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No tan telenovelas

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La ficción audiovisual argentina sigue renovando sus formatos.

Dos buenas series que se emiten en televisión abierta, El hombre de tu vida y Ciega a citas, son una buena muestra de la última camada de producciones argentinas que se mueven entre la telenovela clásica y la sitcom norteamericana.

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La ficción en la televisión argentina tuvo un gran quiebre en 2000, cuando en plena crisis económica apareció Tiempo final, de la mano de Sebastián Borensztein (hijo de Tato Bores). Además de escapar a los temas ya gastados de la pantalla chica (amistad, familia y pareja), la novedad extra estuvo en el aspecto técnico: los guiones, el montaje y la dirección apuntaban más a una estética for export que a procurar la identificación del espectador a través de una sensibilidad costumbrista. Tan es así, que el formato se vendió a Chile, Colombia y España.

Pasó lo mismo con otros unitarios como Mujeres asesinas, de la productora Pol-Ka, y series como Los simuladores y Hermanos y detectives, de Damián Szifrón. Rápidamente las telecomedias diarias adoptaron la metodología, con resultados como Lalola y Los exitosos Pells, ambas protagonizadas por Carla Peterson, multipremiadas y con formatos vendidos a países de todos los continentes.

La síntesis entre serie y telenovela parece haber llegado con dos o tres series que mantienen aquellas temáticas clásicas, pero aportando dimensiones más comunes en las series estadounidenses. La nefasta metodología del guión creado en función de las preferencias de la opinión pública da paso a argumentos planificados de antemano y guiones redondos. La televisión abierta uruguaya ofrece actualmente dos ficciones en esa línea: El hombre de tu vida, en Monte Carlo, y Ciega a citas, en TNU.

De las cuatro décadas

A Juan José Campanella no le faltan credenciales como director. Viene de ganar -entre otros premios- el Oscar a la mejor película extranjera en 2010 con el thriller El secreto de sus ojos, pero quizá su mayor logro haya sido apartar a Guillermo Francella de su papel más típico (esa especie de temprano viejo verde a lo Olmedo, pero menos gracioso) para meterlo en el papel del administrativo y simpático borracho Pablo Sandoval. Totalmente familiarizado con los cánones de dirección mainstream yanquis en diversos géneros, dirigió varios capítulos de Dr House, uno del 30 Rock de Tina Fey y 17 de Law & Order, y encontró la estética arrabalera en la dirección del primer programa televisivo decente de Alejandro Dolina, Recordando el show de Alejandro Molina, cuyo capítulo final (de 13) acaba de emitirse en Argentina. Sus méritos como guionista no son menores: coescribió con precisión de relojería todas sus películas (Luna de Avellaneda, El hijo de la novia y la más temprana e imprecisa El mismo amor, la misma lluvia) y la mayoría de las series que dirigió, terreno en que se destaca Vientos de agua (HBO, 2005), de próxima emisión en TNU en setiembre.

En El hombre de tu vida Francella es Hugo Bermúdez, padre viudo de cuarenta y largos años, que queda repentinamente desempleado. Su prima, la materialista Gloria (Mercedes Morán), le ofrece una salida laboral que se acerca a la estafa: mediante una empresa falsa de citas coordinada por ella, Hugo tiene que encontrarse con varias mujeres, y en base al perfil de cada una, fingir ser su “hombre ideal”, para después desilusionarlas voluntariamente (en una cena con una mujer aristocrática eructa; en otra con una militante de izquierda comenta al pasar que “hace falta más mano dura”). La ganancia del servicio de citas se reparte entre Gloria y Hugo, y el hecho de que las mujeres lo rechacen a él asegura, supuestamente, la autoestima intacta de las clientas. El elenco se completa con Franco, el arquetípico hijo preadolescente, y el padre Francisco, un “cura con onda” que sirve de red espiritual para la dudosa posición ética de su profesión nueva.

Como toda la obra de Campanella, hay un foco en la moral y afectividad de los personajes, puesta en jaque por hechos sociales adversos. Pero ahora el enemigo no es la corrupta justicia de la dictadura argentina (que sufría Darín como Benjamín Espósito en El secreto...) ni el capitalismo versus cultura barrial (que enfrentan los miembros del club deportivo en bancarrota en Luna de Avellaneda), ni la migración hacia una sociedad hostil (como en Vientos...), sino que la lucha es contra la soledad después de los 40. Hugo (o Campanella) reflexiona sobre la validez de una farsa que a fin de cuentas busca, además del beneficio económico propio, la felicidad del otro. El planteo ético es similar al de Los simuladores, con la diferencia de que es más fácil empatizar de entrada con los dilemas internos del pobre Francella que con el cuarteto frío y calculador de la serie de Szifrón.

Las actuaciones son en general buenas. El humor de Francella no se dirige a la cuarta pared, como es costumbre en sus sátiras televisivas, sino que está integrado en la trama y hasta es sugerido como mecanismo de defensa ante su trasfondo de duelo. Encarnar un personaje que encarna otros varios es todo un desafío, y Francella lo logra. En el segundo capítulo, con la premisa asentada, la cosa se pone interesante con el primer caso problemático, y la aparición de Malena Pichot (la del personaje mediático La loca de mierda) como posible interés romántico del protagonista. En definitiva, es una serie que promete y sobresale entre las ficciones nacionales medio pelo de Monte Carlo y las producciones en serie que suele importar de Telefé.

Solos y sola

Ciega a citas es (por ahora) la última fase de un proyecto que fue mutando formatos y niveles de efectividad. Empezó como blogonovela en 2007, cuando Carolina Aguirre contó, durante nueve meses y bajo el seudónimo Lucía González, la historia de una periodista de poca monta, soltera y treintañera, que “tiene” que conseguir novio para el inminente casamiento de su hermana menor para salvaguardar su dignidad ante su madre, que apostó que no lo lograría.

El juego era un coqueteo con la autoficción más pura: la mayoría de los lectores del blog estaban convencidos de que era una historia real. Más tarde, en 2008, se transformó en una novela editada bajo el sello Aguilar, claramente inscripta en el género chick-lit: literatura protagonizada por (y escrita fundamentalmente para) mujeres jóvenes e independientes que intentan sobrellevar las diversas inestabilidades de la vida posmoderna y sus propias neurosis (el ejemplo más famoso es el de la estadounidense Helen Fielding con El diario de Bridget Jones).

La adaptación al formato televisivo llegó en 2009, con la evidente pérdida de la voz narrativa en primera persona: ya no leemos directamente lo que piensa Lucía, sino que vemos “objetivamente” los hechos y su entorno. Un primer punto a favor es el de no abusar de la voz en off para tales efectos, sino lograr una verdadera traducción de la personalidad de la protagonista, mérito en parte de la guionista Marta Betoldi (Socias, Mujeres asesinas) y en parte de Muriel Santa Ana, a cargo del papel principal.

Juan Taratuto, el director, tampoco tiene un flaco currículum: dirigió la tríada de comedias dramáticas románticas No sos vos, soy yo, ¿Quién dice que es fácil? (se destaca en ambas el protagónico de Diego Peretti) y Un novio para mi mujer. Taratuto, más afín a las tomas largas en sus películas, adopta en Ciega... un ritmo que intercala escenas de telenovela a varias cámaras con otras más de sitcom.

Pero, como ya se dijo, el gran valor de esta serie está en Muriel Santa Ana, una actriz que viene intercalando teatro independiente y experimental con logros más top como el papel de Grace en Lalola o el de la melosa Mari en la película Un cuento chino (nuevamente, de Sebastián Borensztein). Santa Ana, con mucho humor involuntario y toques de comedia física, saca lo mejor de Lucía, un personaje hipocondríaco, inseguro y con fondo depresivo, que divierte al nivel del Woody Allen de películas como Hannah y sus hermanas (1986). Como herencia del ojo de la escritora Aguirre para identificar estereotipos sociales, aparece un abanico amplísimo de personajes familiares cuyo punto más bajo es la actuación de Georgina Barbarossa como la madre de Lucía, por su interpretación excesivamente satírica. Pero también aparecen hombres, posibles candidatos, prácticamente a un ritmo de uno por capítulo, que generan situaciones tan bizarras como la apuesta que da pie a la premisa.

Más allá de los valores como producto televisivo de entretenimiento, que los tiene, el libro de Carolina Aguirre y la serie supieron poner en la mesa conflictos que la ficción “de chicas” supo ignorar en pos de personajes más idealizados, tan así que la crítica argentina calificó a la serie como la antítesis de Sex and the city. Cabe mencionar que Ciega a citas está a cargo de la productora independiente Rosstoc, creada por Gastón Pauls, y se emite en la TV Pública Argentina. La serie emite hoy el capítulo 39 en TNU.

Encontrar una pieza destacable en Monte Carlo habla de cierta mejoría en los criterios del canal. No es el caso de TNU, que incorpora regularmente programas de calidad importados de la BBC (como Wallander y The Office). Pero también habla bien de la producción argentina, que hace unos diez años viene demostrando que se puede hacer entretenimiento masivo independientemente del formato, sin caer en facilismos narrativos o en estéticas de reality. Todo un ejemplo para la siempre emergente ficción televisiva nacional.

*Ciega a citas. Dirigida por Juan Taratuto. Creada por Carolina Aguirre. Con Muriel Santa Ana, Georgina Barbarossa y Rafael Ferro. Argentina, 2009-2010. Lunes, miércoles y viernes a las 21.30 por TNU.

*El hombre de tu vida. Dirigida y creada por Juan José Campanella. Con Guillermo Francella, Mercedes Morán y Luis Brandoni. Argentina, 2011. Viernes a las 21.00 por Monte Carlo.

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