental del cine. Fue director de fotografía no sólo de las ya legendarias colaboraciones con Werner Herzog -Aguirre, la ira de Dios (1972), Stroszek (1977) o Fitzcarraldo (1982), entre otras- sino también con otros directores como Edgar Reitz y Alexander Kluge, sumadas a una extensa labor en solitario. Actualmente está, junto con la uruguaya Alicia Cano, en el proceso de posproducción de una curiosa película con tintes de documental filmado en Durazno, razones por las que se acercó a nuestras latitudes.

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-¿Ésta es la primera vez que venís a Uruguay?

-Es la tercera vez. La primera fue el año pasado. Primero fue en octubre, noviembre, cuando conocí a Alicia Cano en el Talent Campus del BAFICI, en Buenos Aires, y después la visité nuevamente en Montevideo, para ver qué estaba pasando por acá, para ver, como un equipo, un guión completo que tenía ella. La segunda vez fue en enero; vine para acá y me llevaron al mar, fuimos a Cabo Polonio. Me gustaba eso de que al no haber electricidad el cielo podía verse completamente lleno de estrellas. Era tremendamente hermoso. Trabajamos juntos con el script y lo curioso es que podíamos filmar sólo tres horas al día, porque se agotaba la batería y había que ir a recargarla a un faro. Filmábamos y después dejábamos cargando para el día siguiente. Eso al final terminó siendo una buena idea, porque tuvimos tiempo para disfrutar del mar, caminar por los alrededores, ir a restaurantes y eso. Fue un lindo compañerismo el que se armó durante todo el proceso. Después pasamos por Montevideo y empezamos a filmar en Durazno. El film es la historia de una casa que empezó como un club de fútbol, que después se convirtió en un muy exitoso prostíbulo de travestis y al final se terminó transformando en una capilla católica; trata de los tres estados de un mismo lugar.

-¿Cómo llegaron a esa idea y a ese lugar en particular?

-Eso fue todo Alicia. Ella hizo la primera versión del guión, buscó los actores y terminó con este producto que está a un pie de distancia entre una película de ficción y un documental. El problema es que para ello necesitábamos actores reales. Sin embargo, me dijeron: “Una cantidad importante de uruguayos son descendientes de italianos, y en Italia se sabe actuar”. Y tenían razón... En este proyecto no estoy en la labor de cámara, soy algo así como el supervisor, pero Arauco Fernández realmente hizo un excelente trabajo. En este momento estamos en posproducción. Ganamos el dinero del Internacional Film Fund en Berlín; pertenece al festival, pero más o menos puede decirse que es independiente de él. Todavía estamos viendo si entra para exhibirse en la Berlinale.

-¿Cómo se manejaron con esa frontera porosa entre ficción y documental?

-Llegamos a esa situación más o menos de una forma automática, porque a toda nuestra gente le gustaba actuar y se comenzaban a sentir como estrellas de cine. Para hacer una película como ésta en Alemania habríamos tenido muchísimos más problemas, porque los alemanes no son muy capaces a la hora de actuar. Por supuesto que hay grandes actores, pero cuando le ponés una cámara a gente normal no saben mucho qué hacer. Los uruguayos son muy naturales, como los italianos.

-Eso es algo curioso, porque el estilo de actuación del cine uruguayo durante mucho tiempo se paró, o bien en el polo del estilo naturalista, casi completamente despojado, o bien en el estilo más teatral, más típico de nuestros comienzos.

-Bueno, los italianos justamente tienen la misma relación entre la actuación naturalista y la más teatral, un poco por su tradición neorrealista. Una vez me pasó que hice una película en Nápoles, que es una ciudad bastante pobre, de hecho. Estábamos esperando a una actriz que venía de Roma, y cuando la vemos aparece con un gigantesco sombrero, bajando por las escaleras con un gesto altivo, de elegancia, y después le preguntamos por qué tenía que hacer semejante espectáculo para nosotros. Y ella dijo que quería que nosotros viéramos lo que era una verdadera donna di classe. Pero nosotros, justamente, queríamos representarla de una manera completamente diferente.

-Si bien en este proyecto sos productor, el trabajo por el que sos realmente conocido es tu labor de cámara. ¿Cuál fue el trabajo en el que te sentiste mejor siendo fotógrafo?

-Como fotógrafo fue Aguirre... Creo que era la… para decirlo en una forma un poco malvada… a Herzog no le gustaría escuchar lo que estoy diciendo, pero a mí me gusta más Aguirre... porque es más original. Fitzcarraldo es un poco más lavada. Fue muy buena y fue un gran éxito comercial, pero Aguirre... es mucho más interesante.

-Fitzcarraldo también, en cierto punto, se hizo tan o más famosa por las cosas que ocurrieron durante el rodaje que por la película en sí.

-Es cierto. Cuando tenés a [Klaus] Kinski y Herzog en un mismo film, no vas a tener ningún problema con la promoción. Todos los diarios amaban visitarnos y escribir sobre ellos. Eso fue muy bueno para la distribución y la producción, pero yo no estaba tan interesado en eso. Cuando vos sos director de fotografía, tu interés es muy claro. Juntándolas todas, he hecho cinco películas con Herzog. Cinco películas grandes y un montón de pequeños documentales, pero creo que Aguirre... fue un momento importante de mi desarrollo como fotógrafo, incluso no sólo mío, sino del cine alemán en general. Era la primera vez que empezábamos a hacer grandes películas. Nosotros no teníamos mucha idea de cómo hacer una película internacional; no importa cuánta plata tengas, es importante meterte adentro y empezar a hacerlo, casi de forma extrema. Aguirre... fue una gran aventura. Fitzcarraldo también, pero fue distinta.

-¿Y cómo te manejaste para estar entre medio de esos dos poderosísimos polos de atracción que eran Herzog y Kinski?

-Sí, eso era un gran problema, de hecho. Mirá, por momentos Kinski realmente quería dirigir todo él, pero Kinski era prácticamente incapaz de ser un director porque lo único que le importa es él mismo. El resto de los actores le da completamente lo mismo. A él no le importaban los directores o cualquier otra persona. Sólo le interesaba llevarse bien con los productores, que eran los que ponían la plata. Era un maníaco, pero el verdadero efecto final de lo que era él en pantalla era maravilloso.

-¿Es verdadera la anécdota de que la tribu de los campas le ofreció a Herzog matar a Kinski?

-Yo no creería en eso. No es que Herzog mienta, es que termina creyéndose él mismo esas historias. Cada tanto se te acercaba y te decía al oído estas frases increíbles pero que por ahí yo no compartía: “No soy capaz de hacer comunicación, cada una de mis películas es para mí una entrada al mundo”. O como esa idea de la jungla como obscena y pura fornicación… eran cosas que yo no veía, o que no compartía, por lo menos. Herzog, en realidad, comparándolo con Kinski, no está realmente loco. En el fondo, le gusta mucho eso de Jesucristo del sufrimiento. Es un gran sufriente, pero es una persona excepcional y es más o menos justo. Igual, discutir con Herzog no tiene mucho sentido. Vos sólo podés admirar lo que hace, pero él realmente está interesado en sus ideas. En ese sentido, de todos modos, es mucho más humano que Kinski. Juntándolo todo, fue realmente divertido. Aguirre... fue sumamente divertida, aun cuando tenías a Klaus Kinski gritándote todo el día. La verdad es que a mí no me caía muy bien. No era realmente un actor, era el mejor Kinski que haya vivido. Pero realmente no era un actor. Además, la forma en que él se dirigía a sí mismo… Se negaba completamente a hacer un ensayo. Pero la verdad es que lo mejor que podés hacer es no dirigir a Kinski. Es casi un sacrilegio. Verás, se organizaba él no sólo para sí mismo sino para la cámara, y eso sí me gustaba muchísimo. Por ejemplo, si él tenía que aparecer agachado, sabía completamente el ángulo de la cámara y los movimientos que tenía que hacer para que la cámara captara cada uno de sus gestos sin llegar jamás a mirarla de frente.

-Era una forma de matemático, en tema de ángulos y planos...

-Exacto. Sabía exactamente cómo la cámara le agarraba el perfil, aun sin verla. Conoce exactamente cada centímetro del plano en que está inserto. Siempre estaba flirteando con la cámara, era su espejo. Lo único que le interesaba era su reflejo en la cámara.

-Fitzcarraldo y Aguirre... fueron filmadas en la selva de Perú, pero también has rodado en Italia, Asia y en un montón de lugares. ¿En tus proyectos qué viene antes, tu interés en la fotografía o tus ganas de viajar?

-Es una buena pregunta. Primero me interesa trabajar, y, en la medida en que lo pueda combinar con el viajar, es más o menos ideal. Nunca me interesó sólo viajar, tengo que reflejar lo que veo y sólo puedo hacerlo con trabajo. Es completamente necesario. Nunca he tenido verdaderas vacaciones. Es aburridísimo ver cosas hermosas sin conectarlas con el trabajo. Visitar estos lugares, sin que yo trabaje sobre ellos, es como si no existieran para mí o como si yo dejara de existir.

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