-El título de la obra, "Olor a pobre", sugiere que se habla de marginación o racismo. ¿Es así?
-Se trata de un grupo de artistas que están haciendo un espectáculo de vanguardia, dos españolas, una alemana y un peruano, y sobre las relaciones que se van dando entre ellos. Ellas le dicen a él que tiene olor, pero esto es lo anecdótico y divertido de la obra; en realidad, se cuenta otra cosa, las relaciones entre los artistas, cómo se relacionan con el arte, cómo están pensando más en lo que van a ver los otros que en lo que quieren realmente hacer. Ésta es una cosa que nos une con Agösto: no nos ponemos a pensar en cómo hacer que nos acepten, sino en tratar de hacer lo que queremos hacer. La discriminación es el tema superficial de la obra. Es fuerte igual, porque se dicen barbaridades que dan risa. Uno siempre piensa “cómo se ríe la gente en tal parte”. Por ejemplo, cuando se dice que los negros tienen un olor especial, la gente se ríe mucho y uno dice “ah, te reís". Pero hay otra parte en la que se trabajan las relaciones de poder. Ella se llama Europa y es española y quiere tener a su merced a ese peruano que no es tal, y se tejen unas redes donde nadie es totalmente sincero. Es más, con la vestuarista pensamos en ponerles máscaras a los actores, por eso de la “careta”, directamente ponerse la careta, para que en un momento salieran con máscaras, ya que nunca se muestran tal cual son; hay una sola escena en la que se muestran auténticos y es la escena de alivio, la gente como que lo agradece. Las demás escenas son tensas, hay luchas de poder en las que tal es amiga de cual porque tiene poder, etcétera.
-¿Sería una crítica a la comunidad artística?
-Sí, hay una crítica al discurso vacío de “voy a hacer un espectáculo con diversidad cultural”. Hay algunos que son genuinos -no es que todos sean unos esnobs-, pero hay otros que lo hacen solamente para ganarse un subsidio o que están especulando con ese tema, digamos. Está visto en forma micro: es un grupo de artistas que está tratando de hacer el espectáculo de su vida de forma pretenciosa, exagerada.
-¿Cuál fue la recepción de "Olor a pobre" en Buenos Aires?
-Allá hay una especie de moda de que Uruguay es lo más. Hay una obra, "Montevideo es mi futuro eterno", que es como una declaración de amor a Montevideo, tiene canciones y transmite algo así como que los uruguayos son mejores, que Montevideo es mejor, que hay que vivir en Montevideo. Hay como un “¡Vamos! ¡Bien, Uruguay!”. Hay modas que se dan y creo que en ese sentido "Olor a pobre" entró bien. Yo a Agösto le brindo todo porque creo que se lo merece y porque a él ya lo aman, y sé que va a estar todo bien.
-También trabajaste con otro uruguayo, Dani Umpi.
-Dirigí una comedia musical que hizo para un ciclo del Centro Cultural Rojas que se llamó "Decálogos". Eran diez obras sobre los diez mandamientos y reunían un dramaturgo extranjero con un director argentino. Yo soy muy fan de Dani, siempre lo fui a ver cuando fue a Buenos Aires, lo adoro. Cuando nos juntaron fui feliz, pero a Dani, que está loco, se le ocurrió hacer una comedia musical. Para mí fue como cargar con un elefante, pero muy divertido. Nos tocó “No robarás” y la comedia musical -electropop- se llamó "Nena, no robarás". Después me encontré con un director de coreografía, un director de esto y de aquello, porque yo nunca había hecho una cosa así. Tratábamos de ponernos de acuerdo entre todos sobre los actores; algunos podían cantar y bailar y otros eran sólo bailarines. Eran 14 personajes, pero igual fue muy divertido y allá provocó mucha controversia.
-¿Por qué?
-Porque el tema era un grupo de chicos gay y había uno que se enamoraba de una chica, entonces todos sus amigos le decían: “¿Cómo vas a enamorarte de una chica, si sos gay?”: era subvertir la mirada. Al ser yo la directora, mujer, le decía a Dani: “Me van a matar, me van a decir homofóbica”. Hubo gente que se indignó mucho y otra que amó la obra, unos dijeron "esto es la vanguardia" y "otros esto es un insulto". Como allá hubo tanta lucha por el matrimonio gay, por la igualdad, es como que la obra atentaba contra eso. Pero salió todo bien. Yo estaba encantada; es casi un sueño: adoro a Dani y de repente estaba dirigiendo su obra y sus canciones. Para mí fue muy importante, y me pasa lo mismo con Agösto; siento una gran responsabilidad al estrenar en Montevideo.
-¿Cómo fue el encuentro con él?
-Lo conocí en 2004; él vivía en Buenos Aires, es amigo de Daniel Hendler y de Ana Katz, yo era amiga de Ana y ellos nos querían presentar para que compartiéramos el alquiler, porque los dos estábamos sin casa. Me dio desconfianza, y aunque Ana me decía “te va a caer bien”, yo no le di bolilla. Después, volanteando para una obra me lo encontré: él estaba volanteando para otra obra en el Paseo de La Plaza, ahí en Corrientes, y yo no lo conocía, sólo sabía que era Agösto. Él se acercó a mí y nos empezamos a llevar bien. Como estábamos compartiendo el mismo teatro, nos saludábamos y nos fuimos haciendo amigos. En realidad, nos hicimos más amigos chateando, cuando él ya se volvió para acá. Me divierte mucho todo lo que escribe.
-¿Cuáles serían los puntos de contacto entre tu estética y la de Agösto?
-Puede ser algo generacional, pero creo que tiene más que ver con el exceso, porque por ahí, por edad, estamos corridos de un grupo mayor que hace cosas más “noventeras", gente prolija y minimalista, medida en todo. Siento que también él se siente como sapo de otro pozo. Hay algo de ser más excesivo que los demás en lo que comulgamos los dos. Con respecto al humor, creo que mis obras no tienen tanto humor, porque también hice espectáculos con poemas de Verónica Viola Fisher ["Hacer sapito"], que es una poeta contemporánea argentina, también sobre cuentos de Silvina Ocampo ["Si no vuelvo no te asustes"], hice un homenaje al Mayo francés ["Mayoría"] con textos de la época, y dirigí obras a pedido, obras de otros. Las que yo escribo son un poco pesadillescas, pero lo que cuido mucho es la estética, lo plástico, cómo se visten los personajes, cómo es la escenografía.
-¿Cómo describirías el teatro que hacés?
-No creo que sea de vanguardia; sí estoy de acuerdo con los que dicen que tomo otros temas, y por ese lado es diferente. Como "Paraná Porá”: no hay otra obra así, pero no es porque yo sea especial sino porque nadie se ocupa de unas correntinas que hablen con acento. Hay muchas obras con familia y living, y de repente aparecen estas mujeres que están manchadas de azul, que están todas tajeadas. Yo estoy como en el medio, entré en una generación después de una gran camada y, a la vez, hay un grupo de jóvenes que tampoco se acercan a mí, estoy en el medio. A veces se me vincula mucho a José María Muscari y a Mariela Asencio, pero ellos mismos no sienten que hagan lo mismo que yo. Uso mucho las redes sociales y mi imagen, soy performer, me visto de princesa o hago cosas raras, por eso cuando alguien va a ver mis obras dice que no se entiende, que soy ecléctica, que no tengo una búsqueda estética. Los que me quieren dicen "es multifacética". Para mí cada obra es un mundo diferente; puedo hacer una comedia musical, totalmente superficial, puedo hacer una obra chiquitita con dos actrices y un arpa, puedo hacer una especie de performance de poemas que dura tres horas, depende de cómo esté y qué es lo que quiera hacer. Cuando fue noticia lo de la gripe porcina hice unos “recitales” en repudio a que no pudiéramos salir a la calle o al estado de terror que se había creado. Hago cosas así, en las que parezco una dramaturga seria que se ganó el premio Trinidad Guevara, y al otro día salgo vestida como una diva. Pero no es una pose; yo para actuar sí hago personajes cómicos, pero cuando estoy escribiendo y en la intimidad me salen otras cosas, tengo otro imaginario. No soy de los que dicen "voy a hacer la trilogía o la heptalogía tal"; las cosas no me salen así. A lo que sí vuelvo es a un lugar en el que me gusta mucho trabajar, el litoral, porque me parece tan frondoso, tan jugoso... Este año me convocaron para escribir en grupo, entre nueve dramaturgos, una ópera para el Colón sobre Ada Falcón. Eso fue muy lindo porque lo coordinaba Tantanián y me sentí muy cómoda, y ya la están ensayando.
-¿Cómo es tu relación con el público?
-Uno siempre tiene inseguridades y va creciendo. Después de hacer un par de obras pienso en hacer algo que me guste a mí. Kartun siempre dice que uno cuando escribe tiene un público ideal, cuando uno crea lo dirige hacia un público que lo va a aceptar, no al que no lo va a hacer. Entonces yo siempre hago la broma de que me gustaría que mis obras fueran todas ATP [apta para todo público] para que las pueda ver toda la familia, desde el más chico al más viejo; es mi sueño. Me gustaría que vinieran la señora y el señor y después se fueran a comer: lo elitista no me gusta mucho y de eso es de lo que se ríe “Olor a pobre”.