Dicen que cuando te morís vienen dos ángeles, te sacan la ropa y te ponen una bata rosada (tela de toalla), metiéndote en un ascensor que va directo al cielo. En el ascensor (el interior es de lambriz, sin espejos, tiene un pasamano revestido de cuerina color carmesí) suena esa música que está ideada para que pienses en otra cosa, para que te concentres en ella en esos incómodos intersticios en los que se sube otro usuario al que no querés mirarle el rostro. Afinás un poco el oído y ahí lo reconocés: la música de ese ascensor está compuesta por Ariel Pink.
Ariel Pink, nacido Ariel Marcus Rosenberg en 1978, en un extrañísimo giro de la historia toca hoy a las 21:00 en la Trastienda, siendo posiblemente una de las visitas más impensadas de los últimos años. Si bien su último disco “Before Today” -con un sonido que se distanciaba del estilo low-fi (estilo de grabación deliberadamente rústica en oposición al hi-fi o alta fidelidad) que caracterizaba sus anteriores trabajos- acaparó importante atención de parte de los medios especializados (entre ellos, la Pitchfork -revista virtual que es para el canon indie lo que la Rolling Stone para la historia oficial del rock- colocó al ábum entre lo más alto de los charts, al tiempo que eligió a la canción “Round and Round” como mejor tema de 2010), Ariel Pink sigue siendo un músico bastante insular en nuestro territorio, no sólo en lo que respecta a su difusión, sino a un sonido, puesta en escena e imaginería que reta muchos de los estándares de lo que debe ser una canción, un disco, o un artista.
Dicho esto, parecería que se estuviera introduciendo a un extrañísimo músico experimental, un lejano discípulo de Schönberg, o un performance artist salido de algún conservatorio de arte moderno, pero lo que hace particular a Ariel Pink es el hecho de tener un trabajo que al mismo tiempo que es retador y complejo, está sostenido en un espíritu humano y reconocible, que es el de la música FM de los setenta (algo que puede referirse de forma directa a uno de sus grandes mentores R Steavie Moore). Desde “House Arrest”, pasando por “The Doldrums” -disco que sería apadrinado por Paw Tracks, discográfica de los Animal Collective, siendo reeditado en 2004 y dando paso al acercamiento a una mayor audiencia- a su último trabajo, “Mature Themes”, su obra es algo así como el inconsciente de la música norteamericana de los últimos cuarenta años. Más que referencias a grandes obras, o grandes artistas de la época, sus discos parecen estar construidos sobre el material desechable de dicha era, jingles de productos que murieron ni bien salieron, canciones de gasolinerías del centro oeste de Estados Unidos, temas cantados en contestadores, canciones que pueden sonar en algún programa de oldies de radioaficionados a las tres de la mañana. Uno podría decir que en esto no hay nada nuevo, las costumbres antropomórficas en la música son algo bien propio de estos años obsesionados con el sonido retro, los pantalones flúor, la lomografía y los pelotudos filtros vintage de Instagram emulando Polaroids de los setenta, pero en Pink su música parece salida de un pasado que nunca existió, un pasado que se reescribe en el presente en el momento en que, en vez de meramente citar o samplear uno de estos sonidos (como bien ha venido haciendo el hip hop desde hace cuarenta años), lo reinterpreta. Escuchar temas como “Underground” (de “Underground”), “Foilly Foibles Gold”, “Jolli Lost his jewels” (los dos de Worn Copy), “Good Kids Makes Bad Grown Ups” (de “The Doldrums”), u “Oceans of Weep” (del House Arrest) se siente como andar por una carretera del interior y encontrar en el dial una canción que te genera un déjà vu que se te precipita directamente a la cara, perdiendo la frecuencia e intentando dirigir el auto para la fuente, el sitio donde se pueda escuchar mejor esa canción. Por supuesto, tal sitio no existe, y es parte de esta frustración el centro del encanto, no sólo del low-fi en general, sino también de Ariel Pink como artista. Además de sus sonidos y estructuras inherentes, el low-fi siempre tiene algo de “lo que podría haber sido”, algo que también sucede en esos temas descomunales de Guided by Voices de treinta segundos, en los que desearíamos con toda el alma que duraran un poco más de tiempo, que fueran poco más de ese esbozo dibujado con tinta corrida. Por supuesto, uno escucha esos temas de nuevo, y se dan cuenta de que son perfectos así como son. Esta frustración también tiende sus tentáculos en lo que es la emotividad de los temas en sí: nunca sabemos qué es en serio y que no, en qué momento Ariel está sangrando en el escenario y en qué momento es sólo líquido rojo.
Durante muchos años, la producción musical de Ariel Pink pareció estar circunscrita a la oscuridad de un cuarto, donde él escribía, componía, interpretaba, producía y distribuía todos sus temas (la época de oro del CD-R), pero progresivamente se le fueron agregando colaboradores, hasta la formación estable de lo que es Ariel Pink’s Haunted Graffiti. “Before Today”, uno de los pocos discos de los últimos diez años que pueden ser considerados una obra maestra, fue experimento y prueba de que el músico, aun apartándose del oscurantismo low-fi que lo colocó bajo su ala, tiene tantos buenos temas como para ahorcar a un caballo.
Con shows tan extraños e impactantes como sus temas (algunos lo van a amar, otros lo van a odiar), difícil es decir lo que va a pasar hoy en la Trastienda, pero sin lugar a dudas va a ser una experiencia que pocas veces vaya a repetirse en una ciudad como la nuestra.