Uruguay se ha caracterizado por ser fundamentalmente un país exportador de materias primas, perfil que lo ha expuesto a “un escenario de mayor incertidumbre debido a la gran volatilidad de los precios internacionales de los llamados ‘commodities’”. Y aunque hoy en día se presenta un contexto internacional favorable de altos precios, Uruguay también tuvo que pasar por momentos de demanda reducida o bajos precios.
Esa evaluación surge del informe Exportaciones y Productividad en Uruguay elaborado por la CNCS, donde se señala, citando datos de la Cepal, que desde 1990 hasta ahora la participación de los productos manufactureros en las exportaciones cayó del 38,5% al 25,2% registrado en 2009, mientras que las ventas externas de productos primarios pasaron del 61,5% al 74,8% en el mismo período. “De lo anterior se desprende que Uruguay exporta principalmente bienes con poco valor agregado”, definiendo esto último como “el valor adicional que obtienen los bienes mediante el proceso de producción”.
La CNCS reconoce que la situación del país no está aislada en la región, ya que América Latina se caracteriza en su conjunto por la exportación de productos primarios (PP) y por generar una productividad menor que en otras partes del mundo.
Depende del clima
La entidad considera que para dotar de mayor valor agregado a las exportaciones locales es necesario exhibir como país un “clima de negocios propicio”. Para medirlo se menciona al Índice de Competitividad Global 2010-2011 del Foro Económico Mundial, donde Uruguay se encuentra en el lugar 64 entre 139 países, habiendo mejorado un puesto respecto de 2009. Detalla que en la categoría "Educación Alta y Capacitación" ocupa el lugar 40, involucrando aspectos como la calidad del sistema de educación (puesto 67), calidad de la administración de las escuelas (39), acceso a internet en las escuelas (26), calidad de la educación en matemáticas y ciencias (92), y extensión del personal capacitado (86). “Seguramente si Uruguay se ubicara en una mejor posición, sería un reflejo de que los individuos se encuentran mejor capacitados, con mayores conocimientos y por lo tanto con las capacidades de producir para el mercado externo, productos con mayor valor agregado”, se analiza. También se refiere a la categoría de "Eficiencia del Mercado de Trabajo", donde el país se encuentra en el lugar 119º, “lo que indica una situación crítica”, particularmente en cooperación en las relaciones entre empleados (131), la flexibilidad de la determinación de los salarios (138), el nivel de los salarios asociado a la productividad (134), y la fuga de cerebros (108).
Entre otras trabas se mencionan los “altos costos de transporte”, que representan el porcentaje más alto de los costos del comercio exterior. “El problema puede ser explicado en parte porque las inversiones privadas no fueron acompasadas con la inversión estatal en el mantenimiento de las puertas de salida y entrada de mercadería del país”, detalla.
Otra dificultad es la falta de crédito que enfrenta el sector empresarial, lo que constituye “una de las razones por las cuales hay una considerable dispersión en la productividad de las empresas”.
La carga tributaria es vista como otro obstáculo, ya que “en vez de simplificar la situación pareciera que hace lo contrario”. “Muchas veces los sectores que crecen resultan no ser los más productivos sino los que cuentan con mayores deducciones fiscales”, critica el informe, añadiendo que ello representa “un claro desincentivo para aumentar la productividad, ya que se distorsionan los intereses de las empresas buscando abonar menos impuestos en vez de aumentar la capacidad de producción”. A modo de conclusión, señala que “la baja productividad puede ser el resultado de políticas erróneas y/o fallas de mercado que logran distorsionar los incentivos de las empresas de innovación y expansión, haciendo que sobrevivan empresas que no son eficientes”, asegura. Agrega que se deben facilitar los recursos productivos a las empresas que sí lo son, y que “se debe evaluar el impacto de las políticas públicas sobre la productividad, intentando que deriven en beneficios hacia la misma y no en obstáculos”.
Lo que resta por hacer
Washington Burghi, presidente de la CIU, dijo a la diaria que “al Uruguay le queda mucho por hacer” para mejorar su productividad, dado que si bien “las empresas industriales han invertido mucho, aún les queda mucho por mejorar”. No obstante, evaluó que “no sólo las empresas tienen que mejorar. La industria está inserta en un país que tiene una productividad con ineficiencias bastante importantes”, valoró, para luego ejemplificar el aserto con el aspecto de la mano de obra: “Estamos con niveles de productividad bastante bajos”, aseguró, criticando el hecho de que “en los últimos aumentos de salarios que se dieron, no fueron pautados como se había hablado desde el Ministerio de Economía, (es decir) incluyendo la productividad”. “Se está produciendo básicamente lo mismo, con un aumento del salario real en pesos, y en dólares, muchísimo más”, alertó.
Burghi dijo que la mayor productividad debe ser mejorada por los empresarios con más inversión. “El sector privado ha invertido mucho en relación a lo que han sido las inversiones históricas del país, pero para seguir creciendo debemos seguir” desenvolviendo recursos efectivos, enfatizó.
Sin embargo, el empresario y gremialista fundamentó que desde el Estado debe asumirse buena parte de la responsabilidad para incrementar la productividad del país, particularmente calificando la mano de obra necesaria. Aseveró que es fundamental mejorar el sistema educativo “a todo nivel”, pero atacando el problema desde la raíz. Recordó que “mucha gente no tiene la base” mínima de conocimientos y educación, del mismo modo que “hoy tenemos que hablar de cosas que antes no hablábamos: de hábitos de trabajo y de hábitos de trabajo bien hecho” que se perdieron en sectores de la sociedad. “Tenemos que educar para el futuro”, evaluó.
En otro orden, mencionó la necesidad de reducir la burocracia estatal. “Tenemos muchísimos trámites, muchos trámites superpuestos que muchas veces no tienen sentido, y eso resta eficiencia como país”, se quejó.
Por último, Burghi destacó lo positivo de que “se pueden mejorar los niveles de eficiencia como empresa, pero siempre hasta donde el país lo permita. No estamos insertos en una nube sino en un país, y si ese país es altamente eficiente, se puede tener una meta mucho más alta de eficiencia, pero si ese país no es eficiente, se tiene el techo muchísimo más abajo”, graficó al respecto. Concretamente, evaluó que “Uruguay no es un país eficiente”, aunque admitió: “Hay que reconocer que en algunas cosas ha mejorado”. El dirigente remató la explicitación de su punto de vista recalcando que en Uruguay, en esta materia, “quedan cosas por hacer. El futuro es mañana, y nosotros nos pasamos muchas veces discutiendo, y somos poco proclives a ejecutar. Es un problema de la mayoría de los uruguayos y de los gobiernos, no me refiero a éste en particular sino a todos: son y fueron poco proclives a ejecutar”, lamentó.