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Natacha Ortega y Sebastián Rivero, integrantes del colectivo Gato Peludo.

Foto: Javier Calvelo

La creatividad no mató al gato

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El colectivo Gato Peludo y su visión del arte dirigido a niños.

¿Músicos, performancistas, poetas? ¿Docencia o entretenimiento? ¿Para niños o para todo público? “Gato Peludo es como un caleidoscopio, nunca tiene la misma forma”, define (o no) Natacha Ortega, que junto a Sebastián Rivero creó el colectivo en 2005. Ganaron el Premio Graffiti 2011 al Mejor Disco de Música para Niños con su trabajo homónimo (en realidad un disco-libro-objeto, que va por su segunda edición) pero hace un tiempo vienen desarrollando un entramado de disciplinas artísticas regado con mucha poesía, con resonancias de Lewis Carroll, Saint-Exupéry, Cortázar, Pizarnik, Canciones Para No Dormir La Siesta y Eduardo Mateo.

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La estética del centro cultural Gato Peludo, ubicado en La Blanqueada, está muy cuidada, y ésa parece ser la tónica de todo lo que hace el grupo. “Tratamos de mantener un lenguaje poético, incluso en nuestras intervenciones en Facebook o en la web [www.gatopeludo.com]. Queremos que el estilo tenga que ver con lo que hacemos”, comenta Natacha.

En las paredes no hay nubecitas ni animales sonrientes, sino libros, muchos libros, e instrumentos musicales. Allí funciona una biblioteca fija, además de la biblioteca ambulante, que sacan a pasear por el barrio los fines de semana. Además, se dictan talleres de fotografía, poesía, expresión corporal, música y percusión, se proyectan animaciones -en los ciclos “Cineminiatura”- y se realizan presentaciones y obras de teatro, actividades que reúnen, en varios grupos, a más de 70 niños por semana, de varias zonas de la ciudad y alrededores.

Siete vidas

Gato Peludo realiza cada año intervenciones urbanas de participación libre en lugares específicos de la ciudad, en las que los niños crean sus propios disfraces con materiales reciclados. En 2009 fue “los niños-caja” en la explanada de la intendencia, en 2010 "los fantasmas" en el Parque Rodó -a la que asistieron unas 350 personas de edades varias-, y para fines de noviembre está planificada una actividad similar con disfraces de astronauta, en la explanada del Planetario. Dos de los proyectos futuros más ambiciosos son la creación de una editorial de libros propios y un taller de cine para niños de 8 a 12 años a partir de setiembre, que incluirá guión, montaje, producción y filmación. “Andamos con ganas de hacer las cosas que nos gustaría haber hecho de niños”, comenta Sebastián. Ideas hay, muchas, como para siete vidas.

-¿Cómo surge Gato Peludo y cómo llegan al local? Se dice que antes era una verdulería…

Natacha: -Empezamos nosotros dos con Nacho Guisande, que ahora está más en la parte de música. Sebastián y yo estamos con las ideas globales en la cabeza y llevamos la directiva. Empezamos como una banda de música y después se fue sumando gente por afinidad. Se unió Juan Carlos Ferreira, que es como el alma pater de lo musical y fue el productor del disco.

Sebastián: -Fue él quien hizo el diseño sonoro del disco, la arquitectura de las canciones.

N: -El local era una verdulería, y antes un depósito de sangre, o algo así. Llegamos y estaba destruido, tuvimos que diseñar, reconstruir, pintar todo. El barrio nos miraba como de reojo y no entendían mucho qué pasaba, pero de a poco los vecinos se empezaron a copar con todo lo que hacemos. Había muchas ideas en la cabeza, rondando, como la biblioteca y el cine… Una de las primeras cosas que construimos es esa pared blanca, y dijimos “esto va a ser un cine”. Tardó como cuatro años, conseguíamos el proyector prestado de una agencia y lo devolvíamos. Después ahorramos tres años y lo compramos.

-¿Actualmente tienen otros trabajos además de Gato Peludo?

S: -Es una tarea que consume mucho tiempo. Antes trabajamos en docencia, dando clases de música en escuelas y liceos, pero no es lo mismo que la libertad que nos da tener nuestro propio espacio. Tampoco es lo mismo económicamente. En una institución tenés BPS, sueldo fijo… Yo trabajé también dirigiendo murga [La Quimera y Curtidores de Hongos, con la que ganó la mención a mejor director en 2010] y colaboro musicalmente con algunos artistas como Rafa Antognazza y Tabaré Rivero, que grabó un tema mío en su último disco [El zoológico de mi cabeza] y toco el bandoneón con algunos grupos.

N: -Yo colaboro pero escribiendo en algunos proyectos que tienen que ver con lo literario. Prácticamente vivimos del arte, haciendo varias cosas.

-¿Cómo ven el panorama de la oferta cultural para niños? Parece estar totalmente mercantilizada y concentrada en dos o tres épocas del año: vacaciones, el Día del Niño…

N: -Sí, es increíble. Cuando ganamos el Premio Graffiti yo estaba en Mendoza; me llama una radio de acá para hacer una entrevista y lo primero que me preguntaron es cómo no estábamos trabajando. Y no, ¡yo estaba de vacaciones!

S: -Es impresionante esa parte del mercado. Hay mil propuestas a la misma hora, a una cuadra de distancia. Decidimos achicar un poquito ese plan.

N: -Los bombardean mucho y les llenan la cabeza de información que después les cuesta digerir. Los niños después de vacaciones vuelven sobregirados a los talleres, y tenemos que bajarles las revoluciones, calmarlos. Nosotros hacemos muchas actividades gratuitas, como los “Mantelazos”, que son picnics gigantes donde cada uno lleva su mantel, o las intervenciones con niños. Una vez habíamos comprado un montón de cometas que pusimos en el pasto para que los niños jugaran. Vino un padre con la billetera y me preguntó “¿cuánto cuesta la cometa?”.

-Ya que hablábamos del peso de lo institucional ¿se plantean el tema de qué valores, qué discurso transmiten a la hora de trabajar con niños?

N: -Todo el tiempo. Nosotros apostamos a la libertad total, a que el niño exprese su creatividad y lo que tiene adentro, y queremos generar hábitos de lectura, de intercambio, enseñar a cuidar los libros, y enseñar que todo el mundo se puede acercar al arte, a la poesía, y trabajar en eso. También queremos generar un espacio para que los padres compartan un rato con los niños. Ese tema nos lo planteamos constantemente. Y tratamos de no cambiar el idioma a la hora de hablar con los niños. Hace poco trabajamos musicalizando poesías de una uruguaya que se llama Elena Pesce [1925 - 2011], que tiene un vocabulario genial, con palabras como “saeta” o “plegable” que los niños no conocían, y aprendieron qué significaban. Generalmente cuando se trabaja con niños se usa un lenguaje que los subestima, del estilo “la hormiguita, el cosito”.

Instrucciones para leer

Gato Peludo trabaja con libros donados por editoriales y particulares, pero la mayoría son adquisiciones propias. “A veces llegan libros que no son para niños, o que están en mal estado. Tratamos de que nuestros libros sean lo mejor”, comenta Sebastián.

-Gato Peludo es para los niños un lugar de producción literaria y musical. En la enseñanza formal, en cambio, el foco está en otro lado, se enseña un canon literario ya establecido, y de música propiamente dicha es poco lo que se aprende.

N: -Sí, hay una falencia a nivel docente complicada. La mayoría no lee. Nosotros tenemos visitas de escuelas, y lo que los niños pedían era Voces Anónimas [la serie de libros derivada del programa de Teledoce].

S: -Que haya cuatro libros vaya y pase, pero ¡los presentan en las escuelas! Está bueno mostrarles literatura que no esté retroalimentada de la televisión.

N: -O por lo menos equilibrar la balanza. Si les das Voces Anónimas, dales Edgar Allan Poe, Elsa Borneman, si hablamos de cuentos de terror. Ahora estoy copada con Momo, de Michael Ende, y es una locura. Si una vez por semana les leés ese tipo de cosas además de Mi mundial [de Daniel Baldi] no sé, hacemos la revolución. Esos nenes en diez años votan, no estamos hablando de algo lejano y abstracto sobre el futuro. Hace poco, en una presentación de Magdalena Helguera, un niño de siete años levantó la mano y preguntó “¿qué es poesía?”. No podíamos creer que nadie se hubiese tomado jamás el trabajo de explicarle.

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