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Una de las fuentes del parque y museo National September 11 Memorial permanece iluminada en el World Trade Center de Nueva York.

Foto: Efe, Jefferson Siegel

Torres de la canción

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La música estadounidense y el 11 de setiembre.

Estados Unidos es un país acostumbrado a comentar su historia en canciones, pero en todo el siglo XX su cultura tal vez no se enfrentó con un hecho tan traumático para la sensibilidad local como el atentado a las Torres Gemelas con el que, en cierta forma, se inauguró el nuevo milenio. Un tema casi intratable pero que, sin embargo, dio pie a un conjunto de canciones notables por su espíritu vengativo o por el profundo dolor que emanaban, y de las cuales vale la pena recordar las más significativas.

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Editar

Es normal que las canciones acompañen cada momento cotidiano de la vida de un estadounidense moderno, pero luego de un hecho conmocionante como la caída de las torres, y toda la sensación de pánico y confusión que produjeron, los sentimientos se encontraron mejor representados por canciones anteriores a los atentados -como "A heart in New York", de Gallagher and Lyle- y no por temas más explícitos en su relación con el 11 de setiembre, a pesar de que casi inmediatamente comenzaron a producirse.

Tal vez la única canción que fue adoptada por el público como himno casi oficial de sus sentimientos luego de los ataques a Nueva York fue "Courtesy of the Red, White & Blue (The Angry American)” (cortesía de la roja, blanca y azul, el estadounidense enojado), escrita por el compositor country Toby Keith en sólo 20 minutos. Cantada generalmente por Keith -hijo de un veterano de la Guerra de Vietnam- con un sombrero blanco de cowboy y una guitarra con los colores de la bandera estadounidense, la canción era un brutal llamado a las armas lleno de fanfarronería nacionalista y sed de sangre ("La justicia será servida / la batalla va a rugir / este perro grande va pelear / cuando lo desafíes / y vas a arrepentirte de haberte metido / con los Estados Unidos de América / porque vamos a ponerte una bota en el culo / al estilo americano"). La canción fue un éxito instantáneo, pero incluso en el remolino de emociones intensas posterior a los atentados, algunas figuras la criticaron por sus excesos belicistas (llega a amenazar con "incendiar tu mundo como si fuera el 4 de julio"), incluyendo a la formación más popular de la música country de ese momento, las inesperadas opositoras de George W Bush, The Dixie Chicks, cuya líder declaró que era una canción "ignorante y que hace parecer a la música country ignorante".

No fue extraño el enfrentamiento entre las Dixie Chicks y Toby Keith; si el rock había sido el género donde la música comentó críticamente la Guerra de Vietnam, la guerra contra el terror fue discutida esencialmente en el ámbito del country, un género propenso a las canciones nacionalistas y patrioteras, en el que luego del 11 de setiembre, abundaron los temas explícitamente belicistas como el popularísimo "Have you forgotten?” (¿te olvidaste?), de Darryl Worley (un burdo justificativo de la invasión de Irak en clave del recuerdo de los atentados), o la aún más popular y sensible "Where were you when the world stop turning?” (¿dónde estabas cuando el mundo dejó de girar?), de Alan Jackson, considerada hasta el día de hoy la más conocida de las canciones dedicadas al tema. Pero los artistas country no fueron los únicos en pergeñar atrocidades al calor de los sentimientos vengativos; otro que no quedó nada bien parado fue el canadiense Neil Young, quien tiene en su haber varias de las mejores canciones políticas que haya dado el rock, como "Ohio" -sobre la matanza de cuatro estudiantes en la Universidad de Kent State-, la violentamente anti racista "Southern man", la anti publicitaria "This note's for you", o incluso "Rockin' in the free world", pero que trató este tema con poco gusto. En uno de los discos menos inspirados de su carrera -Are you passionate? (2001)-, incluyó una canción dedicada al vuelo 93 de United, estrellado el 11 de setiembre en una zona desierta, al parecer gracias a la rebelión de sus pasajeros, uno de los cuales inspiró la canción con su última frase por teléfono, "Let's roll" (vamos a rodar, pero también algo así como: vamos a jugárnosla). Por desgracia, "Let's roll", con versos tan desafortunados como "vamos a rodar por la libertad / vamos a rodar por el amor / vamos a enfrentar a Satán / en las alas de una paloma" y su melodía lúgubre y distorsionada, es realmente un tema más bien feo, poco atractivo y sin gran emoción.

Tampoco le fue mucho mejor a otro extranjero que quiso meterse en el asunto, el ex Beatle Paul McCartney que, impresionado por haber visto los atentados sentado en un avión del aeropuerto JFK en Nueva York, realizó un intento de generar una suerte de himno tan inmediato, efectivo y tonto como "Give peace a chance", de Lennon. Pero "Freedom" (libertad) resultó insoportablemente boba hasta para alguien que ha defendido siempre el derecho de una canción pop de ser algo estúpida. Incluso el viejo blusero Bo Diddley manufacturó un espanto instantáneo llamado "We ain't scared of you: My eagle is pissed" (no te tenemos miedo: mi águila está enojada).

Para tratar lo intratable

Si Neil Young no tuvo su momento más lúcido al hablar sobre aquel día, en cambio su compatriota Leonard Cohen -habitante de Nueva York durante largos años y quien había amenazado a la Gran Manzana con una ironía casi terrorista en “First we take Manhattan”- tuvo una emotiva y algo ambigua toma de posición con “On that day”, en la que cantaba: “Algunos dicen que es lo que merecemos / por pecados contra Dios / por crímenes en el mundo / Yo no podría saberlo / Tan sólo estoy defendiendo el fuerte / desde ese día en que hirieron a Nueva York”. Tori Amos también acertó con su balada “I can't see New York”, una visión caótica y fragmentaria de la nube de polvo que cubrió el sur de la isla de Manhattan luego de la caída de las torres.

Pero, posiblemente, la obra definitiva relacionada a los atentados fue el disco entero que Bruce Springsteen -tal vez el músico de rock estadounidense más emblemático- dedicó al tema, The rising (2002). Elaborado a medias con canciones compuestas antes y después del 11 de setiembre, The Rising es un caleidoscopio de emociones diversas que van desde el dolor por el destino de los seres queridos (“Lonesome day”), la descripción imaginaria del final de alguno de ellos (“Into the fire”, “You're missing”), la furia ante el desastre (“Empty skies”), el reconocimiento a los héroes desconocidos (“Nothing man”), la voluntad de renacimiento (“The rising”, “My city of ruins”) e incluso una canción cantada desde el punto de vista de un bombardero suicida (“Paradise”), intercaladas con otras canciones sobre situaciones más domésticas que funcionan como cables a tierra entre los eventos traumáticos narrados en las otras. Tan malinterpretado como lo fue en su momento Born in the U.S.A., el disco no es una obra patriotera ni un manifiesto justiciero o un alegato pro Bush, sino un collage de algunas de las composiciones más espirituales que haya hecho The boss, el retrato de sus personajes acostumbrados enfrentados a una situación extraordinaria y uno de los discos más poderosos de su carrera.

De cualquier forma, y con todo el talento involucrado, canciones como las de Springsteen y Cohen son intentos de transformar un caos y una masacre en un formato estético ordenado tradicionalmente para expresar contenidos más íntimos y serenos. Tal vez por eso dos de los nombres más reconocidos de la música culta y experimental de Nueva York -una ciudad notoria por su tradición vanguardista- se reunieron diez años después del ataque al World Trade Center para intentar encontrar un formato que representara de alguna forma la confusión y los distintos estímulos sentidos en esos días. El explícitamente titulado WTC 9/11, es una obra del compositor Steve Reich, famoso por sus tratamientos armónicos de grabaciones diversas, y el impecable cuarteto de cuerdas Kronos Quartet -para quienes Reich escribió la pieza-, en la que grabaciones de las sensaciones de varios amigos de Reich luego de los atentados, se entremezclan con fragmentos musicales melancólicos hasta conformar un sonido que emula a ese borrón en el que se convirtió Nueva York hace una década.

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