Ingresá

A plena vista

5 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Buceo Invisible presenta su tercer disco.

Suele decirse de cualquier banda que se trata de un grupo distinto, pero en el caso de Buceo Invisible el distintivo es clarísimo. Formado entre amigos hace más de una década como un colectivo multimedia que combinaba música, poesía, plástica y fotografía, es casi un género único al que sus integrantes han sido fieles durante todo este tiempo. Podrán comprobarlo quienes asistan a la presentación de Disfraces para el frío, su tercer disco, el sábado 3 en la sala Zitarrosa. Sobre la génesis de todo esto y los motores que los impulsan hablamos con Diego Presa (guitarra y voz) y Marcos Barcellos (poesía), de Buceo Invisible.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

-¿Cuántos son actualmente los integrantes de Buceo Invisible?

Diego: -Doce, trece con Sebastián Vitola desde España...

Marcos: -Es un artista plástico que vive en Valencia y manda sus producciones desde allá.

-Entiendo entonces por qué en algún sitio de internet hablan, más que de un colectivo, de un movimiento...

D: -Eso es algo que encajaron en la web; nosotros nunca hablamos de un "movimiento".

-Pero me llama la atención cómo, siendo tantos, ustedes siempre estuvieron en un lugar separado, algo aislado, tanto del ámbito del rock popular como del underground...

D: -Lo que pasa es que no frecuentamos esos ámbitos de músicos. A mí me costó años considerarme músico; me sentía más cómodo charlando de cine que de música. Y los poetas tampoco formaban parte de ningún entorno de lectura de poesía o de talleres literarios que hubiera en la vuelta.

M: -Arrancamos muy de chicos a escribir y hacer canciones, y cuando frecuentábamos algunos de esos espacios sentíamos la violencia de la conserva cultural en todo su apogeo. El tipo leyendo en una mesa, con una cadencia, con una velita... yo qué sé. Los de Buceo Invisible nos conocemos de niños, el núcleo al menos. Buceo es una de las cosas que nos unen -no todo-, e inventamos una especie de búnker para armar cosas. Los 90 eran muy áridos y entonces había que inventar una movida en lugar de sumarse a una de las que ya había. Lo que nos quedaba más a mano era reciclar algún sótano, inventar alguna cuestión y repartir tarjetas.

-Y al no tener contacto con la gente del ámbito profesional estaban un poco a lo que saliera...

M: -A la deriva. Y seguimos funcionando así durante nueve años, hasta que sacamos Música para niños tristes. Buceo era algo que se volvía visible cuando hacíamos muestras. La gente iba pensando en que al ser una "muestra" iban a encontrar cuadros colgando, un vernissage, y no: era ese diálogo entre la música, la poesía, las diapositivas.

D: -Cuando arrancamos el músico era yo y no frecuentábamos los boliches donde se hacía rock. Recién en los últimos años conocimos más gente y compartimos más cosas; en realidad, siempre estuvimos abiertos. Pero teníamos que trabajar de una manera en particular en un grupo en el que había un músico, dos poetas, un artista plástico...

M: -Y queríamos trabajar juntos. Era eso lo que teníamos y eso lo que queríamos integrar. En un primer momento nos preocupaba mucho buscar un camino para envejecer dignamente, que no fuera frente a un parrillero y mamándonos; eso está buenísimo siempre no que sea lo único que queda en el horizonte. Veíamos que todo se encaminaba hacia eso, hacia ese matadero, entonces inventamos las reuniones de los domingos, un fanzine... hicimos sesiones de psicodrama con máscaras.

D: -Hay filmaciones. Si nos hubieran visto los vecinos... Cinco tipos que entran a una habitación con velas... Pero hemos crecido haciendo esto.

-¿Ahora que la parte musical de ustedes es la más expuesta -vía discos y radio-, cómo mantienen el balance interior de las distintas actividades? Eso implica que la gente que los conoce por las canciones vaya a un show y se encuentre con otras cosas que tal vez no esté esperando o deseando.

D: -Lo que pasa es que si no trabajamos así dejamos de ser Buceo Invisible. Si no están Marcos y Santiago [Barcellos] trabajando poéticamente en escena, es otra cosa.

M: -En realidad, cuando la gente va a una de las muestras lo que te devuelve es: "Pah, me estaba perdiendo de todo esto". Pero hay que cuidar mucho la forma.

D: -Yo sé que a la gente que escuchó una canción en la radio le va a costar más escuchar un poema que esa canción.

-O a la gente que va a los cafés literarios le va a molestar el ruido de la banda.

D: -Exactamente, el "no se entiende la letra"... Para nosotros es muy importante guardar ese equilibrio, que la gente pueda encontrar una entrada y que no le resulte imposible recibir otra cosa. Por eso la estructura de los espectáculos, la dosificación de climas es esencial.

-¿La parte lírica de las canciones es toda tuya o musicalizás también textos de los poetas?

D: -A veces musicalizo poemas de ellos que no tienen forma de canción, también letras de canciones; pero también ocurre lo contrario: les acerco una música y ellos escriben una letra a partir de ella. También hacemos poesías recitadas con un acompañamiento musical. A lo Patti Smith. O Viglietti-Benedetti...

-Vos nombrás a Patti Smith en una de las letras del último disco. Tengo la sensación de que los textos de éste son más expansivos que los de los anteriores, que tenían una tendencia más intimista. ¿Es así?

D: -Los casos de los tres que escribimos letras son distintos. Creo que yo tuve un cambio lírico y ahora tiendo más a la condensación, a tratar de escribir menos e irme de la autorreferencia constante y abrirme hacia lo narrativo.

-¿Ese tipo de cosas lo discuten en la banda o cada uno dice: “Éste es mi proceso y tá...”?

M: -Va un poco por ese lado; cada uno cuando está creando está solo en la faz de la Tierra. Pero hay mucha confianza, incluso gente que estuvo vinculada nos decía: "Ustedes no se critican, se defienden". Y en realidad lo que hay es confianza creativa, nos gusta lo que hacen los otros.

D: -Eso no quiere decir que no nos metamos en lo que hacen los otros.

-¿Se vetan propuestas?

D: -Creo que nunca llegamos a un veto radical... Una vez hubo un problema porque un tema no fuera el último de una muestra.

M: -Esas pajerías.

D: -En lo ético-estético se ha dado una de esas discusiones en 14 años.

-Además de la expansión lírica -y sonora- de la banda, también ha habido una de público. ¿Cómo sienten pasar de eso medio endogámico, de estar trabajando en un colectivo los unos para los otros, a tocar en la sala Zitarrosa?

D: -Yo creo que el trabajo creativo o artístico siempre apunta a otro, lo quieras admitir o no. En un primer momento apuntaba a un entorno más íntimo. Trabajábamos mucho, siete u ocho meses, para hacer una muestra que presentábamos sólo una vez porque si no sentíamos que nos estábamos repitiendo.

M: -Unos rompehuevos... Ahora lo vemos de otra manera, pero en ese momento iban 150 personas si no llovía. Quedaba ahí y estaba bien, pero cuando grabamos el primer disco lo hicimos para expandir, porque sentíamos que había 500 tipos a los que les parecía que estaba bien lo que estábamos haciendo, o lo necesitaban.

D: -Lo hemos vivido de manera muy natural, y acompañó también un proceso de maduración personal nuestra, de asumir que es nuestro oficio. A partir de ahí es natural que al ir mejorando lo que hacés quieras que la gente lo reciba.

-¿Qué me pueden decir en particular de Disfraces para el frío?

D: -Es un disco que tiene un proceso de grabación y concepción más ordenado, hecho en menos tiempo. Desde un primer momento sabíamos que íbamos a hacer un disco. Los anteriores habían sido retazos de diferentes cosas, mientras que éste fue un trabajo más grupal y colectivo.

M: -Es más sencillo de escuchar que Cierra los ojos y todo respira. Más corto...

D: -Es más amable, podés escucharlo todo de un tirón. Hay dos o tres momentos que me recuerdan al clima del primer disco, Música para niños tristes.

M: -Integra cosas de los dos discos, pero vas a reconocer a Buceo.

D: -Como grupo estuvo buenísimo habernos puesto plazos y decir: “En marzo tenemos el disco”, y en marzo haber llevado el master.

M: -Y con un verano que te antecede...

D: -Sí, encajamos enero y febrero metidos en un sótano. Pero yo, feliz de la vida... No me importaba el sol ni nada. Era una obsesión feliz.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura