-Mantras es un proyecto que ya lleva diez años, ¿lo iniciás inmediatamente después de la disolución de Níquel?
-Sí, en 2001 mientras pensaba qué iba a ser de mí, en todo sentido, después de haberle dedicado 15 años de mi vida full time a la banda. En un momento pensé en armar una banda de rock o blues, pero estaba bastante cansado del esquema de banda. Entonces me dediqué a la docencia de guitarra, actividad en la que no tenía experiencia, pero la fui adquiriendo y fue transformándose en una importante fuente de ingresos. Y en el plano artístico lo descubrí un día jugando con mi pedalera, que posee un dispositivo para grabarte y reproducir, sobre el cual podés seguir creando. Son técnicas que conocía, usadas en los 80 por Robert Fripp, Brian Eno y otra gente que trabajaba con máquinas de loops (en definitiva grabadores primero análogos y luego digitales). También fue muy inspirador el show que dio aquí el ecléctico guitarrista de jazz Bill Frisell, donde en una parte del espectáculo hacía algo con loops. En conclusión, es música instrumental producida a través de la guitarra eléctrica, donde jugás a grabarte vos mismo repetidas veces en busca de atmósferas o paisajes sonoros. Es interesante en el sentido de prescindir del otro para tocar con uno mismo. Claro, es una performance individual sin una previa preparación, sin premeditación acerca de lo que vas a tocar. Improvisación que al ser solo genera una libertad absoluta. También en ese sentido fue muy inspiradora la pintura moderna, el expresionismo abstracto. El hecho de tener un lienzo y a partir de una pincelada combinar colores o formas para empezar a descubrir en el vacío. Ésa fue la quintaesencia de este proyecto de música experimental.
-Me imagino que en principio fue un proyecto de puertas adentro.
-Sí, es complicado llevarlo a un pub, a un contexto comercial donde la gente tiene expectativas formales. Por eso pensé que sería interesante llevarlo a ámbitos alternativos, por ejemplo musicalizar presentaciones de artistas plásticos como Felipe Secco, con quien hicimos cosas bien interesantes, en especial en sus muestras dentro de un concepto de instalación. Además llevé el proyecto a una exposición del Foto Club Uruguayo donde tocaba en vivo entre unos paneles bien grandes, entre los que la gente me descubría mientras miraba las fotografías. También toqué en seminarios, especialmente en los vinculados con el software libre y Linux, con los que había una coherencia entre una música y un software sin pretensión comercial. Por 2008, cuando entendí que el proyecto había alcanzado cierta madurez, consideré el impulso de llevarlo a un ámbito comercial. Paralelamente me conecté con el percusionista Fernando Cacho Rodríguez, quien casualmente también estaba trabajando con loops y decidimos juntarnos para improvisar bajo el nombre de Mantras. Tocamos durante dos años, incluso en boliches.
-¿Cómo nace el nombre?
-Podía haberle puesto simplemente Pablo Faragó, pero me gustaba la idea de ponerle nombre y me inspiré en el concepto de los mantras tibetanos, o bien en los de la religión hindú, por más que mi música no tiene ninguna conexión esotérica ni religiosa y el nombre es usado como una alegoría.
-Un loop es una especie de mantra.
-En definitiva sí. Además, entre la jerga de los músicos se usa mucho la palabra mantra para hablar de algo que tiene que conservar una misma tonalidad, una misma melodía durante un determinado tiempo. Eduardo Mateo lo usaba mucho. El concepto del mantra es una oración cantada que repetida muchas veces crea un determinado estado de conciencia, o una sensación o conexión con la música y la vibración. Lo que sí hubo de relación con el universo de la cultura india religiosa fue mi conexión con el yoga, que nace casi al mismo tiempo que el proyecto, a través de mi amistad con un profesor que desembocó en la actuación en varios cursos y seminarios de yoga, además de la edición de un disco que se llama Yoga en tu casa, con ejercicios de yoga relatados por el profesor y música de Mantras.
-¿En este caso los mantras son piezas únicas, cada interpretación es una nueva?
-Sí, es infinito, por eso el nombre en plural, durante todos estos años las he ido grabando y siempre es distinto. El disco que edité por Perro Andaluz con el apoyo del FONAM es en realidad una recopilación del trabajo de todos estos años.
- ¿Wilson Negreyra y Retrovisor se han sumado al proyecto?
-No, el proyecto con Wilson Negreyra y Retrovisor no es Mantras, es otro independiente que se llama Tocadiscos, aunque muchas veces tocamos en dobles programas: abro con Mantras y después se suman ellos, pero no hay una relación directa. En realidad, por 2010 dejé de tocar con Cacho Rodríguez porque él tenía mucho trabajo y actividades. Al mismo tiempo empezó la relación con Retrovisor, que es un proyecto unipersonal de Pablo Gómez, y con otra banda de tecno que se llama Última Imagen, con quienes realizamos triples programas dentro de una especie de colectivo de música experimental con rasgos electrónicos. Wilson es un antiguo compañero de Níquel a quien invité a un show junto a Retrovisor y gracias a que congeniamos muy bien decidimos armar Tocadiscos, una banda de versiones de música que fue editada en vinilos de artistas nacionales e internacionales. Covers de temas poco conocidos, donde cantamos los tres y aparecen canciones de Eduardo Mateo, Jaime Roos, Níquel, Jorge Galemire, Los Lobos, Rubén Rada, Beatles y Spinetta entre otros. Una experiencia distinta, de música formal y preestablecida, pero con cierta proyección de tipo jazzística con grandes espacios para la improvisación.
-¿Cómo recibe la gente estos proyectos en los boliches? ¿No es una música que requiera silencio por parte del público?
-La experiencia con Mantras es distinta y no requiere silencio. Puede convivir con actividades, incluso con gente hablando y no precisamente prestando atención todo el tiempo, porque además es una música muy cíclica que repite patrones durante mucho tiempo.
-¿Y vos cómo te llevás con eso? ¡Pasaste de firmar autógrafos en Níquel a tocar sin que la gente te preste atención!
-Sí, hay un cambio pero se adecuó a mi cambio personal, me es placentero igual y disfruto de poder tener una intimidad con lo que estoy tocando. Igualmente la gente no siempre es indiferente. Lo que es cierto es que yo no tengo una gran expectativa de conquistar a la gente, es como si tuviera una cascada natural donde el agua está fluyendo y el que quiere viene y toma, el que no, la mira de lejos y además, está el que ni siquiera se entera. O tal vez alguien pase por ahí, no vea pero escuche el sonido del agua, me causa placer que cada persona perciba de manera diferente. Pero gusta, vendo muchos discos en las presentaciones.
-Es una música que seduce por un lugar completamente diferente a la canción: puede haber alguien comiendo que pensás que no presta atención y al final viene a comprar el disco.
-Ésa es la realidad, es una música que está en un plano más subliminal, con la que se puede interactuar activamente o de forma más pasiva.
-Al pensar en aquel Pablo Faragó de los comienzos de Níquel, en plena new wave ligada a los pedales de efectos, que difiere también del guitarrista blusero de la etapa más popular de la banda, y en lo que hacés ahora hay un común denominador: la tecnología.
-Sí, retomé ciertas líneas que había explorado bastante durante los 80, especialmente en el primer repertorio de Níquel, que era bastante experimental, donde utilizaba muchos efectos como el delay, las cámaras de eco y otros pedales, que luego con la transformación de la banda en algo más visceral quedó en un segundo plano. Creo que aprendí mucho en aquella época a través de grandes guitarristas como Andy Summer, The Edge, o directamente del King Krimson de los 80 con Fripp y Adrian Belew, toda gente que exploraba mucho los recursos con la tecnología. Mantras me ayudó a retomarlo. Y si se quiere Tocadiscos es una vuelta al repertorio más cancionístico que tuvo Níquel después, así que se podría decir que de a poco estoy pudiendo juntar las mejores experiencias que tuve en la música a lo largo de todos estos años.