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Yamandú Carcdozo al final de la actuación de Agarrate Catalina, ayer, en el tablado del Defensor Sporting.

Foto: Javier Calvelo

Catalinismo y anticatalinismo

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Año desparejo para la murga más exitosa.

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En la última década Agarrate Catalina se convirtió en un fenómeno de masas que trascendió fronteras (las de la murga y también las del país), con ensayos multitudinarios en la Torre de las Telecomunicaciones, giras en varios continentes y merchandising que incluye DVD y hasta un libro. Su impacto en el público es directamente proporcional a la polémica que generan año a año, en especial por su vinculación directa a la figura de José Mujica. La murga de los hermanos Cardozo alcanzó en 2005 el primer premio del concurso con un espectáculo que incluía una parodia al entonces senador, con críticas bastante superficiales (el aspecto físico, el lenguaje coloquial) que apenas solapaban un encomio de fondo. De hecho, el cuplé terminaba con las inequívocas líneas “querido Pepe Mujica / ahora te toca a vos”, y lo mismo corre para los supuestos palos del año pasado, cantados a través de los pensamientos de un partidario de la derecha y no desde la murga en sí.

Fue amor a primera vista: pronto las señales de admiración empezaron a correr en ambos sentidos, y entre declaraciones del candidato y parodias/odas por parte de la murga, la Catalina compuso y grabó el jingle para Espacio 609 en las elecciones de 2009 (aquel barroco “vamos, Pepe / Pepe con la gente, vamos”). La novedad no es la postura política, ya que -salvo la escuela tradicional de la murga “de la Unión” o la “murga-murga”, término que acuñó Tito Pastrana para calificar a su murga La Nueva Milonga, más preocupada por hacer reír que por ser la voz del pueblo- desde la década del 60 existió un fuerte vínculo ideológico con la izquierda; lo nuevo es el apego a un personaje específico, que muchos vieron como consecuencia política, y muchos otros como (mutuo) oportunismo, en especial por el criticismo liviano con que la murga, ácida en casi todos los temas, aborda cada año a la hora de retratar a Mujica.

Pero más allá de política, la murga adoptó en los últimos años una cierta fórmula ganadora, que pasa por la estructura de sus espectáculos, por la repeticion de determinadas zonas poéticas (por ejemplo, el uso ritual año a año de la palabra “bacanal” en las presentaciones y retiradas), por ciertos recursos humorísticos gastados (como Yamandú Cardozo presentando con tono solemne una parte humorística: “¿Qué pasa con los sueños de los jóvenes?”, precedía de un largo cuplé que ridiculizaba a los jóvenes blancos) y por la apelación a temáticas colectivas, notorias en títulos como Civilización, Gente común, El corso del ser humano, y el espectáculo de este año, La comunidad.

“Hermanitos de luz”

Esta temporada lo más notorio es la ausencia del carismático Rafael Cotelo, que abandonó las tablas por los sets televisivos. Hace años que el espectáculo de la murga se apoyaba en el contrapunto entre él y Yamandú Cardozo (cuyo protagonismo se justifica más en ser director responsable de la murga que en sus capacidades interpretativas), y Martín Cardozo, con su personaje a medio camino entre un plancha y el Taradetti de Cacho Bochinche, no logra llenar el vacío. Seguramente influya en esto el rol habitual de imitador (es quien parodió a Mujica, a Hugo Chávez y al Pato Sosa), que lo tuvo muy poco enfocado en buscar su estilo personal, que en cambio Cotelo fue puliendo con los años. Otra baja es la dirección escénica de Tabaré Cardozo, que este año pasa a manos del ex Mojigata Darío Prieto, aunque Tabaré permanece en los textos de la murga junto con los otros dos Cardozo, Cotelo y Carlos Tanco.

La comunidad postula una especie de congregación hippie que se une para crear un mundo nuevo sobre las cenizas del anterior. El hilo conductor es ingenioso como es costumbre, y los textos son de los más técnicamente correctos que se pueden escuchar en Carnaval: los Cardozo cuidan las métricas, las acentuaciones y prefieren las rimas consonantes. Una primera canción funciona a modo de popurrí y enumera varias cosas que la comunidad quiere tirar “a la hoguera”. Mitad catarata de chistes y mitad ataques punzantes, incluye -entre quejas sobre las canillas, las contestadoras de las empresas de taxis y las servilletas- un palo pesado a Tabaré Vázquez por su pedido de apoyo a George W Bush en el conflicto con Argentina, que ya hizo saltar a varios dirigentes del Partido Socialista.

El cuplé siguiente, centrado en los problemas de vacacionar en la superpoblada Punta del Diablo, tiene algunos momentos ingeniosos (“un Tetris de humanidad”) y otros que suenan a repetido (lo de internar a la abuela en Remar es un chiste de 2008 reciclado). Otro cuplé plantea lo que la murga tiene para decir sobre la baja de la edad de imputabilidad: “Si en tu extraña cabeza pensás / que el delito se fija en la edad / que no hay que tenerles piedad... / tenés razón / porque a los 16 son terribles minas / ya tienen un cuerpito que te querés matar”, comienza una seguidilla de chistes medio pederastas, más dignos de una reducción al absurdo de Queso Magro.

La dosis anual de polémica viene en el espacio más lúcido, más “columna de opinión”, que interpela al público por su capacidad selectiva de indignarse ante los videos que circularon en los últimos años por internet: ni los soldados uruguayos abusando de un haitiano ni la muerte de Gadafi causaron tanto revuelo como el video de la perra asesinada por los tres jóvenes de Nueva Palmira. “Si arreglamos la violencia con violencia y furia inútil / algo no anda bien”, sentencia la murga. Lo mismo corre para el cuplé final, que aborda de forma medio repetitiva el fenómeno de la crisis europea, pasando algo de factura sobre el maltrato que reciben los latinoamericanos en España. Al final del cuento, como si fuese uno de Galeano, los latinos admiten la entrada de los españoles bajo la advertencia “comparta este suelo / igual que su abuelo / esta tierra es global / y recuérdelo”.

Las conclusiones de estos dos cuplés, los más contextuales, resultan un poco obvias, pero en todo caso funcionan mejor el de la perrita por tener más posibilidad de remover la opinión pública; que muchos españoles maltratan a los sudacas es creencia común, pero no tanto la idea de que está muy mal publicar nombres de menores en la web, banderas que agitaron miles de personas, progresistas inclusive, en las redes sociales (los mismos seguidores que en la página de Facebook repudiaron el espectáculo y abandonaron las filas porque la murga no estaba de acuerdo con empalar a los tres adolescentes en la vía pública).

Autorreferencial

La Catalina es tema del año, y la murga habla de los temas del año, así que no podía faltar una canción en la que la murga hable de sí misma: así, luego de la canción final (que funciona de reflexión), la retirada reserva un poco de cursilería poética para hablar de la comunidad que conformó Agarrate Catalina, con referencias a las giras, los ensayos y el tiempo compartido en imágenes líricas que entona la voz del Zurdo Bessio, bombista, sobreprimo y comodín, que desde su inclusión en 2008 arranca aplausos colectivos en cada solo como en un esquema estímulo-respuesta.

Definitivamente, no es de los mejores años de Agarrate Catalina, que parece haber suplido sus faltas de este año reforzando el aspecto humorístico y dejando un poco de lado la bajada de línea que caracterizó otros espectáculos (como la crítica a la izquierda en el cuplé de las banderas de 2007, año en que el jurado fue bastante injusto con el puntaje que le dio a la murga). Pero brillan por su ausencia los comentarios sobre el Pepe.

La anticomunidad

En su desparejo espectáculo Murga, Radio Actualidad, la murga La Soñada incluye un fragmento de una hipotética murga “Agarrame este racimo”, de unos hermanos Carozo. La presentación es un mamotreto de términos académicos y científicos (“pitecantropus”, “Big Bang”) que pone en juego la visión errónea que sostiene que Agarrate Catalina es una murga de ideas complejas y rebuscadas, cuando es en realidad una murga más bien tradicional con una mirada más “joven” sobre los mismos temas de actualidad.

La introducción parodia un cuplé ambiguo de Agarrate Catalina del año pasado, en el que tras una advertencia de Yamandú Cardozo sobre el lenguaje fuerte, la murga cantaba en primera persona y con melodía de barrabrava los supuestos pensamientos de un uruguayo marginado social y económicamente que sale a la ciudad a ejercer la violencia con un arma. El de La Soñada usa la misma música y resucita al personaje como “derecho a réplica” de las líneas que puso en su boca la murga de los Cardozo. Hay acusaciones de “caretaje” (“todos los que escribieron ese cuplé cobran en AGADU”, como si eso fuese algo malo), un intento de desestigmatizar al marginal (el personaje niega que su padre sea chorro y que su madre sea puta) y hasta tira un poco de demagogia: “[La murga] te espera en el pedregullo / para escucharte con tu opinión”.

Si hay algo terrible en lo de La Soñada es que cae en los mismos errores que critica. Es decir, se trata de otra interpretación de lo que supuestamente piensa un marginado social, cantada desde la comodidad de un escenario ante el aplauso de alrededor de 4.000 espectadores. Pero, además de los chistes malos (“mi madre ya no esputa / porque le pude comprar jarabe”, que no desentonaría en una parodia pero sí lo hace en una réplica), cuando el texto de Jorge Medina se jacta de putear menos que la Catalina llega a un grado de corrección peligrosamente superior al de la murga de los Cardozo, lo que no es nada saludable en un Carnaval cada vez más correcto.

En un abismo similar cae Araca la Cana este año, que usa la misma música en un cuplé que, con mayor sutileza que el de La Soñada, habla de lo que precisa una murga que sólo quiere ganar. Dos observaciones finales. Uno: si es cuestión de pegarle a la murga más popular del país (y no falta por dónde pegarle), habría que complejizar un poco las herramientas, o se corre el riesgo de quedarse en aspectos superficiales (como Agarrate Catalina cuando habla de Mujica); dos: parece que muchos fanáticos (y algún integrante) protestaron en las benditas redes sociales porque estas murgas usaron músicas de la Catalina. En un Carnaval que históricamente usa un gran porcentaje de melodías populares, esa queja en particular no tiene mucho sentido.

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