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Reid Andrews.

Foto: Nicolás Celaya

Había una vez una nación blanca

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El estadounidense George Reid Andrews analiza las tensiones de la historia afro en Uruguay.

George Reid Andrews escribió varios textos imprescindibles para la comprensión del proceso histórico de los afrodescendientes en Latinoamérica. Su último libro, publicado originalmente por la Universidad de Carolina del Norte en 2010, acaba de editarse en nuestro país (por Linardi y Risso) bajo el título Negros en la nación blanca.

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Aunque hace diez días dio una conferencia en la Facultad de Humanidades (Udelar) -en la que intentó establecer un contrapunto entre Estados Unidos y América Latina en temas vinculados a la cuestión étnico-racial-, no es la primera vez que Andrews viene a Uruguay: estuvo en 2001, 2004 y 2008 para buscar respuestas a las nuevas preguntas que iban surgiendo de su investigación y también para aprender candombe. "La experiencia en sí fue riquísima, no sólo desde el punto de vista académico, sino desde el punto de vista humano, y también musical, porque soy un músico amateur”. Junto a la escuela de percusión de Mundo Afro, el investigador estadounidense fue parte de la apertura del desfile en 2002.

Por qué desaparecieron los afroargentinos

Tal es la pregunta que intentó responder Andrews en su primer libro, The Afro-Argentines of Buenos Aires, 1800-1900 mediante la exploración de los cuatro argumentos más utilizados (las muertes en las guerras del siglo XIX, el mestizaje con las otras “razas”, las altas tasas de mortalidad y la declinación de la trata de esclavos) y también mostrando el proceso por el cual los afrodescendientes fueron “desaparecidos” en la historia argentina.

El interés de un historiador norteamericano por estos temas puede tener muchas causas. En la charla que brindó en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Andrews explicó que anteriormente el interés de los investigadores estadounidenses por el caso latinoamericano se debía a que nuestras “democracias raciales” podían ser una solución a los problemas domésticos de segregación racial. Andrews tuvo una visión más crítica de esta interpretación y a fines de los 70 inició su investigación en Buenos Aires.

En su caso particular, hay una razón que responde a la microhistoria: “Fue pura casualidad. Hacía mis estudios de doctorado y llega el momento en que hay que buscar un tema para la tesis y no lo encontraba. La mujer que iba a ser mi esposa entraba en ese momento en la Universidad de Chicago en la Escuela de Bibliotecología. La acompañé a esa ciudad para instalarse. Fuimos al banco para abrir una cuenta. Ella hizo sus negocios y me quedé esperándola en una sala. Como el banco y la universidad se ubicaban en un barrio negro de Chicago las revistas eran todas de temas negros. Y en la tapa de uno de los números apareció el título del informe “Argentina: la tierra de los negros que desaparecieron”. Yo sabía un poco de la cuestión del misterio de la desaparición y acababa de inscribirme en un curso de demografía histórica, así que había aprendido las herramientas para estudiar los censos y documentar el proceso de desaparición. Así fue que entré en el tema por primera vez. Fui a la Argentina e hice la investigación”.

-¿De dónde viene el interés por los afrodescendientes uruguayos?

-Una segunda, no casualidad, pero sí circunstancia... Después de hacer la investigación en Argentina fui a Brasil, allí hice otro estudio [Blacks and Whites in São Paulo, Brazil, 1888-1988, publicado en 1991] y después una historia general de toda Afrolatinoamérica [Afro-Latin America, 1800-2000, publicado en 2004]. La investigación del libro requería viajar a todos los países para averiguar el estado de las investigaciones locales. Vine a Uruguay en 2000 y fui a Mundo Afro. En el momento me pidieron que volviera para investigar la historia afrouruguaya. Además me di cuenta, porque varias personas que me lo comentaron, de la existencia de una importante prensa negra en Uruguay, la más importante en América Latina en relación con el tamaño de la población, que podía ser una fuente para la investigación. También me impresionó mucho la importancia del candombe en la cultura nacional. Entonces fue una convergencia de factores que me llevaron a volver a Uruguay en 2001 con una beca del Centro de Estudios Interdisciplinarios Latinoamericanos [Facultad de Humanidades, Udelar] para hacer la investigación. Y así fue que en diez años (no de investigación continua, aunque volví en 2004 y en 2008) surgieron nuevas preguntas.

-¿Cómo caracterizarías brevemente el caso uruguayo?

-Lo más breve posible sería “único”, pero eso no quiere decir nada porque todos los casos nacionales son únicos. Quizá la especificidad del caso uruguayo se capta un poco en el título del libro Negros en la nación blanca. Uruguay, curiosamente, según la encuesta continua de hogares, es el país más blanco de todas las Américas, no sólo de América Latina sino de todas las Américas. Las encuestas continuas de hogares de 1996 y 2006 indican que alrededor del 90% de las personas se declaraban como blancas, mientras que en Canadá es el 84%, en Estados Unidos el 72% y así. Entonces Uruguay es una nación extremadamente blanca y según la gran mayoría de su historia nacional se documentaba como sociedad blanca, europea... Entonces, ¿cómo es la situación de una pequeña pero significativa minoría negra en una sociedad de ese tipo? Ésa es más o menos la pregunta clave de mi libro.

-¿Y comparado con otros casos de América Latina?

-Otro aspecto clave de Uruguay es el compromiso real, genuino, no sólo retórico, con la democracia social y económica. Al contrario de Brasil, que es el gran centro de población afrodescendiente en la región. Entonces el compromiso con la democracia, especialmente social y económica, debería llevar a un estado de igualdad racial relativa. Debería llevar y hasta cierto punto llevó. Por ejemplo, el caso de la prensa negra. ¿Por qué hay tanta producción periodística negra en Uruguay? Diría que por la calidad de la educación uruguaya y por el compromiso del Estado y la sociedad uruguayos con educar a toda la gente, a todos los ciudadanos, y por eso la población afrouruguaya se ve mucho más alfabetizada, mucho más culta en ese sentido que los otros pueblos afrodescendientes. Pero esas mismas encuestas de 1996 y 2006 muestran que no existe realmente la igualdad racial que se debería esperar en una sociedad de este tipo. De allí surge la pregunta: ¿cuáles son los factores o las barreras que impiden el acceso de los afrouruguayos a la plena ciudadanía en la república blanca? Llegué a la conclusión de que son barreras de discriminación, quizá no tan fuertes como las de Brasil, que es una sociedad de mucho mayor desigualdad tanto de clase como de raza, pero sí barreras hasta cierto punto parecidas y barreras frecuentemente comentadas en esa prensa negra, y en algunos momentos también en los diarios de circulación masiva. Así que Uruguay es un caso muy especial pero con esa similitud con los otros casos de América Latina, de Estados Unidos y de cualquier país moderno: el racismo y la discriminación todavía impiden el acceso de los afrouruguayos a la participación plena.

-Barreras raciales o socioeconómicas vinculadas a lo étnico-racial...

-Hay barreras socioeconómicas porque Uruguay, a pesar de ese compromiso, claro que tiene su asunto de clases, pero es una estructura de clases de menor desigualdad que cualquier otro país latinoamericano, con la excepción de Cuba, obviamente, así que esas barreras socioeconómicas que siempre existen son menores acá. Además está la cuestión del tamaño de la población. En Brasil los afrodescendientes son el 50% del país. Se puede entender por qué hay una resistencia, una necesidad blanca de reservar las oportunidades para sí mismos. En Uruguay no hay tal necesidad porque realmente esa pequeña parcela de población negra no representa ninguna amenaza a la dominación blanca de las oportunidades. Entonces eso genera menor resistencia al ascenso negro pero es obvio que existen todavía barreras raciales.

-En tu conferencia se aborda el caso norteamericano y sus relaciones con Latinoamérica. ¿Hay puntos de comparación?

-No se trata tanto de una comparación directa de las sociedades sino de sus visiones, de sus experiencias raciales y de la conversación entre las dos regiones, la visión que cada uno tiene del otro y cómo se mudó a lo largo del tiempo. El porcentaje de población negra en Estados Unidos es 13%, que no es tan grande realmente, dos veces el porcentaje que hay aquí en Uruguay, que parece que es el 6% según la encuesta de 1996...

-En la encuesta de 2006 ese porcentaje subió a 9,1%.

-Pero la pregunta fue distinta; confío más en la primera. Son poblaciones minoritarias en los dos casos. Ahora bien, Estados Unidos ha tenido un compromiso retórico con la igualdad pero con la notable excepción de la raza, y tuvimos esa experiencia de la segregación impuesta por el Estado que duró hasta los años 60 del siglo pasado. Uruguay en ese sentido tuvo un compromiso más fuerte y hasta genuino, real, que el de Estados Unidos. La segregación en Estados Unidos fue tan brutal como manera de aislar a los negros que provocó una respuesta igualmente fuerte que fueron los movimientos de derechos civiles de los años 30, 40 y 50 hasta hoy. La falta de una segregación de ese tipo y, al contrario, una retórica oficial de aceptación e igualdad para todos minaron las bases para los movimientos de ese tipo en Uruguay. A pesar de este hecho surgieron movimientos de vez en cuando, incluso en estos momentos. Mundo Afro y otras organizaciones forman parte de un movimiento mucho mayor en toda América Latina. Esos movimientos prestaron mucha atención al ejemplo de Estados Unidos y también a los movimientos de liberación nacional y anti Apartheid en África, que fueron fuentes de inspiración. Así que aunque las sociedades son distintas hay puntos de comparación. La posibilidad de medir el estado de las relaciones raciales utilizando los censos, porque este movimiento de pedir datos estadísticos en los censos es cada vez más generalizado en la región, hace que podamos comparar con datos mejores y muy comprensivos.

-El candombe llamó tu antención como investigador y hay varios pasajes de tu libro en los que aparece una mirada como de antropólogo haciendo trabajo de campo ¿Qué te llamó la antención del candombe y cómo explicás el cambio en tu perspectiva como historiador?

-Hay que decir que en el libro hay mucho más que el candombe. Hay dos capítulos sobre las organizaciones civiles y el Partido Autónomo Negro. Pero primero sobre la cuestión etnográfica. Acabo de leer una reseña que me hirió un poco [hace un gesto irónico tocándose el pecho], que comenta este hecho. El reseñador dice que “como etnógrafo Andrews es muy buen historiador”. Es una fórmula que se usa en los chistes norteamericanos: “Como tal cosa es bueno en otra cosa”. La verdad es que no tengo preparación y la participación en candombe fue totalmente imprevista, no formó parte de la propuesta. Pero en julio de 2001 me di cuenta rápidamente de la importancia del candombe, no sólo en la historia de los afrodescendientes de Uruguay sino en la cultura popular uruguaya. Para una persona de fuera, de Estados Unidos, lo que más llama la atención es el fenómeno de muchísima gente blanca desfilando, presentándose como negra. ¿Qué es esto? ¿De dónde vino? Eso me orientó no sólo a la historia de las comparsas y del candombe sino a sus prácticas actuales. La importancia del candombe para mí no es sólo, y puede ser que no principalmente, el candombe como forma cultural africana o de raíces africanas, sino los parámetros de su adopción por una sociedad mayoritariamente blanca. También los impactos de esa adopción y aceptación en el candombe mismo y en las imágenes de los negros que se proyectaban y que todavía se proyectan en el Uruguay de hoy.

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