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Inauguración del Centro de Maternidad Montevideo.

Foto: Nicolás Celaya

Otra forma de nacer

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Inauguración del Centro de Maternidad Montevideo.

El Instituto Perinatal del Uruguay (IPU), asociación civil sin fines de lucro que realiza educación, apoyo e investigación en el área de la salud materno-infantil, abrió el viernes 1º de abril un centro de maternidad destinado a partos de bajo riesgo. Con el financiamiento de una organización estadounidense, durante un año atenderá únicamente a usuarias de centros montevideanos de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) y del Banco de Previsión Social.

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Violencia obstétrica en Uruguay

Ése fue el nombre de una mesa redonda organizada ayer por la Red Latinoamericana y del Caribe por la Humanización del Parto y del Nacimiento y Amnistía Internacional Uruguay. Además del trato que no pone a la mujer como protagonista del parto y el embarazo, se señalaron prácticas violentas como negar líquido a la embarazada durante el trabajo de parto, pedirle que esté acostada y monitoreada permanentemente cuando se trata de un parto normal, obligarla a parir acostada, o negar el contacto inmediato piel con piel de la madre con el recién nacido. Se catalogó como violencia también la episiotomía sistemática (corte en el perineo), la oxitocina de rutina (hormona para acelerar el parto) así como la cesárea innecesaria. La OMS indica que no se justifica la cesárea en más de 15% de los partos, sin embargo, en Uruguay se da en 24% de los partos de ASSE, en 45,9% de los del sector mutual y en 55,4% de los asistidos en seguros privados. Natalia Magnone, trabajadora social exponente de la mesa, explicó que en nuestro país el modelo de atención es “tecnocrático”. Dijo que se impone el enfoque de riesgos, y que se atiende al 80% de los partos como si requirieran de una intervención continua. Indicó que además de la mercantilización de la salud, juega su rol la medicina defensiva, donde las mujeres piden aumento de tecnología e intervenciones, aun cuando esto sea más dañino.

A simple vista es una casa común y corriente del Prado de Montevideo, con amplias aberturas y un lindo patio arbolado. Salvo los cuadros que evocan la maternidad y algunos carteles que explican la conveniencia de aplicar determinados métodos y técnicas, son pocos los indicios de que allí nacerán cientos de bebés.

Dos de las habitaciones

-dormitorios con camas de dos plazas, espejos, placard y cómoda- serán las “salas de nacer”, una vez que el Ministerio de Salud Pública haga la habilitación que aún está en trámite. Un cubo de polifón, almohadones, una pelota de fisioterapia y una silla hueca para que se sienten las parturientas que deseen tener sus niños de esa forma son algunos de los materiales que se utilizarán. Ambas salas tienen la peculiaridad de haber sido pintadas de color rosa y azul. Al costado de los dormitorios está el baño, donde hay una bañera para hidroterapia que también podrán utilizar quienes deseen parir en el agua. La sala de espera, amplia y con confortables sillones, además de esa función, será el sitio donde se den talleres. Otra de las piezas oficiará de consultorio para controles ginecológicos y pediátricos. Salvo esta última habitación, poco del lugar -al menos a simple vista- permite asociarlo con un centro de salud. Ésa es la idea.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 80% de los partos son normales; sin embargo, en Uruguay los servicios de salud únicamente posibilitan que los nacimientos se produzcan en el tercer nivel de atención, en los centros hospitalarios, donde se dispone y se aplica alta tecnología. En Brasil, Estados Unidos y países europeos hay casas de parto similares al centro inaugurado el viernes, que forman parte del primer nivel de asistencia, ése que se da principalmente en policlínicas más que en grandes y complejos nosocomios.

Gonzalo Vidiella, ginecólogo del Centro de Maternidad Montevideo, explicó a la diaria: “Es volver a plantear el parto en el sistema [de salud] pero a la altura del primer nivel de asistencia, lo cual implica la adecuación del área para eso. No es algo fuera de lo que hay hoy, sino que se trata de potenciar lo que ya está, de reconocer el parto de bajo riesgo como factible de asistencia en el primer nivel porque mejora mucho los resultados, el trato y se tiende a la humanización de la mujer. Al mejorar el primer nivel también mejoran el segundo y el tercero, porque logramos descongestionar esos lugares en los que hay una hiperpoblación” para atender los partos de riesgo.

Algo más que un lugar

El requisito para que las mujeres puedan atenderse en el centro es que hayan cursado un embarazo normal, que cumplan con los controles y que hayan tenido la preparación durante todo el embarazo. Gilda Vera, obstetra partera desde hace 40 años y directora técnica del Centro de Maternidad de Montevideo, comentó a la diaria: “Sabemos estadísticamente que la mujer que está preparada y que se hace cargo del embarazo tiene excelentes partos: sabe escuchar a su cuerpo, sabe lo que está pasando y el miedo al dolor se le fue porque tú le explicaste por qué duele”. La técnica afirmó que “un parto normal es un mecanismo de parto que las mujeres tenemos inscripto en el cerebro y no tiene que ser entorpecido, tiene que ser ayudado”.

El IPU desarrolla desde hace algunos años un curso de doulas, que son las acompañantes de la mujer en el trabajo de parto, durante el parto y en el puerperio inmediato. Rosa Rinaldi, doula comunitaria, dijo a este medio que realizan un “acompañamiento físico y emocional, les ofrecemos medidas de comodidad para que puedan pasar lo mejor posible el trabajo de parto, les hacemos masajes y acompañamos a las familias”. Vera indicó que el plan es “sacarles todos los miedos, que conozcan el espacio, el lugar, que puedan venir con alguien de su familia, van a tener una pieza solamente para ellas, un espacio de recreación, lugar para caminar”.

Doula, asistente social, psicóloga, partera, ginecólogo y pediatra conforman el equipo técnico del centro. Vidiella resaltó el trabajo personalizado como una de las principales virtudes de este sistema, por el contacto que se realiza durante todo el control del embarazo: “Es un vínculo mucho más largo que el que se da día del parto, tú entrás al trabajo de parto en una sala de nacer en la que tenés tu partera, el ginecólogo de referencia que pasa todo el trabajo de parto contigo y no va a tener que atender a otra persona ni bajar a ver una urgencia. En el Pereira Rossell, por ejemplo, se ha despersonalizado la asistencia porque hay mucha gente y los técnicos tienen que encargarse de varias tareas; en este centro se tiende a la personalización de la asistencia, a la humanización: atendemos con nombre y apellido”.

Vera afirmó: “Cuando los profesionales metemos la mano la embarramos, nosotros solamente tenemos que controlar que todo venga absolutamente normal, y estamos capacitados para visualizar si algo se está yendo de lo normal”. Por eso, sostiene, hay que buscar el “menor índice de intervencionismo”. Mencionó como una práctica no recomendable la rotura artificial de membrana, porque a menudo “se le rompe la bolsa a una embarazada y eso complica y termina en una cesárea”.

El ginecólogo agregó que “dentro de la propuesta del parto humanizado no existe el intervencionismo: usar medicamentos para provocar contracciones, romper la bolsa, acelerar el parto”. “Lo que se hace en el Centro de Maternidad Montevideo es buscar alternativas no medicamentosas para promover un correcto parto, por eso hay pelotas para el movimiento, se permite a las parturientas caminar, deambular, hay espaldares para que puedan estar paradas, una taza similar a una taza de water que es una silla de parto, porque la posición de estar sentada como en el water es una de las más cómodas que se reconocen a nivel mundial para tener un parto”.

Consultado respecto a por qué no se aplican esos métodos en el sistema de salud actual, Vidiella respondió que “hay una tendencia en el tercer nivel de asistencia a mejorar y cambiar esas cosas. Soy profesor adjunto de la Facultad de Medicina, que tiene un proyecto de dignificación del parto en las clínicas ginecológicas del Pereira Rossell, para corregir esas cosas”.

Lucía Topolansky, senadora y primera dama, fue la única representante del gobierno que asistió a la inauguración. En su alocución resaltó “la escala humana” de este proyecto. “Siempre va a haber en un pago una casa que se pueda abrir y acondicionar para hacer más amigable y más feliz un momento que debe ser feliz y que no debe estar pautado por normativas generales”, dijo.

La senadora resaltó la importancia de que la iniciativa se dedique en principio a las mujeres de los sectores más pobres de la población, lo que es posible gracias a un convenio con la organización estadounidense With Woman, que tendrá un año de duración en el cual sólo podrán atenderse allí las mujeres del sector público de salud.

Consultada por la diaria sobre si el Estado se plantea asumir en un futuro esa tarea, se limitó a decir: “El Estado tiene que dar el mejor de los apoyos y la difusión, acá tenemos que conjugar la iniciativa pública y privada. Puede haber grupos de mujeres en otro departamento que, basados en un modelo que consideren viable y un apoyo público, puedan dar como resultado otras casas”. En Brasil, por ejemplo, esas casas son únicamente del Estado; en un modelo como el uruguayo, teniendo en cuenta que la creación de estas casas descongestionaría hospitales y sanatorios, no es alocado pensar que puedan ser financiadas, al menos en parte, por el Fondo Nacional de Salud.

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