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Jorge Galemire.

Foto: Nicolás Celaya

Tus abrazos perdidos

10 minutos de lectura
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Jorge Galemire y sus discos inencontrables.

Hablar de Jorge Galemire es aludir a buena parte de la música que se ha hecho en este país. Respetado guitarrista de rítmica ejemplar que hizo estilo, fracción de la generación del 71. Con trabajos propios y ajenos, como cantante, compositor, arreglador o guitarrista, sin olvidar que en ocasiones supo ser bajista y baterista. El sábado 9 de abril se presenta en un show íntimo en Somos Sonido.

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Patrón de cinco discos solistas referenciales para la música popular uruguaya, que van desde Presentación (1981) hasta Perfume (2004) pasando por el imprescindible Segundos afuera (1983) y un tótem del pop local como Ferrocarriles (1987). Cofres de canciones memorables como “Lana Turner”, “Puedes oírme”, “Perfume”, “Va pensando”, “Palabras cruzadas”, “Musa medusa” y el popular “Tus abrazos”, si de nombrar alguno se trata. Arreglador y figura detrás de dos clásicos instantáneos como Hoy canto, de Gastón Dino Ciarlo, y Sansueña, de Eduardo Darnauchans. Miembro de una lista interminable de grupos como Epílogo de Sueños, Aguaragua, Los que iban cantando, Nosotros tres, Repique, Los Championes y Polyester, entre otros, donde convergen y se destacan los nombres de Jaime Roos, Carlos Pájaro Canzani, Jorge Lazaroff y Eduardo Darnauchans. Palabras más, palabras menos, una figura de peso de la música popular de nuestro país. Cierto es que no ha estado al tanto del goce de las grandes audiencias y ha tenido una carrera un tanto discontinua, que incluye una larga estadía en España, donde, entre otros, fue guitarrista de la banda de Jorge Drexler. Establecido en sus tierras desde 2004 se lo vio formando parte de Trelew, proyecto de música celta que comparte con la galesa Karen Ann y paseando sus canciones por diversos reductos de la ciudad. Hace poco lo contactamos y fuimos a ver si, como decía aquella canción de Tótem, “La lluvia cae para todos igual”, si, como reza el dicho, “la justicia tarda pero llega” y si los discos… ah no, ése es otro cantar.

-¿Qué es lo que está pasando con tus discos?

-Hay unos discos que para mí son muy queridos y que están en una especie de limbo de edición y de recuperación. Solamente se pueden encontrar con cierta facilidad Presentación, que reeditó la revista Posdata, y de pronto Casa en el desierto, que fue la última edición en el año 1991 antes de que me fuera del país. Fue editado por Perro Andaluz, que lo había publicado en casete y después lo editó en CD. Ésos son los únicos discos que te podría decir que se pueden encontrar. Después están Segundos afuera y Ferrocarriles, del año 84 y 87 respectivamente, que están en poder de EMI, dueño de todo el catálogo que perteneciera al sello Orfeo. Hay otro que está en posesión de Neil Weiss. Es un disco que arranqué a grabar cuando empecé a volver, por el año 2002, 2003 y 2004, ya para quedarme.

-Ese aún está inédito. ¿Qué contiene?

-Tiene algunas versiones de temas viejos y…

-¿Es el disco en vivo con la superbanda que armaste en tu regreso?

-No, ése es otro disco, te hablo de un disco de estudio terminado en 2004 que desde entonces vive en el limbo particular de quien fuera su productor, Neil Weiss, y que parece no querer editarlo. De modo que está aún inédito. Te decía que hay versiones de temas antiguos y fundamentalmente canciones nuevas. Las que hice en todo ese período en que no grabé, de 1991 a 2004. Es en formato acústico, con un personal que es una maravilla: Gustavo Etchenique en batería, Fernando Núñez en tambor piano, Hugo Fattoruso en acordeón, Andrés Recagno arreglando los coros, Federico Righi en bajo, Rafael Antognazza en coros, Nicolás Mora en guitarra y bandoneón, en fin… un montón de gente que para mí es un lujo.

-Me hablás de un disco de un productor extranjero que se presentaba como muy alentador para abrir puertas en el mercado de la world music, con la posibilidad de ser distribuido en gran parte del mundo. Eso es lo que ofrecía Weiss cuando produjo y editó los discos Montevideo I y II, de Ruben Rada, y el Homework, de Hugo Fattoruso...

-Sí, dentro de ese proyecto que está como bloqueado o trancado no sólo está el mío sino que también hay otros artistas con el mismo problema, con los discos grabados y sin editar por una razón que aún no entiendo. Después esta ese disco que tú citabas, que se llama Perfume y que reúne la mayoría del material de aquel concierto grabado en vivo en 2002 en la Sala Zitarrosa. Además, ese disco reúne tres canciones un poco experimentales grabadas entre Madrid y Montevideo. Una es “Casa en el desierto” acústica y súper despojada, otra es una nueva versión de “Perfume” -que salió por primera vez en Ferrocarriles- con la participación estelar de Jorge Flaco Barral tocando bouzuqui, guitarra eléctrica y un poco produciendo todo eso. Además hay una especie de bossa nova que hicimos como obsequio para Amparo Pla y Juan San Martín, que se casaron por esa época. La letra es de un amigo español, Miguel Ángel Ferradas, y fue grabada en la casa de Alex Fattoruso, el hijo de Hugo. Todos estos discos de los que te hablé, exceptuando Presentación y Casa en el desierto, es casi imposible encontrarlos.

-¿Pero estás haciendo cosas nuevas o la desmotivación puede más?

-Bueno, desmotivarse sí… un poco sí, pero tratando de buscarle la vuelta de sortear esta dificultad, porque son bastantes discos que están fuera de circulación y podrían haber ayudado a que mi carrera no fuera tan discontinua. Aparte de todos estos discos hay muchos en los que he participado, donde el más reciente es el de Trelew, que es un proyecto con un perfil completamente diferente, orientado a la música celta.

-Si tuvieras que buscarle una explicación a tu “carrera discontinua”, ¿le adjudicarías la mayor responsabilidad a la industria discográfica?

-Básicamente creo que no se le puede echar las culpas a nadie. Una mala gestión de un servidor quizás pudo haber servido para no ponerle un poco más de ánimo, de ahínco, o buscar la grieta por donde se pudieran hacer las cosas. También la suerte pudo haber intervenido de mala manera… qué sé yo, en este momento lo que más me preocupa es poder zurcir esa discontinuidad, esa ruptura y hacer por lo menos un puente que se vuelva cada vez más sólido. Para esto sin dudas ayudaría la reedición de esos discos y algún mimo para los que están ahí trancados, claro que depende mucho de mí y del ánimo que tenga para resolverlo y echarle para adelante.

-Además decís que estos factores inciden en las creaciones del presente.

-Desaniman un poco, pero también aprendés a volver a animarte y de eso un poco se trata. Ahora estoy grabando un disco de versiones de música popular uruguaya. Y si bien no soy ningún adelantado al respecto, es mi forma de manifestar respeto por los compositores citados. Lo tomo como una especie de abrazo. También estoy trabajando con Eduardo Rivero en un disco que recuerda aquellos episodios de Nosotros tres, tanto en el año 76 como en el 93, junto con Eduardo Darnauchans. Entre los tres hacíamos un show con perfil de café concert como se estilaba en la época, mostrando el lado liviano y tratando de decir alguna cosa también. Nada menos que con un exponente como Eduardo Darnauchans, con quien fue un placer trabajar y con quien lo hice en el disco Sansueña también. Ahora trabajamos en un material que habíamos compuesto con Rivero a partir del año 75 y que seguimos haciendo a lo largo de los años. La idea es juntar todas esas canciones del dúo, masterizarlas, darles sus debidos procesos y llevarlas a un disco.

-¿Cómo ves la música uruguaya en este momento? Las cosas cambiaron. ¿Están mejor?

-Es difícil hablar de mejor o peor. Las cosas cambian según las épocas y parece ser un argumento de viejo si uno dice: “Antes se tocaba de tal o cual forma o había tal o cual código”. Simplemente era un entorno completamente distinto. Pero se podría decir -fundamentalmente en lo que tiene que ver con el rock- que las bandas aprendieron a producir. Si hubiera crisis de composición, creo que tiene que ver con el rocanrol en el mundo, pero acá se suena muy bien. En el caso de que no te guste lo que componen las bandas... Para mí hay bandas que han hecho composiciones estupendas -las bandas top incluso, como NTVG y La Vela Puerca- y yo tengo preferencia por una banda que se llama Guatusi, que tiene un sonido muy contundente y letras muy coloquiales, de poesía dura e incisiva. En este terreno, aunque sea un color muy evidente de la música que se produce acá -ya que convocan de repente a 30.000 personas mientras que otras personas de otros rubros convocan un contingente mucho menor o acotado de público-, es el rocanrol el que se lleva la mayoría en preferencia. Entonces ahí sí hay crecimiento.

-¿Vos te considerás roquero?

-No, yo soy un músico -como una vez dijo Cabrera- “ecléctico”. Realmente me gusta tanto la música que no me quiero privar de gustar de todo aquello que me parezca lindo y tenga una cosa que me enganche. El abanico de posibilidades es muy amplio.

-Está explícito en tus discos, que van desde el pop rock al candombe y la murga canción, la bossa nova, etcétera. ¿No tenés la sensación de que quedaste fuera de un movimiento por eso?

-Sí, claro… exacto.

-Nuevamente aparece la cuestión de la continuidad, quizás por eso las nuevas generaciones no reconocen a los mentores de determinadas movidas o corrientes. Estoy pensando en Ferrocarriles como tótem del pop local. No obstante, es verdad que aquí del pop siempre se renegó…

-Muchas gracias, yo agregaría Buzos azules, de Fernando Cabrera, como ejemplo de marcada influencia pop rock. Aparte, en mi caso, después de dos discos perfilados sobre todo al candombe y a la murga canción, con alguna vuelta de tuerca como “Kublai Khan”, la canción que canto con Dino… ¡Hay un retorno a eso en el disco secuestrado!

-Yendo al grano, es raro para una persona de tu trayectoria escuchar decir por un lado “Galemire es un maestro” y por otro lado ver que Galemire no puede editar discos.

-Es un poco loco… terapia y resignación... No te olvides de que estar 14 años fuera del país es un quiebre muy importante para romper tu carrera. Justamente discontinuidad, 14 años es mucho. Me sorprende a veces tener la fortuna de que haya gente que me reconozca. Además siempre salí al ruedo con propuestas diferentes, como para que la gente entienda “por dónde va este tipo”. Más aun en esta época en que el posicionamiento es tan importante “¿Cuál es tu target?”. “¿A qué público apuntás?”. ¡Yo qué carajo sé..! Hago música y eso basta. Entonces, como los tiempos cambiaron y todo lo demás, sumado a la ausencia de 14 años... y además ponele que si conocés Presentación -que es el disco que está ahí o el último disco que tiene unos temitas roquerillos pero también tiene unos candombes- y después cuando vengo acá hago ese disco que no sale y luego Trelew, que es una música que nada tiene que ver… Todo eso suma a la hora de no poder establecer el artista un perfil más nítido. Sobre lo que hace, sobre por qué vira de repente para un lado o para otro, qué es lo que lo mueve a hacer todo eso... ¡dificulta! Por ejemplo en Cabrera es mucho más fácil, porque a pesar de ser un músico que tiene muchas puntas, ha tenido continuidad. Tiene una gran discografía y muchas presentaciones.

-Te definís como “ecléctico”, ¿puede haber inconformismo en eso de buscar por un lado o por otro?

-No, ni siquiera es un capricho, te diría que es más bien una pulsión. La actitud es agreste, no está pensada. Las veces en que fui por un lado o por otro lo hice con total desparpajo, no pensé en ningún tipo de posicionamiento.

-Volviendo a la discontinuidad, ¿cuando te fuiste buscaste nuevos horizontes para tu carrera o simplemente parar con ella?

-No, simplemente fui a probar suerte, ver de qué se trataba, conocer, y sí… si era posible cambiar mi vida de forma radical, quedarme allá, pero las cosas no salieron. Hice muchas cosas, desde periodismo y fotografía para un periódico de Mallorca hasta tocar en terrazas y boliches a dúo con un amigo para ganarnos la guita y entretener a la gente…

-Es bastante curioso, porque aquí eras un artista con cuatro discos editados y te fuiste a arrancar de nuevo…

-Sí, es exactamente así. Sin red además, porque fui con poco dinero y poco a poco salí arriba de la palestra a costa de unos cuantos sacrificios. Hasta que nos mudamos a Madrid, donde las cosas fueron distintas. Tuve la suerte de ser guitarrista de la banda de Jorge Drexler y de un dúo llamado Mestizal, que hacía cosas muy interesantes. Y bueno, al volver aquí tropecé con este disco y estoy poniéndole ganas al asunto, cuesta la reinserción. Mi estilo no es tan fácil de leer para que la gente lo acepte, más bien es de ver de qué se trata, pero sigo adelante. Casualmente he montado un buen trío con Sebastián Pereira en percusión y Roberto Heredia en bajo, continuando en la veta acústica y despojada que venía trabajando. Soy un tipo de impulsos, muchas veces te equivocás, otras no. Como arreglador me pasa lo mismo. En Sansueña, que fue un disco bastante bien criticado, con respecto a eso, justamente una de las cosas que se ven es que el arreglador trabajó en función del vocalista. También lo hice con mucho desparpajo y metiendo lo que se me ocurría, pero por lo visto en ese disco tuve puntería. ¡Algunos temitas quedaron bastante bien! Se hizo lo que se pudo, en el 77 cuando la tecnología no era la de ahora. Hacer un tema con batería, bajo, cuatro guitarras… ¡todo sin metrónomo!

-Hay canciones en las que tocás todos los instrumentos.

-En varios, batería en todos… ¡un atrevimiento! Es que uno de los costados feos de la dictadura fue que nos dividieron mucho. Entonces había microguetos, el rocanrol desapareció. ¿Dónde conseguías un baterista para tocar eso? Había muchos, pero se habían ido o la gente no estaba junta, sobre todo en el área del rocanrol, que era la impronta que le quería dar Darnauchans a ese disco. Popearlo un poco, quitarle tanta acústica y electrificarlo un poco. Con sobriedad. No encontramos a nadie e hicimos Sansueña de esa forma. Por eso te decía que para yo componer cosas y encontrar un perfil en mí, el vector que suma las fuerzas es realmente complicado. Por eso de “¿Qué perfil tiene este muchacho… a ver qué es lo que hace?”.

-El negocio de la música está cambiando y en ocasiones vale más un ringtone que una canción. ¿Cómo se adapta tu generación a estos cambios?

-Es un problema, mi generación anda por los 60 años. Hay una franja en la que no sos joven ni sos demasiado viejo, estás todavía componiendo, todavía activo y produciendo. Pero en el rubro musical los referentes que hay ahora ya no son como eran antes. Donde incluso los referentes parecen haber ascendido en el escalafón social. Superior al que teníamos nosotros, donde las cosas salían más de abajo. No digo que esté mal ni que esté bien, pero los dictámenes sobre para dónde van los tiros en la música igual los está dictando no solamente otra generación, sino también otro escalafón social, e influye. Y desde el punto de vista de la industria, hasta la buena música se va contaminando y empieza a perder calidad. No tiene un perfil para ubicar en una góndola porque es demasiado “raro”. Entonces se convierte en un atentado a la libertad y no es que sea “raro”, muchas veces simplemente no está a la moda. No sigue los parámetros que dicta el mercado.

-¿Qué podrías adelantarnos del futuro disco de versiones?

-Me encanta, porque me obliga a revisitar todas esas canciones que me gustaban, como por ejemplo “Adiós a la rama”, de Rada, “Punto muerto”, de Cabrera, alguna canción de Dino que aún no decidí, “Andenes”, de Estela Magnone, “Candombe del no sé quién soy”, de Mandrake Wolf… otra de Tony Henderson, “Sol de la mañana” y alguna canción más. Es una forma de respetar y valorar a otros colegas, de que tú te conviertas también en espejo de ellos. Algunas ya las vengo tocando en vivo.

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