La zona de exploración de Aratirí comprende un área de 120.000 hectáreas, que abarca los departamentos de Florida, Durazno, Treinta y Tres y Cerro Largo y cuyo centro está en Cerro Chato y Valentines. El emprendimiento también involucra los departamentos de Rocha y Lavalleja, puesto que por allí pasaría el mineroducto que llevaría el hierro hasta un puerto que se proyecta construir en el balneario rochense La Angostura. Personas de todos esos lugares y de otros departamentos del interior del país estuvieron presentes en la marcha del viernes, que no contó con masiva presencia de montevideanos. La encabezaban 90 caballos montados por hombres y mujeres, entre los que había propietarios de tierras y también peones; un grupo de ellos había salido a las 3.00 en camión desde Cerro Chato y en el trayecto hacia la capital se le unieron otros dos vehículos. La caminata se hizo a un ritmo parejo, arrancó desde la Plaza del Ejército, ubicada en el cruce de General Flores y Batlle y Ordóñez y llegó al Palacio Legislativo a las 17.00, tal como estaba previsto.
A la caballada le seguía un cartel del ancho de la calle que decía: “Tierra pal que la trabaja con sus manos” y detrás de él había trabajadores y familias del campo. Luego sobresalían los distintos colectivos rochenses, de La Paloma, La Esmeralda, Aguas Dulces y Valizas, que manifestaban en contra de Aratirí pero también en rechazo a la ampliación del puerto de La Paloma para transportar madera hacia la planta de UPM (ex Botnia) en Fray Bentos. “No al puerto de Palos”, decía la pancarta de La Paloma. La alusión al colonialismo se dejaba ver en otros carteles que rezaban: “No más espejitos de colores”, “Gringo ladrón, gobierno cagón”, y también en los gritos de los jinetes que cada tanto proclamaban: “¡Viva la patria!”.
José Artigas era evocado en las banderas, portadas por casi todos los que iban a caballo, pero también en las frases que recordaban: “No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad”.
Sobre el final de la marcha podían escucharse cantos como “Guerra, guerra, guerra social contra el Estado y el capital”, consigna que probablemente no fuera apoyada por muchos de los que encabezaban la procesión, pero que demostraba la diversidad reunida durante tres horas con un motivo común.
Presente y futuro
En la plaza Primero de Mayo se leyó la proclama, que hizo hincapié en la conservación de los recursos naturales para las generaciones futuras y en relación a los bisnietos se preguntó: “¿De dónde tomarán ellos los recursos naturales para llevar adelante sus proyectos, si los seguimos destruyendo y cediendo a intereses extranjeros y multinacionales?”.
Hubo un cuestionamiento al modelo productivo actual: “Hemos estado hasta hoy comprometiendo buena parte de los suelos fértiles y los recursos naturales del país, como el agua, en actividades que no sólo no cumplen con las exigencias de empleo y bienestar económico prometidos, sino que han permitido la apropiación de grandes extensiones de tierras por empresas multinacionales y enajenando aun más la soberanía nacional”. Y a continuación se dijo: “Sin hacer una revisión de este proceso, se pretende dar un paso más hacia el vacío con la introducción de la minería metálica a cielo abierto en gran escala, una de las actividades extractivas más contaminantes e insostenibles del planeta, así como destructora de los valores y las culturas productivas de las comunidades que se verían desplazadas por estos proyectos”.
Más adelante se vaticinó “la explotación minera significa la desviación definitiva de cursos de agua, caminos vecinales, rutas nacionales y la destrucción irrecuperable del suelo con cráteres de 100 hasta 600 hectáreas de superficie y 300 a 400 metros de profundidad, y a su lado quedarán inmensos depósitos de desechos que por decenas hasta cientos de años seguirán contaminando la zona”. Se rechazó también el mineroducto, por afectar parte del patrimonio arqueológico, la riqueza productiva y sociocultural. Por último, en la proclama se incluyó el rechazo al desalojo de Ney Theddy de un campo del Instituto Nacional de Colonización, ocurrido a fines de abril por tener una deuda con dicho instituto; los representantes de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) reclamaron: “¿Por qué no se actúa de la misma manera con los grandes deudores?”.
Sensación de alarma
Natalia, una mujer rubia que se trasladaba a caballo, dijo, al ser consultada por la diaria, que su familia se dedica a la ganadería y que utiliza un predio de 700 hectáreas en Cerro Chato. “Estamos acá en defensa de la gente que vive en el campo. Vivimos ahí porque nos gusta, porque queremos, y estamos en defensa del medio ambiente”, relató. Señaló que en su caso la minera los afecta porque “los padrones están pedidos; primero te entran al campo, exploran, ven si hay hierro y si llega a haber tenés que llegar a una negociación, a un porcentaje de lo que saquen, o si no vendés el campo, cosa que ninguno de los productores que estamos acá quiere hacer”, afirmó.
Participó también Claudia Perugorría, almacenera de Cerro Chato y productora ganadera junto con su marido, quien en 2010 denunció por la vía judicial a Aratirí por la forma en que ingresó a su predio para hacer la prospección, que provocó destrozos del suelo de áreas que no estaban afectadas. Expresó a la diaria que está a la espera de la sentencia por ese caso, pero que ahora deben enfrentar otra situación porque su esposo arrendaba un predio de 47 hectáreas que “la minera lo quiere comprar”. “Ya tenemos una fecha de desalojo, estamos presionados por ese lado”, agregó.
Winston, un productor de ganado bovino y ovino que tiene 350 hectáreas en Las Pavas, Treinta y Tres, contó que la minera pidió hacer la prospección en un predio suyo de 38 hectáreas, pero él presentó un recurso administrativo para que no ingresaran. “Pienso que ahora repetirán el pedido y vamos a recurrir de nuevo, pero ya es por menos tiempo. Hay padrones vecinos pedidos en la vuelta y pienso que se va a ver todo afectado en el futuro”, sostuvo.
Un productor ganadero de pocas palabras, que se definió como oriundo de Nico Batlle (Nico Pérez y Batlle y Ordóñez), dijo a la diaria que la minera está lejos de su zona, pero añadió: “Está aproximándose cada día más y yo lucho por lo mío y por lo de mis amigos”. Por su parte, Gustavo y Alexander, de 11 y 15 años, relataron montados en sus caballos: “Vinimos por los mineros porque están destruyendo todo lo que es campo, están entrando a los campos y meta hacer pozos, y la gente que está trabajando en el campo se queda sin trabajar”.
Fernando, peón de 33 años, contó que vive y trabaja en el predio de su patrón: “Él me ayuda muchísimo, si esto explota se tiene que ir y no sé qué va a ser de nuestra vida”.
Pero el rechazo a la minera no es de todo Cerro Chato. La semana pasada, algunos comerciantes presentaron firmas ante la Cámara de Senadores apoyando el emprendimiento. El viernes en Radio Uruguay el presidente del sindicato de Aratirí señaló las ventajas laborales de la minera, que emplea a muchas mujeres y paga salarios superiores a los rurales, respetando el pago de horas extras, derecho al que rara vez acceden los trabajadores del campo.
Consultado por la diaria, Julio Gómez, productor de Cerro Chato, comentó: “En la zona existe una división porque están los obreros que están trabajando y es lógico que defiendan sus intereses. También hay un grupo de comerciantes, principalmente proveedores de la empresa, que apoyan a la minera. Son intereses muy respetables, pero es un movimiento muy menor, porque teniendo alrededor de 300 empleados la minera en la zona recogieron solamente 420 firmas, mientras que acá hay un país que acá está acompañando esto”, puntualizó en relación a la multitudinaria marcha.