Ingresá

Declaración de guerra, de Valérie Donzelli

Treintañero

5 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

El Festival Internacional de Cine de Cinemateca cumple tres décadas.

Tan distintivo del otoño montevideano como la caída de las hojas de los árboles, el Festival Internacional de Cine de Cinemateca vuelve a convertirse en el gran evento convocante para los cinéfilos que no disparen de la ciudad durante la Semana de Turismo. Pero en esta ocasión llega a su trigésima edición, acontecimiento para el que se preparó una celebración especial.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

La 30ª edición del Festival de Cinemateca, que comenzará dentro de una semana, el jueves 29, y se extenderá hasta el 8 de abril, se presenta como una edición de lujo en la que se exhibirá una cantidad 
inusual -hasta para estos gigantescos festivales- de films de primera calidad, en su mayoría muy recientes y en carácter de estreno absoluto para nuestra ciudad. Esto, en definitiva una apreciación un poco subjetiva, no es la única innovación del Festival, que también presentará algunas secciones nuevas como la de Cine y Derechos Humanos, que reúne una nutrida muestra de lo más reciente del cine político mundial, así como otras más conocidas como las exhibiciones de cortos (una especie de festival dentro del festival) y una muestra especial de cine polaco.

En un Festival en cierta forma marcado por la política, tal vez la presentación más importante sea la de “Esto no es una película”, de Jafar Panahi, una película -valga la paradoja- que fue filmada clandestinamente, registrando la prisión domiciliaria de su director en Irán, donde fue condenado a seis años de reclusión en su hogar y a 20 años de no poder filmar (algo transgredido por esta obra) ni salir del país. Es decir, un testimonio de uno de los más flagrantes casos de opresión expresiva y personal de la actualidad y que, más que un objeto estético, es en sí una denuncia sobre la persecución de uno de los cineastas más talentosos y valientes del cine iraní. La película está incluida en la ya mencionada sección de Cine y Derechos Humanos, en la que también se narran las vidas de otros personajes comprometidos, como en “Verdades verdaderas, la vida de Estela”, de Nicolás Gil Lavedra, en la que Susú Pecoraro interpreta a Estela de Carlotto, la reconocida presidenta de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, narrando su lucha contra la dictadura militar y por la búsqueda de sus nietos desaparecidos durante la represión. “La tinta negra”, de Sebastián Arabia, también alude a otra figura esencial en la defensa de los derechos humanos al centrarse en dos causas abiertas por el juez Baltasar Garzón (antes de que fuera separado del cargo, obviamente) para investigar algunos crímenes aún impunes del franquismo, a más de 70 años de finalizada la Guerra Civil Española. Otro personaje retratado en esta sección es el compositor Marcelo Yuka, cuya historia se cuenta en “Marcelo Yuka en el camino señalado”, de Daniela Broitman, que narra los cambios sufridos por Yuka, un artista destacado por su activismo social, luego de que en un asalto lo dejaran confinado a una silla de ruedas.

En un plano distinto “Declaración de guerra”, de Valérie Donzelli, fue una de las películas francesas más elogiadas del año pasado y terminó consagrando a su directora como uno de los nombres más interesantes del cine francés actual. La declaración de guerra a la que refiere el título es la que hacen unos jóvenes padres -la propia Donzelli y su pareja- a la enfermedad de su hijo recién nacido. Una historia en parte autobiográfica que despertó la admiración de la crítica internacional con su inusal mezcla de humor negro y optimismo, y que señalará la apertura del Festival. El otro film encargado de inaugurar el evento es “Mi padre es Baryshnikov”, de Dmitry Povolotsky, una comedia que ha sido descrita como una mezcla de “Billy Elliot” y “Adiós Lenin”, y que cuenta la historia de un bailarín adolescente que, durante los días de la Perestroika, finge ser el hijo del famoso Mikhail Baryshnikov para ganarse el favor de un entorno en el que se siente extraño y rechazado.

Pero indudablemente uno de los mayores atractivos del Festival es el ya algo tardío estreno de “El árbol de la vida”, del legendario Terrence Malick (“Badlands”, “La delgada línea roja”), película que intercala fantasía y relato histórico, que ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes y que ha dividido opiniones acerca de sus pretensiones y sus logros, pero que -conociendo a su esquivo y talentosísimo director- promete más que varios segmentos de cine en estado puro. También se verá la última película de otro director renombrado (aunque diametralmente opuesto a Malick) como es el argentino-francés Gaspar Noé, recordado más que nada por la impactante “Irreversible”, de quien se exhibirá “Enter the Void”. Bastante alejada de su obsesión por lo sórdido y lo violento, plantea una inmersión en el mundo de la psicodelia a través de un viaje alucinógeno realizado por un joven aficionado al “Libro tibetano de los muertos”, señalando una aproximación a los extremos muy distinta a las que Noé había hecho hasta el momento.

También podrá verse por primera vez en Montevideo “El premio”, de Paula Markovitch, triunfadora del reciente Festival de Cine de Punta del Este, es una película lateralmente política sobre una niña que vive aislada con sus padres en una cabaña junto al mar, durante los días más atroces de la represión política en la Argentina de los años 70. Un film que a pesar de estar incluido en la sección Cine y Derechos Humanos, es mucho más que una denuncia particular sobre una época nefasta.

Hay otros títulos interesantes a priori como “La locura de Almayer”, de Chantal Akerman, que adapta la novela homónima de Joseph Conrad, un escritor de gran peso en el mundo del cine desde que Francis Ford Coppola adaptara “El corazón de las tinieblas” bajo el nombre de “Apocalypse Now”, y que también se toma considerables libertades respecto a su fuente de inspiración original. “Hanezu”, de Naomi Kawaze, es una incursión en el cada vez más extendido género de la docuficción, utilizada esta vez para crear una obra de extremo lirismo basado en leyendas japonesas. Para los amantes de lo bizarro, o lo simplemente extraño, “Buenas noches España”, de Raya Martín, ofrece una curiosa mixtura entre la ciencia-ficción y lo experimental, con una historia sobre una pareja que se teletransporta hasta realizar una serie de descubrimientos históricos.

En el plano documental, siempre uno de los atractivos del Festival, se destaca “El presidente”, de Christoffer Guldbrandsen, que estudia el fallido intento de generar una Constitución europea en 2002 y el fracaso del proyecto de tener un presidente europeo. “Into Eternity”, de Michael Madsen, por su parte, es un inquietante llamado de alerta acerca de los peligros de la energía nuclear y los riesgos del futuro ambiental de la Tierra. “Goudougoudou”, de Fabrizio Scapin, se centra en el Haití aún devastado por el terremoto y, entre testimonios de supervivientes, denuncia la inoperancia o la indiferencia de la comunidad internacional (aunque, al parecer, no se mete con ciertas conductas vergonzantes de las tropas uruguayas). También se presenta interesante “Luz, Camera, Pichação”, de Marcelo Guerra, que presenta el fenómeno artístico del pichação, una suerte de diseño artístico no autorizado emparentado con el graffiti, que se está extendiendo por las ciudades brasileñas. Por su parte “San Antonio”, de Álvaro Olmos, retrata la comunidad desarrollada en la superpoblada cárcel de Cochabamba, donde los reclusos han instaurado una especie de microsociedad al margen de la del resto de sus compatriotas. Y la uruguaya “El cultivo de la flor invisible”, de Juan Álvarez Neme, es un nuevo testimonio sobre los familiares de los desaparecidos cuyo destino aún no es conocido, aun varios años luego del triunfo de la izquierda.

Éstos son apenas algunos de las decenas de largometrajes, a los que se suma una cantidad también abundante de cortos, que se exhibirán durante el Festival y que presentan una propuesta particularmente interesante y con grandes sorpresas, hasta para quienes son asistentes habituales de los eventos anuales organizados por Cinemateca. La programación completa puede descargarse, como es habitual, del sitio de Cinemateca Uruguaya (www.cinemateca.org.uy ).

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura