Ingresá

Daniel Filmus y Leonardo Favio luego del acto de cierre de campaña de Filmus a jefe de gobierno porteño. / (archivo, junio de 2007)

Foto: Roberto Azcárate, NA, Afp

El apasionado

1 minuto de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Leonardo Favio (1938-2012)

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

En tiempos en que la palabra “artista” y su versión amplificada de “artista popular” están más bien deterioradas, suena especialmente trágica la noticia de la muerte de quien realmente fue un gran artista popular en el sentido más amplio del término. Un hombre capaz de encabezar las listas de éxitos musicales con canciones pop no mucho más elaboradas que las que en los mismos días producían músicos como Leo Dan, pero a la vez un cantante poderoso que convirtió en éxitos temas de artistas en su tiempo emergentes, como Luis Alberto Spinetta o José Carbajal. El hombre que utilizaba las ganancias que le producía su faceta de cantor para dirigir películas intensamente personales, imposibles de clasificar dentro de ninguna escuela o movimiento. El hombre que quedó atrapado sobre el escenario, en medio de la balacera de la Masacre de Ezeiza.

Fuad Jorge Jury, nombre extraordinariamente sonoro pero que sacrificó comercialmente por el menos exótico de “Leonardo Favio”, fue un artista alejado de cualquier tipo de academia, que como Jean Genet llegó al arte desde la pobreza y la delincuencia. Alguien que ni siquiera en sus obras más complejas perdió nunca un extraordinario sentido del oído para el habla popular, pero a la vez carente del menor sentido del distanciamiento irónico: para Favio el arte era el idioma de las pasiones más grandes que la vida misma, y la misma se puede descubrir igual de vibrante tanto en sus canciones similares a jingles, como en sus alocuciones políticas (peronistas, por supuesto) o en las películas con las que deslumbraba a unos críticos que apenas podían creer que el autor de “El dependiente” (1969) fuera el mismo que cantaba. Era el mismo; el excéntrico que, coqueto, se cubría la calvicie con un pintoresco pañuelo mientras dirigía maravillas como “Gatica, el mono” (1993), que falleció ayer tras un agravamiento pulmonar de su polineuritis y que se merece una nota más extensa y detallada que ésta, en la que apenas consignamos su partida.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura